Para enfrentar la pandemia y la crisis social, hay que luchar contra los capitalistas y su Estado

La pandemia del covid-19 sigue haciendo estragos en el mundo. Mientras los Estados capitalistas decretan salvatajes de grandes empresas, los trabajadores de todo el mundo son los que están sufriendo, no solo las muertes y contagios, sino también los despidos, rebajas salariales, y la profundización de la miseria. La crisis actual de la economía capitalista mundial, agravada por la pandemia, ya es más devastadora que la recesión de 2008-2009 e incluso parece que podría ser más profunda que la Gran Depresión del 30. 

Cada vez está más claro que esta pandemia no es una “catástrofe natural”, un factor externo al sistema social capitalista. Este virus no es el primero de este tipo capaz de pasar a los humanos desde otras especies animales. Si no hay vacuna contra este corona-virus es porque los monopolios capitalistas farmaceúticos y sus Estados, no han financiado la investigación por no “tener mercado”. El SARS de 2002 y el MERS-Cov de 2012 fueron preavisos de la actual pandemia de Covid-19.  La lógica del capital, que solo produce para obtener ganancias, es la causa de las centenas de miles de muertes provocados por la actual pandemia. El recorte de presupuestos de salud pública, por la misma lógica de la ganancia capitalista complementa esta tragedia SOCIAL, no natural. 

El gobierno de Fernández-Fernández hace demagogia con su supuesta estrategia “sanitarista”. Alberto Fernández se disfraza de estadístico mostrando números de contagios basados en un testeo ínfimo. El gobierno dice seguir los consejos de los especialistas, pero el mismo infectólogo Eduardo López plantea, cada vez más abiertamente, la necesidad de multiplicar los testeos para controlar el contagio. Desde todos los centros de salud llega el reclamo de los trabajadores denunciando falta de insumos  de seguridad sanitaria. El Ministro de Salud, Ginés GG, amenazó con declarar de “utilidad pública” las empresas de salud privada y terminó retrocediendo en chancletas. 

En nuestro país la pandemia aún no ha llegado a su pico pero la situación económica del pueblo trabajador se acerca a su límite “soportable”. El gobierno dice que prioriza la salud de la población por sobre las pérdidas económicas. Grita contra los que especulan, pero los precios siguen aumentando sin control, con el sainete de corruptela de por medio del ministro Arroyo comprando productos de segunda, con sobreprecios. AF levanta su dedito amenazante frente a las cámaras de televisión: “miserables”!! Dice, no lo vamos a permitir, y a la semana los 1450 obreros de Techint quedan en la calle igual. Decreta la prohibición de despidos, y las patronales despiden igual, sin que a Fernández se le despeine el jopo. El decreto “prohíbe” los despidos, pero no dice nada de impedir las suspensiones y la reducción de los salarios (y como dice el saber popular: “el que calla otorga”). Es decir, mientras AF discursea por TV, las patronales hacen lo que quieren y  los trabajadores son obligados a acatar el decreto que permite hacer jugosos negocios a las empresas que producen bienes superfluos como cervezas, golosinas, medialunas, etc. obviamente que esto es así porque cuenta con el apoyo de burocracia sindical de la CGT y CTA y la de los movimientos sociales. 

Los voceros oficialistas se llenan la boca de que “cuidan a los adultos mayores”, mientras el BCRA, el ANSES y los bancos exponen a los viejos a colas interminables, amontonados para cobrar las jubilaciones miserables recortadas por Macri y el mismo Alberto Fernández. El gobierno kirchnerista de Kicillof, en la provincia de Buenos Aires, manda a reprimir a los trabajadores del frigorífico Penta, que luchan contra los despidos, la rebaja de salarios y el ataque a organización gremial por parte del empresario K, Ricardo Bruzzese. 

Lo ocurrido en el frigorífico Penta de Quilmes es una muestra de cuál es la política del gobierno, dejarle las manos libres a las patronales para que actúen libremente contra la clase trabajadora y en los barrios pobres, desplegar el aparato represivo (FFSS y el refuerzo de las FFAA) para reprimir la protesta obrera y popular. Mientras la ministra de seguridad “progre” hace “ciberpatrullaje”, es decir espía en las redes para meter en cana a cualquiera que mencione la palabra “saqueo”, la crisis sanitaria y económica ha relegado, hasta nuevo aviso, la “democracia” capitalista y el “Estado de Derecho”. Lo que queda al descubierto, sin envoltorios, es la dictadura del capital.

La tan cacareada disyuntiva entre “salud o economía” es un engaño. La verdadera contradicción es entre la salud y condiciones de vida de la población, por un lado, y la ganancias y la propiedad privada CAPITALISTAS por el otro. 

La “unidad nacional” a la que nos convocan en aras de combatir un “enemigo invisible” no es más que una excusa en boca de la CGT, y todas las burocracias sindicales y de los “movimientos sociales”, para darle la vía libre a la patronal, y su gobierno. 

El gobierno del Frente de Todos, no es capaz siquiera de imponerle a las patronales algún tipo de condición propia de una “económía de guerra”. Solo intenta fortalecer su imagen política con la pandemia mientras los empresarios siguen despidiendo y especulando. 

Como siempre que ocurre una guerra, nos llaman a la unidad nacional contra el enemigo externo, pero en realidad el enemigo de los trabajadores y el pueblo está en nuestro propio país, aunque hagan todo lo posible para que no lo veamos. El enemigo es el que despide, suspende, aumenta los precios, no nos brinda los recursos indispensables para cuidar nuestra salud, nos persigue y nos reprime. Son los capitalistas, sus políticos y su aparato estatal de represión, hoy encabezados por el gobierno peronista de F & F. 

A esta altura queda más claro que nunca que los trabajadores no podemos esperar nada de la CGT, la CTA y todas las direcciones político-sindicales subordinadas al gobierno patronal. Si no nos organizamos desde abajo seremos los que sufriremos, como ya lo estamos viendo, la pandemia y la crisis económica. Para enfrentar la pandemia y el ataque capitalista, es necesario levantar un programa obrero:

  • Luchemos por la estatización bajo administración obrera de toda empresa que despida o suspenda masivamente. Si cae la demanda de producción, reparto de las horas de trabajo con el 100% del salario.
  • Así también debemos defender el salario: pago íntegro de los trabajadores licenciados por la cuarentena, salario mínimo igual a la canasta familiar ($65.800 en marzo) y aumentos mensuales indexados por la inflación
  • Los trabajadores que están en negro, contratados o son parte de una tercerizada, ya sea en el Estado o en una empresa privada, ya que el gobierno y las patronales consideran que somos esenciales para trabajar aun en la pandemia, deben reclamar el pase a planta permanente
  • Con los $10 mil que da el gobierno por única vez (y que encima todavía no se cobraron) no alcanza para nada. Los trabajadores cuentapropistas, precarizados, etc., o sea a todo aquel afectado por la cuarentena que no pueda recibir un sueldo, deben reclamar una “renta o asignación básica universal”, partiendo de que, si el trabajador o trabajadora es sostén de familia, esta renta tiene que cubrir la canasta familiar calculada (para marzo) en $65.800 mil.
  • Los “recursos” para pagar los sueldos y asignaciones existen, pero están en manos de los explotadores, de los bancos y especuladores usureros, de la oligarquía terrateniente y la burguesía rural, de la gran burguesía exportadora, de las empresas y capitales imperialistas que nos explotan. Para atender las necesidades sanitarias y la emergencia social que provoca esta crisis, garantizando la continuidad de los puestos de trabajo y los salarios completos de todo el personal licenciado por causa de la pandemia, hay que dejar de pagar cualquier tipo de bono de deuda nacional y provinciales. Hay que confiscar toda la ganancia del complejo agroexportador. La renta diferencial de la tierra debe ser expropiada íntegramente. A los productores solo se les debe garantizar lo necesario para cubrir la canasta familiar y para sembrar. 
  • Hay que confiscar inmediatamente todos los ingresos provenientes de las exportaciones de las mineras, y de otras grandes empresas exportadoras. 
  • Hay que nacionalizar y centralizar en un banco nacional único a toda la banca pública y privada, para orientar adonde se va a poner la plata disponible. Hay que establecer el monopolio estatal del comercio exterior para regular lo que se compra y lo que se vende y el monopolio del comercio interior para controlar el abastecimiento interno para el consumo de la población.
  • Es indudable de que no se puede frenar toda la producción industrial y los centros de distribución y comercialización. Pero debe seguir funcionando sólo lo realmente necesario y los productos se deben comercializar al precio de costo de la producción.  ¿Si los trabajadores vamos a arriesgar nuestra salud, la de nuestras familias y barrios, que razón de “bien común” y “unidad nacional” justifican que los empresarios sigan haciendo ganancias? 
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En las fábricas y empresas que deban seguir produciendo es fundamental que los trabajadores exijan el cumplimiento efectivo de las condiciones de higiene y seguridad en las que se realiza todo el proceso productivo. En situaciones críticas como esta queda al desnudo que el funcionamiento más fundamental de la sociedad está basado en el trabajo de los obreros de la industria, los trabajadores del transporte, comercio y los servicios fundamentales. Que el capital acumulado y las ganancias que obtienen las patronales de los trabajadores, como consecuencia de usufructuar la propiedad privada del aparato productivo de cambio y comercio, chocan con las necesidades más importantes del pueblo trabajador, es decir, de quienes producen todos los productos y las riquezas de las clases dominantes. Los patrones tienen intereses contrapuestos a los trabajadores.

  • El acuerdo “nacional” del gobierno, los empresarios y los dirigentes sindicales, es el acuerdo de esa clase social empresaria, burguesa, con los burócratas sindicales que son sus agentes en el seno de la clase trabajadora, para mantener las ganancias de la mayor cantidad de sectores capitalistas posibles. Y para esto debilitan el propio “aislamiento social” que tanto dicen defender, obligando a abandonar sus casas y circular a miles de trabajadores. Que nadie se sorprenda si la mayor cantidad de contagios empiezan a verse en los barrios populares, donde vive la clase obrera obligada a expandir el virus a su entorno social para que los parásitos burgueses se llenen los bolsillos y hagan su cuarentena en los countrys, consumiendo estupideces, no bienes esenciales.  Por eso, la producción, transporte, distribución y comercialización deben estar bajo control obrero. Los mismos trabajadores organizados debemos definir que se produce, cuanto se produce, y a qué precio se venden los productos. Es la unidad de los trabajadores la única que puede poner la vida y la salud de la población por encima de la ganancia patronal.
  • En la salud, para atender esta emergencia hay que reclutar todo el personal sanitario que ahora está desocupado para que cada trabajador haga turnos de menos horas (cobrando salario completo que tenga como piso la canasta familiar) para tener menos exposición al contagio. La salud de la población y el “negocio de la salud” agudizan su contradicción en esta situación crítica. Hay que estatizar todo el sistema sanitario y organizar un sistema de salud universal, único y público.
  • Millones de trabajadores en negro, trabajadores que apenas sobreviven haciendo changas, cuentapropistas, que ya venían ajustándose el cinturón, trabajadores suspendidos que cobrarán salarios recortados o no cobrarán, se ven obligados a encerrarse sin poder garantizar las necesidades de alimentos e higiene. Los barrios populares más pobres, esos que los periodistas de clase media acomodada, tildan de irresponsables, deben sufrir una cuarentena muy distinta a la de Tinelli en la Patagonia. Cuando el hambre pese más que el temor a la pandemia, la necesidad de garantizarse el alimento indispensable prevalecerá. Por eso se hace necesario la organización en los barrios, con los cuidados sanitarios que correspondan, eligiendo comisiones de barrio y delegados por cuadra o manzana, para reclamarle al gobierno el aprovisionamiento de alimentos y productos de higiene y sanitarios.
  • El despliegue de las fuerzas represivas mostró su verdadero objetivo en la represión a los obreros del frigorífico Penta. En los barrios populares, donde el hambre empieza a ser más amenazante que el propio coronavirus, las policías endurecen el disciplinamiento social con métodos cada vez más humillantes y dictatoriales. Es necesaria la organización de la autodefensa, tanto de los trabajadores organizados como de los barrios obreros y populares. 

Este no es un programa para “proponer” al parlamento o al gobierno capitalista del PJ, o al administrador del Estado burgués. Es un programa ponemos a discusión para la lucha y organización de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Para enfrentar la pandemia hay que derrotar a los capitalistas y su Estado. La lucha de clases no se suspende por la pandemia, como están mostrando los empresarios atacando a los trabajadores. Lo único que están “suspendiendo” los dirigentes burocráticos de la CGT y la CTA, es la lucha obrera y popular a ese ataque. Para defendernos y luchar por un programa propio de la clase trabajadora es urgente la organización política independiente en un Partido de Trabajadores que tenga como objetivo estratégico un gobierno de los trabajadores, que expropie a la burguesía y planifique la economía para atender esta crisis sanitaria, y todas las necesidades económicas y sociales del pueblo trabajador.

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