La pandemia del covid19, y la crisis de la economía mundial capitalista acelerada por el parate comercial y productivo, sigue su curso. Mientras Asia y Europa parecen haber pasado sus picos de contagio (aunque no se descartan nuevas oleadas) América es hoy el foco de la pandemia y América Latina está cada vez más golpeada. A su vez la oleada de rebeliones populares, que había sido amortiguada en un principio por la misma pandemia, hoy se manifiesta en el mismo EEUU detonada por otro crimen policial contra la comunidad negra.
En nuestro país el pico de la pandemia se había retrasado por la cuarentena pero ahora está golpeando la puerta, principalmente en CABA y el gran Buenos Aires, pero también en el Gran Córdoba y en la provincia de Chaco. Como siempre, los pobres son los más castigados en las villas y barrios populares, con el hacinamiento y la falta de infraestructura para garantizar las condiciones de higiene básicas, se convierten en focos de infección. Como dijimos desde un principio, la pandemia no golpea a todas las clases sociales por igual. Mientras los ricos viajan o muestran sus cómodas cuarentenas por las redes sociales, los pobres sufren el agravamiento del contagio y la falta de ingresos mínimos para alimentarse.
La nueva grieta político-mediática entre “sanitaristas” y “anticuarentenas” no puede tapar que los efectos económicos del parate comercial y productivo los está pagando la clase trabajadora y el pueblo pobre. Los anticuarentenas expresan una campaña de un sector capitalista que presiona por mandarnos a los trabajadores al muere abriendo indiscriminadamente la actividad económica para retomar sus negocios a costa del colapso del sistema sanitario, como está ocurriendo en Brasil o Chile. Pero la supuesta defensa de la “salud del pueblo” por parte del gobierno nacional y todos los voceros del peronismo-kirchnerismo se basa en obscenos subsidios a la gran burguesía, la ruina de los pequeños comerciantes, desocupación y rebaja salarial a la clase trabajadora, y mayor miseria en las villas y barrios populares. El mismo Alberto Fernández había declarado que podía “soportar” 10% más de desocupados “a cambio de salvar vidas”. Lo que evidentemente no soporta el presidente y su Frente de Todos es la idea de hacerle pagar los costos de la cuarentena a los capitalistas. Ni siquiera los fondos de inversión acreedores o el FMI están en la fila de los perjudicados.
La rebaja salarial y flexibilización laboral de hecho o el ajuste a los jubilados están muy alejados del relato con el que Alberto Fernández inició la cuarentena. Ya parece chiste de mal gusto la bravuconada del mismo Fernández cuando trató de “miserables” a los empresarios, o el decreto de “prohibición de despidos” y “sueldo íntegro” para los trabajadores licenciados por la cuarentena. El mismo Paolo Rocca de Techint, capitán de los “miserables” capitalistas, liquidó la supuesta prohibición de despidos en un par de días, echando a 1450 obreros con el aval de la UOCRA y el Ministro de Trabajo, Moroni. Lo mismo pasó con los sueldos. Las patronales dejaron de pagar o descontaron de hecho. Tras lo cual la UIA, la CGT y el mismo Moroni enterraron la farsa de la “cuarentena con sueldos íntegros”. Una clara lección para los trabajadores: el legalismo inútil con el cual nos educan los dirigentes sindicales burocráticos no corre para la burguesía, la cual sabe muy bien que los papeles no son nada y la acción lo es todo. Primero imponen sus intereses y después “legalizan” el ataque. El gobierno nos engaña con decretos mientras la realidad de la dominación de clase se impone con hechos.
La “nueva normalidad”
No estamos ante una crisis pasajera. Los políticos, empresarios, periodistas y dirigentes sindicales se llenan la boca repitiendo que se viene una “nueva normalidad”. No están hablando solo de usar tapabocas o mantener la distancia social. Están preparando el terreno para imponer como hecho consumado nuevos niveles de desocupación, miseria y hambre. Al sistema capitalista “le sobra” cada vez más población. Las ganancias ya no son las esperadas por los grandes monopolios capitalistas, que dejan de invertir. Esa es la base fundamental de la crisis económica mundial donde centenas de miles o millones de empresas, llamadas “zombies” se mantienen vivas solo por el subsidio estatal. El sistema capitalista solo ofrece hambre, guerras y destrucción del planeta. No hay forma de reformarlo, de hacerlo “más humano”. Solo la revolución socialista internacional, es decir, la conquista de gobiernos obreros en todo el mundo puede evitar la barbarie que se hace cada vez más palpable.
Pero esta “nueva normalidad” de hambre y guerra no será aceptada mansamente por los trabajadores y el pueblo. En nuestro país se empieza a desarrollar la respuesta obrera y popular, aunque no esté todavía a la altura del ataque patronal. La rebaja salarial está pasando sin grandes conflictos por ahora, pero los despidos, el no pago del salario y los cierres de fábricas generan resistencia de la clase trabajadora, a pesar del control de la burocracia sindical. Las protestas y movilizaciones de sectores de la juventud más precarizada como los repartidores o trabajadores de call-centers son un síntoma de que se empieza a mover el avispero en un sector de los más explotados. Los obreros del frigorífico Penta siguen luchando contra el patrón kirchnerista, Ricardo Bruzzese, que cuenta con la policía bonarerense y las patotas mercenarias para reprimir. Los trabajadores y trabajadoras de la Nirva siguen el ejemplo de los obreros de BedTime y ocupan la fábrica tras meses de ataque patronal y complicidad del sindicato Pastelero. En varias provincias también hay conflictos por recortes de sueldos o por la reapertura de paritarias: en Córdoba, trabajadores del Estado y de Luz y Fuerza realizaron una movilización muy grande, lo mismo que la movilización masiva de choferes de colectivos en Rosario; en Tucumán que viene de un proceso de movilización de autoconvocados docentes a principios de año, lentamente vuelve a calentarse el ambiente. Sin dejar de mencionar la crisis política y económica que hay en la provincia de Chubut, cuyo gobernador, Arcioni del PJ, viene hace meses sin pagarle a los docentes y estatales. Además en las últimas semanas se sumaron al reclamo por salarios caídos y despidos, trabajadores de la textil Sedamil y de la industria pesquera, Fyrsa, movilizándose en las calles de Trelew.
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La organización en los lugares de trabajo no alcanza. La situación exige extenderla a los barrios populares para enfrentar el contagio del covid-19, la miseria creciente y la represión policial. Las ollas populares reflejan un noble sentido de solidaridad proletaria en los barrios. Sin embargo, es necesario superar el estadio de contención y donaciones de los propios trabajadores y comerciantes del barrio. Hay que organizarse para reclamar al Estado (nacional, provincial y municipal) la entrega de alimentos y artículos de limpieza, garantizando el reparto por los propios vecinos organizados de forma independiente, para evitar el clientelismo y la especulación de los punteros, así como el pago de una renta básica universal que cubra la canasta familiar, hoy cerca de los $70.000.
El gobierno se pavonea de su “firmeza” para decretar la cuarentena frente a la presión de la oposición macrista-“bolsonarista”. Sin embargo, es su propia defensa de los intereses capitalistas (ganancias y propiedad privada) la que impide que la mayoría trabajadora de la población pueda soportar los costos de la crisis económica agravados por la cuarentena. Sobre esa base gana terreno social el “anti-cuarentenismo” de los oportunistas liberales y nacionalistas.
Pero la situación no es mejor, en las provincias en las que, por el nivel muy bajo o nulo de contagios, la cuarentena fue suplantada por el “distanciamiento social”. Allí se empieza a ver crudamente, la gravedad de la situación social y la profundidad del pozo en el que nos quieren meter las patronales y los gobiernos. Para los trabajadores del Estado, nada de discusión salarial, las paritarias están “cerradas”. ¿Y el aguinaldo? Con suerte se pagará en cuotas. Ni bien el Estado empiece a retirar los subsidios a las patronales para pagar sueldos (ATP) y se empiecen a descongelar las tarifas, unas cuantas empresas, y no solo Pymes, corren riesgo de cerrar. Con el aumento inevitable del consumo más allá de lo elemental que imponía la cuarentena, los precios recuperarán la curva alcista, que promete ser tan “exponencial” como la del virus. En los barrios a medida que se retire el IFE y las ollas populares languidezcan, el hambre se agravará.
Este es el triste panorama que tenemos que enfrentar. Y no podemos esperar que nadie nos salve. Tenemos que organizarnos para luchar compañeros. Pero en la misma medida que hagamos frente a los padecimientos inmediatos se nos planteará la cuestión de cómo resolvemos esta situación de raíz. Porque cuando las crisis son tan profundas como esta, no hay lugar para términos medios. O nosotros derrocamos al gobierno patronal que pretende hundirnos más en la miseria, o la clase capitalista con su gobierno y su aparato represivo nos aplastarán.
Sólo un gobierno de los trabajadores, que no le tiemble el pulso para expropiar a los capitalistas, puede planificar la economía para dar respuesta a las necesidades vitales del pueblo trabajador incluyendo en primer lugar las que se desprenden de la emergencia sanitaria. Si los capitalistas no son capaces siquiera de pagar los sueldos cuando una situación de emergencia como esta se impone ante la sociedad, lo que hay que hacer es liquidar a la burguesía para salvar al pueblo. Los trabajadores, organizados como clase gobernante, sabremos planificar tanto la producción y distribución como la estrategia contra el covid-19.