40 años ¿de qué?

Durante las últimas elecciones se discutió mucho la cuestión de la democracia. El peronismo decía que la democracia estaba en peligro si ganaba “la derecha”. Dado que nuestra posición era no ir a votar, o votar en blanco o anular, algunos trabajadores que se habían definido por el mal menor nos decían que había que ir a votar “para defender la democracia”.

En esta posición política subyace la idea de que la democracia se defiende yendo a votar una vez cada dos o cuatro años, e introduciendo un papel en una urna. Basta recordar la dictadura de 1976 para darnos cuenta que un golpe militar no se detiene a respetar votos o urnas, ni ningún otro papel, ni siquiera la Constitución. Por otra parte, que un sector del pueblo no vaya a votar no significa necesariamente un aval a la instalación de un regimen dictatorial. En las elecciones de 2001 la abstención también fue muy alta, pero lo que estaba preanunciando esa “crisis con la democracia” no era un golpe militar, sino el levantamiento popular de diciembre del 2001 que provocó la caída -por primera vez- de un gobierno surgido del voto, al grito de “que se vayan todos”.

Cuando Javier Milei asuma como nuevo presidente el 10 de diciembre, la liturgia oficial anunciará que en ese día se habrán cumplido 40 años de la recuperación de la “democracia”.

Anticipando esa celebración el conocido periodista Alejandro Bercovich, en uno de sus programas de radio desarrolló una crítica a las posiciones electorales de Milei, planteando que quiebran “el piso democrático” conseguido en 1983. Esto no es otra cosa que depositar confianza en que Massa “no es lo mismo” y que era preferible respecto de Milei, porque no cuestionaba ese piso democrático. Bercovich dijo en su programa que la economía no es lo más importante en la sociedad y, por eso, si bien la democracia actual está muy alejada de las promesas de Alfonsín (cuando dijo que “con la democracia se come se cura y se educa”), lo más importante sigue siendo la democracia. Esta definición política hecha con la “panza” llena, es rebatida en los hechos por jóvenes que -si bien gritan por la libertad y “que se vayan todos” los políticos de la casta- apoyan a un facho con la ilusión de que es el que viene a sacarlos de las condiciones miserables en las que viven. Justamente el problema de la democracia es que es un regimen burgués y, por eso en épocas de crisis como la que atravesamos desde hace 50 años, es incapaz de cumplir con las necesidades básicas de las masas trabajadoras. Eso es lo que le dio impulso a esta fantochada reaccionaria de Milei-Villarruel, y en otro marco político y social, dio lugar al golpe de 1976.

Por eso en esta nota queremos fundamentar y desarrollar dos ideas, que tienen que ver con la posición marxista sobre la democracia: Una es que lo que da pie y prepara el fascismo o la dictadura es la impotencia del regimen burgués democrático para superar su propia crisis y/o frenar la lucha de clases que surge de sus propias contradicciones internas.

La otra es que, como se puede ver tanto en la que se festeja ahora, como en las anteriores “recuperaciones de la democracia”, gobiernos que parecían los más democráticos y progresistas, para defender los intereses de los capitalistas reprimían a los trabajadores tanto como el peor régimen reaccionario.

El gobierno de Alfonsín

Resulta muy lejano, y ya prácticamente olvidado aquel discurso de Raúl Alfonsín, el ganador de aquellas elecciones de 1983, al que se refirió Bercovich. Desde el balcón de la Casa Rosada, el presidente recién asumido afirmó que “con la democracia se come, se cura y se educa”, tratando de consolidar el apoyo electoral recibido.

En aquel retorno a la democracia después de los más de 7 años durísimos de la dictadura militar, la asunción de un nuevo gobierno elegido por el voto popular fue una fiesta. Sin embargo, Alfonsín no llegó a los 6 años de su mandato y tuvo que entregar el poder antes de tiempo en medio de una galopante hiperinflación, que llevó a que se produjeran los primeros saqueos en los barrios pobres del conurbano, en Rosario y en otras ciudades.

Por el fracaso del gobierno, los radicales le echan la culpa al sindicalismo peronista encabezado en aquel entonces por el dirigente de la CGT, el cervecero Saúl Ubaldini, que “le hizo” 13 paros generales a Alfonsín. Pero la realidad es que al gobierno de Alfonsín se lo tragó la crisis económica internacional (que tuvo un pico en el 80-82 durante la dictadura y otro en el 86) y el peso agobiante de la deuda externa, en el marco de la estructura semicolonial del país.

Se olvida o no se quiere recordar, cuando el gobierno de la recuperación “democrática” reprimió apelando a los militares la lucha obrera de la Ford (1985), desalojando la ocupación de la fábrica con tanques militares.

Esta represión contra los trabajadores del “demócrata” Alfonsín, se inscribe en la mejor tradición yrigoyenista reivindicada por el “ala izquierda” alfonsinista del radicalismo (Leopoldo Moreau, su hija Cecilia Moreau y Leandro Santoro), últimamente asociados al kirchnerismo y a Massa.

La herencia Yrigoyenista, una historia escrita con sangre de la clase obrera

Y ya que relacionamos el voto y la democracia, podríamos recordar cuando se eligió presidente por primera vez por voto universal (pero solo de varones), a Hipólito Yrigoyen en 1916.

Aunque ya nadie lo recuerda, la llamada “semana trágica” en la que fueron asesinados por la represión policial y militar obreros en huelga de los Talleres Vasena (fábrica ubicada en el barrio de Balvanera, CABA), ocurrió bajo el gobierno “nacional y popular” de Yrigoyen, causando 1536 víctimas. Lo mismo que la represión con el fusilamiento de entre 1000 y 1500 peones en huelga de la “Patagonia Rebelde”, conocida gracias a la película de Osvaldo Bayer, también en el gobierno de Yrigoyen, ejecutada por el Gral Elbio Anaya y el Tte coronel Héctor Varela, este último luego ajusticiado por el anarquista Kurt Wilckens.

Ahora se lo presenta a Alfonsín como “padre de la democracia” por haber concretado el juicio a las juntas militares responsables del golpe y la represión durante su dictadura. Pero Alfonsín, tuvo que hacer ese juicio para responder a las masivas movilizaciones encabezadas por las madres de Plaza de Mayo que reclamaban “juicio y castigo”. Alfonsín quería que todo terminara ahí, con el juicio a las juntas.

Se quiere olvidar la negociación de Alfonsín con el teniente coronel Aldo Rico después del cual el presidente pudo anunciar que “la casa está en orden”. Pero ese orden consistía en el pacto con los militares sublevados mediante el que se concedía la ley de obediencia debida y punto final, para que fueran solo las juntas militares las juzgadas y responsables por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar dejando fuera a los oficiales y suboficiales participantes.

Tampoco se recuerda la represión en el cuartel de La Tablada (CABA), cuando militantes del MTP (Movimiento Todos por la Patria) ingresaron con la intención de impedir un supuesto golpe militar, para defender la democracia, y fueron masacrados impiadosamente recibiendo nuevas dosis de terrorismo de estado, pero esta vez de la mano de Alfonsín.

El peronismo también reprimió

Tras Alfonsín asumió Carlos Saúl Menem, quien inició su mandato con indultos a la última Junta Militar que decidió la guerra de Malvinas -entre otros- y después de un nuevo alzamiento fracasado encabezado por el coronel Seineldín terminó indultando a todos los condenados de la dictadura incluyendo a la primera Junta Militar (Videla-Massera-Agosti). Habiendo prometido en la campaña electoral un “salariazo”, devaluación mediante, provocó una fuerte caída salarial. Con la convertibilidad de Cavallo un gran número de fábricas cerraron o despidieron, con lo que el resultado de la estabilización inflacionaria fue una hiperdesocupación y subocupación del 30% según las estadísticas oficiales. Durante su gobierno hubo fuertes huelgas contra la privatización. Una de ellas fue la de los ferroviarios a los que Menem contestó “ramal que para ramal que cierra”. Hoy, después que se volvieron a poner en funcionamiento algunos ramales y que Milei dice que va a privatizar los ferrocarriles, se omite asociar el nombre de Menen a aquella verdadera tragedia para muchas familias y muchos pueblos que quedaron aislados y en decadencia. Esta situación dio origen a los primeros piquetes masivos en pueblos del sur, fuertemente reprimidos por la gendarmería: en uno de ellos murió asesinada Teresa Rodríguez (1997).

Un poco más (mal) recordado es el gobierno de De La Rúa. Tuvo que renunciar y salir huyendo desde los techos de la Casa Rosada en el helicóptero presidencial, después de que una rebelión popular desoyera la declaración del Estado de Sitio, pero dejando 39 asesinados y 500 heridos por la represión.

Luego una sucesión de cinco presidentes provisorios, hasta que Duhalde asumió, pretendiendo quedarse hasta finalizar el mandato. Pero las movilizaciones de repudio por el asesinato de los militantes sociales Darío Santillán y Maximiliano Kosteki provocaron nuevamente la convocatoria adelantada a elecciones.

La mayoría de los jóvenes que votaron a Milei, recien habían nacido en la crisis del 2001 o inclusive, después. Eso quiere decir que su “memoria política” posiblemente tenga solo recuerdos de los años de estancamiento del segundo gobierno de CFK, del gobierno de Macri y de este gobierno compartido de la “tríada” del Frente de Todos: Alberto Fernández-CFK-Massa, aunque desde hace tiempo nadie se quiere hacer cargo del “muerto”.

Tras la derrota de Massa una compañera chateó “Triste y doloroso para el pueblo…. nosotros los peronistas siempre nos levantamos!!!! Y volvemos para arreglar los desastre q dejan los partidos de derecha!…. esta vez se falló…. pero sabes q vamos a volver…. como volvimos en el 73!!!!)

Esta compañera no debe conocer bien lo que pasó en el 73, (¿otra recuperación de la democracia?). En aquella época Perón volvió por la lucha de los trabajadores y la juventud, pero vino de la mano con la derecha, por medio del GAN (Gran Acuerdo Nacional entre los militares -Lanusse- los radicales y el peronismo), vino para frenar el ascenso de los “cordobazos”. Echó a la izquierda peronista de la Plaza de Mayo y se apoyó en el ala derecha del peronismo y la burocracia sindical. Instruyó a López Rega para organizar las bandas fascistas de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), que secuestraba y asesinaba activistas obreros trotskistas y peronistas de izquierda. Al morir, Perón nos dejó como presidente a su esposa Isabel que -Rodrigazo mediante- le abrió paso al golpe militar del 76.

Los peronistas y kirchneristas se aferran al recuerdo del primer gobierno de Perón (del segundo y del tercero en el ‘73 no tienen nada que reivindicar), y al gobierno de “Néstor”. Ambos gobiernos recordados, son los que se desarrollaron en condiciones económicas internacionales favorables.

A pesar de ello durante el gobierno de Néstor Kirchner podemos recordar la represión a los empleados del casino flotante, la campaña contra la huelga del Garrahan quienes eran llamados “terroristas sanitarios” por Ginés González García y Néstor Kirchner. La de los trabajadores petroleros y de la construcción de Las Heras-Santa Cruz (con su condena a cadena perpetua). La represión a las huelgas docentes en Neuquén en donde también fue asesinado el maestro Fuentealba (2007); la “judicialización de la protesta” con más de 6 mil activistas encausados durante los gobiernos kirchneristas. La represión a los choferes de la 60 en la Panamericana a cargo de Berni cuando gobernaba CFK (2015). La huelga de los aceiteros causada porque CFK-Kicillof y Tomada no querían homologar el acuerdo paritario entre el sindicato y las cámaras patronales porque rompía el techo salarial que quería imponer “el gobierno popular”. Cuando esas condiciones no estuvieron no hay mucho para recordar, lo cual quiere decir que “los logros” no han sido por las virtudes de “la doctrina”, sino por las circunstancias de la economía mundial.

El capitalismo no va más

Durante la larga crisis mundial actual que se inició en el 2007 (afectando la economía “real” entre 2008 y 2010) se consumieron los dirigentes políticos que habían emergido posteriormente y a consecuencia del “que se vayan todos” del 2001. La viuda de Kirchner y Macri, no pudieron presentarse como candidatos en estas elecciones. No por una persecución judicial sino porque dejaron una caída salarial del 25% y 40 % de pobres.

Con la democracia burguesa el PBI per cápita lleva 40 años de estancamiento, y peor aún si se cuenta desde el último gobierno de Perón en el 1973 y el posterior período de la sangrienta dictadura militar.

Por lo tanto, está claro que no se trata de tal o cual gobierno, de tal o cual partido o de tales o cuales alianzas y frentes electorales, ni la solución puede ser el candidato tal o cual. No es un problema de personas, ni sólo de partidos. Se trata de cuál es la clase que domina, que se llama burguesía, patrones o empresarios. El problema es el regimen económico y social que todos esos gobiernos y partidos estuvieron sosteniendo, que se llama capitalismo. Y en particular del argentino, un capitalismo semicolonial.

Se quiere contraponer democracia y dictadura como si fueran dos opuestos absolutos. Pero la democracia es una “forma” de Estado, y el Estado es el aparato de dominación y represión de una clase sobre otra.  La democracia no es nada más que una cobertura de la dictadura del capital, garantizada por el Estado. Es una de las dos formas que utiliza la clase capitalista para dominar: el engaño de la democracia o la dictadura directa.

Por supuesto que nosotros luchamos para defender las libertades democráticas, porque ese marco es el mejor para la organización de la clase trabajadora. Solo por eso defendemos “la democracia” de los ataques reaccionarios.

Pero cuando los trabajadores estén dispuestos, derrocaremos al regimen burgués, así se presente en su forma democrática, y la reemplazaremos por la “dictadura del proletariado” que será el régimen más democrático para los trabajadores, pero que reprimirá los intentos de contrarrevolución burguesa-imperialista. Bajo la dictadura del proletariado, la gran mayoría de la población que es trabajadora tendrá el poder estatal y pondrá en caja a la minoría de los reaccionarios que intenten socavar la revolución, y terminará con el narcotráfico, los corruptos y los delincuentes.

Aquí, en esta nota, hemos tratado de ubicar a la democracia según su carácter de clase, en el campo del enemigo, lo mismo que a los partidos en los que el proletariado todavía tiene alguna expectativa, sobre todo el peronismo y los dirigentes de sus organizaciones sindicales. Los trabajadores tenemos que romper con todo eso y formar nuestro propio partido sin patrones ni burócratas sindicales, un partido de trabajadores, de nuestra propia clase, que se oriente según nuestras necesidades actuales y nuestros intereses históricos.

Solo así podrá haber un verdadero cambio, que solo podrá venir de la clase que trabaja, de un gobierno de la clase trabajadora, no de ningún sector político de los explotadores. Y ese cambio solo puede ser efectuado mediante la revolución obrera que inicie el camino al socialismo, que es el único regimen social que se contrapone al capitalismo. Todo lo demás es demagogia, es el mismo perro con distinto collar.

Solo un gobierno de trabajadores puede garantizar realmente “los derechos”

Durante la campaña electoral el peronismo hizo un llamado a “defender los derechos” que tenemos gracias a la democracia.

Como es sabido tenemos derecho al trabajo, tal cual está establecido en la Constitución. Sin embargo, para que ese derecho se concrete hace falta que un capitalista invierta y tome trabajadores para explotar. Si por las condiciones económicas los capitalistas no invierten en la producción y prefieren especular en las finanzas, aumentará la desocupación y tu “derecho al trabajo” será un espejismo. El patrón a su vez tiene “el derecho” a despedirte, mientras te pague la indemnización si es que estabas en blanco. Y ahora hasta eso quieren sacar.

También tenemos derecho a la vivienda. Pero para acceder a la casa propia hacen falta 20 años de salario promedio completos. Ni hablar lo que cuesta un alquiler.

Tenemos derecho a la salud, pero hay que esperar un turno tres meses, y depende de cuánto pagues la cuota de la prepaga o de que tan en crisis esté la obra social, tendrás una atención para ricos en clínicas privadas u otra para pobres en los hospitales públicos que cada día están peor.

Y así podríamos seguir hablando y dando ejemplos de los derechos abstractos, que existen solo en el papel, pero que hacen agua cuando se trata de concretarlos en los hechos.

Es que esta democracia solo sirve para que en el parlamento negocien sus cuotas de poder y de influencia los distintos sectores de la clase capitalista. Les sirve para acumular el capital que surge de la explotación de nuestro trabajo. Pero para los trabajadores la democracia solo provee miseria, explotación y condiciones de vida cada vez más inseguras.

Nos quieren hacer creer que siempre fue así y seguirá siendo así.  Pero hay otra democracia. Es la democracia de los trabajadores. Es la que a veces aflora desde la base en alguna asamblea que surge por fuera del control del aparato de la burocracia sindical. Es la que se fortalece en las luchas.

Esa democracia solo puede concretar en el régimen de un Estado Obrero. En ese Estado los trabajadores habremos recuperado lo que es nuestro, los medios que sirven para producir, tendremos el control de nuestro propio trabajo y decidiremos sobre la distribución del producto de nuestro esfuerzo participando en la planificación de la economía.

Entonces todos los que estén en condiciones tendrán el derecho y la obligación de trabajar. Con un plan de construcción de viviendas hospitales y escuelas, habrá trabajo real para todos.

La salud habiendo expropiado las clínicas privadas, los laboratorios medicinales, las empresas fabricantes de insumos sanitarios, las cadenas farmacéuticas, y unificando los recursos (obra social-privada y público) en un solo sistema de salud, podrá ser un sistema más eficiente, que cubra realmente todas las necesidades.

En síntesis, los derechos serán reales, porque los trabajadores controlaremos la base económica-material que los pueden sustentar.

Narciso Laprida, 5/12/23

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