Compañeras y compañeros:
Saludamos en este acto a la militancia obrera y popular y a todos los que han venido a levantar la exigencia de la libertad incondicional del compañero Sebastián Romero.
Tras años de persecución, Sebastián Romero está preso acusado por intimidación pública, daños y resistencia a la autoridad. El Estado burgués, tanto gobernado por Macri como actualmente por Alberto y Cristina Fernández lo ha perseguido, por lo que representó en aquella jornada de diciembre de 2017. Los periodistas de la burguesía, se ensañaron en su momento con Sebastián usándolo como chivo expiatorio para argumentar que hay que defender la democracia, las instituciones y el estado de derecho, de los ataques de “los violentos”.
Estas campañas más se intensifican cuanto más necesita el gobierno y la clase burguesa en general, encubrir las acciones del aparato de represión del Estado en contra de uno u otro sector de la clase trabajadora y/ de sectores oprimidos de la sociedad.
Años atrás, el gobierno de CFK, para escarmentar a “los violentos”, impulsó la condena judicial de cadena perpetua contra los trabajadores de Las Heras. En aquel momento ninguna de las organizaciones kirchneristas se hizo eco de la campaña por la libertad y absolución de los trabajadores de Las Heras, ni consideraron su condena como una “persecución política”.
A la campaña contra “los violentos” que no dejaban sesionar en paz a los diputados, se sumó también en su momento la burocracia sindical.
Lo que quiere la burguesía y sus representantes en el gobierno, en el Parlamento y en el poder Judicial, es que los trabajadores y el pueblo acepten resignadamente las leyes y decretos que se hacen en su contra.
¿Que estaban votando una ley rechazada por la mayoría de la población? Eso es un detalle. Hay que defender la democracia de los ataques de “los violentos”, dicen. Pero ¿qué clase de democracia es esta que legisla en contra de los intereses de la mayoría? O mejor dicho ¿democracia de que clase es? La respuesta está a la vista para el que la quiera ver. Es una democracia burguesa, capitalista. Es la forma encubierta de la dictadura del Capital. Es el gobierno de una minoría dueña de las fábricas, las tierras, los bancos, las grandes cadenas comerciales, los laboratorios medicinales, etc. La clase dominante es una minoría que detenta el poder económico y gracias a eso controla el aparato del Estado, incluyendo al aparato represivo que está dispuesto para salvaguardar sus intereses y blindar sus instituciones como hicieron esos días con el Parlamento. ¿Y pretenden que los trabajadores aceptemos eso sin pelear? De ninguna manera.
Nosotros no vamos a hacer una defensa vergonzante y adaptada al régimen de Sebastián, diciendo que Sebastián tiraba pirotecnia de venta libre y que no tiraba a pegar porque tiraba para arriba a 45°. Nosotros lo conocemos a Sebastián de compartir los piquetes en las entradas de General Motors. Pero, aunque no lo conociéramos personalmente, nunca diríamos “No lo conozco, desconozco al compañero” (Nestor Pritola, dirigente del PO), como quien dice yo no fui. Tampoco denunciaríamos de “estúpidos y lúmpenes” a quienes tiraban piedras (Pollo Sobrero, Izquierda Socialista), cuando les están abriendo causas judiciales. Ni haríamos discursos en la cámara de diputados, denunciando una campaña de demonización contra “la izquierda”, sin mencionar ni una vez el nombre de Sebastián Romero y sin reclamar que se anule la causa abierta en su contra.
Nosotros podríamos discutir con Sebastián si era adecuada esa acción y cuál era su objetivo. Más que con Sebastián esa discusión habría que hacerla con los dirigentes de su Partido.
Pero lo que es indiscutible es la defensa de Sebastián como honesto compañero que actuó al servicio de la causa de los trabajadores, ejerciendo la autodefensa contra la represión policial. Los defectos de la forma son responsabilidad de los dirigentes de su partido.
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Los políticos de los partidos patronales, en cumplimiento de las necesidades de la burguesía gobiernan y legislan contra los trabajadores y el pueblo. Para poder hacer eso necesitan protegerse de los manifestantes que cargados de justo odio arremeten consciente o inconscientemente contra las instituciones de su repodrido régimen burgués. Para eso están “las fuerzas del orden”, el aparato represivo del régimen burgués. Para eso está la Federal, la Metropolitana, sus guardias de infantería, la Gendarmería, los albatros de la Prefectura, la PSA (policía de seguridad aeronáutica). Y si todas ellas juntas no pudieran contener la furia obrera y popular, actuarían las Fuerzas Armadas.
Así funciona el “Estado de Derecho” al que también se subordina la burocracia sindical, como queda registrado en aquel comunicado de la UTA firmado por Roberto Fernández, diciendo que la política y las leyes se discuten y se sancionan en el Congreso donde “están los representantes del pueblo” y en el que destacan su “repudio contra toda forma de violencia que se aparte de las reglas de convivencia que debe prevalecer en una comunidad organizada y en un estado de derecho”.
La burguesía cuando era revolucionaria utilizó la violencia para cortarle la cabeza a la nobleza feudal, o para independizarse de la opresión colonial. De ahí en adelante y más que nunca ahora en su decadencia utiliza la violencia para reprimir cada vez con más saña las manifestaciones huelgas y protestas de la clase trabajadora y el pueblo. A nivel internacional utilizó al fascismo y al nazismo, las guerras contra los pueblos oprimidos. En Argentina no dudó en utilizar las represiones sangrientas como en la semana trágica y en la “Patagonia rebelde”, los golpes militares y la más recordada por siniestra, la dictadura Militar del 76. Pero también “en democracia” apeló a la violenta represión en las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001 dejando un saldo de 33 asesinados, mártires de la clase obrera y el pueblo, por los comandos represivos.
Ahora el gobierno de los Fernández se jacta de su “firmeza” para decretar la cuarentena en el AMBA frente a la presión de la oposición macrista-“bolsonarista”. Sin embargo, su defensa de los intereses capitalistas (ganancias y propiedad privada) es la que impide que la mayoría trabajadora de la población pueda soportar los costos de la crisis económica agravados por la cuarentena.
La situación no es mejor, en las provincias en las que, por el nivel muy bajo o nulo de contagios, la cuarentena fue suplantada por el “distanciamiento social”. Allí se empieza a ver crudamente, la gravedad de la situación social y la profundidad del pozo en el que nos quieren meter las patronales y los gobiernos. Para los trabajadores del Estado, nada de discusión salarial, las paritarias están “cerradas”. ¿Y el aguinaldo? Con suerte se pagará en cuotas. Ni bien el Estado empiece a retirar los subsidios a las patronales para pagar sueldos (ATP) y se empiecen a descongelar las tarifas, unas cuantas empresas, y no solo Pymes, corren riesgo de cerrar. Con el aumento inevitable del consumo más allá de lo elemental que imponía la cuarentena, los precios recuperarán la curva alcista, que promete ser tan “exponencial” como la del virus. En los barrios a medida que se retire el IFE y las ollas populares languidezcan, el hambre se agravará.
Este es el triste panorama que tenemos que enfrentar. Y no podemos esperar que nadie nos salve. Tenemos que organizarnos para luchar. Pero en la misma medida que hagamos frente a los padecimientos inmediatos se no planteará la cuestión de cómo resolvemos esta situación de raíz. Porque cuando las crisis son tan profundas como esta, no hay lugar para términos medios. O nosotros derrocamos al gobierno patronal que pretende hundirnos más en la miseria, o la clase capitalista con su gobierno y su aparato represivo nos aplastarán.
Sólo un gobierno de los trabajadores, que no le tiemble el pulso para expropiar a los capitalistas, puede planificar la economía para dar respuesta a las necesidades vitales del pueblo trabajador incluyendo en primer lugar las que se desprenden de la emergencia sanitaria. Si los capitalistas no son capaces siquiera de pagar los sueldos cuando una situación de emergencia como esta se impone ante la sociedad, lo que hay que hacer es liquidar a la burguesía para salvar al pueblo. Los trabajadores, organizados como clase gobernante, sabremos planificar tanto la producción y distribución como la estrategia contra el covid-19.
La clase trabajadora, que es la única clase revolucionaria, también tendrá que recurrir a la violencia para hacer nacer una nueva sociedad sin explotados ni explotadores. Los partidos y dirigentes que se reivindican de la clase obrera pero que reniegan de la violencia de los explotados contra los explotadores, dejan en evidencia que no tienen la menor intención de luchar por la revolución socialista, que en su boca es sólo un juego, o un disfraz, para engañar a la clase trabajadora, y construyen partidos parlamentarios, cuando lo que los trabajadores necesitamos es un partido revolucionario.
30/6/20
Excelente nota. Acuerdo con todo. Los felicito camaradas.