Este 24 de marzo se cumplen 45 años del golpe militar que instauró una dictadura contra-revolucionaria, cuyo objetivo era la aniquilación de la vanguardia obrera y popular que, potencialmente, ponía en cuestión la dominación de la clase capitalista y su propiedad privada sobre los medios de producción (fabricas, bancos, tierras). El mismo objetivo que había buscado el gobierno de Perón e Isabel con el golpe policial en Córdoba (navarrazo), el Operativo Independencia en Tucumán y la formación de la Triple A. Pero la huelga general de 1975 contra el Rodrigazo, dirigida por las coordinadoras obreras, había mostrado la vitalidad que aún conservaba el movimiento de masas y su vanguardia combativa. El golpe militar de marzo de 1976 fue la respuesta de la clase capitalista al ascenso obrero y popular iniciado en el Cordobazo de 1969, el último recurso después de haber intentado derrotarlo con la vuelta de Perón.
Desde la caída de la dictadura a esta parte, el régimen de dominación patronal -que tuvo que adoptar una mascarada “democrática”- ha ensayado muchas y variadas políticas para recomponer la “legitimidad” que las FFAA perdieron tras semejante represión. Alfonsín “juzgó” a la Junta Militar pero después cedió con la obediencia debida y el punto final. Menem quiso completar la tarea y los indultó. Sin embargo todas estas maniobras fueron insuficientes para lograr el objetivo que los distintos regímenes políticos de la burguesía se habían propuesto: “cerrar la herida” entre las FFAA y el pueblo. Las movilizaciones contra los represores que mantenían mucha fuerza, era el termómetro que indicaba el fracaso de esa política de reconciliación. En consecuencia, cuando De La Rúa necesitó a los milicos para sostener el estado de sitio en el 2001, no los pudo usar. Tras lo cual, los Kirchner desarrollaron la política más sutil y eficiente: juzgar a los viejos jerarcas, ya sin mando de tropa, condenando sólo uno o dos por centro clandestino de detención, para lavarle la cara a la institución. La hipocresía de su política quedó en evidencia al poner como jefe del estado mayor a Milani, acusado de represor y experto en inteligencia interna contra el pueblo trabajador y sus organizaciones. La lavada de cara impulsada por el kirchnerismo tuvo su frutilla con la foto de Bonafini y Milani, bajo el lema: “estas son otras fuerzas armadas”. Y como esto no era suficiente, la “década ganada” dejó como saldo fuerzas federales (Gendarmería, Prefectura, etc.) cada vez más pertrechadas y entrenadas para la represión, junto con la ley “anti-terrorista”, a pedido de los EEUU.
Aprovechando el terreno preparado por el gobierno de CFK, Macri intentó favorecer incluso a los pocos milicos encarcelados, pero chocó con la movilización popular masiva contra el 2×1. Desde el PCO hemos impulsado la unidad de acción contra todo retroceso reaccionario en la lucha contra la impunidad de los milicos represores, en la lucha por el castigo a todos los responsables, militares y civiles, de aquella masacre contra la clase trabajadora y el pueblo pobre, en particular contra sus organizaciones y su vanguardia.
En este 24 de marzo, al cumplirse 45 años del golpe militar, las organizaciones kirchneristas con la excusa de la pandemia levantaron cualquier movilización para acomodarse al discurso oficial de “dar vuelta la página”, con el cuento de que las actuales Fuerzas Armadas “no son las mismas”. Esta es la política del kirchnerismo: lavarle la cara a las fuerzas represivas para que puedan recuperar cierto prestigio ante el pueblo trabajador. Pero las fuerzas armadas y de seguridad (Gendarmería, Policías) siguen, y seguirán siendo, la columna principal sobre la cual se sostiene el régimen de dominación y explotación de la mayoría trabajadora por la minoría capitalista.
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Todo esto tiene una sola explicación. Todos los gobiernos defienden a los capitalistas. Es decir, defienden SU sistema económico-social basado en la explotación de la clase trabajadora. El Estado, cuyo núcleo central son las fuerzas represivas, no es de todos, es de ellos y su función principal es reprimir la resistencia del pueblo trabajador a esa explotación creciente. Esto no depende del color político del gobierno de turno, esta es una verdadera “política de Estado”. La actual situación de crisis económica mundial y nacional significa que no tienen nada para ofrecernos más que miseria y descomposición social.
Pero debemos denunciar con claridad al gobierno “de turno” que en cada momento comanda las fuerzas represivas. Lamentablemente la convocatoria del EMVJ y el FITU no denuncia con nombre y apellido al actual gobierno, sino que diluye su responsabilidad directa en la represión detrás de la consigna contra el “ajuste de los gobiernos “y la “represión de ayer y de hoy…”, cuando en la convocatoria de 2019 denunciaba abiertamente el “ajuste y represión de Macri”. Esta misma concesión política al kirchnerismo se deja ver en la consigna de “libertad a las presas y presos políticos” mezclando con esa ambigüedad la justa defensa de los luchadores obreros y populares con los kirchneristas presos por corrupción. La lucha contra la impunidad de todos los responsables de la dictadura solo puede ser consecuente luchando contra el actual gobierno que ajusta y reprime, de la misma manera que lo hacía Macri.
Para enfrentar la represión no alcanza con impulsar la movilización estrictamente democrática y, mucho menos lavarles la cara a los gobiernos que se hacen llamar “nacionales y populares”. Es necesario que la vanguardia clasista ponga en el orden del día de las organizaciones de masas la necesidad de organizar la autodefensa. Y explicar pacientemente que mientras se mantenga en pie el Estado capitalista la represión al pueblo trabajador será cada vez más sanguinaria. El “Nunca Más” es una utopía democratista si no conquistamos el Gobierno de los Trabajadores que expropie a la burguesía y destruya la columna central de su Estado, como son el Ejército y las policías, reemplazándola por milicias obreras.