Pasadas las elecciones, con el contundente triunfo de Milei consumado, la palabra más pronunciada en esta coyuntura es la «transición». Una parte de la población; que votó a Massa o no votó, siente miedo e incertidumbre por la asunción del nuevo gobierno. Otra parte, mayoritaria por ahora, siente algún tipo de esperanza o alivio, aunque no sin cierta incertidumbre también. La «transición» es el corto período en que todo se va reacomodando. El tan cacareado salto de la «democracia al fascismo» terminó siendo una transición institucional entre camarillas políticas que defienden el mismo régimen de dominación. Mientras Milei juega con Dylan en la quinta de Olivos, Massa «escucha ofertas» del capital financiero yanqui para conchabarse como lobbista y Cristina Kirchner recibe cordialmente a Victoria Villarroel en su despacho del Senado.
Milei se abraza a la casta para atacar al pueblo trabajador
En ese deporte de reacomodarse, los capitalistas, jueces, políticos, dirigentes sindicales, policías, y otras especies del régimen político, tienen la habilidad y velocidad de Messi en sus mejores tiempos. Milei, que venía a «correr a la casta» ya está repartiendo cargos a diestra y siniestra dejando en banda a quienes lo bancaban en su ya lejana (un mes atrás) «juventud». Milei, el trumpista de ayer, ahora paga 25.000 dólares para charlar unos minutos con Bill Clinton. Al Papa Bergoglio ya le retiró el título de «representante del maligno en la tierra» y hace migas con los «comunistas» Lula y Xi Jinping. Los votantes de Milei que lo veían como lo nuevo frente al macrismo y el peronismo, ahora se tienen que fumar el pragmatismo que en busca de la gobernabilidad incorpora en puestos centrales a elementos del macrismo. Y en esta estafa electoral nada pueden objetar el peronismo-kirchnerismo ya que Massa, en caso de ganar, tenía acordado darle el ministerio de economía a Melconián y la jefatura de gabinete a Larreta. Esa es la primera conclusión importante que los trabajadores debemos sacar de este circo llamado «elecciones democráticas»: el gobierno lo eligieron los empresarios, extranjeros y nacionales, mucho antes de que el pueblo llene las urnas con su «voluntad». Quieren “gobernabilidad” para poder aplicar el plan y hacer frente a las luchas de la clase trabajadora y sectores de la clase media que también se verán afectados. Si en un principio parecía que Milei y Macri llegaban a un acuerdo de co-gobierno, luego parece haberse roto la negociación en bloque y Milei incorpora a su gobierno a Luis Caputo, Patricia Bullrich y Petri, pero puenteando a Macri. Por otro lado, los gobernandores de Juntos por el Cambio boicotearon ese acuerdo Milei-Macri. Es que prefieren negociar directamente con el nuevo gobierno, «ley por ley».
Pero que todo se vaya acomodando no es solo un problema de que los políticos, periodistas, jueces, etc., «la casta», son unos barriletes. Lo son, de eso no hay duda. Sin embargo, hay una razón más de fondo. Todos están de acuerdo en que hay que atacar al pueblo trabajador imponiéndole un ajuste brutal. Es el mandato del capital, el que ordena al régimen político. Es la necesidad de los banqueros y empresarios la que «pone los patitos en fila». Probablemente la novedad es que nunca antes la clase dominante había debatido tan abierta y públicamente cómo rompernos la cabeza a los trabajadores. Sin embargo, la gira de Milei y Caputo por EEUU no resultó en compromisos de financiamiento por parte del FMI o los mega-fondos como Black Rock. El capital, de conjunto, celebra al nuevo gobierno abiertamente pro-imperialista pero antes de abrir la billetera exigen la aplicación del ajuste. Es probable que Milei haya aprendido en Nueva York su nueva frase favorita: «No hay plata».
Ajuste brutal y promesas lejanas de mejor vida
Por eso está claro que el de Milei será un gobierno de ofensiva abierta contra la clase trabajadora y el pueblo. Nos están diciendo en la cara que nos van a rebajar aún más las condiciones de vida, que nos van a hundir aún más en la miseria, la precariedad laboral, la desocupación. De hecho, Milei ya abrió el paraguas avisando que vamos a una «estanflación», es decir, a una situación de estancamiento con inflación. Pero eso es lo que ya estamos viviendo desde el 2011 aproximadamente. En realidad, lo que viene es una caída de la actividad económica, una recesión, con una aceleración inflacionaria mayor aún. En criollo eso significa despidos masivos y salarios aún más miserables que los actuales. Lo que ellos llaman «sincerar los precios relativos» es hundir al pueblo trabajador en nuevos niveles de miseria. Y después -nadie sabe en qué profundidad del pozo- prometen «estabilizar», es decir, cristalizar esa nueva «distribución del ingreso».
Y, así y todo, no se ponen colorados exigiendo nuestra colaboración. Pero claro, todo sería con la promesa de que, en dos años, con mucha suerte, vamos a «salir del pozo». ¡¡CARADURAS!! ¿Cuántas veces nos van a venir con ese cuento? ¿Cuántas veces nos vamos a comer ese chamuyo? ¿Cuántos años van ya que los gobiernos se suceden unos a otros quejándose de la «herencia recibida» y se van dejando al pueblo cada vez más hundido en la miseria? Y ahora resulta que el problema de la Argentina es que los trabajadores no entregamos suficientes “derechos”, que todavía debemos seguir apretándonos el cinturón con la promesa lejana de alguna «tierra prometida».
La campaña pública contra cualquier tipo de combate al ajuste ya comenzó. Los periodistas del macrismo, que antes se desgañitaban las gargantas por la inflación y las subidas del dólar, ahora hablan de una «inflación sana» y una «devaluación necesaria». Los del otro bando, peronistas y progresistas, que exigían votar a Massa contra el fascista Milei, ahora ponen cara de tiernos y desean que «le vaya bien». Estan preparando el terreno para la resignación o la represión. La resignación para que el pueblo trabajador acepte mansamente decenas de miles de despidos, un tarifazo en los servicios públicos y el transporte, una megadevaluación del peso que lleve la inflación al borde de la hiper, un nuevo endeudamiento en beneficio de los bancos, que nos hipoteque aún más ante el FMI y los grandes fondos financieros imperialistas. La represión en caso de que no aceptemos este plan de miseria al cuadrado.
Frente único para defendernos del ataque
Pero debemos rechazar tanto la resignación como la represión. Es fundamental la unidad de los trabajadores para combatir este ataque. Milei ganó las elecciones, pero es mentira que los 14 millones lo votaron porque quieran ajuste sobre sus ya degradadas condiciones de vida. La mayoría le creyó eso de que el ajuste «lo iba a pagar la política». Lejos del discurso peronista-progresista que quiere ver sufrir a los que «votan mal» (algunos ya están al borde de pedir el voto calificado) y desprecia al pueblo porque no votó a su candidato Massa, como si fuera una muestra de conciencia de clase apoyar al gobierno que te está ajustando; lo que debemos impulsar es la unidad obrera y popular, el Frente único Obrero.
Desde el PCO fuimos muy claros: no apoyamos a ninguno de los candidatos del capital, votamos en blanco. Pero las elecciones ya pasaron, viene lo que ya sabíamos que venía, con Milei o con Massa: el ajuste contra el pueblo a cuenta de la ganancia capitalista. Eso se enfrenta con la unidad, masividad y organización propia del movimiento obrero y popular. Unidad para luchar y organización de la autodefensa frente a la represión.
Turco Morales 6/12/23