En pocas semanas se produjeron dos golpes de Estado, primero en Níger y luego en Gabón. Sin que pasara mucho tiempo, se dio una situación similar en la República del Congo, en donde el gobierno tuvo que salir rápidamente a desmentir los hechos. Desde 2020, en 7 ex colonias francesas hubo golpes de Estado. Los dos recientes, se suman, a los ocurridos anteriormente en Guinea, Burkina Faso, Mali, Chad y Sudán. El continente africano se encuentra en una situación políticamente muy inestable, que no se circunscribe al Sahel -una franja de 6.000 kilómetros que atraviesa el norte del continente (desde el Atlántico al mar Rojo)- sino que se está extendiendo a otras regiones de África.
Al mismo tiempo, gobernantes que están en la picota de algunas cuasi-dictaduras pro-imperialistas de la región, tuvieron que tomar precauciones. En Camerún, país limítrofe de Gabón, Paul Biya -que con 90 años permanece en el cargo desde hace 40- anunció una rápida reorganización de la cúpula militar. Lo mismo hizo Ruanda, que es gobernada por Paul Kagame desde el 2000.
Todos los países que son ex colonias francesas, a pesar de haber logrado en las décadas de los 60 y 70 la independencia formal, seguían teniendo gobiernos títeres, puestos a dedo por París. Tanto es así que a esta región se la llamaba “Francáfrica”, un seudónimo despectivo, típico de la arrogancia imperialista, con el que denominaba a su zona de influencia directa.
Los golpes de estado son el reflejo de un rechazo creciente a la dominación imperialista francesa sobre estos países que se ha mantenido de diferente manera a lo largo de estos años de independencia formal. No solo a través del saqueo de recursos naturales, sino por ejemplo a través de una moneda común, el franco CFA, una divisa surgida de la colonización y sobre la cual Francia mantiene un control casi total de la economía de esos países, a través del depósito de reservas de divisas en el Banco de Francia, que, por otra parte, imprime los billetes de francos CFA.
La influencia imperialista francesa también actúa a través de instituciones como la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental), la que amenazó con intervenir militarmente contra los sublevados de Níger. Sin embargo, los nuevos gobiernos surgidos de los golpes de Estado (Burkina Faso, Malí, Guinea) se sienten tan fuertes y envalentonados, que declararon su apoyo al nuevo gobierno de Níger en caso de ataque. A ellos se sumó el gobierno de Argelia, un país con peso en la zona, y que recientemente se ha equipado con armamento ruso de última generación, lo cual no hace más que acentuar la decadencia de la Unión Europea y sobre todo del imperialismo francés.
Si bien, por ahora, la situación parece haber entrado en un stand by, la inestabilidad sigue in crescendo, no se pueden descartar nuevos golpes de estado o inclusive que se concreten las amenazas de intervención militar de la CEDEAO provocando una guerra en la región.
El problema es que ya no sería del mismo tenor que otras del pasado. Desde hace años operan en el territorio de varios países africanos, fuerzas militares de los mercenarios rusos Wagner. Su presencia se ha acentuado luego de la guerra entre Ucrania/OTAN con Rusia. No solo ha crecido el peso político-militar de Rusia, sino también el poder económico de China que, en este continente, hace ya más de una década viene desplazando con inversiones de capital a las antiguas potencias imperialistas europeas.
La creciente influencia rusa política y militar se refleja en que la junta nigerina habría pedido formalmente ayuda a los mercenarios de Wagner en caso de un ataque “occidental”. Además, al mismo tiempo en que se producía el golpe y como “una mojada de oreja”, se realizaba una reunión entre Rusia y países de África en San Petersburgo, en donde Putin, anunciaba que iba a estudiar el plan de paz propuesto por las naciones africanas para terminar con la guerra en Ucrania.
Si bien, los golpes de Estado no parecen haber sido impulsados directamente por Rusia o China, sectores de las burguesías de estos países, se dan cuenta que tienen una situación más favorable para establecer mejores acuerdos y condiciones, aprovechando las disputas entre las potencias.
El golpe en Níger
En Níger, el golpe fue el 27 de julio, allí las Fuerzas Armadas, encabezadas por el general Omar Tchiani, hasta entonces jefe de la guardia presidencial y hoy jefe del Estado nigerino destituyeron al presidente Mohamed Bazoum. Mientras se desarrollaba el golpe, miles de personas, con el apoyo de algunos sindicatos, festejaban el derrocamiento de Bazoum, atacando la embajada francesa e izando banderas rusas.
Este presidente había asumido el poder a comienzos de 2021 en unas elecciones que habían sido acusadas de fraudulentas. Siempre fue “un perrito faldero” incondicional del imperialismo, tanto de Francia, como de EEUU; así lo había reconocido el mismo Joe Biden a fines 2022. Tras la ruptura política de Burkina Faso y Mali con París, Níger era el único país del Sahel favorable a la permanencia de tropas francesas.
El imperialismo francés, con la denominada operación militar Barkhane y Barkhane 2, tenía desplegado drones y cazas, además de bases militares con más de 1.500 soldados para “combatir” la insurgencia islamista, pero, según los militares que dieron el golpe, esta era una excusa para ocupar militarmente una zona estratégica rica en minerales, principalmente uranio; así lo había denunciado el gobierno de Mali (también surgido de un golpe) en Naciones Unidas el año pasado. A su vez denunciaban que muchas armas occidentales enviadas a Ucrania habían terminado en África Occidental, para armar a los yihadistas tipo Boko Haram y otros.
Níger es el séptimo productor mundial de uranio, un metal fundamental en el funcionamiento de las centrales atómicas. Hasta hace poco era el principal abastecedor de Francia, cuya matriz energética es esencialmente nuclear (70 %). La empresa francesa Orano -que es un 80% del Estado Francés- controlaba toda la riqueza del subsuelo nigerino, pagando míseras regalías y contaminando a troche y moche toda la región de explotación del mineral. Varios analistas plantean que, se revisarán esos contratos leoninos a partir de la asunción del nuevo gobierno militar; ya en el 2014 el gobierno depuesto se había visto obligado a revisarlos porque era alevosamente favorable a la compañía francesa.
El golpe en Gabón:
El 30 de agosto, los altos mandos de Gabón destituyeron al presidente Ali Bongo, miembro de la familia que gobierna el país desde 1967. De la misma manera que en Níger había asumido el poder a través de unas elecciones que como mínimo habían sido “controvertidas”. Gabón, es diferente a los países del Sahel; más bien tiene características económicas en común con algunos Estados del Golfo Pérsico. Posee una pequeña población de 2,3 millones de habitantes, enormes riquezas petrolíferas y es un país escasamente habitado; el 88% del territorio es selva. Los Bongo se consolidaron en ese país como una dinastía cuasi-monárquica. Omar Bongo, el padre del depuesto, tomó el poder en 1967 y se convirtió en un estrecho aliado del imperialismo francés dando las concesiones de explotación de los pozos petroleros a la empresa francesa Total.
El golpe fue encabezado por el general Brice Oligui Nguema, primo del presidente Bongo. O sea, que al parecer el poder sigue quedando en la misma familia, pero la situación no deja de ser complicada para el imperialismo francés, porque las inversiones de capitales chinos en Gabón han superado a las del país europeo y tampoco hay que olvidar que ahí cerca en la República Centro Africana, están asentadas miles de tropas Wagner.
El peso económico-militar de China y Rusia en África
Que Rusia tiene peso militar en África, parece ser ya indiscutible; además es uno de los mayores exportadores de armas a ese continente. Putin ha aprovechado no solo la herencia militar, sino también los contactos diplomáticos heredados de la ex URSS. Pero no es solo Rusia, sino principalmente China quien ha estado haciendo negocios e inversiones.
Si bien consideramos que China es todavía una potencia intermedia o “en transición”, en el sentido que plantea Lenin en su folleto “El imperialismo, Fase Superior del Capitalismo”, vemos que en África ha desarrollado características imperialistas. A partir del 2009 ha desplazado a EEUU como el mayor socio comercial de África. Es el principal financiador de infraestructuras: de los 231 puertos comerciales que tiene África, 61 han sido construidos por empresas chinas. También empresas chinas han construido 10.000km de líneas férreas por todo el continente -a una distancia similar entre Buenos Aires y Madrid-. En comercio rebasó los 250.000 millones de dólares anuales en 2021, muy similar al volumen que mantienen los países africanos con la Unión Europea.
Sin embargo, ya desde hace unos años, la relación con África no ha sido solo a través de la exportación de mercancías, sino que está entre los cinco países con mayores inversiones directas. Entre 2000 y 2014, el stock de inversión chino en África ha pasado de representar 2% del estadounidense, al 55%. También es uno de los mayores tenedores de deuda de varios países africanos. Un informe del FMI considera que cinco países de África subsahariana están sobre endeudados y que otros nueve podrían sumarse en breve a este grupo. La deuda de Kenia acaba de superar los 43.000 millones de euros y el 72 % de esta suma se adeuda a China. La situación también es similar en Yibuti. Su deuda equivale al 84 % de su PBI y Pekín es acreedor del 82 % de la misma. Zambia ha contratado préstamos con empresas chinas, cuyo importe no se ha revelado. La deuda de Angola a China asciende a 25.000 millones de dólares. En 2008, China concedió un préstamo de 6.000 millones de dólares a la República Democrática del Congo, obteniendo a cambio el derecho a explotar varias minas de cobre y de cobalto. En Guinea, Pekín ha abierto una línea de crédito de 20.000 millones de dólares a favor del gobierno, lo que le ha permitido obtener concesiones en el aluminio.
Pero además de la inversión directa y la tenencia de deuda, se ha producido una deslocalización de empresas chinas en algunos países, aprovechando la mano de obra de bajo coste (polígono industrial Hawassa, en Etiopía), Además China, tiene una base militar en Yibuti, que controla uno de los pasos interoceánicos de mayor tráfico del mundo en la entrada del Mar Rojo. Este creciente desarrollo de la exportación de capitales de China, ha superado ya las proporciones secundarias que tenía en relación al carácter de conjunto de su estructura económica, al igual que otros países de similares características como México, Brasil, Chile o India, por ejemplo. Las altas tasas de crecimiento continuadas durante más de dos décadas, que derivaron en el tamaño actual de su economía, acentúan en China características de transición hacia constituirse en potencia imperialista. Pero ese carácter no se concretará por una evolución lineal y pacífica. Es justamente por el riesgo que significa China para EE-UU, con el cual ya compite en varias ramas de la economía mundial, que está planteada con una proximidad creciente una nueva guerra mundial en la cual se dispute el predominio exclusivo, que tenga como centro a estas dos potencias.
Estos golpes de Estado con apoyo de la población civil, se producen en el marco de un gran resentimiento hacia los imperialismos europeos, principalmente contra Francia, pero no son para nada antiimperialistas como quieren hacer creer algunos sectores políticos vinculados al nacionalismo burgués latinoamericano. No se producen siendo impulsados directamente por Rusia y China, pero el hecho de que haya otras potencias interviniendo en una zona que tradicionalmente fue del imperialismo francés, animan a sectores de la burguesía de esos países africanos, a imponer gobiernos que se plantean negociar mejores condiciones, tanto con las empresas imperialistas europeas ya radicadas, como con las nuevas empresas chinas. Al mismo tiempo, estos golpes de estado no solo benefician a Rusia y China, que al parecer están actuando cada vez más juntas en una especie de distribución de tareas mundial, sino a otras potencias, principalmente al imperialismo yanki, al que también le sirven para correr del medio a empresas europeas, que eran sus competidores más arraigados en ese continente.
Mariano López, 23/9/23