Parece mentira, pero es verdad. Encuestadores políticos, no libertarios, sino afines al kirchnerismo como Raúl Timerman y otros (Poliarquía) citados por Carlos Pagni (periodista de La Nación), confirman que Milei todavía tiene un importante margen de consideración favorable entre la población, con un 57% en general y un “nucleo duro del 24,7%”. En algún caso será aceptación, en otro caso tolerancia, expectativa o simple esperanza mística. Al explicar los motivos, Timerman planteó con claridad uno de los aspectos claves de la situación: “enfrente no tiene nada” dijo, refiriendo a que no hay ninguna alternativa política que movilice la adhesión de los trabajadores en el momento actual.
En cambio, las opiniones sobre la gestión de gobierno vienen cayendo y ya la valoración negativa supera a la positiva 48 a 41 por ciento en julio.
Cuando se pregunta por los dirigentes políticos que tienen posibilidades para un futuro, Kicillof recibió un 20,5% de aprobación. Para el pueblo trabajador, volver al kirchnerismo sería como imitar al perro que se quiere morder la cola. Es decir que, por ahora -en el frío contexto de una encuesta-, se plantea nuevamente, o siguen planteadas las dos opciones polarizadas que representan las dos caras posibles del capitalismo.
El gobierno no quiere dejar esos “cables sueltos”, así que mientras tramita acuerdos electorales para las elecciones legislativas bonaerenses del año que viene, definió la instalación de la planta procesadora de GNL para exportar, en el puerto de Punta Colorada (Rio Negro), en lugar de Bahía Blanca, para joderlo a Kicillof.
¿Estamos mal, pero vamos bien?
Veamos cómo vamos yendo y hacia a dónde, con la política que está implementado Milei. Los analistas explican, y nosotros creemos que en eso tienen razón, que las expectativas en el gobierno se mantienen todavía porque bajó la inflación. Aunque el autor de la devaluación del 118% que llevó la inflación de diciembre al 25,5% y la de enero arriba del 20% fue el entrante gobierno de Milei, los que lo votaron asumieron como válida su explicación de la herencia recibida y que la devaluación -supuestamente- venía a corregir el retraso del dólar y la distorsión en los precios relativos.
Pero con la devaluación todos los precios subieron, menos el de las jubilaciones y los salarios de los trabajadores, que perdimos como en la guerra. Milei le aplicó la licuadora a nuestros salarios, que en promedio cayeron más de un 20%, y encima se ufanaba de ello, de haber hecho “el ajuste más grande de la humanidad”, pero ese ajuste no fue a “la casta” sino a los trabajadores. Lo pudo hacer gracias al apoyo explícito o implícito de todos los partidos patronales: del PRO (Macri), los radicales (Lousteau) y del peronismo federal (Pichetto y otros). Pero principalmente porque las burocracias sindicales de todos los colores hicieron la vista gorda y lo dejaron correr. Lo mismo hizo UxP (kirchnerismo) siguiendo las directivas de Massa y CFK, que argumentaban que todavía no era el momento de hacerle frente al gobierno, que había que esperar que se desgastara. Los burócratas, Massa y CFK pueden esperar porque tienen la panza llena. No viven de poner el lomo en ningún laburo, ni tienen ningún problema como tenemos los trabajadores a la hora de “parar la olla”. Pero, sobre todo, porque también son representantes de sectores patronales que tienen muchos acuerdos con la política antiobrera de Milei y les viene muy bien este ajuste en “los costos laborales” por la baja de los salarios y la reforma laboral. Los diputados y senadores de UxP son solo una “oposición de cartón”, que como mucho busca negociar u amortiguar algunas leyes desfavorables para el sector burgués que representan, y postularse como opción para las próximas elecciones.
Para bajar el déficit fiscal el gobierno cortó los fondos para las obras públicas, el aumento a los docentes universitarios, no pagó la deuda por subsidios a Cammesa (empresa estatal que le paga a las distribuidoras de energía eléctrica), la deuda jubilatoria a las provincias. Mientras que subió de 7,5% a 17,5% el “impuesto país” para aumentar la recaudación, al mismo tiempo que, con ello, reduce la cantidad de dólares que pierde las reservas del Central. Con esas medidas y el ajuste a los jubilados, el gobierno alcanzó su tan ansiada eliminación del déficit fiscal. Como consecuencia de este ajuste y la tremenda caída salarial, la actividad industrial y comercial se vino a pique, lo que significa para los trabajadores una gran cantidad de suspensiones y despidos, los que a mayo de este año, es decir, en los primeros seis meses del gobierno de Milei, ya habían superado los 300 mil entre trabajadores públicos y privados, a los que hay que agregar otros 300 mil puestos de trabajo que se perdieron de monotributistas y autónomos, según el último informe de la Subsecretaría de Seguridad Social.
Entonces, con esta brutal depresión la inflación cayó al 4,2% en mayo. Y aunque en junio subió un poco, después del vértigo inflacionario de fin de año, un 4,8% parece poco todavía. Junto con ese “logro”, el gobierno hace bandera con el superávit fiscal y financiero.
¿Puede dar un resultado favorable a los trabajadores esta política?
El superávit financiero se esfumó cuando tuvo que pagar en junio las deudas a los acreedores y una cuotita al FMI. El superávit fiscal se va achicando porque con menor actividad productiva se recauda menos plata de impuestos. En julio la recaudación impositiva cayó alrededor de un 10%. Si paga la deuda acumulada con Cammesa o baja 10 puntos el “impuesto país” -tal como prometieron Caputo y Milei a los importadores-, se complicaría mantener el equilibrio fiscal. En el Banco Central, las reservas en dólares siguen siendo cada vez más negativas. Los productores agrícolas venden la soja en cuentagotas. Están esperando una nueva devaluación, porque la inflación de 6 meses se comió la devaluación de diciembre pasado. De allí que el dólar blue se empezó a escapar y llegó a $1500, llegando la brecha con el oficial a un 50%.
El gobierno no quiere devaluar porque si no otra vez subiría la inflación y entonces seguramente perdería buena parte del apoyo que todavía tienen en un sector de la población. Para no devaluar, el gobierno podría estar vendiendo dólares que no son suyos, sino de los ahorristas que los bancos depositan como encaje en el Banco Central. Pero Milei y Caputo corren el riesgo de que los ahorristas quieran retirar esos dólares “para pagar los impuestos” (según dijo que deberían hacer, el mismo Caputo) y entonces, de apuro y a escondidas enviaron varios cargamentos de oro de las reservas del Banco Central a algún banco inglés (no se sabe el destino) como garantía para obtener un préstamo en dólares. El gobierno parece desesperado porque todo el esquema que armó se le puede caer como un castillo de naipes, y como diría mi abuela, está rascando el fondo de la olla o rompiendo el chanchito de los chicos. El 1° de agosto, Caputo anunció a los principales operadores de bolsa que ya consiguió un préstamo de 3100 millones de dólares, poniendo en garantía el oro de las reservas y bonos del Tesoro. El ministro no dio precisiones, pero dijo en esa reunión que el gobierno ya tenía garantizado los dólares para afrontar todos los compromisos externos hasta el 2026. Pero “los mercados” no le creen, el riesgo país sigue por arriba de 1500 puntos.
También ofreció garantías a los tenedores de bonos con “puts” (seguros), que pasaron de ser acreedores del Banco Central a serlo del Tesoro. Se sabe que esta movida generó “incertidumbre” acerca de si el Tesoro tendría o no los dólares para pagar al momento de los vencimientos. Esto provocó que el Banco Macro ejecutara los puts de sus bonos, lo que aparentemente fue uno de los motivos de la suba del dólar libre a $1500. Entonces, además de caracterizar esa movida como una “corrida golpista”, el gobierno asegura que depositó en un banco de New York una suma en dólares equivalente a la cantidad requerida por los vencimientos. Sin embargo “el mercado” no le cree, y fracasó la transferencia de deuda del BCRA al Tesoro: solo un 26% de los bancos aceptó el canje que ofreció el gobierno.
Milei cree que con estas bicicletas puede hacer tiempo y llegar hasta enero del 2025, jugado a que Trump gane las elecciones en EE-UU y le tire un hueso (un nuevo préstamo) que le permita abrir el cepo cambiario sin riesgo de que se le vaya el dólar a la estratósfera. Milei supone, así como antes supuso Macri, que abriendo el cepo llegarán las grandes inversiones. Pero esas inversiones alentadas por el RIGI (Régimen de incentivos para las grandes inversiones) estarían focalizadas en la minería (Litio) y en la energía (Vaca Muerta). Estas inversiones, además de llevarse “con pala” los recursos naturales a precios de remate, no van a traccionar al resto de la economía de manera significativa, por lo que el actual congelamiento se transformará en frío cadavérico para una parte del aparato productivo y cientos de miles de trabajadores serán despedidos, sumándose a los que ya están buscando un mango para sobrevivir. Para los demás, el gobierno pretende que laburemos como esclavos hasta los 75 años, dejando sangre sudor y lágrimas para pagar las deudas que fueron amontonando CFK, Macri, AF-Massa y ahora Milei. Y todo eso es si a Milei le va bien, si Trump gana las elecciones de noviembre en EE-UU, y si le da el préstamo a cambio ya se sabe de qué.
El problema sería si una cosa o la otra no ocurriera. Lo cual provocaría un estallido económico de consecuencias imprevisibles. El gobierno en el plano económico camina sobre una cuerda floja y sin red. La situación de la economía mundial que se agrava, como se reflejó en el “lunes negro” de las bolsas mundiales, y el riesgo cierto de que EE-UU pueda caer en recesión, inevitablemente golpeará sobre la Argentina.
No hay nada bueno que esperar de este gobierno ni de ninguna otra variante capitalista
La prometida “recuperación en V” fue un Verso.
Las expectativas que todavía hay en un sector de los votantes de Milei no son un cheque en blanco y además tienen fecha de vencimiento de corto plazo. El tiempo que tiene Milei es el que duren las expectativas en su gobierno, y el tiempo que el cuerpo de las familias trabajadoras “aguante”.
A poco de asumir Milei dijimos (en LCO 72 de diciembre de 2023) que el gobierno podría terminar con la hiper-inflación como hizo Menem a cambio de una hiperdesocupación. Y también que para los empresarios había dólares y que para los trabajadores solo habría más hambre y desocupación. Ahora hasta parece dificil que los dólares alcancen para todos los empresarios y acreedores. Y Sturzenegger -a quien Milei llama “el coloso”- pretende llevar la jornada laboral a 12hs y habilitar el pago de parte del salario con tickets canasta.
A los trabajadores que todavía tengan alguna expectativa en este gobierno les decimos que, es muy claro para el que lo quiera ver, que el “modelo” de Milei es para los grandes empresarios y el imperialismo. A lo sumo puede contener a un sector de trabajadores y de la clase media. Pero además del 50% de pobres y otro tanto de trabajadores cuentapropistas, hay una franja más amplia que está destinada al despido. Es la misma política que bajo el gobierno de Menem, pero todo más rápido. Sí, Menem terminó con la hiperinflación de Alfonsín. Pero la desocupación y la miseria creciente que se fue acumulando durante el gobierno de Menem terminaron reventando en el gobierno de De La Rúa, en diciembre de 2001. Y en este gobierno de Milei todo puede ser más rápido y peor.
¿Eso quiere decir que la única opción que nos queda es el kirchnerismo o una variante similar encabezada por Kicillof? Ya hemos visto que el kirchnerismo funcionó porque asumió el poder despues de la crisis del 2001, con la devaluación del 400% de Duhalde y el viento de cola de la situación internacional. Aquella “recuperación en V” duró desde 2003 hasta la crisis de 2009. Luego el barrilete K empezó a colear hasta 2011 cuando la economía se estancó y empezó a declinar en medio de subsidios a las patronales que “se la llevaban en pala” y salarios declinantes para los trabajadores. La emisión monetaria para mantener los subsidios a la industria, crearon una deuda interna que se transformó en una bola de nieve. Macri a su vez se siguió endeudando con el FMI. Ahora todos nos dicen que los trabajadores debemos acostumbrarnos a ser pobres, mucho más que antes.
Ni políticos patronales, ni burócratas sindicales: solo podemos confiar en nuestra organización y lucha como clase trabajadora
Hace unos días, la CGT anunció que no participará de la mesa de negociaciones “tripartitas” con los empresarios y el gobierno. Los viejos burócratas son zorros. Olfatean que va creciendo el descontento y que los trabajadores ya no se tragan tan facil las mentiras del gobierno. Los grandes empresarios (AEA) pretendían que en esas reuniones la CGT aceptara dejar caer la apelación judicial a la suprema corte por el capítulo laboral del DNU 70, que en los hechos significa -entre otras cuestiones graves- la liquidación del derecho de huelga para un sector importante de trabajadores. No sabemos si la burocracia estará o no dispuesta a pagar ese precio para salvar sus prebendas. Lo que sí sabemos, es que pensar que un paro general cada tanto nos puede salvar es una ilusión.
Por otra parte, los que pusieron algún tipo de expectativas en el Parlamento deberían preguntarse por qué, después del rechazo al DNU en el senado, los diputados -incluyendo a los kirchneristas de UxP- lo dejan correr.
A los trabajadores, estudiantes, al pueblo pobre, les queremos decir que por más dificil que sea no hay otro camino que organizarse independientemente de los dirigentes políticos y sindicales propatronales. Organizarnos para luchar, por nuestras necesidades inmediatas y para abrir una nueva perspectiva que no se base en confiar en representantes de la clase explotadora ni en sus secuaces sindicales, que sea de nuestra clase, en un Partido de Trabajadores y en agrupaciones clasistas. Solo así podremos conquistar un gobierno de trabajadores y organizar la economía según nuestros intereses y necesidades y no en función de las ganancias de los capitalistas.
Pablo D Varela, 6/8/24