Ha muerto Maradona

Las emociones, algo que con en la lucha diaria destinada a garantizar nuestra supervivencia, a ganarnos el pan, resulta poco valorado. La sensibilidad, los sentimientos, parecen ocupar un lugar muy excepcional y secundario, que apenas nos permitimos manifestar en circunstancias especiales y muy puntuales. Durante la pandemia quienes se vieron confinados a la soledad, revalorizaron los sentimientos y las emociones, sintiendo duramente el dolor de la falta de afecto, de los abrazos, de compartir una comida, la que sea.

Quizás ese aspecto intangible de nuestro ser humano sea el menos considerado, normalmente sumergido y hasta un poco reprimido. Sin embargo, desde el comienzo de la humanidad hubo una existencia social, no individual, para poder sobrevivir y desarrollarse. Los lazos sociales marcan nuestra existencia, en la cual la fraternidad, la solidaridad de la cooperación en la comunidad, la igualdad y el respeto a la mujer eran pilares fundamentales, hasta antes de que apareciera la propiedad privada de los medios de producción y las clases sociales antagónicas.  Los sentimientos, las emociones, esa fraternidad y solidaridad de clase que brota a veces de las desgracias o de las luchas, es lo más valioso para los trabajadores, y para el pueblo pobre, que no tienen ninguna otra cosa verdaderamente importante que no sea sus relaciones afectivas.

El burgués compra placeres con el fruto de la explotación del trabajo ajeno. Mientras los trabajadores y los pobres, la mayoría de las veces pasamos nuestras vacaciones en una pileta, un natatorio público o sindical, o una pileta de plástico comprada en cuotas o a la orilla de un río, simple, marrón, el burgués viaja en avión, a veces en el suyo propio, concurre a playas, a veces privadas otras no pero siempre de arena blanca y brillante que baja y se mete en un mar de agua turquesa. No necesita contar los pesos a ver si le alcanza para una carpa, ya que tiene sus propias residencias a metros del mar. No toma cerveza, toma cócteles y bebidas finas. 

El burgués compra sus sensaciones y placeres con plata, con la plata que le “roba” al obrero, pero un robo que en el capitalismo es legal.

Para el obrero o el pobre las emociones son más sencillas y simples. Y sobre todo llegan a sus espíritus aquellas emociones que logran empatizar con su condición de pobre. Mucho más si vienen de alguien pobre y simple que ha logrado sobresalir por sus propias virtudes para transformarse en un grande. Es “su” representante social. Es quien pudo salir del pozo. Es su ídolo. Una esperanza y al mismo tiempo una especie de venganza o revancha social contra el régimen que nos oprime y nos explota. Eso era Maradona para sus apasionados seguidores, una gran parte del pueblo, que festejaban las rebeldías del Diego contra algunos factores de poder.  

Por eso también en EE-UU sigue siendo un gran ídolo del pueblo negro, Muhammad Alí, el campeón que sentía orgullo de ser negro y resigno su “cinturón” para rebelarse contra la guerra de Vietnam, y al que ningún blanco pudo derrotar.

Hace 85 años el pueblo porteño lloraba la pérdida del morocho del Abasto, el zorzal criollo Carlos Gardel, quien dedicó varios de sus tangos a describir la situación de miseria en la que vivían los trabajadores. Cómo no llorar y recordar a quien acarició con sus tangos el alma del pueblo porteño. No importa que en sus últimos años se haya dejado encandilar con las luces de Holywood. Al revés, eso era visto como un triunfo. Y tras su trágica muerte, cada día canta mejor.

Por eso es tan fuerte el peronismo luego de 75 años. Más que en el propio Perón, hoy tiene su gran icono en Evita, la mujer que llegó al poder pobre y sencilla, que también era una artista sin fama, pero se transformó en la “abanderada” de los humildes. No importa si después vestía con trajes caros y joyas, o se fotografiaba sonriente con el dictador de España Francisco Franco. Ya se había ganado el corazón del pueblo.

Y Maradona, el pibito pobre de Villa Fiorito, también es el que, durante años, a un par de generaciones, les dio la alegría de ver sus delicias con la pelota. Con ello ha entrado en esa categoría selecta de los ídolos populares, cuestión que no será alterada por ningún juicio sobre otros planos de su vida extrafutbolística.

No es para menospreciar la importancia social del futbol. Es un deporte para los trabajadores y los pobres. Basta con que haya una pelota y un potrero. Hace varias décadas atrás no hacía falta otra cosa para “jugar”.

Pero el capitalismo, no acumula capital sólo produciendo automóviles o televisores, o cosas tangibles de ese tipo. El capital y las relaciones capitalistas de producción, han invadido hasta los últimos rincones donde se esconden los sentimientos y las emociones, tanto sea para transformarlas en vulgares mercancías, como también y no menos importante, para utilizarlas como un elemento de propaganda política, de manipulación de la conciencia de los trabajadores y los pobres.

Tal vez algunos recuerden el mundial del 78, el triunfo 6 a 0 contra Perú, y el campeonato de la mano de la dictadura militar y pocos sepan que los festejos populares se elevaban mientras los presos y desaparecidos lanzaban alaridos de dolor en las mazmorras de los torturadores. Cómo se puede sentir alegría por ganar un partido de futbol o un campeonato, mientras nuestros hermanos de clase y de lucha son asesinados. Es todo cuestión de conciencia. Como diría Trotsky, ni rías ni llores, comprende.

El capital se apropió del futbol. Primero lo profesionalizó. El club hace contratos con el futbolista. El jugador le pertenece por un tiempo, es su esclavo asalariado como cualquier otro trabajador, aunque si el jugador tiene talento será mejor pago y ahorrará para cuando, tras 10 o 15 años, le pase su cuarto de hora. El club y quizás algunos jugadores ganarán con los sponsors. Con la televisación de los partidos. Es tan buen negocio, y que además permite blanquear plata de ilícitos, que varios clubes ya han sido comprados por burgueses y ahora son empresas capitalistas en toda la regla. No funciona para potenciar y promover el futbol como juego-deporte u otras actividades sociales de ese tipo. Funciona para que sus dueños ganen plata. Si hay un pibe de las inferiores que “pinta bien”, para los directivos no se trata tanto de una oportunidad para darle alegrías futbolísticas a los socios, sino que se trata de una “inversión” económica para el futuro, y antes de que haya ganado muchos partidos tal vez ya este vendido a Europa.

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Maradona fue arrancado pronto del potrero de Fiorito o de la cancha humilde de Argentinos Jrs. Los capitalistas se llenaron de plata con él. Siguió el derrotero de una mercancía especial, de lujo, que cada vez se cotizaba más. Como genio del futbol alcanzó su pico más alto en el Nápoles, equipo al que sacó campeón en contra de la presión racista de los poderosos equipos del Norte de Italia; y con la selección argentina en el mundial de México del ’86, en donde no sólo fue fundamental para el logro del campeonato, sino por haber derrotado a la selección inglesa. A pocos años de Malvinas el triunfo sobre Inglaterra fue vivido por el pueblo como una reivindicación nacional antiimperialista, y el gol hecho con la mano, en ese marco, totalmente justificado. Y esos hitos laten todavía en el corazón de los argentinos y en el de los napolitanos.

Hasta que necesitó reforzar sus propias emociones con la droga. Y ahí, cuando se hizo incontrolable empezó a decaer. En el mundial del 94 “le cortaron las piernas”. Ahí ya, prácticamente, se murió el jugador, el D10s del futbol. Luego Maradona fue recorriendo la escalera cuesta abajo, a veces cayendo varios escalones a la vez. Se fue degradando como persona, como hombre, degradando también a las mujeres, aceptando sus responsabilidades paternales por la fuerza. 

En Cuba, donde acudió a recuperarse de su adicción a las drogas, fue fotografiado apelando a la prostitución adolescente. Pero el ídolo debe brillar por encima de todo, aunque haga falta mirar para otro lado. Todos los que se aferran al D10s del futbol repiten la frase de Fontanarrosa: “Qué me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía”. Con esa frase otro venerado artista mostró la hilacha, lo mismo que los que la repiten. Porque el futbol no debería tapar el resto de las conductas de una persona, si es que se la pretende colocar en el altar del pueblo. No se trata de la “vida privada” de Maradona, sino de su relación con otras personas, especialmente mujeres. 

Está claro que otros cracks del futbol, ni otros grandes deportistas cayeron de la misma manera, hasta el punto de dar una imagen de deterioro tan patética que lo llevó a su depresión final.

Políticamente también debe ser evaluado ya que Maradona tomó partido. Para muchos ha sido de izquierda, por identificarse con el Che. En Maradona podía considerarse una expresión de rebeldía. Pero hacerse un tatuaje o usar una camiseta con su cara, no implica ningún riesgo en sí mismo, ni tampoco se corresponde necesariamente con un verdadero compromiso social. Políticamente, el castrismo sacó provecho de su acercamiento con Maradona y con ello se reforzó una corriente que en Latinoamérica ha sido sostén de gobiernos burgueses que aparecen frente al movimiento de masas como populares, como la única alternativa actual al neoliberalismo salvaje. En Argentina, Maradona también había coqueteado antes con Alfonsín, con Menem, y hasta con De La Rúa, para luego mostrar afinidad con Néstor Kirchner, apoyo político a Cristina FK y Alberto F.

En Venezuela hasta pronunció discursos junto a Maduro, que se embandera de chavista, pero en su fase decadente reprime y hunde en la miseria a los trabajadores y a los pobres del pueblo.

Otro tanto pasó con su apoyo a los K.

Ninguna palabra salió de su boca para repudiar los desalojos de Guernica. Maradona nunca fue a una huelga obrera a dar su apoyo, ni a una olla popular de los desocupados. Maradona se pintó de zurdo, se pintó de nac & pop, de rebelde contra el vaticano. Pero nunca pasó de declaraciones y poses superestructurales. 

Poco a poco fue muriendo el pibe pobre de Villa Fiorito, para transformarse en el ricachón que compra sus emociones con plata. Compra droga, mujeres, sube a sus aviones chárter y viaja a playas doradas de mar turquesa, y ya no toma vino o cerveza, toma cocteles especiales y bebidas finas. 

Maradona hacía rato que había dejado de ser humilde, pero la memoria del pueblo lo quiere recordar así, no quiere saber otra cosa, no le interesa su vida personal, sólo las alegrías vividas cuando -junto a sus padres- gritaban los hermosos goles de Maradona. La memoria del pueblo construye mitos y los mitos están hechos de cosas ciertas y de fantasías. Entre ellas las de que algún día la vida nos toque con una varita a nosotros o a nuestros hijos y podamos salir de la vida de pobre. Y la única forma que conocen los trabajadores para salir de pobres es hacerse ricos con algún golpe de suerte, o con algún don con que nos dote la naturaleza. 

Así que parafraseando a Trotsky podríamos decir, si querés reír y sentir alegría con los goles de Maradona, o si querés llorar por su muerte, es algo que nadie te lo va a poder impedir. Son tus emociones, las únicas cosas de las que todavía podemos disponer los trabajadores.

Pero ojo. También hay que comprender, que esas emociones están bajo el control del poder económico y político de la burguesía. Eran sentimientos puros y simples, pero también nos los han robado para usarlos como un arma contra los trabajadores y el pueblo, para embotarle su conciencia de chovinismo nacional, de unidad nacional, de conciliación de clases, de machismo, de máscara para encubrir la realidad. Como circo, como droga, contra la revolución socialista, que es la única que nos puede sacar a TODOS los trabajadores y a los pobres de la miseria y no sólo a un individuo genial. Con la revolución socialista también recuperaremos la alegría que no será solo un domingo cada tanto. Será la alegría de una vida digna que nos permita desarrollarnos como personas en una comunidad fraternal con nuestros hermanos de clase, liberados de la explotación y de toda opresión. 

27/11/20

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