3 DE JUNIO – ¡NI UNA MENOS POR VIOLENCIA DE GÉNERO!

Por la organización de comisiones de autodefensa en barrios y lugares de trabajo.

Desde el 1 de enero al 30 de abril de 2021, se produjeron 92 femicidios, 5 transfemicidios y 7 femicidios vinculados de varones (cuando el hombre recurre a asesinar a los hijos como mecanismo para doblegar a la mujer y en ocasiones recurre a su posterior suicidio). Un total de 103 hijos quedaron sin madre, 63% son menores de edad. Estos datos, que han aumentado a la fecha en que escribimos esta nota, los aporta el Observatorio de Femicidios en Argentina. 

Cuando las estadísticas muestran datos alarmantes y dolorosos acerca del porcentaje de mujeres que son asesinadas o que han sufrido en su vida algún abuso o violación, lo que están reflejando es que no se trata de casos aislados sino de un problema social mundial. 

Año tras año, leemos que estos números no cesan, las estadísticas sobre los femicidios y violencia de género aumentan.  No sólo en nuestro país, sino en todo el mundo. Basta con leer algunas noticias sobre la situación política y social en Colombia para encontrar decenas de abusos sexuales y violaciones por parte de las fuerzas policiales. Uno de ellos terminó con el suicidio de una menor que había sido violada entre cuatro policías.  Lo mismo ocurrió con las estudiantes chilenas en plena revuelta.

Cada nuevo caso duele y aumenta la angustia al pensar que puede ocurrirle a alguna amiga, compañera de trabajo, vecina, hija, familiar o incluso a nosotras mismas. Cada informe abruma porque el alto índice de violencia sexista no desciende y demuestra que las medidas implementadas en manos de cada gobierno burgués que ha pasado, son insuficientes. 

El contexto de incremento de la miseria y descomposición social, provocado por la terrible crisis económica capitalista, recae particularmente sobre las mujeres trabajadoras que hacemos malabares para tratar de planificar la economía familiar con nuestros pobres ingresos.  Además, las necesidades económicas que sufrimos como mujeres de la clase trabajadora y del pueblo pobre es un terreno fértil sobre el que se desarrollan otros tipos violencias. En este sentido es que no podemos esperar nada de este Estado, cualquiera sea el signo político del gobierno de turno (Kirchneristas, Macrista, del Frente Cívico y social) porque, aunque se presenten con discursos en pos de la defensa de la mujer y rechazando la violencia machista no invierten un peso para revertir esta situación.  Demagógicamente el presidente dijo este 8M frente al auditorio «No quiero vivir en una sociedad que tolera la violencia de género».  Sin embargo, redujo el presupuesto asignado al programa Acompañar y sólo ejecutó el mismo en un 3%.  Esto implica mayor desamparo hacia la mujer por la falta de acceso al trabajo, y por la reducción o anulación de asistencia y subsidios, por lo que en la mayoría de los casos acepta quedarse en la casa y aguantar los golpes en defensa de sus hijos y por falta de oportunidades.  

Podemos pedir más presupuesto como un paliativo para protegernos contra la violencia de género, pero el gobierno priorizará destinar el presupuesto para pagar deudas con FMI y fondos privados, no a mejorar la situación de las mujeres abusadas. El Estado “fracasa” frente a la violencia machista porque lo que guía sus actos, aunque Alberto Fernández hable de su interés en promover una sociedad más justa, es la necesidad de cuidar los intereses capitalistas. 

¿Por qué el Estado capitalista es responsable y autor ideológico?

Los Estados no son sólo responsables por encubrir a femicidas a través de sus jueces y fiscales o por omisión, por no hacer lo suficiente con aumento de presupuestos; la cuestión es que el Estado es el representante del régimen social que necesita promover y sostener la opresión de la mujer y el machismo. La mujer juega un rol fundamental en el sistema de la organización social y económica capitalista. 

Como parte de la clase trabajadora somos explotadas al igual que nuestros compañeros o más. A su vez, como “amas de casa” debemos garantizar los trabajos domésticos que permiten la reproducción de la fuerza de trabajo de nuestros compañeros y la reproducción de nuevas generaciones de trabajadores. Es el rol que el sistema nos asigna como mujeres: el de realizar aquellas labores necesarias para que nuestras parejas puedan ir a trabajar comidos, limpios y descansados. También se “nos exige” el cuidado y protección de nuestros hijos, los futuros trabajadores, y todo eso aun cuando también tengamos que trabajar fuera del hogar. Responsabilidad que las mujeres burguesas pueden delegar contratando servicios de limpieza y cuidado. 

Este lugar que el sistema capitalista nos impone a las mujeres trabajadoras conlleva un menosprecio por el rol que tenemos en relación a la producción social, dado que nuestro trabajo como ama de casa no es considerado “productivo” por los capitalistas, a pesar de que son los únicos que reciben los beneficios materiales de nuestros servicios. Desvalorización que también se reafirma en cada institución de la sociedad capitalista (escuela, iglesia) para que la mujer sea vista como propiedad del hombre en general, encubriendo el interés de clase en esa valoración. Es decir, el patrón, el empresario, la burguesía necesita sostener su ideología machista a través de su aparato estatal, tratando de hacer que naturalicemos esta violencia ejercida sobre nosotras en las relaciones con nuestras parejas, amigos, compañeros o familiares. 

Esta idea de la mujer como posesión, como objeto que puede ser manipulado y como un ser inferior al hombre, se expresa crudamente en el seno de la familia, donde la crisis económica y social, se termina descargando de una u otra manera sobre el cuerpo y la vida de las mujeres. Por lo tanto, si bien el hombre (pareja, expareja, padre) es el que ejerce directamente todo tipo de violencia, es realmente la burguesía (los empresarios, clase poseedora de los medios de producción) la que a través del aparato del Estado (como instrumento de dominación) sostiene el orden social e ideológico que da lugar a los actos violentos. Es el brazo invisible que nos golpea y nos mantiene subyugadas, oprimidas, porque nos necesita en ese lugar al interior de los hogares.

Entonces… ¿podemos dejar en manos de este Estado, nuestra seguridad?

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Las aberraciones que sufrimos las mujeres no terminarán con la creación de ningún Instituto contra la violencia machista como el del gobierno macrista, ni con ningún Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades, que sea gestionado desde este Estado, aunque quienes lo integren sean mujeres pertenecientes a organizaciones feministas como la actual ministra Victoria Gómez Alcorta. Estas organizaciones están adaptadas al régimen patronal y sólo buscan mantener los cargos en el gobierno, manifestando sus verdaderos intereses y su carácter de clase.

Los partidos políticos burgueses y las organizaciones feministas vinculadas a ellos son impotentes ante el femicidio, porque sostienen al régimen capitalista, y su Estado, que mantiene y reproduce la ideología machista y es el que determina cómo actúan las fuerzas de seguridad y la justicia para garantizar la opresión de la mujer, tanto económica, como social y familiar.

¿Qué herramientas necesitamos las mujeres trabajadoras?

Para enfrentar la opresión que sufrimos y que vemos agudizada por la precariedad laboral y la falta de trabajo, es necesario comenzar a organizarnos para tomar en nuestras manos la lucha contra la violencia hacia las mujeres en su condición doble: de explotadas como trabajadoras y oprimidas como mujeres, dentro del orden social de este sistema capitalista

Nuestra organización como mujeres trabajadoras puede comenzar en nuestros lugares de trabajo, donde pasamos largas jornadas con nuestras compañeras, quienes conocen nuestras alegrías y sufrimientos que muchas veces son compartidos. Esta organización debe ser independiente de los partidos burgueses y su burocracia que funcionan como agentes para mantener en el poder a las patronales. Para fortalecer nuestra lucha debemos sumar a los trabajadores varones que entiendan nuestra causa, para que también tomen nuestras reivindicaciones haciendo causa común y levantándolas como programa junto a las demás reivindicaciones comunes a todos los trabajadores. 

En los barrios junto a nuestras vecinas, reforzando la solidaridad de clase, pensando y poniendo en funcionamiento medidas concretas que intenten prevenir femicidios, violencia y abusos sobre niños, adolescentes y mujeres que estamos cansadas de ver y sufrir. Tomando como ejemplo la organización de las madres de la primera línea en Colombia, mujeres vecinas de un barrio en Bogotá, cabezas de familia, que tras la angustia de ver cómo la policía atacaba, se organizaron para defender a sus hijos y jóvenes de la violencia policial durante las protestas.

Bajo el capitalismo, fundado sobre la base de la explotación de la clase trabajadora por la clase burguesa, en el que todo está subordinado al beneficio de unos pocos empresarios a costa de los sufrimientos de la gran mayoría, la violencia no es dirigida solamente a la mujer, la violenta explotación y precarización es ejercida contra toda la clase trabajadora y el pueblo pobre. Por eso, seguramente encontraremos aliados en la lucha contra la violencia machista entre los trabajadores y jóvenes rebeldes que junto a nosotras quieran terminar con las miserias que sufrimos. 

Pedimos justicia por cada mujer muerta en manos de femicidas y luchamos por los derechos democráticos y económico-sociales de las mujeres y de los grupos oprimidos como el de las diversidades sexuales. El camino es la organización en comisiones en lugares de trabajo y barrios de manera independiente de los partidos patronales. Para luchar por nuestras necesidades como mujeres trabajadoras y realizar las tareas que permitan la autodefensa de las compañeras.

Pero esta lucha debe ir de la mano de la lucha por la instauración de un Gobierno de Trabajadores, porque el cambio que necesitamos no es solamente cultural como pretenden las feministas. Y además no puede haber un cambio “cultural”, sin que haya un cambio de las condiciones económicas y sociales de la cuál emana determinada “cultura” como la ideología machista. Somos conscientes que la liberación de la mujer sólo puede ser garantizada en forma efectiva por una sociedad socialista donde no haya más desigualdad, donde no haya más explotación de una clase minoritaria pero poderosa económicamente contra la mayoría de los trabajadores y el pueblo pobre, donde los medios de producción y de cambio (La tierra, las fábricas, los bancos y los grandes supermercados, entre otros) pertenezcan al conjunto de la sociedad y sean dirigidos por los trabajadores, con cuyo sacrificio los burgueses acumulan su capital y sus bienes . Por eso, además de organizarnos para enfrentar los problemas concretos que nos agobian, nos organizamos para construir un Partido de Trabajadores, para luchar por la revolución socialista, para terminar con toda la violencia, la explotación y opresión que sufrimos de parte de la clase dominante y su Estado.

Te invitamos a seguir discutiendo con nuestra organización que lucha por esos objetivos.

                                            COMPAÑERAS DEL PCO

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