El FITU: electoralismo y adaptación al nacionalismo pequeñoburgués

Las elecciones del 14 de noviembre tuvieron la particularidad de que todos los frentes electorales se dieron por ganadores. Juntos x el Cambio puso sobre la mesa el indiscutible argumento de ser quienes más votos sacaron en todo el país, a tal punto que, si hubieran sido elecciones presidenciales, con este resultado les habría faltado solo un 1% más para ganar en primera vuelta. Resaltaron también su triunfo en varias provincias importantes como Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires y CABA. Por el lado del Frente de Todos no faltaron los festejos por la remontada, principalmente en la provincia de Buenos Aires, ya que evitó el terremoto de las PASO tras haber sufrido una derrota por goleada, en la provincia clave para el kirchnerismo. Hasta Alberto Fernández tuvo la audacia de convocar a “festejar el triunfo” a la Plaza de Mayo el 20 de noviembre. No se quedaron atrás los libertarios de Milei y Espert que salieron terceros en CABA y Provincia de Buenos Aires. No debe sorprendernos que los políticos patronales hagan circo y busquen algún argumento para mostrar una imagen triunfadora. Al fin y al cabo, la política burguesa se basa fundamentalmente en la mentira y el marketing para engañar a las masas trabajadoras lo mejor posible. 

El autobombo de la “elección histórica”

Pero quienes también hicieron gala del “auto-bombo” fueron los dirigentes del Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (el FITU integrado por el PTS, PO, MST e IS). Y no escatimaron adjetivos al presentar su balance electoral. La palabra más usada por todos los candidatos del FITU para caracterizar esta elección fue: “histórica”. Suponemos que por “histórica” no querrán decir que esta elección sea un punto de inflexión en la historia de la lucha de clases, como puede ser una revolución, una guerra. Incluso una huelga puede adquirir ese carácter si llega a cierto nivel de combatividad y potencia. Pero, aunque no parece que lleguen a elevar la elección del 14 de noviembre a ese nivel de importancia “histórica”, ponerle ese cartel a una elección sólo manifiesta el afiebrado electoralismo que caracteriza a todos y cada uno de los partidos del FITU, más específicamente a sus direcciones.

Nos queda la opción de que lo “histórico” se refiera a una cantidad de votos nunca vista, inédita. En ese sentido tampoco corresponde de ninguna manera ese calificativo, ya que no hay gran diferencia de votos con la elección del 2013, por ejemplo. Y si algo hay que mencionar en la comparación es que en esa elección el MST iba por fuera del FIT, lo cual obliga a sumar sus votos en 2013, para que la comparación sea válida. El sorprendente porcentaje del 25% en Jujuy, tampoco es algo inédito, si tenemos en cuenta la elección en Salta aquel mismo año, con el mal antecedente de que esa “histórica” elección provincial no dejó un saldo de construcción política acorde a semejante expectativa y que transcurridos 8 años en la elección actual del FITU en Salta, sin los votos del MST, apenas hubiera superado las PASO. El único hecho inédito para el FITU, o para la “izquierda” en general, probablemente sea la cantidad de diputados nacionales que sacaron (4) y la entrada de concejales en el Gran Buenos Aires, o la entrada de un diputado nacional por CABA después de 20 años. Pero la cantidad de votos y bancas parlamentarias obtenidas no es el rasero con el cual se debe medir, balancear, una elección, siempre que se quiera hacerlo desde el punto de vista del objetivo de la construcción de una dirección revolucionaria que pueda guiar a la clase obrera a la conquista del poder, a la dictadura del proletariado.

Para los revolucionarios presentarse a las elecciones dentro del régimen de la democracia burguesa no es para nada una falta a los principios. Todo lo contrario, no sería principista desaprovechar esa tribuna política si se tiene la acumulación de fuerzas suficiente. El objetivo central de esa participación, sin embargo, es propagandizar el programa revolucionario, denunciando el carácter de clase, capitalista, de este régimen. Dentro de esa orientación las elecciones sirven para medir la adhesión de un sector de la clase trabajadora al PROGRAMA REVOLUCIONARIO y, fundamentalmente puede ser una provechosa palanca para organizar a la vanguardia obrera y popular en un partido obrero marxista.

A la hora de balancear la participación electoral del FITU nos encontramos con que nada de eso es medible, porque falta, justamente, el programa revolucionario que parta de denunciar la democracia burguesa como lo que es: una envoltura engañosa de la dictadura del capital. Se pueden sacar muchos o pocos votos, pero es difícil saber cuántos adhieren a un programa clasista y cuantos a uno democrático pequeñoburgués. Este último fue, al fin y al cabo, el carácter de la campaña del FITU. No se puede llamar de otra manera a la exacerbación del “figurismo” de los candidatos por encima de sus organizaciones y consignas políticas; la promesa de “proyectos de ley” para resolver cada uno de los problemas que afectan a los trabajadores y la juventud. Spots muy “creativos” pero nula propaganda revolucionaria.  En fin, una creciente orientación del FITU hacia su conversión en pata izquierda del régimen burgués.

No significa esta critica que desconozcamos la importante cantidad de votos que, evidentemente, fueron la manifestación de una parte del pueblo trabajador que le dio la espalda al gobierno peronista, tras dos años de experiencia. Eso es evidente cuando se analiza la composición de clase del voto según las zonas geográficas en el Gran Buenos Aires y otras provincias. Sin embargo, el FITU NO ha resuelto una política de conjunto para organizar políticamente a una fracción de esos centenares de miles de votos, por ejemplo, convocando a la formación de un Partido de Trabajadores, es decir, impulsando la independencia política de la clase obrera que dicen defender. Han hecho lo mismo de siempre, cada partido reclutara a una determinada cantidad de “votantes”, pero no organizaran a los miles de activistas que participaron de alguna u otra manera de la campaña del FITU. La cacareada “tercera fuerza” política se une para las elecciones y se descompone en sus elementos a la hora de organizar a la clase trabajadora.

La lucha contra el FMI y la adaptación al nacionalismo burgués “productivista”

La única iniciativa “unitaria” del FITU tras las elecciones fue la convocatoria a la marcha del sábado 11 de diciembre contra el acuerdo en ciernes del FMI, el gobierno y el régimen patronal de conjunto. Nos parece una buena iniciativa y desde el PCO la impulsaremos y participaremos. Sin embargo, la convocatoria adolece de los mismos problemas que la orientación política general del FITU, antes y después de las elecciones.

En primer lugar, por la ausencia de un programa que explique la necesidad de luchar por un gobierno de los trabajadores que expropie a los capitalistas, la única salida a la actual encerrona que plantea la crisis capitalista y el acuerdo fondomonetarista, que no es más que su consecuencia. No existe esta consigna de poder de los trabajadores en la declaración del 11 de noviembre, firmada por el FITU de conjunto, para convocar la reunión preparatoria de la movilización del sábado 11 de diciembre. Y esto no es un problema de «rituales y dogmas» como gustan decir quienes se autojustifican a la hora de bajar el programa en aras de «ser amplios en la acción». Porque no estamos criticando los acuerdos de unidad de acción que se puedan concretar por determinados objetivos prácticos de la lucha de clases. Estamos hablando de una declaración firmada por cuatro organizaciones que se reivindican trotskistas. ¿Cuál es el fantasma político de la burguesía que obliga al FITU a limitar su orientación cotidiana al programa democrático burgués?

Nos dirán que de tanto en tanto, el gobierno de los trabajadores, aparece en sus publicaciones, y en las declaraciones de sus candidatos-dirigentes, sobre todo cuando ya pasaron las elecciones en las que ganaron los votos con consignas parciales. Pero esa forma de levantar la consigna estratégica que debería guiar la agitación propagandística en una situación pre-revolucionaria incipiente (como el PTS caracteriza), se parece mucho a como la socialdemocracia o el stalinismo ponían al socialismo como “objetivo final” de su lucha, en los “días de fiesta”. Mientras que, para momentos de crisis política, levantan como solución la convocatoria a una institución democrático burguesa, la Asamblea Constituyente. O como en “el estallido” chileno, cuando el levantamiento obrero y popular puso en crisis al régimen burgués, y los partidos parientes del FITU levantaron la Asamblea Constituyente como su consigna máxima, para ser conseguida por medio de la presión de las movilizaciones. De esa manera, la consigna “democrático-radical” no sirvió para quebrar al régimen burgués sino para salvarlo. Piñera, con la colaboración de los partidos de oposición, incluyendo al Frente Amplio y el PC (ver nota de Chile en este periódico), pudo concederla y con ello “apagar” el movimiento, canalizándolo al terreno electoral.

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La ausencia de un planteo de poder en la declaración del FITU está, evidentemente vinculado con la omisión de cualquier tipo de expropiación a los capitalistas, exceptuando las nacionalizaciones de la banca y las privatizadas. La burguesía y sus voceros machacan día y noche con la amenaza de un «precipicio» y otros títulos catástrofistas si no se firma un acuerdo con el FMI. Y no están tan errados, si esa ruptura y no pago de la deuda se plantea solo en términos capitalistas, sin tocar la propiedad privada de la burguesía, ni romper la anarquía capitalista por medio de la planificación socialista. Esta cuestión es importante en el aspecto opuesto. El ajuste y el ataque a las condiciones de vida del pueblo trabajador es una necesidad de los capitalistas independientemente del acuerdo con el FMI. La crisis de la economía capitalista mundial y de la economía semicolonial argentina son la causa de la ofensiva antiobrera y antipopular y no se puede evitar ese ataque sin atacar esas raíces de clase, sólo con una ruptura con el FMI o el no pago de la deuda. Esa es una condición necesaria pero no suficiente. Reconocer o no estos fundamentos es lo que diferencia al programa proletario del nacionalista pequeñoburgués.

Pero el FITU no dice una palabra del sector capitalista más desarrollado y maduro para la expropiación inmediata en Argentina: el agro-industrial. Tampoco parece necesario, según el FITU, tocar la propiedad de los monopolios industriales, extranjeros y nacionales. Es sintomático que el centrismo y oportunismo «trotskista» en Argentina parece apuntar solo a la propiedad privada de los sectores capitalistas que cualquier kirchnerista trasnochado señala como el «capital especulativo» (bancos y empresas de servicios otrora estatales privatizadas) en contraste con un «capital productivo» (industria, incluyendo la agraria). Tal vez busquen aliados del nacionalismo burgués «agraviado» para desarrollar el «movimiento (¿político?) contra el FMI» que propone Del Caño.

Sin programa revolucionario no hay dirección revolucionaria

La conclusión es evidente y fundamental: el FITU no defiende un programa revolucionario, sino que acomoda sus «programas» a los objetivos inmediatos dictados por las necesidades, no de la clase trabajadora, sino las de un aparato electoral que exige cada vez más «financiación» y «espacios» institucionales (con diplomas parlamentarios incluidos). En las elecciones acomodan su programa a los gustos del votante, ahora lo acomodan a su búsqueda de aliados políticos en algún ala descontenta del nacionalismo burgués kirchnerista.

Insistimos. Nosotros no sólo que no rechazamos, sino que impulsamos a fondo la necesidad de establecer acuerdos de frente único obrero, que son acuerdos para la lucha en el seno de la clase obrera. Por el contrario, el FITU mantiene un acuerdo electoral oportunista, pero rara vez logran plasmar en la lucha de clases un verdadero acuerdo de frente único, y en la mayoría de las ocasiones van en lista sindicales separadas cuando se trataría inclusive de la unidad por un solo punto: la lucha contra la burocracia sindical. Se unifican más fácilmente cuando se trata de ir como furgón de cola de la burocracia stalinista o reformista, como por ejemplo en las multicolores docentes de la provincia de Buenos Aires, detrás del PCR, que es actualmente integrante del Frente de Todos. O en Amsafe, detrás de la burocracia de Terés, quien a su vez integra sin cuestionamientos públicos la CTA de “Cachorro” Godoy, que también apoya al gobierno de los Fernández.

También estamos de acuerdo en impulsar la unidad de acción, con sectores de izquierda del nacionalismo burgués. Pero solo para la acción concreta, alrededor de puntos específicos. Pero de ninguna manera se pueden “mezclar banderas”, como diría Trotsky, confundir el rojo con el azul. Un acuerdo concreto de lucha no implica rebajar el programa obrero revolucionario, al programa del nacionalismo burgués, como hace la declaración del FITU.

Por último, la declaración del FITU convoca a «desarrollar una deliberación en el conjunto de las organizaciones obreras, populares y de la juventud», sin embargo, en la práctica sigue siendo los acuerdos y roscas por arriba lo que predomina. Ni siquiera el SUTNA, sindicato que dirige uno de los partidos del FITU (PO) impulsa esa «deliberación». Pero más que deliberación, en las estructuras de la clase trabajadora que dirigen los partidos del FITU, deberían realizarse asambleas, para que después de deliberar se puedan votar acciones concretas contra el acuerdo del gobierno con el FMI, en base a las condiciones concretas. Sólo con esa orientación se puede preparar un verdadero plan de lucha, que no va a salir de ninguna exigencia superestructural a la burocracia propatronal.

Sin programa revolucionario ni políticas para impulsar la organización de la base trabajadora, está claro que el FITU y sus partidos no son el germen de una dirección revolucionaria para la clase trabajadora. Por el contrario, se desarrollan como uno de los obstáculos que deberemos sortear los trabajadores para poder conquistar nuestro propio gobierno, no solo para romper con el FMI, sino hacer saltar por el aire todo el régimen político burgués y la propiedad privada de los medios de producción que defiende.

Turco Morales, 5/12/21

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