El dios Mercado capitalista
El relato libertario dice que hay que eliminar el Estado, que es lo que representa todo lo malo, y dejar que actúe el Mercado que todo lo puede y con su “mano invisible” todo lo ordena. ¿Qué significa dejar actuar al mercado? Que el Estado no intervenga “regulando” la actividad económica. Que no proteja a los sectores económicos -sobre todo industriales- que no son competitivos, cuya productividad es menor a la de otros países más desarrollados. Para esto Milei-Caputo-Sturzenegger vienen liquidando todos los subsidios que beneficiaban a la patronal local, dejando que aumenten las tarifas de los servicios y el transporte, que eran uno de los subsidios importantes a las patronales. La otra forma de proteccionismo era el dólar alto y las restricciones y/o aranceles a las importaciones.
Con el argumento de la libertad de competencia y el gobierno abrió las importaciones a todo tipo de artículos que también se producen en el país, y como el tipo de cambio está bajo, ingresan a menor precio. Esto ayuda a mantener baja la inflación, pero está haciendo estragos en las empresas muchas de las cuales están cerrando o despidiendo trabajadores.
Con esta política, igual que en el gobierno de Menem, el capital más fuerte de países imperialistas se impone sobre el más débil de un país semicolonial como el nuestro. La lógica capitalista del “plan” de Milei es que Argentina encaje en la división internacional del trabajo impuesta en el mercado mundial por el capital imperialista, y solo produzca en los sectores que tiene productividad o ventaja comparativa con la producción internacional. Por eso con el RIGI trataron de atraer inversiones extranjeras para la explotación minera (Litio, cobre, uranio, oro, tierras raras) y para la energía, al tiempo que tratan de mantener (con una leve rebaja de aranceles) la producción agropecuaria -sobre todo la soja cuya exportación es la que más ingreso de divisas consigue- y la energía con la exportación de gas y petróleo de Vaca Muerta. Junto con esto solo subsistirían aquellas industrias “competitivas” vinculadas a estos sectores
En relación a la clase trabajadora, eliminar la regulación estatal significa dejar que se imponga la fuerza del capital sobre las leyes y convenios laborales que representaban conquistas obreras obtenidas gracias a determinada relación de fuerza establecida mediante la lucha. Es decir, dejarles las manos libres a las patronales para aumentar la explotación sobre los trabajadores. Es el sueño húmedo de todas las patronales.
Que el Estado no se haga cargo de la “justicia social” significa reducir todo lo que puedan la ayuda social, la salud y la educación públicas.
Pero en el gobierno “libertario” el Estado sigue presente como una herramienta fundamental de dominación de clase. Basta ver la acción del aparato represivo contra las manifestaciones y huelgas.
El Estado también les sirve para “aceitar” -coimas de por medio- los negocios de los capitalistas amigos, incluyendo los grupos financieros, los contratistas del Estado, los desarrolladores inmobiliarios, etc.
Esta masacre social en beneficio de los grandes capitalistas, que baja los salarios, aumenta la desocupación y la pobreza real, que hunde a la población trabajadora en la decadencia, es sostenida con todo tipo de argumentos falsos. Creer en la ideología libertaria es como creerle al pastor del Chaco que tenía pesos y se transformaron en dólares en la caja de seguridad.
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El dios Estado burgués
El relato del kirchnerismo parecería ser opuesto al de los libertarios, pero solo como son opuestas las dos caras de la misma moneda capitalista. Aunque Milei diga que los K son “socialistas”, CFK -por si hiciera falta la aclaración- dijo de sí misma que era burguesa y que reivindica al capitalismo como único sistema eficiente. CFK se ufanaba de que bajo su gobierno los empresarios la “levantaban con pala” y que era “pagadora serial” de la deuda externa.
El Estado del que hablan los K es un Estado burgués. Es el órgano de dominación de la clase que nos explota. Por eso al gobierno K -que tuvo un amplio control del Estado- le sirvió para favorecer a determinados sectores burgueses e imperialistas y para canalizar la corrupción en grandes proporciones. En el primer gobierno de los K, la economía se recuperó de la crisis por la enorme devaluación de Duhalde (300%) que, al bajar todos los costos internos, en particular el salario que cayó un 50%, aumentó la perspectiva de los empresarios de acumular grandes ganancias por medio de la reactivación productiva. Esa recuperación duró mientras la situación de la economía mundial era favorable, hasta la crisis de 2008/9. Luego un rebote, el estancamiento a partir de 2011 y la declinación. Ya el último gobierno, que por más que CFK quiera echarle la culpa a Alberto Fernández, estuvo siempre determinado por el kirchnerismo, venía recortando salarios, ayuda social, salud y educación.
Los K que hablan del Estado “presente”, cerraron su trayectoria de tres mandatos (12 años) en el poder (solo con una interrupción de 4 años por el gobierno de Macri) con más de un 30% de pobreza, y cosechando un gran rechazo social entre los trabajadores y pobres por la gran cantidad de “militantes” que vivían del Estado. En otras palabras, el Estado estaba presente para una parte del aparato político e insuficientemente presente para atender las necesidades sociales.
Por otra parte, aunque los K se apoyaron en la burocracia sindical como instrumento privilegiado de control sobre la clase obrera, eso no impidió que utilizaran la acción violenta del aparato represivo cuando lo necesitaron.
Pero el desastre social provocado por el gobierno de Milei hace resurgir -en un sector del pueblo- expectativas en la vuelta de CFK al poder. Si ello ocurriera en 2027, con otro gobierno K se terminaría la ilusión de alcanzar un “estado de bienestar”. Ya en sus mismas declaraciones CFK advirtió que algunos ajustes eran necesarios: criticó a los médicos que tardan mucho en atender, a los docentes que faltan mucho o hacen paros, a los empleados públicos en general los trató de “privilegiados”. Apoyó la necesidad de una reforma laboral y ahora dice que hay que discutir cómo hacer para pagar la deuda externa. Tal vez se salven los discapacitados. En lugar del ajuste cruel de Milei, tendríamos un ajuste “humano” del peronismo.
La idea de un nuevo ciclo kirchnerista, está asociada a la posibilidad de empalmar con el gran crecimiento de China de los últimos 15 años. Inclusive hay peronistas ortodoxos que asocian la “tercera posición” al capitalismo de estado chino.
Allí lo determinante sería el dios Estado. Algunos “progresistas” inclusive critican a CFK por no haber hecho lo suficiente para que el Estado controlara firmemente al mercado, como hace el gobierno chino. Y hay quienes como Ofelia Fernández -puntera de Grabois-, viajan a China a tomar cursos con el PCCh.
Según esta idea, el Estado puede dominar al gran capital -incluyendo al imperialista- y obligarlo a actuar a favor de los intereses del pueblo.
Esa idea no es nueva. En algunos países semicoloniales hubo durante un período gobiernos que, apoyándose en el movimiento de masas, sea en el proletariado o en el campesinado, intentaron hacer presión contra el imperialismo para repartir las ganancias provenientes de la explotación de los trabajadores, en una porción mayor hacia la industria nacional. De allí se favorecían también en menor medida los trabajadores. Así fue el gobierno de Cárdenas en México, Nasser en Egipto y Perón en Argentina entre otros. Trotsky llamó a estos regímenes “bonapartistas sui géneris” (*).
Salvo el gobierno de Cárdenas que es una expresión burguesa amortiguada de la revolución democrática campesina mexicana de 1910, los demás gobiernos son la consecuencia de la debilidad internacional del imperialismo europeo de post guerra. Es decir, estos gobiernos solo se pudieron mantener en una situación en la que la competencia imperialista creaba un margen de maniobra para actuar de manera parcialmente independiente entre ambos. Esas fueron las condiciones en las que Perón gobernó en el período en que Inglaterra -después del desgaste de la segunda guerra mundial- se replegaba, hasta que se impuso EEUU como nuevo amo imperialista.
Los “progresistas” con tintes nacionalistas, que hablan de la patria y la soberanía nacional, quieren repetir la historia sin entender cuáles fueron las condiciones materiales que permitieron la existencia del primer peronismo de Perón. Se olvidan que el mismo Perón antes de que fuera expulsado del poder por el golpe de estado proyanqui, ya había firmado los contratos “leoninos” con la Standard Oil de Rockefeller y había recibido con honores a Milton Eisenhower hermano del presidente norteamericano. Y que, en 1973, durante su tercer mandato, fue un gobierno de derecha reaccionario.
Ahora creen que la existencia de los BRICS, y sobre todo de China, le puede permitir a un gobierno peronista una asociación “virtuosa”, como si la burguesía china fuera un “capitalismo humano”, el unicornio azul soñado por estos progres intelectuales de clase media, que persiguen ilusiones más sofisticadas que los pobres de los barrios que creen en los groseros milagros de los pastores evangélicos. La burguesía china, actúa según sus propios intereses económicos imperialistas. Y estos intereses están chocando cada vez más violentamente con los intereses de EEUU. No hay margen para la convivencia pacífica entre ambas potencias, por lo que a muy corto plazo chocarán en una nueva guerra mundial. En ese marco, el imperialismo yanki exigirá alineamiento incondicional. Milei está cumpliendo a rajatabla y el próximo embajador yanki Lamelas viene para apoyarlo y asegurar esa sumisión al imperialismo. CFK, que durante sus gobiernos no le tocó ni un pelo a los intereses imperialistas, que puso a neoliberales menemistas como candidatos en las últimas dos elecciones, y que dice que tendrían que haber hecho más ajustes, no va a romper con el imperialismo.
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Estado Obrero: la clase trabajadora en el poder y la planificación económica
La idea de un gobierno burgués que pueda someter al gran capital obligándolo a actuar al servicio del pueblo, es una ficción. Los que plantean esto olvidan que, en el caso de China, primero hubo una revolución que expropió a la burguesía y al imperialismo, y que la restauración burguesa bajo control del Estado solo se pudo hacer por haber conquistado antes la independencia nacional. Además, el rápido desarrollo de la economía china no lleva a sus trabajadores al bienestar porque justamente se hizo en base a la explotación de los bajísimos salarios. Ese desarrollo económico de China no llevará a un paulatino y pacífico multilateralismo, sino que, al disputar el mercado mundial con EEUU, conduce a corto plazo a la tercera guerra mundial.
Por otra parte, la idea de que bajo el capitalismo se puede volver a un “estado de bienestar” como en la postguerra es un engaño mayúsculo. En el marco de la economía mundial que está en un callejón sin salida, la burguesía le quita a la clase trabajadora con la mano derecha lo que concedió ayer con la izquierda.
Para terminar con la explotación, la miseria, la desocupación y todas las lacras sociales engendradas por el capitalismo, la clase trabajadora dirigida por su partido revolucionario debe conquistar el poder e instaurar su dictadura. Es la única forma que hay de derrotar al poder burgués e imperialista, expropiándolo.
Teniendo firmemente las palancas de la economía en nuestras manos, los trabajadores organizaremos y planificaremos la producción en base a las necesidades de la mayoría. Repartiendo las horas de trabajo e impulsando la industrialización, la construcción de viviendas, escuelas, hospitales habrá pleno empleo, no como ahora que algunos trabajan muchas horas y otros están desocupados. El piso salarial deberá ser el que cubra la canasta familiar completa. Con los recursos que provee la exportación agropecuaria, energética y minera en manos del Estado, e impidiendo la fuga de capitales, se podrá garantizar la salud, la educación y los servicios públicos. Con una milicia obrera en lugar de la policía corrupta, y con los bancos y financieras centralizados en manos estatales se eliminará el narcotráfico y la delincuencia. La lucha en contra de los ataques imperialistas exigirá la organización militar y técnica especializada de un ejército obrero y popular.
Pero el Estado Obrero surgido de la revolución triunfante ya es un estado de otro tipo. Será nuestro Estado, de la clase trabajadora, no de los que nos explotan. No será un aparato ajeno de una clase explotadora minoritaria que imponga sus leyes en contra de los intereses de la mayoría, si no que estará administrado por los verdaderos representantes de la clase trabajadora elegidos en las organizaciones obreras y populares, con mandato revocable y el sueldo promedio de un trabajador especializado.
El Estado Obrero será principalmente una herramienta para expropiar a la burguesía y planificar la producción en base a las necesidades sociales. Será la herramienta para defender la revolución y avanzar hacia el socialismo, pero de ninguna manera un dios ante el cual los trabajadores hayan de someterse como ocurrió durante el dominio stalinista en la URSS. Será el punto de apoyo fundamental para que el partido revolucionario internacional impulse la revolución mundial porque, así como la economía capitalista no puede existir encerrada en un solo país, el socialismo solamente es realizable en el marco de una federación internacional de estados obreros y socialistas.
A.B. 1/9/25
*) “En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros. La actual política del gobierno mexicano se ubica en la segunda alternativa; sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de las compañías petroleras”. (León Trotsky, La industria nacionalizada y la administración obrera, 12/5/1939)