Perú: Otro estallido popular en América Latina

Organizarse para luchar ¡Por un gobierno obrero y popular!

La situación política de Perú hace bastante que viene cruzada de una profunda inestabilidad política marcada por partidos, que más se parecen a bandas que asaltan el estado para quedarse con la mayor parte del botín de la corrupción, que no es exclusiva de los políticos, sino que es promovida por las grandes empresas capitalistas. La corrupción es inherente a la burguesía desde su mismo nacimiento. No olvidemos el saqueo de la colonización y todos los posteriores en la época del imperialismo capitalista. Los saqueos y la corrupción van acompañados de la muerte para los pueblos oprimidos y despojados, y para los trabajadores explotados cada vez más hasta el límite de la supervivencia.

Ya es historia vieja que Fujimori se fugó al Japón por las denuncias de corrupción en su contra, luego del affaire Montesinos, y tras ellos fue acusado de haber cometido crímenes de lesa humanidad. Pero quedó su descendencia, en particular, Keiko Fujimori, que le da continuidad al populismo de derecha.

Luego de la fuga de Fujiomori, ganó las elecciones de 2001 Alejando Toledo. Este gobierno estuvo cruzado desde el principio por acusaciones de corrupción. En 2006 fue elegido presidente, por segunda vez, Alan García. Su gobierno tampoco escapó a las acusaciones de corrupción, y como es sabido el 17 de abril de 2019, García se suicidó disparándose en la cabeza cuando la policía fue a detenerlo por acusaciones de corrupción relacionadas al caso Odebrecht. Alan García había sido presidente por primera vez en el año 1985. Todavía algunos recordarán que los peronistas, cantaban en aquella época: «¡Ay, patria mía, dame un presidente como Alan García!».

En 2011 Ollanta Humala le ganó a Keiko Fujimori, por un 2 % de ventaja. En las elecciones de 2016, Keiko Fujimori resultó nuevamente derrotada, esta vez ante el economista, empresario y banquero Pedro Pablo Kuczynski del partido centro derechista, recientemente fundado, Peruanos por el Cambio, por un margen de votos aún más ajustado. A pesar de haber perdido las presidenciales, el fujimorismo obtuvo mayoría absoluta en el Congreso. Esta situación condujo a una crisis política entre ambos poderes del Estado, que incluyó dos pedidos de vacancia (destitución) presidencial, causados nuevamente por acusaciones de corrupción relacionadas al caso Odebrecht que involucraba a Kuczynski, quien finalmente tuvo que renunciar en marzo de 2018, asumiendo la presidencia (23 de marzo), su vicepresidente, Martín Vizcarra. 

Esos son los antecedentes de la actual crisis política, marcada por la misma crisis y enfrentamiento entre el Congreso, con mayoría fujimorista y el ejecutivo que había quedado en manos de Vizcarra. Como más o menos ya se conoce, luego de un primer intento fallido, un segundo pedido de vacancia fue votado por mayoría en el Congreso, lo que provocó la renuncia de Vizcarra y la asunción del presidente de la institución parlamentaria, Manuel Merino, como presidente de la nación el martes 17 de este mes, cargo que debería haber ocupado hasta abril de 2021, próxima elección presidencial. Todo parecía estar resuelto, pero los diputados que votaron la destitución de Vizcarra no contaron con la reacción de las masas. 

Desde el lunes, comenzaron las movilizaciones contra Merino, y la situación fue cambiando día a día.

“Los dos primeros días protestaron los simpatizantes vizcarristas y pequeños grupos de estudiantes reformistas que acusaban a los parlamentarios de haber perpetrado un «golpe de estado». Luego salió ya toda la izquierda, así como la CGTP que dirigen los estalinistas, con esa posición. Contra el golpismo, por un «Gobierno Democrático» y una Asamblea Constituyente, eran sus consignas. 

Hasta ese momento la hegemonía en la movilización era largamente pequeñoburguesa, pero imprevistamente eso cambió. A partir del jueves aparecieron sectores populares movilizados sin convocatoria centralizada. Sectores desorganizados que aprovecharon la coyuntura para desarrollar sus protestas de clase. Pero la movilización en general ha sido una confusión total, un revoltijo de voluntades y consignas con la única coincidencia de ¡Fuera Merino! Aun con ello se fue extendiendo a todas las ciudades importantes del Perú.

Finalmente, fuera de los sectores populares, el protagonismo de la juventud pequeñoburguesa ha sido muy grande, con su carga de simpatía o concesión a Vizcarra. Una buena parte de esa juventud asumió, como la misma izquierda, el discurso burgués de permitirle a Vizcarra terminar el mandato para que luego afronte sus denuncias por corrupción”. (relato de los hechos de un compañero peruano)

El sábado por la tarde la salvaje represión policial que es característica en todos los países ante estos levantamientos espontáneos, asesinó a dos jóvenes. La conmoción provocada por esas muertes, los más de 100 heridos y la situación todavía no resuelta de más de 40 desaparecidos, obligó al gobierno recién designado de Merino a renunciar. Duró 6 días.

Cuando estamos escribiendo esta nota, el Congreso acaba de designar por amplia mayoría, como nuevo presidente interino a Francisco Sagasti, un ingeniero de 76 años miembro del Partido Morado de centroderecha, que es uno de los pocos que tiene la ventaja frente al movimiento de masas movilizado estos días, que no votó por la destitución de Vizcarra.

Dada la falta de la dirección política de un partido obrero revolucionario, es muy probable que esta nueva designación provoque la desmovilización popular, dada la campaña de todas las organizaciones políticas burguesas y pequeñoburguesas reformistas que habrán de poner el eje en esperar las elecciones de abril de 2021, para lo cual falta relativamente poco.

Sin embargo, Perú se ha sumado a los países de América Latina que han sentido el estallido y la furia de la movilización popular. En caso de que la movilización por ahora se repliegue, lo hará con la conclusión de que las masas populares en la calle pudieron torcer la decisión de las camarillas políticas parlamentarias, también corruptas. Pero eso no es suficiente, como la historia reciente lo demuestra claramente. No es suficiente sacar un gobierno burgués “malo” para reemplazarlo por otro gobierno burgués tan “malo” o peor que el anterior. Por delante está el agravamiento de la crisis social en la que se conjugan: los muertos de una pandemia que no solo no ha terminado, sino que amenaza con una segunda ola más grave aún; y la crisis económica que por supuesto en un régimen capitalista se ensaña con las masas trabajadoras y del pueblo hundido en la miseria. La clase obrera y el pueblo pobre tienen que forjar sus organismos de lucha independientes de los partidos burgueses, fortalecer la incipiente autodefensa que se enfrentó a la represión policial, y lo más importante, organizar su propio partido para derribar al régimen burgués e imponer su propio gobierno, un gobierno obrero y popular que expropie a la burguesía y termine con la explotación, la miseria y con todos los corruptos.

AB, 16/11/20

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