Golpe de estado en Myanmar (Birmania): La clase trabajadora a la vanguardia en la lucha contra el golpe

El 1 de febrero se produjo un golpe de estado en la Unión de Myanmar (ex Birmania). Los militares arrestaron a la Consejera de Estado y Ministra de Asuntos Exteriores, Aung San Suu Kyi, quien hasta ese momento era “la jefa” del gobierno y al presidente Win Myint ambos del partido LND (Liga Nacional para la Democracia), un partido liberal que era el gobierno -formal- desde 2015. También han sido puestos en prisión otros funcionarios del gobierno y varios líderes sindicales. 

El golpe provoco una oleada de protestas masivas, en respuesta a la cual los militares reprimieron ferozmente; si bien todavía los números no son precisos se calculan alrededor de 250 asesinados por el ejército y un sinnúmero de presos y detenidos. 

A pesar de la represión y ya pasados más de 45 días, el proceso de movilización y huelgas de los trabajadores y del pueblo pobre se mantiene firme. Lo distintivo es que se combina la resistencia callejera con los métodos tradicionales de la clase obrera, es decir con huelgas, piquetes y movilización. También se observa importante apoyo de los trabajadores y jóvenes de diferentes países vecinos, como el caso de Tailandia. Producto de la oleada de huelgas ya se está hablando de un problema de desabastecimiento de alimentos y combustibles, con pérdidas millonarias para las grandes empresas de países imperialistas y de otras potencias regionales que operan en el país. 

Quienes están al frente de la resistencia son trabajadores de diferentes sectores, de la salud, docentes, transportistas, pero lo cualitativo es la resistencia de los trabajadores del sector textil de la antigua capital Yangón (Rangún), en su mayoría mujeres jóvenes. 

Si bien todavía las causas del golpe no están del todo claras, éste se produce en un clima caliente de tensiones entre las potencias regionales aliadas al imperialismo yanky contra China, los cuales se disputan diferentes “espacios estratégicos” en Asia Oriental. 

Es que el ala del imperialismo yanky, representada en el nuevo gobierno de Biden pretende incorporar a sus aliados a una ofensiva a nivel internacional contra China y Rusia. En ese sentido fueron noticia, en las semanas previas al golpe los ejercicios conjuntos de las marinas de EEUU con las de India, Japón, Corea del Sur y Australia. Y también el recalentamiento de las relaciones -con China- por Taiwan. Hay que recordar que su jefa de estado estuvo en la asunción del nuevo presidente Biden en enero, cuestión que el gobierno chino lo consideró una provocación ya que reivindican Taiwan como parte de su territorio. 

El otro elemento importante es el recrudecimiento de la lucha de clases en todo el sudeste asiático, donde una clase obrera joven y súper-explotada, viene siendo protagonista de importantes luchas. 

Las probables causas del golpe

Cuando hablamos de la Unión de Myanmar estamos hablando de un país que tiene una importancia estratégica no solo por sus recursos naturales (prácticamente inexplorados), sino también por la ubicación geográfica. Además, está compuesto por 135 etnias, guerrillas activas de cuatro grupos étnicos, con un PIB per cápita de 1.408 dólares anuales, menor que el de Camboya o Bangladesh.

China si bien ha tenido una relación tensa, llegando incluso al enfrentamiento militar con varios de sus países vecinos (Vietnam, India), hace unos 15 que aproximadamente ha cambiado su política, impulsando más bien gobiernos democráticos que le permita un normal desarrollo de los negocios bilaterales y de la inversión en infraestructura energética. 

El caso de Myanmar es claro en ese sentido, porque fue el gobierno chino (junto con el imperialismo europeo) quién impulsó la apertura democrática allá por el 2011. Impulsó la candidatura, de la ahora derrocada Aung San Suu Kyi. Hasta esa época el país estaba bajo control de una dictadura militar, y según plantean varios analistas, si bien ya se avizoraban inversiones extranjeras, la economía del país estaba basada en una producción agraria campesina. 

Es a partir de ese año que empiezan a llegar un mayor flujo de inversiones de países imperialistas principalmente Japón y de las potencias regionales como Corea del Sur, aunque también de otros países de Asia Oriental como Singapur y Taiwan.  Al comienzo de la década pasada, es cuando también la ex Birmania ingresa a la ASEAN (Asociación Económica de Países del Sudeste Asiático). También recibió inversiones de algunos países imperialistas de Europa, como Francia (la petrolera Total) y Alemania (de Adidas y Puma). Si algo se destaca de las principales inversiones extranjeras, es que estas se desarrollan en la industria textil aprovechando una mano de obra baratísima, (el sueldo de un trabajador en Myanmar es de 3 dólares diarios), el más bajo de todo el sudeste asiático.  

Sin embargo, el principal inversor fue China. Las inversiones chinas se realizaron básicamente en infraestructura, represas hidroeléctricas, gasoductos y oleoductos, así como también en la realización de un puerto en el golfo de Bengala. Las instalaciones en esta zona son claves para Pekín con el objetivo de crear una ruta que pueda llevar el gas y el petróleo de Oriente Medio hacia la provincia de Yunnan, en el suroeste de China, pero evitando el estrecho de Malaca, entre Malasia e Indonesia, la denominada Ruta de la Seda. Las empresas birmanas encargadas de llevar adelante estos proyectos están vinculadas al Tatmadaw (así denominan a su ejército) (1).

A principios de 2020, Xi Jinping fue el primer mandatario chino en visitar Birmania en 19 años. Escogió ese país para lo que fue también su primer viaje al sudeste asiático como jefe de gobierno reelecto, prometiendo una inversión de 4.500 millones de dólares. Es clave también marcar que en enero 2021 los dos países acabaron firmando un acuerdo sobre una línea férrea en vista al megaproyecto de Nueva Ruta de la Seda. (2)

El tramo final de ese proyecto se encuentra en la provincia de Rakáin, al límite con Bangladesh, una región habitada por una minoría musulmana y campesina, los denominados Rohynga, quienes fueron masacrados por el ejército provocando además uno de los mayores éxodos poblacionales del mundo. Una masacre tremenda considerada un genocidio, que se produjo con la venia de “la jefa” Aung San Suu Kyi (unos años antes había recibido el nobel de la Paz), quién posteriormente perdió todo el prestigio internacional. “Negocios son los negocios”. Según el conglomerado estatal chino CITIC, en Kyaukpyu, provincia de Rakáin se invertirán más de 9.000 millones de dólares para crear un puerto de aguas profundas y una zona económica de 100 hectáreas, un proyecto que forma parte del gran plan de infraestructuras chino «Nuevas rutas de la Seda». (3)

Entonces se produjo el golpe 

En el 2011 se forma un gobierno de transición entre los militares y la LND a cargo de Aung San Suu Kyi, posteriormente en las elecciones de 2015 su partido se impuso abiertamente.  En el régimen acordado después de 2011, el ejército se reservó una cuarta parte de los escaños en el parlamento, los suficientes para evitar cualquier cambio a la constitución de 2008, que en gran medida redactaron los militares para proteger sus privilegios. Tres ministerios clave permanecieron bajo control militar, incluido el más importante, el Ministerio de Finanzas y Planificación. 

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Pero lo que terminó de desencadenar la “preocupación” de los militares fue que en noviembre del 2020 se realizaron las nuevas elecciones y el resultado fue una victoria aplastante para la LND. La Liga obtuvo el 83% de los escaños y el partido afín a los militares tan solo el 7%. Entre las principales consignas que levantaba el partido de gobierno era limitar el peso del ejército en las decisiones políticas y entregar el ministerio de Finanzas y Planificación a manos civiles, eliminando para eso la constitución del 2008.

El golpe, fue condenado por todos los países imperialistas (EEUU y la Unión Europea) y también por los de la ASEAN. Pero no por China (y Rusia) que tiene poder de veto en la ONU. 

Aunque no está del todo claro, es muy probable que China haya instigado el golpe. Lo que busca Xi Xinping es mantener un empate político en la relación entre ambas fracciones, a los militares y su partido PUSD (Partido de la Unión para la Sociedad y el Desarrollo) (4) y a los liberales LND. 

Esta semana trascendió la información que unos días previos al golpe se había producido la visita del ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, reuniéndose también con el comandante en jefe del Tatmadaw. O sea, dos más dos es cuatro. Pero esto lo saben las masas movilizadas por eso han sido blanco de los ataques las oficinas de las empresas chinas. 

Así como en el 2011 el gobierno de China impulsó la apertura democrática y en el 2015 la candidatura de Suu Kyi, ahora en el 2021 luego de las elecciones, observó que el peso de los liberales, podía inclinar la balanza hacia EE-UU, con la probabilidad de lesionar sus intereses, es por eso que como mínimo ha dejado correr el golpe (o en el peor de los casos lo ha impulsado). 

Las mujeres de la clase obrera a la vanguardia

Cientos de miles de trabajadores de todo el país, principalmente mujeres proletarias, han sido la vanguardia en la lucha contra el golpe de Estado y en la defensa de las libertades democráticas. La joven clase trabajadora de Myanmar no está dispuesta a perder libertades, por más retaceadas que sean, conseguidas a partir del 2011, principalmente en la posibilidad de tener una organización de sindicatos por fábrica. Más de 2.000 sindicatos se han registrado desde el 2011 cuando el gobierno militar impedía la formación de sindicatos independientes. (5)

La clase trabajadora de Myanmar se ha desarrollado en la última década con un mayor acceso a Internet y con algunas libertades que otras generaciones trabajadoras no han experimentado nunca en la historia del país. En 2011 nadie tenía celulares y hoy todo el mundo tiene uno, filma y saca fotos a las movilizaciones y a los enfrentamientos con el ejército. 

Es una clase obrera que ha venido protagonizando diferentes procesos de huelgas parciales y con ocupación de fábrica, algunas muy duras, lo que le fue haciendo ganar confianza en su propia fuerza. A partir del 2020 la pandemia de Covid-19, ha hecho empeorar la situación de los trabajadores, por el cierre de algunas empresas, pero de ninguna manera eso ha hecho que los trabajadores tomen una actitud conservadora de “aferrarse a la máquina”, todo lo contrario, estos trabajadores son más bien parecidos a los que Marx dijo que “lo único que tenían por perder eran sus cadenas”.  

El proceso de movilización en Myanmar es parte de un fenómeno que se viene dando en varios países de Asia Oriental. Las movilizaciones y las huelgas rabiosas en Indonesia a principios del 2020 así como también las que hubo en Bangladesh el año 2019. También hubo luchas importantes en Tailandia y Filipinas. A eso hay que agregarle las recientes movilizaciones de campesinos en la India, que estuvieron precedidas de varios paros generales durante el 2019. 

En interesante destacar que el principal teatro de enfrentamientos con el ejército se produce en la antigua capital Yangón (Rangún) en uno de los distritos donde está la mayor concentración obrera, el distrito de Hlaingtharyar. A partir de 2014, allí se abrieron nuevas fábricas de ropa en promedio de una por semana. En 2015, alrededor de 210 fábricas de prendas de vestir orientadas a la exportación operaban en Myanmar, empleando a unos 195.000 trabajadores, y otros 100.000 se dedicaban a la subcontratación a pequeña escala y / o en el hogar fuera de las empresas industriales más grandes. (6) 

Otro dato interesante es la concentración en grandes fábricas, muy cercanas unas de las otras y que los obreros viven todos en los mismos barrios porque hay un problema grave habitacional, generando adicionalmente puntos de contactos entre los proletarios de diferentes fábricas. Hay tres tipos de industrias textiles, en primer lugar, las de 1000 obreros, de que en su mayoría son de capital imperialista, luego de nivel medio entre 500 y 1,000 trabajadores, generalmente de capital imperialista con burgueses locales. Y finalmente, un tercer grupo que operan con menos de 500 trabajadores y probablemente son propiedad de capitalistas birmanos. Todas las fábricas tienen el 93 % de los trabajadores que son mujeres, particularmente mujeres jóvenes, solteras y «no calificadas» de áreas rurales. (7)

Aparentemente están jugando un rol organizador los candidatos que fueron elegidos en noviembre pasado de la LND, los cuales también tienen vínculos con la principal federación sindical, la CTUM (Confederación de Sindicatos de Myanmar) (8). Aunque también es importante tener en cuenta que esta confederación no es muy bien vista por los trabajadores por ser una organización que se maneja burocráticamente. Eso hace suponer que no hay ningún tipo de organismo independiente de la clase trabajadora que centralice la movilización al menos por ahora. 

Por ahora, la lucha no termina de tener una orientación por fuera de los marcos democráticos burgueses, es decir, el principal reclamo es respetar los resultados de las elecciones de noviembre. Pero al mismo tiempo, la clase obrera movilizada implica un grave problema para los liberales del LND, porque hasta ahora fueron los garantes de las inversiones extranjeras, con sueldos recontra bajos y un tremendo régimen de explotación. Además, otro elemento importante a destacar es que los trabajadores movilizados empiezan a manifestar un cambio en su conciencia ya que dicen haber sido estafados por los militares cuando reprimieron al pueblo Rohynga, y eso también genera una contradicción con la LND, ya que como dijimos más arriba, apoyó la masacre. 

Habría que ver si en el sudeste asiático no se está produciendo un nuevo ascenso parecido al del 2011 en Medio Oriente, atemperado -por ahora- por la Pandemia.  Lo cualitativo del fenómeno parece ser que la clase obrera industrial empieza a tomar un papel más protagónico, por el papel que ocupa en el proceso productivo, que se fue gestando debido a la deslocalización de capitales que buscaba una mano de obra más barata. Además, que sale a luchar no solo por conquistas económicas (sindicales), sino por una reivindicación política, contra el golpe de estado, y además combinando los métodos de lucha callejero, con los de huelga, piquete y ocupación de fábrica. Hay que aclarar que hasta ahora, solo en Myanmar el proceso de lucha fue más bien político, siendo que en los otros países del sudeste asiático han sido por reivindicaciones más bien económicas. 

  1. https://www.france24.com/es/20170928-los-intereses-economicos-claves-en-el-apoyo-chino-birmania
  2. https://www.rfi.fr/es/programas/enfoque-internacional/20210203-birmania-china-golpe-estado-nueva-ruta-seda-consejo-seguridad-onu-myanmar
  3. https://www.france24.com/es/20170928-los-intereses-economicos-claves-en-el-apoyo-chino-birmania
  4. Lo que hay en Birmania es un partido militar como en muchos otros países, los cuales tienen injerencia directa en las decisiones políticas y también manejan sectores estratégicos de la economía. Un fenómeno que se produce en varios países incluido el mismo Brasil (aunque no con un único partido propio) 
  5. https://uteu3saiifxypjlhcnbiwmpdki-jj2cvlaia66be-chuangcn-org.translate.goog/2017/03/yangon-factory-uprising/. Notas sobre el levantamiento de una fábrica de Yangón por Chuang, 30 de marzo de 2017
  6. Idem. 
  7. Idem. 
  8. Idem. 

Remo Dicasap

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