BASTA DE FEMICIDIOS: POR LA ORGANIZACIÓN DE COMITÉS DE AUTODEFENSA EN LOS BARRIOS, LUGARES DE TRABAJO Y ESTUDIO
Esta fecha no puede quedar en una simple conmemoración histórica. Ante el avance de la crisis económica capitalista, como mujeres de clase trabajadora, pasamos por una cruda flexibilización laboral, despidos, vivimos con una incertidumbre constante sobre si podremos llegar a fin de mes, bancando alquileres, haciendo malabares con lo que hay para que la comida alcance hasta poder ir a comprar otra vez, etc.
También, ante el avance de esta crisis, vemos cómo aumenta la descomposición social, sobre todo en nuestros barrios. Aumento de la prostitución porque no se encuentra otra salida para subsistir, de los arrebatos que nos tienen como víctimas principales a las mujeres, aumento de la cantidad de pibes que empiezan a consumir drogas o que quedan entre enfrentamientos narcos por disputarse territorios para vender, o que son asesinados por la policía. Si no son nuestros propios hijos, son vecinos, amigos o muy cercanos.
Además, existen ejemplos de violencia a los que somos sometidas casi con exclusividad como la trata de mujeres, las muertes por aborto, las violaciones y la más grave manifestación de esta violencia, LOS FEMICIDIOS.
En los dos meses que van del 2021, en el país ya ocurrieron alrededor de 60 femicidios. Como siempre gran parte de los mismos a manos de parejas o ex parejas de las víctimas. Además, un número considerable de los femicidas pertenecía a las fuerzas de seguridad y un alto porcentaje de mujeres habían realizado denuncias previas sin recibir ningún tipo de respuesta. El caso de Úrsula Bahillo, es un ejemplo de esto. Su asesino es policía y la joven había realizado dieciocho denuncias, pero la justicia no hizo nada para protegerla. Después de su asesinato la policía reprimió violentamente a quienes se movilizaron a la comisaría pidiendo justicia. Demostrando que el entramado de fuerzas de seguridad y poder judicial responden a intereses que no son los nuestros, sino a los de la clase capitalista, que es la que se beneficia con nuestra opresión y confinamiento al interior de los hogares, realizando las tareas necesarias para que nuestros compañeros salgan a trabajar cada día.
Los partidos políticos burgueses y las organizaciones feministas vinculadas a ellos son impotentes ante el femicidio, porque son partidos y organizaciones que sostienen al régimen capitalista, y por lo tanto al Estado burgués, que como representante de la clase capitalista, es el que mantiene y reproduce la ideología machista en el marco del régimen social de producción dividido en clases, es el que determina cómo actúan las fuerzas de seguridad y la justicia para garantizar la opresión de la mujer, tanto económica, como social y familiar, no en beneficio de “el hombre”, sino de las ganancias capitalistas.
Mientras que el presidente Alberto Fernández, bajo la atenta mirada de su vice CFK, trata de conformar el oído de las feministas hablando de “todos y todas” y de la creación de un Consejo Federal para el “abordaje” de femicidios, el rol principal de la mujer trabajadora sigue siendo el de los trabajos privados en el seno del hogar familiar. La mujer primero es hija, luego esposa y madre. Es preparada desde la infancia, para cumplir con un determinado rol, hacer las tareas del hogar: cocinar, limpiar, atender al marido y cuidar a los hijos. Si algunas trabajan en relación de dependencia fuera del hogar, eso no las exime de cargar con el mayor peso de las tareas domésticas. Sólo las mujeres de la clase media acomodada y de la burguesía pueden escapar, en gran medida, a esta doble opresión. Dado que el trabajo principal de la mujer es privado, al interior del hogar, que los productos de su trabajo no se venden como mercancía y no producen ganancia para el capitalista, desde el punto de vista de la sociedad de clases en la que vivimos, la mujer ocupa un lugar socialmente inferior en relación al hombre que ocupa el lugar fundamental en la producción social de mercancías y ganancias capitalistas. La ideología machista que surge de estas relaciones sociales se mantiene y recrea en el mismo sistema social custodiado por el aparato del Estado Burgués.
Ante la escalada de femicidios y su repercusión social, las organizaciones reformistas de mujeres (feministas) y desde el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, hacen eje en un programa de dos puntos: para prevenir los femicidios, plantean que debe haber mayor presupuesto estatal. Y para hacer justicia reclaman una reforma judicial feminista. Pero este programa es inútil. Si el problema de la falta de justicia fuera la falta de educación en género de los jueces, la solución ya se habría encontrado con la ley Micaela que establece la formación en temáticas de violencia de género en los tres poderes del Estado.
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A pesar que durante el 2020 los casos de femicidios continuaron, que la violencia doméstica se vio profundizada por las situaciones de encierro, que este año ya hubo varios casos conocidos y otros que no salieron en los medios masivos de comunicación, muchas organizaciones feministas, alineadas con el actual gobierno, como “Ni una menos”, Libres del Sur-Mumalá, Mala Junta-Patria grande (de donde proviene la actual secretaria del Ministerio de mujeres) y de ATE-CTA, entre otras, siguen poniendo expectativas en que el gobierno de Fernández-Fernández otorgue prioridad a la lucha contra la violencia que sufrimos las mujeres. Algunas presentan proyectos de ley para que se trate con urgencia un presupuesto para implementar las medidas concretas que ayudarían a las víctimas, como ser más dispositivos electrónicos duales para agresores, pero que estarían monitoreados por la misma policía que muchas veces encubre femicidios o que se cumpla con determinadas leyes que ya existen y no se implementan. Le piden a Alberto que escuche sus reclamos como quien pide un favor a un santo patrón y espera el milagro, completamente inmovilizados.
Las organizaciones feministas colaterales de los partidos de izquierda como PTS, PO, IS y MST (Pan y Rosas, Plenario de trabajadoras, Isadora, Juntas a la izquierda, etc.) al igual que las reformistas vinculadas al Frente de Todos o al gobierno (CCC, Evita, Barrios de Pie), se limitan sólo a exigir más presupuesto para cubrir medidas contra la violencia de género. Estos partidos que exigen al mismo Estado que nos oprime más recursos o como expresa el PTS “un plan de emergencia YA contra la violencia hacia las mujeres”, deberían saber que el gobierno de turno, también es burgués, aunque se pinte de nacional y popular y dejar de poner expectativas en que nos den alguna solución cuando están de por medio la vida de muchas mujeres.
Todos los partidos centristas del FIT-U enuncian que “el Estado es responsable” pero sólo por encubrir y no hacer lo suficiente contra los femicidios. Cuando de lo que se trata es de que el Estado es el representante del régimen social que produce y reproduce la violencia contra la mujer. Y por eso en lugar de plantear un programa para derrocarlo y luchar contra el femicidio con los métodos obreros y populares, presentan un programa para reformarlo.
Sabiendo que este 2021 vino con un brutal recorte de gasto público, que no se ha aumentado ni lo destinado para salud en medio de una pandemia mundial, ni en educación mientras hacen campañas por la reapertura de las escuelas que traerá mayor cantidad de infectados y muertos y que siempre se anteponen los pagos al FMI. ¿Por qué esperaríamos que se aumente el presupuesto para cuidar a las mujeres? No podemos limitarnos a esperar que se responda a esta exigencia porque el mayor presupuesto no llegará y mientras tanto seguirán muriendo cientos de mujeres.
Tampoco podemos esperar, como ya quedó demostrado, que la policía, que es un aparato de represión que participa y encubre todo tipo de delitos: que está formada por femicidas, violentos y encubridores, que nos reprime en huelgas para cuidar a las patronales, la misma que balea a los pobres sin viviendas, que forma parte de las redes de trata y del narcotráfico nos cuide a nosotras.
No podemos ni esperar confiados en aumento de presupuesto, ni tampoco podemos confiar en las instituciones de la burguesía como la policía o los jueces. Las mujeres trabajadoras debemos tomar en nuestras manos nuestra seguridad, debemos pensar y tratar de poner en práctica formas de autodefensa junto con nuestros compañeros de clase, los trabajadores que comprendan y apoyen esta necesidad. Organizando comités de autodefensa formados por mujeres, hombres y jóvenes de nuestra clase. Que se encarguen en barrios y lugares de trabajo y estudio, de tomar en sus manos problemas concretos que afectan a las mujeres y entre ellas especialmente su seguridad para prevenir los femicidios, y que cuando las condiciones lo permitan impongan una justicia obrera y popular.
La lucha por la liberación de las mujeres debe estar ligada a la lucha por una revolución socialista que nos permita a la clase trabajadora tomar el poder del Estado. Esta es la clave para nuestra organización como mujeres trabajadoras. Porque bajo el capitalismo, sistema en el cual la patronal es quien tiene el poder del Estado y quien se beneficia con nuestra opresión y explotación, no podremos emanciparnos ni terminar con la violencia que sufrimos como mujeres.