Cualquier trabajador que siga nuestras notas y editoriales estará ya familiarizado (esperamos que no harto) de leer las denuncias políticas contra los capitalistas y los gobiernos (es decir los políticos patronales que, de un lado u otro de la “grieta”, gobiernan, administran el Estado, en defensa de los capitalistas). También, claro, el lector sabe que cotidianamente denunciamos a los dirigentes sindicales que son sus cómplices. Lo que normalmente llamamos BUROCRACIA SINDICAL o “agentes de la burguesía en las filas del movimiento obrero”. En esta nota nuestra intención es analizar lo mejor posible cual, o cuales, son las herramientas que los trabajadores tenemos para combatir a esos enemigos, tanto externos (capitalistas y sus Estado) como internos (dirigentes sindicales). Y para eso trataremos de basarnos no alguna clase de fantasía surgida de nuestras cabezas, sino de la experiencia que las luchas más recientes que han dado, o están dando, diferentes sectores del movimiento obrero.
Arrebeef y Siderar-Canning: dos de las luchas más importantes de lo que va de 2021
Una de las luchas más importantes de los últimos meses es, sin duda, la de los obreros de Arrebeef, el frigorífico de la ciudad de Pérez Millan, propiedad del “empresario nacional” Hugo Borrell. En febrero de este año estallo la bronca acumulada por años de explotación salvaje por parte de la patronal y de una complicidad descarada por parte Luis Pérez, dirigente local de la Federacion de la carne conducida a nivel nacional por Alberto Fantini.
Esa acumulación de bronca por años, con la miseria salarial que se agrava en la actualidad, se transformó en una predisposición de lucha formidable por parte de la base obrera. Además, la ocupación de la planta y del sindicato conto con el apoyo activo y masivo de la población de Pérez Millan.
La patronal respondió con la amenaza de cerrar la fábrica. Y como siempre se puso en movimiento la maquinaria del Estado Capitalista para contener y mantener el orden que pretenden las patronales. Primero el gobierno provincial de Kicillof mando a la infantería bonaerense de Berni a reprimir las movilizaciones. Después la fiscalía armo causas penales a los referentes de la lucha. Mientras tanto la burocracia de la Federación de Fantini engaño a los trabajadores corriendo a un costado al odiado Luis Pérez, y negociando la reapertura de la planta pero con más de 100 trabajadores despedidos, entre ellos los referentes que quedaron procesados penalmente, incluso con una denuncia judicial del propio Luis Pérez, quien hoy después de hacer retroceder a los trabajadores vuelve a ocupar su sillón y se pasea por el frigorífico infundiendo el miedo a los obreros que volvieron a trabajar para que acepten las nuevas condiciones y no apoyen a sus compañeros despedidos y procesados.
Lejos está de resolverse la cuestión salarial ya que la Federación de la Carne arregló un acuerdo paritario del 30% para los próximos 9 meses, cuando para 2021 se proyecta una inflación del 50%. Perdiendo valor del salario año a año, con sueldos promedios que rondan los límites de la canasta de pobreza de $57000 pesos (canasta básica para febrero de 2021 según el INDEC) las condiciones de la clase trabajadora se vuelven más intolerable.
También los trabajadores de Ternium Siderar, en Canning, sufren la ofensiva de uno de los burgueses más ricos de la Argentina Paolo Roca (CEO del grupo Techint) con una fortuna declarada de US$3800 millones, licitaciones en la obra pública y petrolera, es parte también del “plan del gas”, programa en el cual el Estado pagará por arriba del valor de mercado el precio de la energía para alentar las inversiones y sustituir importaciones.
Sin embargo, a pesar de las jugosas ganancias que amasan, pandemia de por medio el grupo Techint echó 1450 trabajadores de la construcción, despidió en SIAT Villa Constitución, en Siderca Campana. La patronal avanza con mayor flexibilización y rebajas salariales, quedando los trabajadores en la encrucijada de pelear o padecer condiciones de mayor explotación y miseria.
En la planta de Ternium Canning, la comisión interna con participación activa de las bases está dando pelea. Luego de más de un mes paralizando la planta con bloqueo, acampe y movilización, los trabajadores son sometidos al desgaste por las instituciones del Estado, con varias audiencias en el Ministerio de Trabajo y conciliaciones obligatorias de por medio, en donde la empresa hace caso omiso al reclamo de los trabajadores y vuelve a la ofensiva aumentando los despidos.
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Parece ser que el curso que toma la situación más general de crisis económica con una recesión de largos años e incluso agudizada con la pandemia del coronavirus, es el de recrudecer y acrecentar las contradicciones sociales, provocando en consecuencia, un descontento creciente contra la burocracia sindical que apoya la política pro-patronal del gobierno del Frente de Todos. Y en la medida que se desarrolla lucha de clases, se empiezan a observar peleas en contra de las burocracias regionales como en Arrebeef o en la fábrica metalúrgica Gri Calviño.
La necesidad de agruparse y organizarse con una política clasista
Todas las luchas muestran que la organización previa es fundamental. Que se hace muy difícil recuperar el tiempo perdido en materia de organización clasista cuando ya se está en el medio del conflicto, del enfrentamiento abierto con las patronales, su Estado y sus cómplices de la burocracia sindical. Ese enfrentamiento abierto, la lucha del conjunto de la base obrera, no es algo permanente. La lucha de clases tiene avances y retrocesos, flujos y reflujos, que no dependen de la voluntad de los compañeros más conscientes o comprometidos. Pero la organización sí puede y debe ser permanente, sí depende de que esos compañeros, los activistas, tengan la voluntad de agruparse. A veces de manera clandestina, a veces (las menos) con algún margen para la actividad política y sindical abierta. No sirve de nada putear a la base porque no quiere pelear en determinado momento, o usar ese hecho de excusa para abandonarse al individualismo. Hay que comprender los ritmos de la lucha de clases y tener la paciencia para esperar el momento oportuno, preparando la organización mientras tanto.
Y cuando hablamos de organización no nos referimos solo a la división de tareas, el trabajo en equipo aceitado. Eso es muy importante, pero lo fundamental es la conciencia política de clase. Lo que puede y debe agruparnos es la conciencia de que los trabajadores somos una clase cuyos intereses son diametralmente opuestos a los de los capitalistas. Para que ese agrupamiento se fortalezca debemos entender que ellos, los patrones tienen una herramienta central para imponernos sus intereses de clase, su sed de ganancias a costa nuestra, de nuestra salud y de nuestra vida, como se ve claramente en la actual pandemia. Que esa herramienta es su Estado, ese aparato que administran[1] de forma alternada los peronistas-kirchenristas y los radicales-macristas. Ese aparato que también componen los jueces, militares, policías.
Y a ese aparato están atados firmemente los dirigentes burocráticos de los sindicatos. Ellos defienden el sistema social de explotación, el capitalismo, y el régimen político de la “democracia” patronal que les deja una silla en la mesa de los que viven de nuestro trabajo. Por eso es necesario echarlos de los sindicatos, arrebatarles la dirección de nuestras organizaciones y poner a su frente dirigentes clasistas que impulsen la democracia obrera como herramienta de lucha y sean independientes políticamente de todos los partidos patronales, empezando por el peronismo que dice representar a los trabajadores pero es la columna vertebral del régimen patronal.
A entender la urgencia de esta realidad y de las tareas que de ella se desprenden le llamamos conciencia de clase, el clasismo. Pero esa conciencia de que somos una clase que debe luchar contra la clase enemiga y su aparato estatal, marca el camino de que tipo de organización necesitamos. Si los capitalistas, a pesar de sus disputas e intereses diferentes, saben organizar su herramienta común, el Estado patronal, nosotros no podemos limitar nuestra organización solo a nuestra fábrica, ni siquiera a nuestra rama de actividad o gremio. Debemos organizarnos con todos los trabajadores, de todos los gremios. Y, como trabajadores organizados con nuestro propio programa, involucrarnos en las luchas de otros sectores sociales que también sufren la opresión de los capitalistas y su Estado. Para eso necesitamos un partido político propio, un Partido de Trabajadores. La organización política que necesitamos para arrebatarle la herramienta que los capitalistas hoy usan contra nosotros, el poder del estado.