El gobierno cedió al planteo policial porque necesita reforzar el aparato represivo para usarlo contra los trabajadores

Después de tres días de protesta de los policías bonaerenses, Alberto Fernández y Axel Kicillof cedieron con un aumento de más del 30%. Primero el presidente hizo el anuncio de la partida presupuestaria de más de 30 mil millones de pesos, adicionales a los 37 mil millones que ya había anunciado el gobierno nacional y provincial días antes. Después fue Kicillof quien anunció el aumento salarial y otras concesiones. 

Ante estos hechos los trabajadores debemos sacar algunas conclusiones políticas. En primer lugar, hay que explicarse porque los policías reciben aumento salarial, mientras el conjunto de los trabajadores estatales tienen las paritarias congeladas. Se podría decir que es porque los dirigentes sindicales del sector (UPCN, ATE, CTERA, etc.) son parte del mismo frente político que el gobierno nacional y provincial, y que defienden el “Pacto Social” cuyo contenido es evidente: dejar pasar la reducción salarial sin conflictos. Algunos dirigentes patalean en el discurso, como la CTA “autónoma” de Peidro-Godoy, pero ninguno saca los pies del plato. Y esto se extiende al conjunto los trabajadores. El “Pacto Social” del gobierno es el ajuste en las jubilaciones, la falta de insumos básicos para enfrentar una pandemia, el impulso a los acuerdos entre patronales y sindicatos para la flexibilización de los convenios laborales, etc. Es la aplicación por adelantado de las condiciones previsibles del FMI para llegar a un acuerdo con el gobierno. La pasividad cómplice de la burocracia sindical despeja el camino para el ataque del gobierno y las patronales contra la clase trabajadora.

Pero hay otra causa más profunda que obliga a los gobiernos nacional y provincial a ceder a la sublevación policial, a diferencia de la dureza con la cual esos mismos gobernantes enfrentan los conflictos obreros. Es que todo el régimen político, sin distinción ideológica ni partidaria, se dirige a un creciente endurecimiento represivo. La “grieta”, el chisporroteo ideológico esconde que no hay diferentes intereses de clase. “Neoliberales” y “populistas”  defienden e impulsan el ataque de la burguesía a la clase trabajadora y el pueblo pobre. Y todos, desde Macri hasta Cristina Kirchner, saben por experiencia que para obligar al pueblo trabajador a soportar mayores niveles de miseria deben fortalecer el aparato represivo. El problema es que se olvidaron de que los perros guardianes también tienen que comer. Los policías saben que sus servicios represivos contra el pueblo trabajador son cada vez más requeridos y todo aumento de la demanda genera una oportunidad de renegociar el precio.  A esto se suma que la pandemia cortó temporalmente algunos negocios turbios que históricamente ofician como “bono compensatorio” frente a los bajos salarios policiales.

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La otra conclusión muy importante para los trabajadores es que el triunfo del planteo policial no es, de ninguna manera, un triunfo de la clase trabajadora. Todo lo contrario, la función social de la policía es proteger los intereses capitalistas, fundamentalmente su propiedad sobre las fábricas, bancos, tierras y medios de producción en general. Pero, ¿del ataque de quien deben proteger esa propiedad las fuerzas represivas? Justamente de la clase trabajadora. En medio de la crisis económica actual, mundial y nacional, la lucha obrera y popular debe atacar los intereses capitalistas y, si esa lucha es consecuente, también la propiedad privada patronal. En la medida que las maniobras y engaños de los burócratas sindicales pierdan efecto para desviar esa lucha, el recurso último y fundamental de los capitalistas es la policía, el ejército y las bandas armadas que la asisten y complementan. Esto nos lleva a dos conclusiones estratégicas: las fuerzas represivas (gendarmería, policías, ejército) no son parte de la clase obrera, son los perros guardianes del enemigo de los trabajadores, la burguesía y sus representantes políticos, judiciales, etc. Segundo, el reforzamiento de la policía, sea por su amotinamiento triunfante o por la decisión previa del gobierno, pone en el plano de la urgencia la necesidad de que el movimiento obrero y popular, ante cada lucha de cierta magnitud discuta la organización, de su autodefensa para enfrentar la represión. 

Los partidos políticos que se reclaman de la clase obrera y proponen o impulsan la sindicalización de los policías están traicionando los intereses de los trabajadores. Un sindicato policial solo puede defender los intereses corporativos de quienes reprimen a los conflictos obreros, desaparecen, torturan y matan a los pibes y pibas de los barrios populares. Es lo que hacen todos los sindicatos policiales en el mundo. Reclamar mejores condiciones para la represión al pueblo en defensa de los capitalistas. Pretender que eso se resuelve con “clausulas” para negarse a reprimir es tan ingenuo que raya la traición consiente. 

La conclusión fundamental del momento actual es que el régimen de la “democracia” burguesa se refuerza como bonapartismo reaccionario, se blinda cada vez más contra los trabajadores. Esto lo hacen todos los partidos y frentes políticos patronales cada vez que les toca administrar el Estado capitalista. Los repudios “democráticos” de todos los frentes políticos burgueses, y pequeñoburgueses, contra la demostración policial en Olivos esconde que  sus instituciones nunca estuvieron en peligro. Que lo que se está discutiendo es quien dirige la derechización de todo el régimen político patronal. Los trabajadores tenemos que enfrentar el ataque contra nuestros salarios, puestos de trabajo y la vida misma. Y para eso debemos prepararnos para enfrentar la represión policial. Y debemos, fundamentalmente, construir nuestro propio partido político para destruir el Estado patronal, disolviendo su aparato represivo y reemplazándolo por las milicias obreras.

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