¿Qué hacer con la deuda y el FMI?

En la reunión del 5de enero convocada por el presidente Alberto Fernández para que el ministro de economía Martín Guzmán explicara a los gobernadores el estado de situación de las negociaciones con el FMI, quedó en evidencia la mentira pregonada por el ala kirchnerista del Frente de Todos, acerca de que “no pagaremos la deuda con el hambre del pueblo”. Para empezar la historia de los últimos 50 años indica lo contrario. Siempre que se hizo un acuerdo con el FMI se terminó pagando la deuda a costa de una mayor explotación de los trabajadores y de la pobreza de las masas populares. Es de ahí que sale el dinero de los pagos tanto al FMI como a los acreedores privados, y es por ello que se ha hecho familiar la palabrita “ajuste”.

Pero no ha sido sólo el “relato” kirchnerista. “Alverso” Fernández, ha prometido una y otra vez que el gobierno no aceptaría un acuerdo con el FMI que implicara pagar a costa del “ajuste”, si no en base al crecimiento.

Todavía no hay ningún acuerdo con el FMI, pero el gobierno viene pagando religiosamente en fecha todos los vencimientos de los intereses de la deuda. Como es sabido, y salió a la luz por las rencillas internas provocados por la derrota electoral, Martín Guzmán resultó el chivo expiatorio de un ajuste todavía mayor al que estaba comprometido en el presupuesto oficial del 2021. Allí se consignaba que al final de ese año el déficit fiscal sería de 4,3%. Pero el gobierno ajustó más de lo esperado, achicando el déficit al 3%. Este resultado fue principalmente logrado rebajando las jubilaciones (con la nueva forma de actualización), rebajando mediante la inflación, todos los salarios (docentes y personal de salud incluidos) y asignaciones o subsidios que paga el Estado, y creando y aumentando impuestos cuyo destino resultó ser el pago de los intereses de la deuda, al punto de agotar prácticamente las reservas. Mientras tanto junto con la caída del valor real de los salarios, y los “planes”, la pobreza fue aumentando hasta llegar a más del 42%.

Pero no son pobres solamente los desocupados, cuentapropistas o los que se rebuscan la vida como pueden. Un porcentaje de los trabajadores efectivos o con contratos regulares, también cobran salarios que están debajo de la pobreza. Plata para mantener los contratos covid del personal de salud, o para pagar más tests y lugares de testeo y personal sanitario idóneo, no hay, pero mientras tanto se siguieron pagando los vencimientos de capital de la deuda: Entre septiembre y diciembre de 2021, el gobierno pagó USD 4.117 millones de dólares (1). A pesar de estos pagos y “Según datos de la Secretaría de Finanzas, actualizados al 30 de noviembre de 2021, la deuda pública nacional, en dólares y pesos, creció a un ritmo más acelerado. En noviembre del año pasado, tuvo un aumento nominal de USD 5.168 millones, que llevó a un total de USD 353.514 millones, un máximo histórico nominal” (2)

A pesar de estos pagos, la deuda total no se redujo. Por el contrario, durante el gobierno de Alberto Fernández la deuda creció: “En dos años de gestión del presidente Alberto Fernández fue de USD 40.215 millones. La suba se dio por colocaciones de bonos en pesos atados a la inflación y al dollar-linked, lo que hace que estos pasivos, aunque no sean emisiones en dólares, no puedan ser licuados con una devaluación”. (2)

Pero, ¿por qué pasa esto?

Es que como sigue habiendo déficit, el gobierno cubre el faltante con emisión de pesos que el Banco Central le entrega al Tesoro. Pero si esa cantidad de dinero quedara circulando, la inflación sería mucho mayor y mayor sería la presión de esos pesos sobre el dólar paralelo. Para evitarlo, el gobierno emite bonos por medio de los cuales pide prestados esos pesos. Para que esos bonos sean “atractivos” para los “inversores”, paga un interés en pesos, pero atado a la cotización del dólar (dollar-linked), con lo cual es prácticamente lo mismo que endeudarse en dólares. Además, están las “famosas” Leliqs (y otras similares), aquellas que alguna vez, en su primera campaña electoral que lo llevó a la presidencia, “Alverso” prometió que iba a dejar de pagar sus intereses para aumentarle los sueldos a los jubilados ¿se acuerdan? Ocurrió exactamente lo contrario. Bajaron las jubilaciones y aumentaron los intereses de las Leliqs (y otros) a una tasa del 40%, que acumulan la friolera de $ 4,2 billones, y cuyos intereses cobran los bancos.

Estamos acostumbrados a que nos mientan. Si contamos desde “la democracia” para acá, empezando por Alfonsín, quien dijo que venía a hacer justicia con los culpables del genocidio, y luego pretendió que esa justicia alcanzara sólo a los comandantes de las juntas militares, dejando afuera (alzamiento de Rico mediante) a sus subordinados, mediante la ley de obediencia debida y el punto final. Luego Menem, con el cinismo propio de quien se sentía impune, reconoció que había mentido alevosamente en la campaña electoral y declaró que “si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”. Para las mentiras de Duhalde, Kirchner y CFK, necesitamos un libro aparte (*). Más fácil es recordar la mentira más conocida de Macri, cuando dijo en su campaña electoral que iba a terminar con la pobreza y que su lema era “pobreza cero”.

“No pagaré la deuda con el hambre del pueblo” es la última de “Alverso”. Algún compañero podría decir ¿Pero acaso no se puso firme, tanto AF como Guzmán, en la negociación? En toda negociación hay un tire y afloje. El gobierno completo incluyendo a CFK, así como ha dicho que “estas son otras fuerzas armadas”, que no son golpistas, también había dicho que este era “otro FMI”, que había reconocido sus “errores”, que tenía más contemplaciones con los deudores y que estaba dispuesto permitir que el país “primero creciera para luego poder pagar”. Nada de eso es cierto, ni lo referente a las FFAA ni tampoco al FMI.

El Fondo “se endureció” dicen ahora. Pusieron un negociador “duro” proveniente del ámbito de las finanzas, que fue presidente del Banco Central de Brasil. ¿Y a quién esperaban cómo negociador, a algún cura de Cáritas?

Lo concreto es que ahora no hay acuerdo sobre el “sendero fiscal”, es decir sobre la profundidad del ajuste. Partiendo de que el déficit de 2021 fue del 3%, el FMI quiere una reducción anual de 0,7% hasta llegar al 2025 con equilibrio fiscal.  Mientras que el gobierno propone alcanzar ese equilibrio el 2027, ajustando 0,5% anual.

Parece poca la diferencia. En ambos casos está claro que se trata de ajustar, y que ese ajuste lo pagaremos nosotros los trabajadores y el pueblo. El Gobierno dice que con el ajuste que pide el FMI, no se puede crecer. En ese reclamo están contenidos los intereses de los sectores de la burguesía que representa el Frente de Todos más directamente. Pero tampoco quieren llegar al 2023, año en el que se disputará nuevamente la presidencia, habiendo hecho un ajuste importante. AF y CFK quieren patear el ajuste para adelante, y pagar el menor costo político posible para ganar las elecciones en el 23. Es dudoso que el gobierno termine marzo sin llegar a un acuerdo con el FMI. Ninguno de sus supuestos aliados de las potencias capitalistas emergentes en conflicto con el imperialismo, ni Rusia ni China, están dispuestos a darle préstamos. Inclusive China le habría dicho que podría darle “créditos”, pero que primero tiene que arreglar con el Fondo.

Entonces, hay tres posibilidades:

Una es que el gobierno finalmente cierre el acuerdo con el FMI, punto más o punto menos. Esto implicaría un duro ajuste que seguiría impactando sobre las jubilaciones y los salarios y asignaciones estatales, además de que estarás planteada una suba de los precios de los combustibles de las tarifas de los servicios, y del transporte. La retracción en la economía o su escaso crecimiento implicará más desocupación.

Otra es que no se llegue al acuerdo con el FMI, que se declare en default (moratoria le dicen técnicamente), y el gobierno haga el ajuste que le conviene a sus intereses electorales. El viaje del presidente a Rusia para hablar personalmente con Putin y luego a la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno en Pekín, a pesar del boicot declarado por EE-UU, significa tensar al máximo la situación y apelar a algún tipo de acuerdo gestionado por Putin con China para financiar los años de ajuste, hasta obtener equilibrio fiscal. Que el acuerdo fuera con China y Rusia, no nos salvaría a los trabajadores de seguir yendo para abajo en nuestro nivel de vida y condiciones de trabajo.

Y la tercera es que, sin acuerdo con el FMI, el gobierno opte por seguir dándole a la maquinita de imprimir y terminemos como Venezuela, hundidos hasta el cogote (que no falta mucho). El gobierno chavista hundió en la miseria a los trabajadores y condenó a las masas populares al clientelismo estatal mediante diversos planes sociales. Pero en estos momentos, cuando el pueblo está con la lengua afuera, y habiendo aumentado la explotación al máximo, para terminar con la hiperinflación -que llegó a cifras siderales-, Maduro ha apelado a una dolarización de hecho, a lo Menem-Cavallo. O sea, sería volver a fines del gobierno de Alfonsín.

Como se ve, dentro de los marcos capitalistas, no hay salida posible para los trabajadores y el pueblo pobre.

¿Pero, no se puede desconocer la deuda; es imposible evitar el acuerdo con el FMI y el ajuste? ¿Se puede romper con el Fondo y seguir existiendo? ¿o como dicen todos los propagandistas burgueses, se nos caerá el cielo encima, sería peor que si el asteroide de la película cayera en Argentina?

Muchos trabajadores creen que las deudas hay que pagarlas, que es una cuestión de honradez. Eso sería cierto si la deuda fuera con el almacenero del barrio, que durante un tiempo te aguantó el fiado para sacar los comestibles que necesitabas para mantener la familia.

Pero acá no hay nada de eso. Es sabido que gran parte de los dólares (3) que el FMI le prestó al gobierno de Macri, entraron por una ventanilla y se fueron por otra al exterior, supuestamente en el pago de vencimientos de deuda “heredada” del gobierno de CFK (entre otros, los 9.352 millones u$d del fallo Griesa a favor de los houldouts o fondos buitre), y “fugados” por los empresarios, que son tanto amigos de Macri, como de AF y CFK, cuando se levantaron las restricciones a la compra de dólares. 

Los trabajadores y el pueblo no hemos recibido ningún beneficio de esa deuda, así como en general de ninguna, pero siempre somos los que tenemos que pagarla con nuestro sacrificio y el de nuestros hijos.

La deuda, sea con acreedores privados o con organismos de crédito internacionales, es uno de los principales condicionamientos políticos y económicos que hace de la “soberanía nacional” una farsa. Tanto por el control que ejerce el capital financiero, como por el peso de las inversiones imperialistas en la economía nacional, la independencia económica es una ficción.

Pero además la deuda es impagable, con lo que la cadena atada al cuello de los trabajadores y el pueblo es un problema estructural. Basta ver que durante el período de crecimiento económico de 2003 a 2009, Kirchner pagó -contante y sonante- 9.800 millones de dólares al FMI, y luego CFK siguió pagando intereses (mientras restructuraba el capital de la deuda) al punto de que se ufanaba de ser “pagadora serial”, y sin embargo, dejó un “regalito” de unos 240 mil millones de dólares de deuda, y la deuda actual (contando sólo la deuda pública nacional, es decir sin contar la de las provincias y la deuda privada de las empresas) llega a USD 353.514 millones.

La deuda tiene su origen en que somos un país semicolonial. Esto quiere decir que, cuando a principios del siglo XX, las potencias imperialistas se repartieron el mundo, Argentina ya era desde mucho antes una semicolonia del imperialismo inglés. Durante la segunda postguerra pasamos a ser semicolonia del imperialismo yanki, que sigue teniendo influencia dominante, aunque hay también una importante dependencia del capital europeo. La dominación imperialista del país implica que la economía no se desarrolla según un plan en base a los intereses nacionales, sino en base a la división del trabajo a nivel mundial dominada por el imperialismo. Eso no quiere decir que no vaya a haber ningún crecimiento de la economía nacional, lo que quiere decir es que ese crecimiento se hará más bien en base a los intereses imperialistas dominantes que a los intereses nacionales. Veamos sino como era el mapa de los ferrocarriles bajo la dominación inglesa. La industria nacional, por otra parte, se desarrolla a la sombra de los intereses imperialistas determinada por sus inversiones. Y siempre con un desarrollo tecnológico retrasado en relación a los países imperialistas. Pero este alto desarrollo imperialista y su potencial económico de los países imperialistas como EE-UU, el Reino Unido o los países nórdicos, se alimenta de la explotación de los trabajadores y de la expoliación de las riquezas naturales de países semicoloniales como el nuestro y durante una época también de las colonias. 

La Argentina semicolonial no puede competir en el mercado mundial con otros países imperialistas que tienen una industria más desarrollada y que son más avanzados tecnológicamente. Por lo tanto, la industria debe ser permanentemente subsidiada y protegida (por aranceles o por el tipo de cambio) para que pueda seguir subsistiendo.

El único sector económico en el cual el país tiene una ventaja comparativa favorable, es el de la producción agrícola ganadera, en particular la de la pampa húmeda. De allí que la disputa por las retenciones haya creado tantos conflictos, ya que es fundamental para mantener parte del subsidio de la industria. Además, la propia crisis del capitalismo mundial y en particular del argentino, ha llevado a una gran masa de la población a que, en lugar de ser carne de explotación para engordar las ganancias de la burguesía, debe ser mantenida en niveles de miseria por el estado con asignaciones y planes de todo tipo, para evitar los estallidos sociales producidos por el hambre.

Como con las retenciones y otros impuestos no alcanza para tapar “el agujero” del gasto estatal, siempre la deuda va creciendo. La diferencia entre Macri y el peronismo estuvo en si se financia con deuda externa o con emisión monetaria. Cuando cualquiera de las dos llega al límite, por ejemplo, cuando por el riesgo del default es alto, “el mercado” no aporta más financiamiento externo, o cuando el exceso de emisión lleva a un espiral inflacionaria (hiperinflación), por una u otra vía, en el marco del Estado capitalista, el ajuste se impone.

Por eso, con acuerdo con el FMI o sin acuerdo, los ajustes periódicamente se producen. Como dicen los economistas liberales, los produce “el mercado”.

Todo esto pasa porque, el país produciendo en el marco capitalista, no tiene suficiente ahorro interno como para desarrollar la productividad de la industria. Cuando los burgueses no encuentran “incentivos” para invertir se fugan la plata que obtuvieron como fruto de la explotación de los trabajadores. Esa plata no la ganaron los capitalistas, es un producto social creado los la fuerza de trabajo, por los trabajadores. El capital sin el trabajo humano no puede aumentar. Y el capital original o proviene de la explotación o de la estafa. Nadie se hace un capitalista trabajando solo con su propio trabajo, sino explotando el trabajo ajeno.

Pero gracias a la existencia de la propiedad privada de los medios de producción y de cambio (tierras cultivables, fábricas, grandes cadenas comerciales, etc.), los capitalistas acumulan capital a consecuencia del trabajo ajeno y tienen el derecho de fugarlo, afuera del país para invertirlo donde mejor les parezca. Es sabido que según los cálculos que hacen las estadísticas hay varios cientos de miles de millones de dólares de “argentinos” en el exterior.

Por eso los sucesivos gobiernos buscan atraer la inversión extranjera (y también la de los capitales “argentinos” en el exterior), que sólo llega cuando las condiciones de explotación son lo suficientemente duras para garantizar las buenas ganancias del capitalista. Por eso para crecer, con acuerdo o sin acuerdo con el FMI, lo que la burguesía nacional y extranjera le reclama al gobierno, es que haga el ajuste y establezca las condiciones para invertir rebajando salarios y condiciones laborales.

Así funcionan las cosas en el capitalismo. Los trabajadores producimos con nuestro trabajo riqueza suficiente como para vivir dignamente, pero esa riqueza va a parar a las manos de los capitalistas argentinos e imperialistas, y cuando las ganancias esperadas son bajas, la fugan del país, generando una crisis como la actual.

Entonces, ¿estamos atrapados sin salida?

Hay una salida. Pero solo la puede encontrar y aplicar la clase trabajadora. Ya que parte desde un punto de vista opuesto al de los capitalistas y sus gobiernos.

Por ejemplo, no hay que ser muy despierto para darse cuenta que una fuente de ahorro nacional muy grande está en “el campo”. Es sabido que las exportaciones agrícola-ganaderas son aproximadamente unos 35 mil millones de dólares al año, lo que equivale al 60% del préstamo que el FMI le otorgó a Macri.

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Con esa plata un gobierno de trabajadores podría abrir fuentes de trabajo para terminar con la desocupación y modernizar la industria, hasta un punto en el que por lo menos sea competitiva a nivel regional latinoamericano, con lo cual tendría por un tiempo una sustentabilidad relativa.

Claro que para disponer de todas las ganancias que dieran las exportaciones agropecuarias, lo que hace falta es nacionaliza la tierra y expropiar todo el complejo agroindustrial exportador que, en gran medida, tanto el uno como el otro está en manos de capitales imperialistas. Algunos dirán ¿pero eso es violar el derecho de propiedad? La propiedad privada de la tierra es la privación del derecho a la existencia digna de los trabajadores y el pueblo. Y de donde surgió esa propiedad sino del robo descarado y la conquista militar forzosa. Como puede ser la tierra que debería ser (y hasta algún periodo de la humanidad lo fue) un bien común de todas las personas, propiedad de unos pocos. Y no solo para producir los alimentos y las riquezas que el pueblo necesita para subsistir. ¡¡¡¿Cómo puede ser que haya terratenientes que tienen millones de hectáreas y una familia de jóvenes trabajadores no pueda disponer de un pedacito de tierra para construir su humilde vivienda?!!!

Eso sólo puede ser así porque el poder político económico y militar lo tienen los capitalistas y los capitalistas son como el dicho peronista “parece que se pelean, pero se están reproduciendo”. La discusión a veces solo se limita a la posición en que lo hacen: quien va arriba y quien va abajo.

En el campo se cruzan los intereses de los capitales industriales, de la burguesía agraria, de la oligarquía terrateniente, y del imperialismo agroexportador.

La única forma de salir de la calesita que crisis tras crisis, cada vez más seguidas, nos va hundiendo y hundiendo en la miseria, es expropiarlos. Nacionalizar la tierra y ponerla a producir con los mismos trabajadores agrarios que son los que hoy producen y hacen producir la tierra.

Solo se podría hacer esto con un gobierno obrero y popular que haya tomado el poder por medios revolucionarios. Demás esta decir que ningún burgués del lado que sea va a dejar que lo expropien sin apelar a la represión violenta del aparato militar que manejan a través del Estado burgués. Para eso está, para eso lo tienen.

Es decir, hay que hacer una revolución obrera que derrote al aparto estatal burgués y conquiste el poder, instaurando un gobierno obrero y popular, asentado en las organizaciones de lucha de los trabajadores y que responda ante ellas. Por supuesto que ninguna revolución se puede hacer a medias. Las fábricas, sobre todo las que sean importantes para control la economía nacional, serán expropiadas y puestas bajo administración de sus trabajadores. Lo mismo deberemos hacer los trabajadores con los bancos, expropiarlos (respetando los depósitos de los pequeños ahorristas) y centralizar el crédito en un banco nacional único. Habrá que instaurar el monopolio estatal del comercio exterior e interior (para las grandes cadenas de distribución y grandes supermercados).  Los trabajadores organizados en congresos provinciales y nacionales, con delegados elegidos en asambleas de base y revocables, que ganen lo mismo que un salario promedio, elaboraran un plan para la industria, para la producción agropecuaria y para la explotación de los recursos naturales, que sea sustentable con el cuidado de la naturaleza y el medioambiente.

De esta manera la economía estaría al servicio de las necesidades de los trabajadores y el pueblo, garantizando la plena ocupación con un salario que cubra como piso mínimo la canasta familiar.

Sin embargo, solo se puede sostener lo conquistado y avanzar hacia una sociedad socialista, en la que ese desarrollo de las fuerzas productivas se amplie y se consolide, mediante la revolución obrera internacional, tanto latinoamericana, para constituir una Federación de Estados Obreros de Latinoamérica, como a nivel internacional, ya que la economía es una unidad mundial, y como está claramente demostrado, no se puede hacer el socialismo en un solo país.

Ningún acuerdo con el FMI.

Desconocimiento de la deuda pública externa e interna.

Ningún ajuste contra los trabajadores.

Plena ocupación con el reparto de las horas de trabajo.

Salario mínimo igual a la canasta familiar indexada por la inflación real.

(*) Solo algunas cuestiones para recordar: Duhalde no solo mintió diciendo que “el que depósito dólares retirará dólares”. Bajó de un plumazo el poder adquisitivo del salario a la mitad, cuando en 2002 devaluó el peso 300%. Y reprimió salvajemente en Avellaneda, asesinando a Kosteki y Santillán, y dejando un numero indeterminado de heridos. Con esas acciones hizo el “trabajo sucio” y le preparó el terreno para que Kirchner llegara al gobierno. Kirchner se vio favorecido por el viento de cola que soplaba de la economía mundial en crecimiento. Kirchner aprovechó los altos precios internacionales de la soja y otras comoditties mientras sus amigos de la burguesía nacional aprovechaban los bajos salarios y el tipo de cambio favorable. Kirchner se murió antes de que estallara la crisis económica mundial, pero antes, contradiciendo su discurso “nacional y popular” se dio el lujo de pagarle al FMI 9.800 mil millones de dólares al contado y de tocar la campanita de la bolsa en Wall Street. CFK directamente atacó a sectores de la clase trabajadora, como a los choferes de la 60 haciéndolos reprimir en la panamericana por Berni, y a los aceiteros, cuando quería imponer un techo a las paritarias. También devaluó un 23% en enero de 2014, con Kicillof de ministro de economía, llevando la inflación anual del 27% al 39%. Dejó su gobierno con un 30% de pobres. Y algo para recordarles a los ambientalistas, CFK vetó la ley de glaciares.

(1) Esos pagos se realizaron con los dólares recibidos del propio FMI en DEG (Derechos especiales de giro) que Argentina tenía depositados en el organismo, y que el Fondo distribuyó para paliar los efectos del covid. La argentina recibió el 23 de agosto de 2021, 3.055 millones de DEGel equivalente a USD 4.334 millones.

Según dice en su carta del 18/1/22, CFK dice que se pagaron u$d 5.160 millones y según Claudio Lozano, uno de los directores del Banco Central, fueron u$d 6.500 millones. (Baenegocios, 21/1/22)

(2) Infobae, Juan Gasalla, 7/1/22. En diciembre de 2021 ya era de 363.362 millones de U$D.

(3): ídem

(4) Según Hernán Lacunza, de los US$ 44.300 millones desembolsados entre junio de 2018 y julio de 2019, US$ 35.344 millones (el 80%) fueron utilizados para el pago de vencimientos de deuda en moneda extranjera. Además, otros US$ 6.072 millones (el 13,7%) se usaron para pagar deuda en pesos, US$ 774 millones (el 1,7%) para cubrir gastos primarios y otros US$ 192 millones se debieron a “diferencias de cambio y otros conceptos”. 

Los restantes US$ 1.900 millones, según Lacunza, quedaron en el Tesoro disponibles para el gobierno de Frente de Todos, que asumió en diciembre de 2019. (Chequeado, Santiago Lilo, 30/3/21)

Gobierno y oposición, todos acuerdan en ajustar con el FMI

Lo que determina el actual período en la Argentina es de qué manera la clase dominante y su régimen político estatal podrá imponer a las masas un ajuste más duro aún que el actual, sin despertar una resistencia que ponga en cuestión sus instituciones y su autoridad, como pasó en 2001 y más recientemente en otros países de la región y el mundo.

Lo que nadie puede obviar como una conclusión central de las elecciones de septiembre y noviembre es que el gobierno que tiene la responsabilidad de aplicar ese ajuste fondomonetarista, el gobierno de Alberto y Cristina Fernández, quedó muy debilitado, recibiendo el rechazo de millones de votantes que los habían apoyado en 2019, cuando se presentaron a elecciones con la promesa de recuperar lo perdido bajo el gobierno macrista. En el gran Bs As donde se concentra buena parte de la clase trabajadora, esto no significó que el frente macrista-radical haya aumentado su base electoral en comparación con 2019, sino una alta abstención que refleja un creciente descontento o desilusión con el régimen político de conjunto.

En ese marco, la discusión que se desarrolla no es acerca de la conveniencia o no de aplicar un brutal ajuste al pueblo trabajador, bajo el paraguas del FMI. No hay ningún sector de los partidos del régimen que esté planteando romper con el FMI. Lo que hay es un regateo para llegar al acuerdo en mejores condiciones. Pero no hay forma de disimular que el acuerdo con el FMI implica más ajuste, más rebaja salarial y de haberes jubilatorios vía la inflación, dejar correr los acuerdos flexibilizadores, como mínimo gremio por gremio como vienen haciendo, y habrá que ver que otras “perlitas”, antiobreras y antipopulares. Por eso, Cristina Kirchner y su corriente política no encuentran mejor argumento para justificar una “claudicación” (palabras de Alberto Fernández) ante el FMI, que enrostrarle la responsabilidad al macrismo.

No hay grieta a la hora de firmar el ajuste con el FMI

Todos están de acuerdo en firmar y aplicar el plan de ajuste y hambre. Pero nadie se quiere hacer cargo. Es lógico, los macristas-radicales esperan que el actual gobierno haga el trabajo sucio y se preparan con la expectativa de retomar el gobierno en 2023, con una parte considerable del ajuste ya aplicado. Está claro que Juntos representa fielmente y defiende abiertamente los intereses de los capitalistas, lo cual implica una aceptación a libro cerrado de cualquier acuerdo de ajuste con el FMI. De este mismo árbol crece rápidamente el libertarismo de Milei y Espert, corriéndolos por derecha hasta llegar al ridículo de acusar a la UCR de “socialista” y a Rodríguez Larreta de “comunista”.

Juntos y sus primos libertarios, esa banda de políticos rabiosamente antiobreros y antipopulares, están especulando con la certeza de que el peronismo-kirchnerismo termine de mostrar en los hechos que su discurso anti-ajuste, eran solo palabras vacías para la tribuna. Y tienen razón. Cristina Kirchner sabe que no es fácil despegarse del ajuste que ya aplica y profundizará el presidente que ella misma eligió como candidato en 2019. En fin, todos se hacen los giles, pero se preparan para sellar, en el “honorable Congreso de la Nación”, el pacto de todas las alas y fracciones de la burguesía para atacar al pueblo trabajador y condenarnos a nuevos niveles de miseria salarial, flexibilización laboral, desocupación, hambre.

La CGT, CTA y los cayetanos se unifican para bancar al régimen ajustador

Como refuerzo a este pacto por arriba del régimen político patronal, bajo la batuta del FMI, es que se realizó el congreso unificador de la CGT. Esto es, la unidad de todas las fracciones de la burocracia sindical, incluyendo al moyanismo, a la CTA y los burócratas-funcionarios “piqueteros” del Movimiento Evita, la CTEP y la CCC. Si algún incauto piensa que esto tiene algo que ver con unificar las fuerzas obreras y populares para enfrentar al enemigo de clase, los capitalistas y su Estado, pronto se llevara una amarga sorpresa. Se unifican para mejor contener la resistencia de la clase trabajadora, ocupada y desocupada, contra el ataque fondomonetarista de SU gobierno, del gobierno que ellos defienden, apuntalan e integran.

Ninguna acción de defensa de los intereses obreros y populares saldrá de esta gente, por el contrario, la lucha será también contra ellos. Muchos trabajadores lo intuyen o lo viven en carne propia y por eso crece la bronca antiburocrática en el movimiento obrero, aun cuando no se haya transformado todavía en acción para sacarlos a patadas de sus sillones. Y solo de esa manera, sacando a patadas de nuestras organizaciones a todo dirigente comprometido con este gobierno patronal y ajustador es que podremos enfrentar la ofensiva contra nuestras condiciones de vida y de trabajo.

Prepararse para enfrentar la ofensiva del régimen del FMI

La alta abstención electoral de sectores de la clase trabajadora y el pueblo pobre refleja la experiencia hecha con este gobierno tras dos años de mandato. También el crecimiento del voto al Frente de Izquierda Unidad refleja ese fenómeno. Pero lo más importante es que esta desilusión con el peronismo y su gobierno se manifiesta justo cuando Alberto y Cristina, con el acuerdo de todo el arco político patronal, se preparan para recrudecer el ajuste que ya vienen aplicando como reconoció la propia CFK. Las promesas de “platita” no fueron más que eso, promesas. La “platita” se guarda y acumula para pagar a los usureros imperialistas, no para el pueblo trabajador. Las necesidades más elementales de las masas chocan con el pacto de ajuste del gobierno y la oposición bajo la batuta del FMI. No queda margen para variantes reformistas, para un “capitalismo donde todos ganemos” o falacias similares. O enfrentamos el plan de ajuste o nos hunden en niveles más profundos de miseria y descomposición social.

La situación internacional y nacional tienden a la agudización de la lucha de clases. En ese marco es que se hace impostergable preparar a la vanguardia de la clase trabajadora y la juventud para fuertes combates. Es necesario impulsar la lucha de todos los sectores de la clase trabajadora y el pueblo, así como la coordinación y unidad en la medida en que esta se generalice. Pero para enfrentar y derrotar la ofensiva de los capitalistas y su régimen es fundamental organizar a la vanguardia obrera y popular en un partido propio, de los trabajadores, con el objetivo estratégico de conquistar el gobierno de los trabajadores que expropie a los capitalistas.

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