LOS FEMICIDIOS SIGUEN EN AUMENTO

Para que no haya más femicidios no sirve sólo luchar contra el machismo, también hay que organizarnos como clase contra el capitalismo que lo origina. 

LOS FEMICIDIOS AUMENTAN PROPORCINALMENTE A LA DESOCUPACIÓN Y LA MISERIA

A pesar que desde el 2015 se realizan marchas de cientos de mujeres en Argentina y países de todo el mundo reclamando ni una mujer muerta más y exigiendo políticas que frenen la violencia machista, su forma más brutal y extrema, el femicidio, no baja sus números. Según el Observatorio de Femicidios en Argentina «Adriana Marisel Zambrano” en nuestro país la cifra de mujeres asesinadas en 2020 supera los 100 casos, 57 de los mismos ocurrieron durante la medida de aislamiento por la pandemia, además se estima que el 71% de los casos ocurre en sus viviendas y son realizados por parejas o ex parejas, quedando además 77 hijos sin madre como consecuencia directa.  

Esta realidad, de aumento de la violencia hacia las mujeres durante la cuarentena se repite en todos los países (según la ONU la violencia machista en situaciones de encierro aumenta un 20%) y se ve agravada por la profundización de crisis económica de las familias. Las parejas se ven obligadas a convivir las 24hs bajo la amenaza del Estado de ser detenidos o reprimidos si se rompe el aislamiento y así el “hogar” es un sitio cada vez menos seguro para muchas mujeres. Al estar encerradas con quienes las maltratan o abusan, durante un período mayor de tiempo, la violencia aumenta y sus posibilidades de obtener ayuda son mucho más limitadas. 

Año tras año aumentan los casos de femicidios, algunos se hacen más conocidos por tener repercusión en los medios como el de Micaela García, el cual entra en los ejemplos en los cuales el poder judicial (parte del Estado capitalista) como responsable por otorgar las salidas transitorias o libertades anticipadas, permiten la salida a violadores que reinciden y asesinan. A pesar de que este caso no es una excepción, nos encontramos hoy con un gobierno nacional que se lava las manos y otorga prisión domiciliaria y sin ningún tipo de reparo a femicidas y violadores, es decir, es el mismo Estado quien permite el ingreso de los asesinos a las casas de las mujeres que han sufrido abusos por parte de estos presos. 

Por su lado, como venimos denunciando, los movimientos feministas tampoco han propuesto verdaderas soluciones a esta situación, pretenden que con ciertas reformas o presentación de proyectos disminuyan los casos de femicidios. Como única alternativa a que disminuyan los casos de abusos propusieron que las líneas del 144 funcionen las 24hs o que se permitan permisos exclusivos para circular a las víctimas o el uso del barbijo rojo, medidas completamente superficiales que no hacen más que seguir condenando a las mujeres a la violencia. Además, son funcionales al gobierno de Alberto (integrando muchas de ellas, puestos en sectores que hacen a la temática de la mujer, Como Mala Junta-Patria Grande).  Mientras que otras, como “Mujeres por la Matria Latinoamericana (Mumalá) y Libres y Diverses” piden conformar un Consejo Nacional de Emergencia para abordar las violencias de género en el actual contexto de pandemia.  Un Consejo que estaría conformado por ellas y funcionarios del Gobierno. En vez de hacer reclamos concretos y exigirle al gobierno que aumente el presupuesto para efectivizar políticas concretas para aumentar el número de refugios o garantizar viviendas a las mujeres para que puedan abandonar las que comparten con sus agresores, piden un lugar en el aparato estatal para acomodarse allí y en la misma línea que Mala Junta, colaborar con el estado patronal. Muchas de estas feministas firmaron en conjunto una solicitada en apoyo al pago de la deuda, mientras atravesamos una crisis sanitaria y social profundísima, que está cobrando todos los días nuevas vidas.

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Evidentemente ningún gobierno (sea del partido que sea) contempla seriamente las estadísticas ni las denuncias, sino destinarían esfuerzos o recursos para garantizar las restricciones que resguarden la integridad física y psicológica de las mujeres. Esto ocurre porque, como ya hemos explicado en otras notas, el instrumento de represión es “el hombre” pero quien se beneficia materialmente y es la autora ideológica de la condición de opresión de la mujer trabajadora, es la clase capitalista, la cual actúa a través de sus gobiernos y partidos para ser garantes principales del machismo que se desencadena en situaciones de violencia hacia las mujeres. Así el femicidio y otras manifestaciones, como la trata (regenteada por el brazo represor del Estado, la policía), las muertes de mujeres y niñas por abortos clandestinos (defendidas por las Iglesias) y las violaciones, son algunas de las expresiones más aberrantes de la opresión que sufre la mujer en este régimen social. 

Es que la clase capitalista necesita a la mujer en la casa, haciendo las tareas domésticas, preparando una comida barata, criando a los hijos. Preservar la continuidad de esta función que la sociedad capitalista asigna a la mujer es parte de las tareas del Estado, para garantizar las ganancias de los capitalistas. La mujer trabajadora cumple la función de reproducir la fuerza de trabajo del hombre que al día siguiente debe volver a la fábrica a dejarse explotar por el patrón a cambio de un salario. Reproduce a la clase obrera, porque los hijos que se encarga de criar, con suerte serán trabajadores el día de mañana, ese es el lugar que este sistema nos tiene asignado y por lo tanto no podremos liberarnos de esta opresión mientras el capitalismo subsista como sistema económico. Es por eso que tampoco se puede reeducar al hombre y pretender, como plantean las feministas, que con un cambio cultural el machismo se acabe.

En Argentina Alberto Fernández dice que “lo primero son las vidas de las personas”. Pero como fiel representante de la burguesía pone todos sus recursos en tratar de salvar la propiedad y las ganancias patronales. Es por eso que está dispuesto a destinar sumas millonarias al pago de la deuda y trata de llegar a un acuerdo con el FMI y los acreedores internacionales y a subsidiar hasta las más grandes empresas. Todo esto a base de emisión monetaria, haciendo que nuestros pocos pesos continúen depreciándose. Y mientras destina grandes cifras al pago de la deuda, no sólo se hace insostenible la situación de muchas mujeres, sino la de la clase trabajadora en general. En los barrios los vecinos deben suplantar al Estado con ollas populares para que todos reciban un plato de comida, en las villas las personas se mueren por Covid-19 por vivir hacinados y por no tener ni siquiera agua potable para higienizarse, muchos trabajadores dejan de cobrar sus sueldos o cobran sólo una parte del mismo (como ocurre con los reemplazantes docentes o los choferes de colectivo). 

El gobierno sabe que cuando pase la cuarentena, la crisis económica va a agudizarse tremendamente, es por eso que ya tiene metida a la policía y gendarmería en los barrios, no para cuidar que se cumpla el aislamiento, sino para reprimir cuando haya el más mínimo proceso de ascenso y organización de la clase trabajadora. Sabemos que ningún Estado burgués va a reparar en la situación de las mujeres en un contexto de recesión económica y crisis sanitaria y que no está para cuidarnos ni defendernos, sino para explotarnos y reprimirnos junto a nuestros compañeros de clase, cuando no estemos dispuestos a seguir soportando todas las penurias que tienen para nosotros.

Desde el PCO creemos necesario organizarnos contra la violencia que sufrimos y que sufren nuestras compañeras de clase y contra los femicidios que aumentan cada año, en los barrios armando comités para nuestra propia autodefensa, en los lugares de trabajo peleando por el cumplimiento de nuestros salarios, contra los despidos, etc. Pero somos conscientes que, para terminar con todo esto, no solo debemos combatir el machismo, sino que tenemos que organizarnos contra el capitalismo, sistema que nos condena a las mujeres trabajadoras a vivir bajo la opresión machista y condena a la explotación y miseria a la clase trabajadora en su conjunto. 

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