Acerca de la nota del PTR: Autodefensa y huelga general en la rebelión de 2019
En las novelas policiales se dice que el asesino vuelve a la escena del crimen. A veces solo para satisfacer su morbo. Otras, para modificar en la escena alguna prueba que lo pueda incriminar.
Quizás este último sea el caso del PTR al publicar esta nota, en la que transcurridos dos años intenta elaborar un relato, para hacer creer a los lectores que su política frente al levantamiento de octubre fue “revolucionaria”.
No se puede entender otra cosa ya que, en ese artículo, no hay la menor autocrítica o explicación de porque no hicieron lo que dos años después dicen que habría que haber hecho. Los autores, Juan Valenzuela y Alejandra Valderrama, militantes del PTR, destacan cuales debieran ser algunos de los ejes estratégicos para afrontar un próximo levantamiento obrero y popular, pero no hacen un balance de su política en el que están analizando o, mejor dicho, tratan de “limpiar” las huellas de su política en los hechos reales que sucedieron después del 18 O, con el análisis de cuál debieran ser su política en un levantamiento futuro.
Y resulta que, en ese marco, dos años después, descubren los piquetes de autodefensa y la necesidad de derrotar al aparato armado del régimen.
Al comenzar su relato los autores nos aclaran que: “No pretendemos acá hacer una narración detallada de los hechos. Lo que queremos resaltar es que se trató de acciones históricas de masas con una enorme riqueza de métodos de lucha y explosiones de violencia, que marcaron un antes y un después en Chile y que dejaron herido al régimen de los 30 años que profundizó la herencia económica y social de la dictadura”. Efectivamente, el texto se concentra en algunas de las cuestiones más importantes del proceso revolucionario iniciado el 18 de octubre de 2019. Nosotros seguiremos esta crítica en esa misma línea.
Espontaneidad y conciencia
Una primera cuestión que destaca, es el carácter objetivista de su método de análisis, por medio del cual explican “los límites” del movimiento de masas. Le atribuyen faltas de madurez de la conciencia y organización de las propias masas, como si estas debieran surgir espontáneamente del movimiento, dejando en un segundo lugar el papel de las direcciones de los partidos y movimientos obreros y populares, y de aquellas organizaciones que intervenían directamente en la vanguardia del levantamiento.
Aunque la mencionan, minimizan el papel de las direcciones, y la relación entre éstas y el movimiento. Con ello pretenden minimizar los errores de su propia intervención, su programa y su política. Este método ya fue criticado por Trotsky, en su folleto “Clase, Partido y Dirección”:
“…Analicemos una a una las alusiones y semiopiniones de nuestro autor. Una política errónea de masas no puede explicarse, según él, más que como la «manifestación de un determinado estado de las fuerzas sociales», es decir, «la falta de madurez de la clase obrera» y la «falta de independencia del campesinado». Si le gustan las tautologías, sería difícil encontrarlas más vulgares. ¿Una «política errónea de masas» se explica por su «falta de madurez»? ¿Pero qué es la «falta de madurez» de las masas? Evidentemente es su predisposición a seguir una política errónea. ¿En qué consistía esta política errónea? ¿Quiénes eran los iniciadores? ¿Las masas o los dirigentes? Nuestro autor no dice nada al respecto. Y por esta tautología, traspasa la responsabilidad a las masas…
…Este modelo de sofisma proviene del concepto de una especie de madurez absoluta, es decir, de una condición de perfección de las masas en la cual no tienen ninguna necesidad de una dirección, o mejor aún, son capaces de vencer contra su propia dirección. Pero una madurez tal ni existe ni puede existir…”
El PTR dice que el movimiento de masas se trazó un objetivo político en la rebelión. Pero el movimiento de masas no tenía organismos de centralización de la lucha, ni dirección clara. Fue puro espontaneísmo. Pero esto no fue casualidad. La espontaneidad natural del “estallido” prerrevolucionario, estuvo alimentada y contenida en ese estadio por las corrientes políticas que actuaron en la vanguardia, que tienen esa concepción anarquista o espontaneísta, y la falsa creencia de que con la presión de las masas en la calle basta. De esta manera dejan el terreno libre para que la salida política la imponga algún sector político de la burguesía, o sea, que surja del propio régimen dominante. Lo hemos visto claramente en los levantamientos del 2001 en Argentina, en donde los manifestantes furiosos gritaban “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, en relación a los políticos del régimen. Con “la presión de la calle”, se forzó la renuncia del presidente De La Rúa. Pero hubo a continuación una sucesión de presidentes según lo establecido en la Constitución, hasta que finalmente Duhalde convocó a elecciones y empezó a cerrar, en ese marco democrático burgués, la crisis del régimen. Y finalmente, poco a poco fueron volviendo todos, los que nunca se habían ido sino simplemente replegado.
Es que tal como lo explicaba Trotsky, “las masas no van a la revolución con un plan preconcebido de una sociedad nueva, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad vieja. Sólo el sector dirigente de cada clase tiene un programa político, programa que, sin embargo, necesita todavía ser sometido a la prueba de los acontecimientos y a la aprobación de las masas”. (Historia de la Revolución Rusa, Prólogo). En el 2001 argentino “las masas” movilizadas no querían seguir soportando a los viejos políticos y a su régimen. Pero no hubo un partido revolucionario con influencia en la vanguardia que levantara un programa para conducir a la clase obrera y el pueblo pobre hacia la conquista del poder.
¿Será una abusiva generalización de Trotsky, o simplemente un error? O el error es de los redactores del PTR que le atribuyen “a las masas” un plan preconcebido, más que un objetivo político, todo un programa: Voltear a Piñera y presionar en las calles para forzar la convocatoria de una Asamblea Constituyente que removería el régimen neoliberal de los 30 años reemplazándolo por un capitalismo que conceda derechos, un Estado social y democrático ¿o socialdemócrata?
El programa que el PTR le atribuye a “las masas”, es en realidad el de sus direcciones reformistas, al que sólo le agrega un lenguaje hueco, pero que suena un poco más radicalizado: Asamblea Constituyente sobre las ruinas del régimen.
Los piquetes de autodefensa y el enfrentamiento con el aparato represivo del Estado
El artículo se explaya en varias cuestiones fundamentales que iremos abordando. Pero tal como anuncia en su título, uno de los ejes encarado en el análisis, es el de los piquetes de autodefensa y la necesidad de derrotar a las fuerzas represivas.
Según dicen los autores, “los objetivos políticos que se trazó el movimiento de masas en la rebelión [fueron]-sacar a Piñera del gobierno y convocar a una Asamblea Constituyente para terminar con la herencia económica-social de los 30 años-.”
Según Trotsky, “las masas” no van a la revolución con un programa predeterminado. Pero los jóvenes autores, sin especificar en que se basan para ello, le atribuyen a “las masas” no solo un programa bastante completo, sino particularmente limitado al ámbito capitalista, ya que “las masas” sólo quieren terminar con la herencia “neoliberal” de los 30 años, pero no con el régimen capitalista como tal.
Pero los autores del PTR van más allá en el análisis y apuntando la crítica a los límites…no a los suyos, sino a los del movimiento de masas, le achaca no comprender que: [ese objetivo político] “era de imposible realización si en las calles de las principales ciudades no se conseguía una victoria sobre las fuerzas represivas”. “Las masas”, ¿debieran haberlo comprendido solas, por su cuenta? ¿O un partido que pretende dirigir a la clase trabajadora y al movimiento de masas, debería haber cumplido alguna función para que lo comprendieran?
Acaso el PTR ¿le dijo esto alto y claro al “movimiento de masas”, o por lo menos a su vanguardia? No. En ningún momento el PTR planteó la necesidad de derrotar a las fuerzas represivas, ni tampoco impulsó la organización de los piquetes de autodefensa que, en su desarrollo a milicias, hubieran podido concretar esa tarea fundamental.
Hipócritamente ahora afirman: “Si la huelga general del 12 de noviembre se hubiera prolongado, planteaba la caída del gobierno de Piñera con los métodos de la lucha de clases. En esta dirección el problema de la autodefensa de masas y su preparación, ligado al desarrollo del frente único obrero para enfrentar la resistencia de los capitalistas y sus instituciones policiales, se volvía una cuestión fundamental”.
Pero en las páginas de LID se puede advertir que no solo no hay ninguna mención a los piquetes de autodefensa ni a la necesidad de derrotar a las fuerzas represivas para que los trabajadores y el pueblo pudieran imponer sus reivindicaciones, ni siquiera hay una cobertura ni política ni periodística de las acciones de la primera línea [ah, sí una mención el 20/11/2019, destacando que son tendencia en las redes sociales…], que fueron los embriones de una autodefensa. LID se enorgullece de los dos millones de visitas que dicen haber tenido durante las jornadas de octubre y noviembre de 2019, pero en esas visitas, los elementos de vanguardia que hayan entrado a su página no se educaron en estas “lecciones” que el PTR parece descubrir recién ahora, dos años después.
Al contrario. La política del PTR NO FUE la de agitar la necesidad de organizar piquetes de autodefensa. FUE LA OPUESTA, una política de denuncia de la represión ante los organismos de derechos humanos, tal como queda reflejada en la foto de Dauno Tótoro con Nicolás del Caño en las puertas de la Cruz Roja (1), habiendo concurrido a recibir un informe de la represión.
Dado que al mismo tiempo se hizo silencio sobre la autodefensa, con ello se contribuyó a instalar la idea de que con denuncias internacionales a los organismos de derechos humanos o con recursos de los abogados ante los tribunales se puede detener la represión. Es decir, la política del PTR no salió de los marcos que podría aceptar cualquier demócrata pequeñoburgués o burgués.
En relación a la política del PC en Francia, Trotsky escribía:
“¿Las milicias? ¿El armamento de los obreros? ¿El control obrero? ¿Un plan de nacionalización? ¡Imposible! “La situación no es revolucionaria”. ¿Qué se puede hacer? Lanzar grandes petitorios con los clericales, ejercer la elocuencia hueca con los radicales y esperar. ¿Hasta cuándo? Hasta que la situación se vuelva revolucionaria por sí misma. Los sabios médicos de la Internacional Comunista tienen un termómetro, que ponen bajo la axila de esa vieja que es la Historia y de ese modo determinan infaliblemente la temperatura revolucionaria. Pero no muestran a nadie su termómetro”. (L Trotsky)
Según los autores: “Las jornadas revolucionarias que acontecieron el 18 y 19 de octubre de 2019 en Santiago y el 19 en el resto del país, la huelga general del 12 de noviembre de ese mismo año, las manifestaciones callejeras y choques violentos con la policía que se desarrollaron a niveles muy agudos al menos hasta noviembre de 2019; permitieron revelar, no sólo el potencial de la acción revolucionaria de masas en el terreno de la lucha física con las fuerzas represivas, sino también el comportamiento del Estado frente a este potencial. Estudiando esos enfrentamientos y sus principales consecuencias, es posible elaborar hipótesis acerca de cómo sería una victoria en este ámbito para las y los explotados y oprimidos en las luchas por venir”.
Parece que hubieran descubierto recién ahora “el potencial de la acción revolucionaria de masas en el terreno de la lucha física con las fuerzas represivas”, y que recién ahora están en condiciones de “elaborar hipótesis acerca de cómo sería una victoria”. ¿Cómo puede ser que una organización que se postula como dirección revolucionaria de las masas descubra dos años después de los furiosos enfrentamientos de clase, los elementos para “elaborar una hipótesis” para ganar la guerra civil? ¿Qué diría Clausewitz de un general que recién después de dos años de terminada “la guerra” se pusiera a elaborar hipótesis sobre cómo ganarla? Y ¿cómo puede entenderse que recién tuvieran alguna hipótesis de cuál sería el comportamiento del enemigo [es decir, del Estado Burgués] frente a esa acción revolucionaria de las masas?
¿Es que acaso el PTR no sabe que en el frondoso arsenal teórico del marxismo pueden encontrar un gran caudal de elaboración basada en la experiencia viva de la lucha de clases y en la teoría marxista del Estado y de la revolución permanente? ¿O aprendieron las lecciones básicas de la guerra civil, recién después de leer a Clausewitz?
El programa democrático pequeñoburgués del PTR
Pero inclusive, como organización que pretende conquistar la dirección política de la clase trabajadora o por lo menos agrupar a un sector de su vanguardia, el PTR estuvo por detrás de los objetivos que ellos mismos le asignaron al movimiento espontáneo de las masas. Porque para estar adelante, a la vanguardia, como corresponde a un partido que se precia de revolucionario, debería haber levantado estas consignas: “Abajo Piñera, gobierno obrero y popular basado en las organizaciones de lucha de las masas trabajadoras que convoque a una Asamblea Constituyente, que sólo así sería libre y soberana”. Sólo esa articulación de consignas podía enlazar la Asamblea Constituyente con el objetivo revolucionario de la conquista del poder por parte de la clase obrera apoyada en el pueblo pobre, para imponerla, porque solo de esa manera podría ser realmente libre y soberana.
Sin embargo, el PTR, agitaba “Fuera Piñera”, consigna que sólo podía significar que había que forzar su renuncia por la presión de las masas movilizadas, y obligar a la convocatoria de una Asamblea Constituyente libre y soberana, sin especificar ni que órgano de poder debía convocarla, ni cuáles eran las condiciones en las que se podría garantizar que fuera “libre y soberana”.
Por otra parte, a pesar de sus llamados a la “auto”-organización, el PTR se olvidó de plantear la centralización nacional de las organizaciones de lucha existentes. Tampoco agitaban la necesidad de que fuera un gobierno obrero y popular surgido de esas organizaciones, el que convocara a la Asamblea Constituyente. Y dado que muy claramente especificaban que la AC debía ser convocada con un criterio electoral democrático burgués (un delegado cada 20 mil electores), está claro que al PTR nunca se le ocurrió que un organismo centralizado de tipo “soviético”, pudiera reemplazar a la Asamblea Constituyente burguesa. Es decir, en la agitación del PTR la Asamblea Constituyente no era una consigna episódica (como se plantea en el Programa de Transición), sino una estrategia de poder pequeño burgués/popular. Al no plantear la necesidad de instaurar un gobierno obrero y popular, y por más “en ruinas” que estuviera el régimen político, esa Asamblea Constituyente sólo podría haber sido convocada por la institución burguesa que ocupara el vacío de poder provocado por una caída de Piñera. Una verdadera trampa centrista, que se basa en las consignas “democrático-radicales” para encausar la revolución por la vía muerta de la institucionalidad burguesa.
Hay que recordar que la cuestión de la reforma constitucional fue instalada por el PS durante el gobierno de Bachelet para dar aire a las instituciones ya bastante desgastadas, y para apoyarse en los reformistas del “modelo”. Está clara la línea de la socialdemocracia internacional y el capital internacional globalista: impulsar reformas en el sistema capitalista que amplíen la base de apoyo de los gobiernos, sin tocar a fondo los intereses de los grandes capitalistas. Impulsan por lo tanto reformas de género (como el aborto y el matrimonio igualitario), reformas ambientalistas que no van al centro de los problemas en cuestión y que inclusive puede ser negocio para un sector del “capitalismo verde” imperialista, y utilizan políticamente los DDHH y las reivindicaciones de los pueblos originarios, según sus intereses políticos. La herramienta política utilizada para canalizar ese proceso, es la AC.
El PTR enlaza con esta política reformista socialdemócrata. Primero contribuyó a instalar en la vanguardia la idea de que una Asamblea Constituyente, es decir, una institución burguesa, podía resolver sus principales demandas.
Durante los primeros días del estallido no se vieron carteles reclamando AC, si no los que reclamaban por las demandas concretas. Recién después de varios días de movilizaciones, a falta de un programa político obrero revolucionario, la AC, que también era agitada por el Frente Amplio y el Partido Comunista y todas sus colaterales, se instaló en el movimiento de masas….
A partir ese momento, esa consigna ya no podía ser ignorada; había que combatirla abiertamente con un programa que enfrentara sus demandas concretas con las ilusiones democráticas.
Pero el PTR no tuvo esa política, sino la de adaptarse como hacen los centristas cuando el movimiento de masas está en ascenso, con un lenguaje radicalizado, pero vacío. En la nota que estamos criticando escriben:
“Lo más evidente del 12N tendía a superarse el estadio puramente espontáneo de la revuelta que había primado en las jornadas anteriores, porque sectores de clase trabajadora podían asumir un papel coordinador de las luchas en torno a una política que buscaba desarrollar las tendencias más revolucionarias de la situación: la convocatoria a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana sobre las ruinas de este régimen político, lo que implicaba, por supuesto, hacer realidad el grito de las calles: ¡Fuera Piñera! consigna que por ejemplo el Comité de Emergencia y Resguardo de Antofagasta hizo propia”.
Pero aparte de Piñera, existe el Parlamento, la Corte Suprema, todas instituciones del régimen, que aun en crisis o en “ruinas”, podrían haber heredado el poder vacante ante una hipotética renuncia de Piñera, y convocado a la Asamblea Constituyente. Así que esa frase abstracta “sobre las ruinas” no dice nada. No especifica cuál es el poder convocante. Los trabajadores y el pueblo que combatían al régimen en las fábricas, puertos, minas, y demás estructuras laborales, y en las calles, y quería voltear a Piñera, ¿debían tomar el poder, o no? ¡¡Por qué el PTR no lo dijo, alto y claro!!
El PTR nunca dijo, en una agitación consecuente y perseverante, que una Asamblea Constituyente convocada en los marcos del régimen político no podría otorgar las principales demandas que dieron lugar al estallido de octubre. Que para que eso ocurriera había que voltear, no solo a Piñera, sino al régimen burgués de conjunto y que eso solo podía ocurrir por medio de un enfrentamiento con el aparato militar del régimen. Por eso en su agitación nunca llamó consecuentemente a la centralización de los organismos de lucha (salvo quizás en Antofagasta), ni a la organización de la autodefensa capaz de enfrentarse y derrotar al aparato represivo, ni preparó a la vanguardia para las tareas que estaban planteadas.
¿Cómo se llega a una situación revolucionaria?
El PTR analiza, retrospectivamente, dos años después, y lo hace como quien mira de arriba los sucesos, como si no hubiera tenido o podido tener nada que ver en los acontecimientos que analiza.
Aunque a veces hablan de rebelión popular y otras veces de jornadas revolucionarias, pareciera que según convenga a los fines de explicar los límites que tuvo el movimiento de masas, apelan al análisis de las revueltas que hace M. Maiello. ¿A qué límite nos remite?
“…en la actualidad [dice Maiello] se expresa especialmente en su carácter “ciudadano”. Las redes y las nuevas tecnologías, que en los recientes procesos han sido muy útiles desde muchos puntos de vista, especialmente, por ejemplo, en el caso Chile alrededor de la denuncia a la represión de carabineros y el ejército, también contribuyen a la lógica de la atomización. Grandes convocatorias que se viralizan, pero sin generar espacios de deliberación y organización, o favoreciendo una verticalidad que se convierte en obstáculo para la autoorganización…”
O sea, el límite de la revuelta no consiste en reflejar sólo embrionariamente la conciencia de clase como explicaba Lenin, sino en el uso de las redes y las nuevas tecnologías… Es decir, para el PTR siguiendo a MM, no se trataría de problemas políticos, y de cómo se reflejan en la conciencia la acción política de las distintas organizaciones que actúan en su seno, sino que se trata de un problema “técnico”, o a las consecuencias del uso de las redes sociales y las nuevas tecnologías.
Inmediatamente y contradiciendo a Maiello, los autores escriben:
“En el caso de Chile, si bien es cierto que la continuidad, extensión y radicalidad del proceso fueron dando a luz a múltiples fenómenos colectivos que emergieron después del 18O, como la primera línea, las brigadas de salud, las asambleas territoriales y los comités de emergencia y resguardo; y también es cierto que la lucha tendió a rebasar el estadio de “presión” cuando se planteó la posibilidad de que los enfrentamientos entre la represión estatal y las masas derivaran en la caída del gobierno; eso no niega que el métodos que predominaron, fueron los métodos propios de una revuelta en el marco que se trató de una rebelión popular. En el texto que acabamos de citar se señalaba que “a diferencia de las revoluciones”, las revueltas “no adoptan como objetivo reemplazar el orden existente sino presionarlo para obtener algo”. Los métodos de revuelta que tuvieron lugar en Chile, al no poner en peligro serio las fortalezas del poder, pese a su radicalidad, y en gran parte debido al rol de las conducciones de las organizaciones de masas y del peso de la izquierda reformista, no terminarían superando el estado de presión”.
Este último razonamiento, es el único válido, aunque escrito como al pasar.
Tal como dicen los autores “la continuidad, extensión y radicalidad del proceso fueron dando a luz a múltiples fenómenos colectivos que emergieron después del 18O, como la primera línea, las brigadas de salud, las asambleas territoriales y los comités de emergencia y resguardo; y también es cierto que la lucha tendió a rebasar el estadio de “presión” cuando se planteó la posibilidad de que los enfrentamientos entre la represión estatal y las masas derivaran en la caída del gobierno”. Eso es lo que dio la espontaneidad, que lleva el movimiento revolucionario de las masas hasta un cierto nivel, en el que se hace imprescindible una dirección marxista revolucionaria para que pueda coronar sus objetivos políticos a partir de tomar el poder, destruyendo la estructura estatal burguesa y creando un régimen de transición al socialismo. Pero creer que las masas solas, sin dirección o con direcciones reformistas o anarquistas puedan avanzar a la revolución, es como mínimo, una deformación luxemburguista. Y justamente, han sido las direcciones reformistas de las organizaciones de masas las que no quisieron llevar la rebelión popular a transformarse en una revolución, sino que, al contrario, actuaron para frenarla. Y agreguemos que ha sido también por la concepción anarquista-postmodernista y espontaneísta de las organizaciones que intervinieron en la vanguardia de la lucha, que ésta no logró superar un grado elemental y precario de organización, cuyo aspecto destacado fue la primera línea.
Y no es casual que el PTR ponga el rol de las direcciones de las organizaciones de masas en lugar absolutamente secundario, y a las organizaciones de vanguardia directamente ni las mencionen. Al analizar los fenómenos de masas de manera objetivista, independientemente de los factores subjetivos de conciencia y dirección, tratan de borrar las huellas de su programa, su política y del carácter de su propia intervención.
En el texto que acabamos de citar se señalaba que, “a diferencia de las revoluciones”, las revueltas “no adoptan como objetivo reemplazar el orden existente sino presionarlo para obtener algo”. De qué manera “las revoluciones” “adoptan como objetivo reemplazar el orden existente”. ¿Cómo? ¿Espontáneamente? ¿O se debe a la intervención del partido en la situación pre-revolucionaria con un programa y una estrategia?
Dicen los autores: “las revueltas contienen en sí la posibilidad de superación de ese estadio de acciones de resistencia o actos de presión extrema. Pueden ser momentos de un mismo proceso que abra una revolución o no. Depende de su desarrollo, especialmente, de si la clase trabajadora y el movimiento de masas pueden ir más allá en su conciencia y organización” …
Por supuesto que la clase trabajadora puede “ir más allá” en su conciencia y organización. ¿por qué no podrían? Pero ese paso NO SE PRODUCIRÁ POR GENERACIÓN ESPONTÁNEA. Depende de la intervención de un partido revolucionario. El PTR analiza como si se trataran de procesos objetivos que debieran evolucionar por su propia cuenta, espontáneamente. El fatalismo objetivista del PTR es similar al del PC en Francia, contra el cual Trotsky escribía:
“Es de destacar que también la Internacional Comunista, burocratizada hasta la médula, ha reemplazado la teoría de la acción revolucionaria por la religión del fatalismo. Es imposible luchar, pues “no hay situación revolucionaria”. Pero una situación revolucionaria no cae del cielo; se forma en la lucha de ciases. El partido del proletariado es el factor político más importante para la formación de una situación revolucionaria. Si ese partido da la espalda a las tareas revolucionarias, adormeciendo y engañando a los obreros para jugar a los petitorios y para confraternizar con los radicales, entonces debe formarse, no una situación revolucionaria, sino una situación contrarrevolucionaria”. (L Trotsky)
Y el PTR, en la medida de sus proporciones ¿qué rol cumplió?
Clase trabajadora, sujeto diferenciado y partido
Escriben los autores: … “A nuestro modo de ver, va a ser la huelga general del 12 de noviembre el factor que va a poner sobre la mesa la fuerza de la clase trabajadora, lo que abrió la posibilidad de que la revuelta y rebelión profundizaran elementos hacia un proceso revolucionario”. …
La fuerza de la clase trabajadora se hizo sentir desde un principio en las “jornadas revolucionarias” que se sucedieron desde el 18 O. El paro general del 12 de noviembre puso “sobre la mesa la fuerza de la clase trabajadora” organizada sindicalmente y dirigida por el FA y el PC, por lo cual fue sólo de 24 hs, y fue puesta sobre la mesa, sí, pero sobre la mesa de negociaciones, para presionar a favor de la salida negociada del “Acuerdo por la paz…” que eran los objetivos políticos de esa dirección.
“…La jornada del 12 de noviembre puso en movimiento buena parte de la fuerza de la clase trabajadora con paralización y cortes de arterias al menos en 24 ciudades. Hasta ese momento, la primacía había estado en las acciones ciudadanas o populares de las cuales los trabajadores se hacían parte, pero no como un “sujeto diferenciado”. Pero como ya explicamos en este libro, eso cambió el 12N…”
La intervención directa en la lucha de los sectores estructurados del proletariado industrial en el paro del 12N terminó por forzar la salida de la crisis por la vía de la reacción democrática, firmando el acuerdo que habilitaba las elecciones a constituyentes. Es decir, este “sujeto diferenciado”, se diferenciaba no sólo en su pertenencia organizada a una estructura laboral o a una organización sindical, sino que se diferenciaba por los límites que la política que sus direcciones le habían impuesto a su intervención en la lucha. La diferenciación de la clase trabajadora de otros sectores sociales como sujeto político radica principalmente en el programa al que adhieren, y los métodos y la estrategia para imponerlo. Y estos factores dependen de su dirección, es decir de la intervención de un partido revolucionario para ganar la dirección de la clase trabajadora. Si hasta el paro del 12N, “la primacía había estado en las acciones ciudadanas o populares de las cuales los trabajadores se hacían parte” (sectores de la clase trabajadora y la juventud popular, así como jóvenes y profesionales precarios… En regiones como Valparaíso, la primera línea va a estar compuesta por portuarios, cesantes, jóvenes precarizados, mujeres y familias pobres; que bajaban de los cerros para enfrentarse con la policía… Uno de los rubros importantes [que actuaron en la vanguardia de los enfrentamientos con el aparato represivo] será el de la construcción…), de lo que se trataba era de ganar a esos sectores de trabajadores para un programa y estrategia revolucionaria, y de una organización centralizada en base a su estructuración natural territorial.
Como dice el PTR: “la continuidad, extensión y radicalidad del proceso fueron dando a luz a múltiples fenómenos colectivos que emergieron después del 18O, como la primera línea, las brigadas de salud, las asambleas territoriales y los comités de emergencia y resguardo”, entonces lo que hacía falta era agitar de manera persistente un llamado a la centralización nacional de esas organizaciones, cosa que el PTR no hizo.
El problema no es que “se hacían parte” (eran algo más, eran la vanguardia) pero no actuaban como “sujeto diferenciado”; el problema era su conciencia espontaneísta. Porque si hubieran encontrado un programa y una estrategia común, hubieran encontrado también los medios para organizarse -no solo como puntos de encuentro para la acción y la movilización-, y hubieran aparecido como un sector social y políticamente homogéneo, ante sus aliados del pueblo.
No se trata de la caracterización abstracta y objetivista acerca de un estadio de “revuelta” con características específicas e inamovibles, el que no generaba “espacios de deliberación y organización”,y en el que predomina el método de la presión para obtener algo”. O que el rasgo común entre los grupos que componían la primera línea era la ausencia de coordinación y centralización…
Se trató de la conciencia espontaneísta, que era acorde a las corrientes políticas que actuaban en su seno, anarquistas, independientes, autonomistas, anti-partidos en general. Esa era su concepción de la lucha: “acciones de resistencia o actos de presión extrema”.
Revuelta, rebelión, revolución…
Obviamente no pretendemos achacarle a un pequeño grupo de jóvenes militantes la responsabilidad por el curso de los acontecimientos protagonizadas por los trabajadores, la juventud y el pueblo pobre chileno. Pero no convalidamos sus análisis, ni su balance, ni su política.
El PTR durante el estallido razonó igual que los stalinistas: Es sólo una revuelta….ah no, no, es una rebelión popular…pero usa todavía los métodos de la revuelta…; los grados de enfrentamiento habían ha escalado a tal punto, lo que le daba bastantes contornos de una situación revolucionaria…ah no, no, pero…el movimiento de masas no fue más allá…; ah!!, si la huelga general se hubiese prolongado!!…
Trotsky, en cambio, analizaba de manera dialéctica la situación política comprendiendo la relación entre los factores objetivos y subjetivos:
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La frase sacramental sobre la “situación no revolucionaria” solo sirve actualmente para atiborrar las cabezas de los obreros, paralizar su voluntad y dejar libres las manos al enemigo de clase. Bajo la cobertura de frases parecidas, el conservadurismo, la indolencia, la estupidez y la cobardía se apoderan de las direcciones del proletariado y se prepara la catástrofe, como en Alemania”. (*)
Los malabares que hace el PTR con la caracterización sólo sirven para ocultar sus faltas políticas. Usan como excusa los límites de la “huelga general”, que fue en realidad un paro de 24 hs. Hacen fetiche de la huelga general y de los destacamentos obreros ubicados en estructuras estratégicas, para ocultar que apenas miraron de reojo a la primera línea. Y cuando apelan a Trotsky para destacar la importancia de la huelga general recortan de la cita la parte que dice:
“En otras palabras: la huelga general no es posible más que en condiciones de extrema tensión política y es por eso que siempre es expresión indiscutible del carácter revolucionario de la situación. En este caso, ¿cómo puede el Comité Central proponer la huelga general? “¡La situación no es revolucionaria!”
Si el PTR creía que había condiciones para la huelga general, que según Trotsky “siempre es expresión indiscutible del carácter revolucionario de la situación” porque se dedica a embarullar con la caracterización de que sólo se trató de una revuelta…o de una rebelión popular con los métodos de la revuelta, es decir cualquier cosa menos que utilizar las categorías marxistas, para justificar que la situación no era revolucionaria, la que a su vez le sirve para justificar su programa democrático pequeñoburgués:
El PTR dice: “Es indudable, a partir de los acontecimientos expuestos que, si la huelga general del 12N se hubiese prolongado, las tendencias revolucionarias se habrían profundizado”. El problema es que las direcciones que convocaron a la huelga, que fue en realidad un paro de 24hs, en ningún momento tenían la intención de prolongarlo.
Trotsky, en cambio, razona así:
“el diagnóstico de la Internacional Comunista es radicalmente falso. La situación es tan revolucionaria como puede serlo con la política no-revolucionaria de los partidos obreros. Lo más exacto es decir que la situación es prerrevolucionaria”.
De allí que la intervención del partido es decisiva para que esa situación pre-revolucionaria avance hacia una situación revolucionaria. Obviamente que la continuidad o no del paro de 24 hs, y su transformación en huelga general no dependía del PTR, que es un grupo de jóvenes militantes sin peso en la clase obrera.
Tratándose de un pequeño grupo, aunque el PTR hubiera tenido una política correcta, no podía tener incidencia en el desarrollo de los acontecimientos. Pero hubiera dejado alguna educación en la vanguardia, que ahora a la luz de la experiencia podría recogerse y dar cimientos sólidos para la construcción de un partido revolucionario.
En cambio, su política centrista, adaptada a las ilusiones democráticas de sectores de clase media reformistas, apoyada a posteriori en un análisis objetivista y esquemático de los procesos de la lucha de clases, minimizando el problema de la dirección. Su programa pequeño burgués democrático-radical es lo opuesto a un programa marxista revolucionario, que debe partir de las aspiraciones de las masas y combatir las ilusiones democráticas introducidas en su conciencia por la dirección reformista, y el espontaneísmo de su vanguardia.
Los dirigentes del PTR no han leído mejor a Clausewicz que a los escritos de Trotsky sobre Francia. Y no han asimilado bien ni a uno ni a otro.
Posiciones estratégicas, huelga general e insurrección
Otra discusión que se plantea en la nota es la importancia de los trabajadores ubicados en las posiciones estratégicas. Siguiendo al historiador John Womack, el PTR considera que son “posiciones estratégicas” “cualesquiera que les permitieran a algunos obreros detener la producción de muchos otros, ya sea dentro de una compañía o en toda una economía.»
… la fuerza de la clase trabajadora no es una cuestión o estrictamente numérica o subjetiva, sino que está entrelazada con su papel determinante en el funcionamiento de la economía en tanto cadenas de producción, circulación y consumo: existen puntos de esas cadenas de los cuales depende la continuidad de los procesos económicos. Por lo mismo son las más custodiadas por las burocracias sindicales. Ahora bien, como lo mostró germinalmente la huelga del 12N, las posiciones estratégicas, además, tienen un valor en la lucha de clases abierta.
…. Teniendo a la vista estas consideraciones teóricas podemos ver con mayor claridad el potencial que tuvo la huelga general del 12N. Por ejemplo, el paro portuario no sólo hizo perder dinero, también afectó la logística comercial. ¿Qué otras cadenas logísticas pueden interrumpir la clase trabajadora con su fuerza? El entonces gerente del Puerto Caldera decía: “Entre US$15.000 y US$20.000 es el costo diario de operación de un barco que se encuentra a la gira esperando desembarcar mercadería. Las pérdidas se inician desde el primer minuto y aumentan conforme pasan los días, afectando la cadena logística no sólo desde el punto de vista económico, también en los tiempos de planificación, abastecimiento y todo el proceso productivo como tal”.
Lo que dice el PTR es correcto, pero hasta acá lo que se analiza son las posiciones estratégicas solo desde su capacidad de afectar las ganancias capitalistas. Y de lo que se trataba en octubre/noviembre de 2019 no era de una huelga económica, sino de un levantamiento político que cuestionaba al régimen social.
Una huelga general que se limitara a objetivos económicos solo ejercería una presión sobre el régimen para obtener sus objetivos reivindicativos mínimos, y obviamente cuanto mayor la presión, ejercida de manera cualitativa en los “puntos estratégicos”, mejor ubica a los trabajadores en una condición para ganar. Pero no dejaría de ser una huelga de presión reformista dentro del régimen.
Sin embargo, más adelante se preguntan….
¿Acaso esa fuerza no podía golpear la capacidad estatal de organizar la represión?
Para responder a su pregunta el PTR toma como ejemplo a los portuarios, no por su ubicación estratégica desde el punto de vista económico, sino desde el punto de vista “militar”.
«El escenario en Antofagasta, sin paro portuario, hubiese sido otro. Si la huelga hubiese involucrado a los trabajadores mineros -sector central en la economía del país-, a los servicios de transporte público, a los trabajadores de las plantas que producen petróleo. ¿Cómo hubiese sido el enfrentamiento si los trabajadores portuarios no hubiesen desembarcado los carros blindados que utilizan la policía y el ejército para reprimir al pueblo trabajador? La lucha hubiese dado un salto. La pregunta es hasta dónde podría haber llegado este potencial tanto local como nacionalmente de desarrollarse y extenderse la huelga general.
Al considerar el ejemplo del papel que pudieran haber cumplido los portuarios, el PTR nuevamente omite el factor político principal: que partido los dirige. Es tan importante que, en lugar de cumplir ahora un rol estratégico contra el despliegue del aparato represivo del régimen, con sus actuales direcciones de la burocracia reformista, cumplen un rol contrario, al estar llamando a ese mismo régimen a reprimir a los inmigrantes, que son sus hermanos de clase, y convalidando el Estado de Excepción decretado por Piñera.
Por supuesto que la hipotética acción de los portuarios planteada por los autores hubiera sido muy importante, pero ya lo hubiera sido en otro sentido, no de la afectación económica a las ganancias de la burguesía, sino como un factor -en este caso defensivo- de la lucha insurreccional obrera y popular.
Pero la cuestión de las posiciones estratégicas cambia en tanto se trate de una huelga general planteada como herramienta de presión, a una huelga general insurreccional.
Esas “posiciones estratégicas” también pueden ser puntos geográficos claves, como rutas o puentes, etc., en donde se pueden bloquear el paso de las tropas y de elementos para la represión. Y en ese caso, la clave no estaría en un sector específico de trabajadores. Aunque obviamente que la participación de los batallones pesados de la clase trabajadora en la insurrección sería cualitativo y fundamental, puede suceder que estos no sean la vanguardia en la lucha y que vayan siendo ganados en el transcurso del proceso insurreccional, e incluso a los sectores más “aristocráticos”, después
Esto se puede ver confirmado más adelante, cuando hacen referencia al levantamiento insurreccional en Bolivia contra Sánchez Losada (2), implícitamente reconociendo que son diferentes las posiciones estratégicas en el caso de una lucha económica, por más radicalizada que sea- de aquellas posiciones claves para la insurrección. En el caso de Bolivia, se trató de una acción de ofensiva, al bloquear los abastecimientos de combustibles claves, como parte de la “guerra del gas”. Los protagonistas no fueron los obreros de la planta gasificadora o los obreros petroleros en general, sino principalmente el “pueblo” alteño, integrado en gran medida por trabajadores, aunque como “sujeto indiferenciado” en la masa popular, junto con los mineros de Huanuni y campesinos.
Como conclusión de este punto el PTR afirma que:
“Es el rol estratégico de la clase trabajadora el que puede desequilibrar la balanza en el contexto de acción revolucionaria de masas. El argumento reformista según el cual es imposible una victoria de las masas frente al aparato policial y militar que cuenta con medios técnicos infinitamente superiores a los utilizados por aquéllas, y que eso hace ineludible jugar respetando las reglas del Estado capitalista, está basado en el ocultamiento del potencial de la clase trabajadora”.
En abstracto, el planteo acerca de la potencialidad revolucionaria de la clase trabajadora y de la importancia de las posiciones estratégicas, es muy correcto, pero no cumple con el objetivo que se propone de responder a los argumentos reformistas.
Estamos de acuerdo en el rol estratégico de la clase trabajadora que ahora está sindicalizada o de grandes estructuras laborales, y sin su participación no podría pensarse en una consolidación de la revolución triunfante. Pero como ha ocurrido en Chile y en otros países, este sector de la clase trabajadora no es el que ha largado a la cabeza del movimiento desde un principio, sino que tendió a incorporarse después. Ante esta situación el PTR le baja el precio al levantamiento, al que trata de encuadrarlo como “popular”, restándole peso a la participación obrera, porque se trató de jóvenes trabajadores no sindicalizados u obreros que participaron por su cuenta y no como parte de la organización sindical. Y escriben:
“…la primera línea, que tendrá dentro de sus filas a sectores de la clase trabajadora y la juventud popular, así como jóvenes y profesionales precarios. En regiones como Valparaíso, la primera línea va a estar compuesta por portuarios, cesantes, jóvenes precarizados, mujeres y familias pobres; que bajaban de los cerros para enfrentarse con la policía…. La composición “popular” de los enfrentamientos lo podemos ver en poblaciones de Santiago, Valparaíso, Antofagasta y Concepción. Uno de los rubros importantes será el de la construcción, de donde provino Cristian Valdebenito, obrero asesinado el 06 de marzo en la plaza de la dignidad.
En la descripción sociológica aceptan la participación de trabajadores, pero en la caracterización social del levantamiento dice “rebelión popular”, cuando debería decir, rebelión “obrera y popular”. Mientras los teóricos del PTS (argentino) escriben sesudos artículos sobre la juventud trabajadora precarizada, los jóvenes militantes del PTR no la reconocen, ni aun cuando es la que está a la vanguardia de la lucha.
La primera línea obtuvo legitimidad moral en el combate, compensando su poco peso económico estructural en la producción, que es el que puede darle significación a la introducción de los “grandes” destacamentos de la clase obrera en la lucha.
Pero aquí lo más importante es que la primera línea podría haber sido un embrión de milicia obrera y popular para cumplir la tarea que estaba planteada y que el PTR descubre dos años después, que era derrotar a las fuerzas armadas del régimen. Porque de entrada lo que estuvo planteada fue la autodefensa frente a la represión, y la agitación de esa consigna debía ir en paralelo con la de huelga general.
“Aun una simple huelga económica exige normalmente una organización de combate, en particular los piquetes. …
¿Cómo se podría evitar a la huelga general víctimas superfluas e incluso un aplastamiento total si no por medio de destacamentos de combate obreros severamente disciplinados? La huelga general es una huelga parcial generalizada. La milicia obrera es un piquete de huelga generalizado. ¡Sólo charlatanes y fanfarrones miserables pueden, en las condiciones actuales, jugar con la idea de la huelga general, rehusándose al mismo tiempo a un trabajo serio para la creación de la milicia obrera!” (*)
Para rebatir los argumentos de los reformistas, falta todavía un elemento fundamental, que es, además de las milicias obreras, explicar cómo puede ser posible derrotar al aparato represivo del Estado, no solo a Carabineros sino a las fuerzas armadas.
Dejémosle esta tarea a Trotsky:
“Pero aquí, los rutinarios conservadores lanzan su último argumento: “¡Es que ustedes piensan que, mediante destacamentos de milicia mal armados, el proletariado podrá conquistar el poder, es decir conseguir la victoria sobre el ejército actual, con su técnica moderna (¡los tanques!, ¡la aviación!, ¡los gases!)”. Es difícil imaginar un argumento más chato y trivial, por otra parte, contradicho cien veces por la teoría y por la historia. Pese a ello, cada vez se lo presenta como la ú1tima palabra de un pensamiento “realista”.
Incluso si seadmite por un instante que los destacamentos de la milicia se revelaran mañana inútiles para la lucha por el poder, no por eso son menos necesarios hoy para la defensa de las organizaciones obreras. Como es sabido, los jefes de la CGT se niegan a toda lucha por el poder. Esto no detendrá en absoluto a los fascistas ante el aplastamiento de la CGT.Los sindicalistas, que no toman a tiempo medidas de defensa, cometen un crimen contra los sindicatos, independientemente de su orientación política
Sin embargo,observemos más de cerca el argumento capital de los pacifistas: “Los destacamentos armados de obreros son impotentes contra el ejército contemporáneo”. Este “argumento” se dirige, en el fondo, no contra la milicia, sino contra la propia idea de revolución proletaria. Si se admite por un instante que el ejército armado hasta los dientes, en todas las condiciones estará del lado del gran capital, entonces es preciso renunciar, no solo a la milicia obrera, sino al socialismo en general. Entonces, el capitalismo es eterno.
Afortunadamente, no es así. La revolución proletaria supone una extrema exacerbación de la lucha de clases en la ciudad y en el campo, y por consecuencia también en el ejército. La revolución no alcanzará la victoria más que cuando haya conquistado para sí, o por lo menos neutralizado, al núcleo fundamental del ejército. Sin embargo, esta conquista no puede improvisarse: hay que prepararla sistemáticamente.
Aquí, el doctrinario pacifista interrumpe para ponerse de acuerdo —de palabra— con nosotros. “Evidentemente —dirá— es necesario conquistar al ejército por medio de una propaganda continua. Ahora bien, eso es lo que nosotros hacemos. La lucha contra la gran mortalidad en los cuarteles, contra los dos años, contra la guerra: el éxito de esta lucha hace inútil el armamento de los obreros”.
¿Es esto cierto? No, es radicalmente falso. Una conquista pacífica, serena del ejército es aún menos posible que la conquista pacifica de una mayoría parlamentaria. Ya las muy moderadas campañas contra la mortalidad en los cuarteles y contra los dos años, sin ninguna duda van a conducir a un acercamiento entre las ligas patrióticas y los oficiales reaccionarios, a un complot directo de su parte y también a la entrega redoblada de los subsidios que el capital financiero da a los fascistas. Cuanto más éxito tenga la agitación antimilitarista, más rápidamente crecerá el peligro fascista. Tal es la dialéctica real y no inventada de la lucha. La conclusión es que, en el mismo proceso de la propaganda y preparación, hay que saber defenderse con las armas en la mano, cada vez mejor.
Durante la revolución
Durante la revolución, se producirán en el ejército oscilaciones inevitables, se librará en él una lucha interior. Incluso las fracciones. más avanzadas no se pasarán abierta y activamente al lado del proletariado hasta que vean con sus propios ojos que los obreros quieren batirse y son capaces de vencer. La tarea de los destacamentos fascistas será la de no permitir el acercamiento entre el proletariado revolucionario y el ejército. Los fascistas se esforzarán por aplastar la insurrección obrera desde su comienzo para quitar a las mejores fracciones del ejército la posibilidad de apoyar a los insurgentes. Al mismo tiempo, los fascistas vendrán en ayuda de los destacamentos reaccionarios del ejército para desarmar a los regimientos más revolucionarios y a los menos seguros.
En tal caso, ¿cuál será nuestra tarea?
Es imposible definir de antemano la marcha concreta de la revolución en un país dado. Pero, sobre la base de toda la experiencia histórica, se puede afirmar con certeza que la insurrección en ningún caso y en ningún país tomará el carácter de un simple duelo entre la milicia obrera y el ejército. La relación de fuerzas será mucho más compleja e incomparablemente más favorable al proletariado. La milicia obrera —no por su armamento, sino por su conciencia y su heroísmo— será la vanguardia de la revolución. El fascismo será la vanguardia de la contrarrevolución. La milicia obrera, con el apoyo de toda la clase, con la simpatía de todos los trabajadores, deberá derrotar, desarmar y aterrorizar a las pandillas de bandidos de la reacción y franquear así a los obreros el camino hacia la fraternización revolucionaria con el ejército. La alianza de los obreros y de los soldados triunfará sobre las fracciones contrarrevolucionarias. así será asegurada la victoria.
Los escépticos alzarán los hombros con desprecio. Pero los escépticos hacen el mismo gesto en la víspera de cada revolución victoriosa. El proletariado hará bien en pedir a los escépticos que se vayan muy lejos. El tiempo es demasiado precioso para explicar la música a los sordos, los colores a los ciegos y a los escépticos la revolución socialista”. (*)
Conclusiones
Como conclusiones a su artículo los autores escriben:
“Para apostar a pasar de una lucha defensiva a una lucha ofensiva que aspire a la derrota del aparato estatal represivo requería generalizar y profundizar las experiencias de coordinación…
¡¡Pero el PTR no agitó esa política!!
…articular la autodefensa con organismos de auto organización obreros y populares para planificar los enfrentamientos callejeros con objetivos concretos que permitan darle concreción a los fines de la lucha.
¡¡Pero el PTR no agitó esa política!!
…Para esto, también, era necesario prolongar la huelga general y la extensión a los batallones estratégicos, precondición para darle a la clase trabajadora la libertad de acción necesaria para emprender este camino. Pero como sabemos, los principales sindicatos (dirigidos por burocracias sindicales) eligieron el camino de la tregua y no el de la profundización de la lucha de clases”.
¿Los principales sindicatos eligieron…? ¿O es su condición inherente elegir la tregua cuando puede estar en juego la revolución contra el orden burgués que defienden? Con esa actitud centrista no pueden disputarle la dirección a la burocracia reformista.
Y siguen…
“Mientras hoy se debate sobre una “reforma general” de la policía cabe preguntarse ¿cómo podremos derrotar a instituciones como esta? Sólo la fuerza revolucionaria de la clase trabajadora con su propia defensa podrá hacerlo: disolver por la fuerza carabineros y disgregar el aparato estatal. En resumen: conformar organismos de doble poder basados en la auto organización y defensa que se propusieran ser la base de un nuevo Estado de los trabajadores”.
El PTR debería haberse preguntado cómo derrotar a la policía mucho tiempo antes, cuando la primera línea se enfrentaba cara a cara con los pacos asesinos. Debió haber impulsado la autodefensa a partir del 18 O y no hacer formulaciones en el papel, hipócritamente, que en su momento no estuvieron es su agitación política. ¿y cuando el PTR vinculó la agitación de la “auto-organización”, con la necesidad de instaurar un Estado de los trabajadores? Ah si, para una futura etapa, después de la Asamblea Constituyente libre y soberana…
Terminan diciendo…
“Para prepararnos para nuevos ascensos de la lucha de clases debe existir un partido revolucionario que se construya a partir de las experiencias de vanguardia como la primera línea, buscando que se desarrollen ligadas a las organizaciones obreras. Un partido que defienda a la clase trabajadora [querrá decir que organice la defensa junto a la clase obrera] frente a la ola represiva y de criminalización que orquesta el gobierno. Que ponga en primer orden la lucha por la libertad de todos los presos políticos de la rebelión y combata en su política y programa, las trampas del proceso constitucional que buscan reoxigenar las instituciones de los “30 años”, señalando la vía para la caída revolucionaria del régimen herencia del pinochetismo, posibilidad que tuvimos el 12 noviembre de 2019. Un partido con una estrategia revolucionaria y que se prepare para ser un factor de articulación entre huelga general, el frente único obrero, autoorganización y autodefensa, desarrollando y superando la experiencia germinal que por ejemplo se dio en Antofagasta con el Comité de Emergencia y Resguardo”.
De todo eso que el PTR se atribuye, solo le podemos reconocer “la lucha por la libertad de todos los presos políticos de la rebelión”.
Para lo demás, tienen razón en que hace falta un partido revolucionario…Pero ese partido no es el PTR.
Antonio Bórmida, 26/2/22
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(1) LID 6/11/2019: VIOLACION DE DERECHOS HUMANOS. Nicolás del Caño y Dauno Tótoro reciben informe de la Cruz Roja.
(2) “la planta de Senkata de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), situada en el Distrito 8 de El Alto, es un punto estratégico. De ella depende el abastecimiento de nafta y gas licuado de todo el departamento de La Paz en el que se concentra el centro político y una parte considerable de la población y la actividad económica del país. No casualmente, en la “guerra del gas”, el gobierno de Sánchez de Lozada buscó con todas sus fuerzas (policía y ejército) romper el aislamiento de La Paz y reabrir el abastecimiento de combustible desbloqueando la planta de Senkata. Esta ofensiva realizada el 11 y 12 de octubre de aquel año tuvo que enfrentar la enorme resistencia del pueblo alteño, junto con los mineros de Huanuni y los campesinos. A pesar de la represión que dejó un saldo de al menos 26 muertos, el operativo militar fue derrotado, el levantamiento de características insurreccionales se profundizó y se extendió a los barrios populares de La Paz. Pocos días después Sánchez de Lozada caería”.
(*) Todas las citas de Trotsky no indicadas, son de Adonde va Francia
Lo que yo me pregunto es por qué El Porteño, con el cual el PCO tiene una alianza internacional no ha publicado este trabajo (estamos a 5 de marzo, han pasado 8 días). En los últimos 8 días El Porteño ha publicado a centristas, reformistas, concertacionistas, variados poemas, etc. Qué tipo de alianza es ésta entre el PCO y El Porteño? Una en que el primero escribe correctas críticas de la sección chilena de la FT-CI, mientras el segundo no las publica para no quemarse y dejar la puerta abierta para posibles alianzas con el PTR como sección chilena de la FT-CI? Me parece una «alianza» bastante desigual y de poca seriedad.
Guille: Disculpá la demora en responder. En primer lugar te quería aclarar que con los compañeros de la revista El Porteño de Valparaíso, mantenemos una colaboración política, tal como se plantea en la última revista Manifiesto Internacional. Esa colaboración política no implica hasta este momento, una relación orgánica, de manera que los compañeros de El Porteño, no integran el Comité de Enlace Internacional, aunque mantenemos un intercambio de información y discusiones políticas, a partir de algunas coincidencias muy importantes, y que se reflejan en los artículos que han sido incorporados en nuestra revista Manifiesto Internacional a partir de esa colaboración.
Supongo que cuando leas esta respuesta ya habrás visto que el artículo de crítica al PTR ya fue publicado en El Porteño. Descarto que haya habido algún motivo político en el retraso de su publicación.
Si te interesa ampliar la discusión sobre nuestras posiciones o el método con el cual construimos una corriente internacional, podés escribirme a mi facebook: Antonio Bormida.
Saludos.