Dos sectores de la burguesía fueron protagonistas de las pasadas elecciones en Venezuela. Por un lado, Maduro, el principal representante de la burguesía chavista, que se sostiene gracias al control que ejercen sobre el aparato estatal, y su rival, liderados por María Corina Machado, representante de la burguesía tradicional venezolana y con relaciones con sectores del partido republicano estadounidense.
Maduro, se presentó en estas elecciones en su mejor momento en mucho tiempo, en el ámbito internacional sin la presión, al menos abierta, de los gobiernos de EEUU y la UE, de organismos como la OEA y el desaparecido grupo de Lima y con apoyo de gobiernos como el de México y Rusia entre otros. Un aligeramiento de las sanciones norteamericanas combinadas con un aumento de las operaciones de Chevrón en Venezuela, que la convierten en una de las empresas extranjera de mayor importancia en el país, exportando el 20% del petróleo venezolano y siendo el protagonista del proyecto de explotación en la zona en discusión del Esequibo. A este panorama se ha sumado un aumento del intercambio económico con Colombia, con la apertura de la frontera, una desaceleración de la inflación, para finalmente experimentar un crecimiento del PIB durante los últimos 3 años. Todo este cuadro ha sido aplaudido por la burguesía nacional que hoy goza de beneficios como créditos y exoneración de impuestos, pero es contrastante con la situación de la mayoría de la población que ha pagado la crisis con los salarios más bajos de América, la desaparición de los derechos laborales y destrucción del sistema de educación y salud público.
Por el lado de la oposición, el candidato fue improvisado ante las dificultades puesta por el CNE a la candidatura de María Corina Machado; trabas como desconocimiento de partidos, sanciones a candidatos, aceleración o retrasos en procesos administrativos, les hizo el camino electoral cuesta arriba, además de las fisuras internas de una oposición cuya burguesía juega un rato contra Maduro y otro rato a hacer negocios con él.
La campaña electoral la calificamos de vacía en contenido, sin propuestas políticas ni económicas de ninguna de las partes, la oposición se limitaba a decir que iba a salir de Maduro sin mostrar su plan económico, que contiene elementos que han sido anteriormente rechazados por la población como la privatización de PDVSA. De parte del PSUV la campaña se limitaba al recuerdo de la figura de Chávez y la exaltación de la imagen de Maduro por encima del rival; las concentraciones fueron escasas de ambas partes en comparación con lo que estábamos acostumbrados.
La jornada electoral se presentó con dinámica normal de participación y el CNE finalmente luego de la media noche anunció a Maduro como presidente y estableció el día siguiente para la realización de la proclamación, todo esto sin presentar los resultados electorales definitivos que avalan la decisión. El cuestionamiento a los resultados comenzó a correr al no presentarse los detalles de la elección; el sector opositor comenzó a mostrar sus resultados y se declaró ganador; el gobierno denunció un sabotaje y hasta un hackeo del sistema electoral, hasta este momento las cifras del CNE no se han presentado.
Al día siguiente del anuncio del resultado y durante la proclamación de Maduro se registran protestas en diversos puntos del país, siendo las más significativas las ocurridas en Caracas y desde el sector popular de Petare. Las manifestaciones las caracterizamos de espontáneas, no hay evidencia de convocatoria y la oposición no se las adjudicó ni encabezó, estas protestas han tenido un carácter diferente a las que habíamos visto normalmente en estas confrontaciones.
Las protestas salieron de barrios populares que eran bastión del chavismo y con poca presencia opositora, estaban nutridas por trabajadores y juventud precarizada. Es quizás la primera manifestación de enfrentamiento directo entre el chavismo y los sectores que ellos consideran el asidero de su base social. Las movilizaciones fueron hasta Miraflores y al CNE y la consigna “fuera Maduro” y “no al fraude” evidencian el carácter político de las mismas. La oposición en vocería de María Corina Machado pasó rápidamente a desligarse de los manifestantes, no se colocó a la cabeza de estos y convocó para el siguiente día concentraciones en sectores de clase media dejando a estos manifestantes vulnerables al accionar del gobierno. La represión no se hizo esperar y la madrugada fue de allanamientos y detenciones en barrios populares. Los siguientes días han sido de desmovilización de las protestas de calle, el debate se ha centrado en la presentación de pruebas sobre el fraude denunciado por la oposición, mientras el gobierno se respalda con el reconocimiento de las instituciones del Estado sin presentación de los datos electorales.
El gobierno no tiene planteado de ninguna manera ceder el poder. Su existencia hasta física depende del control del Estado y defiende su supuesta victoria sacrificando la credibilidad del CNE. El reconocimiento de Maduro es una cuestión de correlación de fuerzas, más allá de si los resultados electorales son correctos o no. En un gobierno controlado de arriba abajo por el PSUV no existe institución u organismos nacionales que pueda cuestionar la elección. Las mismas fuerzas armadas se han mostrado herméticas y alineadas con el gobierno en este asunto. Fuera del país no hay organismo que presione para tener otro desenlace ni siquiera la OEA pudo aprobar una condena. El gobierno de los EEUU finalmente emitió una declaración que reconoce a la oposición como ganadora, pero su accionar dista mucho de la otrora presión que ejercía Donald Trump. China y Rusia se muestran como aliados, mientras la Unión Europea (UE) hace débiles pronunciamientos y pareciera que quisiera pasar la página. Solo una presión popular en las calles puede resquebrajar el orden interno del PSUV y plantearse un escenario de confrontación que precipite una caída del gobierno. Sin embargo, cuando las masas decididamente comenzaron a presentarse en la calle María Corina les dio la espalda, acción esperada por su temor de ser sobrepasada por las movilizaciones y que se conviertan el descontento en una verdadera revolución.
En escritos anteriores hemos explicado como el gobierno bonapartista de Maduro perdió su carácter suigéneris dejando de sostenerse en su base social, que se ha erosionado con el paso de los años, como consecuencia del paquete económico que ha descargado sobre la clase trabajadora, y ha pasado a sostenerse sobre el control de las instituciones del Estado, sus funcionarios públicos, los organismos de seguridad y los miembros del PSUV a los cuales sumamos sus bandas armadas de choque, dibujando su actual carácter de gobierno bonapartista reaccionario. Es estéril pedir al chavismo que rectifique su posición y que revele y respete resultados electorales -como lo hicieron con la elección de la asamblea constituyente o el referéndum sobre el Esequibo- que al fin y al cabo son un derecho democrático. Ellos tienen muy claro su plan y su método de permanencia en el poder. Exigir respeto de derechos democráticos corre por desalojarlos del gobierno e instaurar un gobierno de los trabajadores porque entre burgueses se tapan y perdonan sus faltas. Tampoco es en manos del sector de María Corina donde está la salida a nuestra situación, que hoy recurre a las masas porque necesita los votos para llegar a la presidencia, pero ante el primer asomo de poder popular asumen el papel de represor.
Los hechos posteriores a la elección presidencial han dejado de manifiesto la debilidad del gobierno. Ya hoy no cuentan con la base social sólida y militante que sostuvo a Chávez y les permitía ganar elecciones. El gobierno solo se plantea garantizarse la gobernabilidad y el control del país únicamente a base de represión y chantaje, pero esta fórmula no es inagotable y ya las masas oprimidas venezolanas dieron muestra en la calle de cansancio y hartazgo de la situación de precariedad y abuso a las que están sometidas. Si en Venezuela no se ha avanzado más es por la falta de organización y dirección revolucionaria; el gobierno se ha encargado de destruir o cooptar toda forma de organización popular en los centros de trabajo, en las comunidades, en espacios culturales y actualmente hasta en los espacios religiosos, la presencia de organizaciones de izquierda con un programa revolucionario es mínima, muchas se fueron detrás del gobierno o de la oposición y otros hemos sido disminuidos por el accionar político del chavismo contra cualquier forma de organización obrera y popular.
Este episodio es una victoria para el gobierno, pero una victoria pírrica, que está dejando ver sus fisuras y su limitada composición. Se abre acá una oportunidad para la construcción de una alternativa marxista revolucionaria diferente a las salidas que nos presentan los partidos burgueses. Es la tarea revolucionaria construir organización en cada sector posible, comunal, fabril etc. Dotar a la clase trabajadora de propuestas y métodos marxistas de lucha para organizar la futura ofensiva en el marco de la difícil situación de represión, control y vigilancia del chavismo sobre la población.
*Por un gobierno lo trabajadores en Venezuela.
*Construyamos espacios de organización y discusión por la defensa de nuestros derechos en cada barrio, centro de trabajo o estudio en el país.
*Que sean públicos los resultados electorales.
*Que el salario del venezolano sea igual a la canasta básica.
*Que se respeten las primas de profesionalización y beneficios de las contrataciones colectivas.
*Que se respeten las normas de higiene y seguridad en el trabajo.
*Presupuesto para las universidades y hospitales.
*Elecciones en los centros de estudios universitarios.
*Por la discusión de las contrataciones colectivas.
*Por el derecho a huelga.
CSR- El Topo Obrero (Venezuela), 2/8/24