Una crisis en ascenso, un feminismo en decadencia

Este 3J se conmemoró un nuevo año de lucha por el “Ni una menos”, pero esta vez las calles

no se vieron colmadas de mujeres como años anteriores.

Los flayers y convocatorias tuvieron una limitación tajante y clara como una marcha más de la agenda del feminismo. No fue un llamado a participar masivamente a las mujeres que seguimos sufriendo violencia machista, tampoco hubo propuesta de un plan de lucha para terminar con este padecimiento.

En las calles solo se vieron los aparatos de los partidos políticos, de la burocracia sindical y sus colaterales feministas con muy poca participación de mujeres independientes.

Se empieza a ver el claro reflejo de que el movimiento feminista por su carácter reformista se queda corto para dar respuestas a los problemas que nos atraviesan, como el desempleo, los bajos sueldos, la falta de vivienda y por sobre todo la violencia. Que no se soluciona con una ley ya que el machismo responsable de la opresión de las mujeres, se sostiene por el carácter burgués del sistema capitalista.

El feminismo pequeñoburgués empezó a tener un ascenso en la segunda década de este siglo, con consignas democráticas, haciendo eje durante años sobre el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Muchas corrientes políticas hicieron cola atrás de esta demanda subiéndose a la “ola verde”. Años en los cuales se veía en las calles un gran movimiento de mujeres adultas, jóvenes, universitarias y estudiantes secundarias. Pero que no reflejaba la participación consciente de las mujeres trabajadoras de los barrios pobres del país, solo aquellas que eran convocadas por los aparatos asistencialistas de los barrios que manejan los

planes sociales.

El movimiento de mujeres también puso al descubierto la cuestión de la violencia hacia la mujer y los femicidios que por su ferocidad hizo emerger otro eje reivindicativo dándole una amplitud más masiva al movimiento feminista.

El 24 de enero del 2021 se promulga la ley del derecho al aborto bajo el gobierno de Alberto Fernández. El gobierno del Frente de Todos terminó capitalizando y desarmando el movimiento; cooptando a sectores del “progresismo peronista” que tenían un peso importante en el aparato dirigente del feminismo, y así entraron como fichas a su favor dentro de puestos en el gobierno e instituciones.

El derecho al aborto como cualquier demanda democrática básica puede ser concedida por el régimen burgués, aunque rápidamente empezó hacerse noticia la falta de cumplimiento del mismo, ya sea porque existen provincias en las que es muy difícil encontrar médicos que no sean objetores de conciencia, lo que trae muchos problemas para hacer seguimiento psicológico a las mujeres que pasan por el aborto o por la falta de recursos en los centros de salud públicos. Cosa que no fue denunciado masivamente por las feministas en el poder porque claramente encubren a los gobiernos.

Aunque la violencia y los femicidios fueron en ascenso durante la pandemia y luego de ella, las luchas del feminismo por estas reivindicaciones se fueron “apagando” ante la impotencia de no poder resolver la cuestión dentro del régimen burgués. Esto se expresó en la decadencia de las posteriores movilizaciones. Como mujeres trabajadoras podemos sacar algunas conclusiones políticas sobre el rol que han jugado estas organizaciones ligadas a los partidos patronales y a su posición hacia nosotras, las mujeres que no estamos representadas en ese circo parlamentario, las mujeres laburantes y del pueblo pobre, por quienes estas feministas decían también luchar. Para nosotras solo puede haber repuestas en el marco de un

movimiento clasista y revolucionario.

En estos tiempos reales de crisis económica donde crece la violencia, la inseguridad para los laburantes y una sociedad en descomposición la clase trabajadora no puede encontrar salida en ninguna organización reformista.

Hay que empezar por organizar comisiones de la mujer, que no quiere decir que solamente participen mujeres, sino que tenemos que impulsar la unidad de los trabajadores para la lucha por todas las demandas y nuestros derechos como clase, y como parte de ellos, la autodefensa en los barrios y en las fábricas de la mujer contra la violencia, para evitar la posibilidad de que ocurran más femicidios y como primera instancia de organización real para ayudar a las mujeres violentadas. Esa es la única política efectiva. Pero planteamos con claridad: la única manera de terminar con la violencia machista y la opresión de la mujer es la revolución socialista, para cambiar de raíz las condiciones materiales que fomentan toda opresión. Y para eso hace falta organizar un partido de trabajadores revolucionario independiente de todos los partidos burgueses para terminar con el

sistema capitalista.

Sabrina, 1/7/22

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