Por la legalización del aborto, un derecho democrático básico

Estamos escribiendo esta nota faltando pocos días para la votación en el senado del 8/8. Esta sesión deberá resolver previamente si se deberá votar el dictamen que en el plenario de comisiones obtuvo el respaldo de 26 firmas o si se deberá votar en base al proyecto que tiene media sanción de diputados. Las principales modificaciones introducidas en el dictamen de las comisiones son: la reducción del plazo (de 14 a 12 semanas) para acceder a la práctica; se acepta la objeción de conciencia institucional y la eliminación de penas para médicos que se nieguen a realizar un aborto. 

En el senado la aprobación del proyecto con media sanción de diputados parece difícil, porque hay una mayoría (si bien escasa) en contra y todavía quedan “indecisos”, por lo que en los últimos días se ha fortalecido la tendencia a devolverlo a diputados con modificaciones al proyecto original. Y si bien se espera una movilización numéricamente superior a la del 13J, también es un hecho que la presión de la iglesia se ha profundizado desde ese momento.

Siendo una reivindicación sentida por un gran porcentaje de mujeres, es una reivindicación democrática, que no atenta contra el régimen capitalista, y que en otros países la burguesía ya concedió. Es por ese carácter de la reivindicación, que la movilización puede jugar un papel importante como un factor de presión a los parlamentarios. Sin embargo, dado que, ante el primer triunfo parcial en diputados, la reacción burguesa y sobre todo clerical profundizó la campaña en contra y las presiones en todos los ámbitos del aparato estatal para que se vote en contra o que salga con modificaciones que la hagan empantanar llevando la discusión para más adelante, hubiera sido mucho más importante ahora uno o varios paros de la clase trabajadora, es decir, un plan de lucha encabezado por las mujeres trabajadoras. 

Está claro que, si ésta situación no se da, es por la oposición a cualquier acción de lucha significativa de la CGT y las CTAs, que tienen como eje garantizar la gobernabilidad de Macri y llevar la bronca de los trabajadores al terreno electoral en pos de favorecer a otra variante patronal. 

El hecho de que las elecciones de la CTA-Autónoma (llamada “Perón”) sean el 8/8 de agosto y que no hayan dispuesto mover la fecha indica su oposición a cualquier acción contundente como la que estamos planteando.

Dado que las tendencias clasistas son minoritarias en la clase obrera, no es posible garantizar acciones huelguísticas masivas, sino en todo caso acciones simbólicas en algunos sectores de la clase trabajadora estatal. Pero el movimiento feminista de mujeres ni siquiera se ha planteado este problema de “los medios de lucha”. Sus acciones consistieron en “pañuelazos” verdes fragmentados por sector, en participar en las exposiciones en las comisiones como si los parlamentarios fueran “neutros” o “representantes del pueblo” y se los pudiera convencer con argumentos. Porque si algo movió a los diputados y definió votos fue la fuerza de la movilización y la conveniencia política. Es la única acción que queda ahora para alcanzar la legalización del aborto: una gran movilización el 8/8 y los días sucesivos, si se prolonga la definición.

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La posición leninista sobre el aborto:

No hacer de la necesidad virtud

1-. La posición leninista y la posición feminista en relación al aborto difieren tanto, como en general difiere cualquier posición reformista pequeño-burguesa, de la posición proletaria marxista. 

El marxismo leninismo no está en contra de la lucha por reformas, pero no hace de ello su objetivo estratégico, porque parte de la caracterización científica de que el régimen de conjunto no se puede reformar, y por eso nuestra estrategia es derrocarlo. Coincidimos en la lucha a favor de la legalización del aborto, y de que este sea garantizado por el Estado en la salud pública como una práctica segura y gratuita. Lo consideramos como un factor importante de salud pública que evitaría las muertes de mujeres pobres por complicaciones del aborto clandestino.

En relación con el problema central que es la liberación de la mujer de toda opresión, el derecho al aborto es sólo un factor, un derecho a conquistar, importante por las vidas que puede salvar. Sin embargo, nuestra concepción es opuesta a la idea reformista, de que la liberación de la mujer se puede conseguir “ampliando derechos”; de que, conquistando un derecho tras otro, se conseguirá algún día el fin de la opresión de la mujer.

2-. El feminismo entiende que el aborto es la llave maestra de la liberación de la mujer. Considera la maternidad como un mandato “milenario” del “patriarcado”, que la maternidad y el cuidado de los hijos son el escollo principal que impide el desarrollo profesional y personal de la mujer. ¿Cómo resuelve esto el feminismo? Con el aborto.

3-. El marxismo leninismo parte de la premisa contraria, de que la causa de la opresión de la mujer es la consecuencia del lugar que ocupa en la producción. Mientras la mujer siga confinada a las tareas del hogar, dado que es un trabajo privado, no considerado dentro del capitalismo como un trabajo socialmente productivo, la mujer ocupará en la sociedad un lugar inferior. Esta situación NO puede ser resuelta por el capitalismo en decadencia. La mujer sólo podrá alcanzar su completa liberación cuando cambien las condiciones materiales que la mantienen atada al trabajo doméstico, cuando estos pasen de la órbita privada a la producción social, con restoranes y lavaderos en todos los barrios, casas cunas, guarderías y jardines para el cuidado y educación de todos los niños. De esta manera la mujer podrá integrarse plenamente a la producción social en igualdad de condiciones con el hombre.

4-. Por eso el bolchevismo, aun cuando aprobó un decreto legalizando el aborto, nunca lo consideró una panacea, sino una respuesta momentánea para un problema sanitario, para “un mal” inevitable, que no había otra forma de resolver, mientras no estuvieran garantizadas las condiciones materiales que permitieran eliminar la contraposición entre maternidad y desarrollo personal y social de la mujer. Pero el bolchevismo, a diferencia de las feministas que hacen una bandera del individualismo pequeñoburgués, consideró a la maternidad como una función natural y en ese sentido como un deber social de la mujer y por esas razones, dice el decreto bolchevique de 1920:   

“El gobierno obrero y campesino es consciente de este grave mal a la comunidad. Combate este mal por la propaganda contra los abortos entre las mujeres trabajadoras. Al trabajar por el socialismo, y la introducción de la protección de la maternidad y la infancia en gran escala, se siente seguro de lograr la desaparición gradual de este mal.”

Y Alexandra Kollontai, escribió en relación con este decreto: 

“El Gobierno soviético ha visto bien claro que los abortos no cesarán hasta que en Rusia no se cree una red ampliamente ramificada de instalaciones de protección a la madre y otras instituciones sociales. Pero también está convencido de que la maternidad «es un deber social». Ante estas perspectivas hemos legalizado el aborto en clínicas a las que no se les pueda objetar nada en el aspecto higiénico. Pero, por otro lado, es el mismo tiempo nuestra misión fortalecer el instinto maternal natural de la mujer…”

Es decir, al revés del feminismo que hace de la necesidad virtud, el bolchevismo consideró el derecho al aborto como una solución de emergencia sanitaria mientras creaba las condiciones materiales para que el aborto ya no fuera necesario, para “terminar con ese mal” por medio de la propaganda -sin menoscabo de la utilización de incentivos materiales-, fortaleciendo “el instinto maternal natural de la mujer”, sin recurrir a la penalización.

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Sobre símbolos y colores

Dora Coledesky activista feminista de tendencia trotskista creadora de la Comisión por el Derecho al Aborto (CDA) en 1989, por primera vez se sumó a la movilización del 8 de marzo, empuñando la bandera con un rojo vivaz que flameaba en la Plaza de los Dos Congresos.

El pañuelo verde apareció en 2003, en el Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario, distribuidos gratuitamente por la ONG Católicas por el Derecho a Decidir, y terminó de imponerse por consenso en mayo del año siguiente en el grupo Estrategias por el Derecho al Aborto, formado por la Comisión por el Derecho al Aborto; el Foro por los Derechos Reproductivos; Mujeres de Izquierda; Democracia Avanzada; la CTA y feministas independientes. Es decir, es un símbolo particular, de consenso entre el feminismo, la burocracia de la CTA y otros reformistas. 

En pocos meses la ola verde, ocupó páginas y espacios mediáticos y se popularizó como símbolo feminista de la lucha por el derecho al aborto. Siempre lo que se masifica con rapidez tienta a los oportunistas.

Pero el PCO no es una organización feminista, es un partido marxista revolucionario que levanta como su símbolo la bandera roja, el símbolo de la sangre obrera derramada en la lucha de clases. Con ella acudimos a todas las luchas contra la explotación y contra todo tipo de opresión. Aunque podamos coincidir con otras organizaciones en un punto, acudimos con nuestro propio programa que es distinto y contrapuesto al de las feministas, ya que el nuestro es el programa de la revolución socialista y el de las feministas el de la reforma capitalista. Y si, para luchar en común por el derecho al aborto, nadie les pediría a las feministas que bajen su pañuelo verde, tampoco nosotros nos sentimos obligados a bajar nuestra bandera roja. 

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Que los militantes de partidos que se reivindican trotskistas se identifiquen con el pañuelo verde como emblema principal, nos parece un síntoma y consecuencia de una disolución política en las posiciones feministas. 

El hecho que provoca cierta confusión, es que tanto las feministas como nosotros estamos a favor de la legalización del aborto. Entonces ¿por qué no levantar una bandera común?

Es simple. Porque una bandera identifica un programa y una organización, un partido. La unidad de acción con aliados ocasionales, no puede llevar a disolver las diferencias estratégicas. Estas deben quedar bien claras para la clase trabajadora y los sectores populares si es que pensamos que tenemos algún papel que cumplir, en la lucha por la revolución socialista.

Al efecto debemos recordar un párrafo fundamental de Trotsky, referido al frente único entre organizaciones obreras: ¡Ninguna plataforma común con la socialdemocracia o los dirigentes de los sindicatos alemanes, ninguna publicación común, ningún cartel común! ¡Marchar separados, golpear juntos! ¡Ponerse de acuerdo únicamente sobre la manera de golpear, sobre quién y cuando golpear! 

Si esta es la posición de Trotsky en relación al frente único con organizaciones obreras (sindicatos dirigidos por la burocracia o partidos obreros burgueses), ¡cuánto más recaudo de delimitación en el caso de movimientos pequeñoburgueses y burgueses, como es, en este caso, el movimiento feminista!  

¡No mezclar nuestras banderas! Decía LT. Peor todavía que adoptemos la bandera de nuestro aliado circunstancial, las feministas, con las cuales nos separan no solo los objetivos estratégicos, sino el hecho actual y fundamental de que el feminismo rechaza la lucha de clases, y la reemplaza por la lucha de géneros, conciliando en pos de sus objetivos reformistas de género con los enemigos de la clase trabajadora.

Los partidos centristas como el PO y el PTS que integran el FIT, se han adaptado de manera oportunista a la ola verde. No sólo han disuelto su identidad partidaria, sino inclusiv3 la de sus propias organizaciones colaterales feministas. La foto de Romina del Plá, posando junto con Silvia Lospennato (PRO), Mónica Macha (FpV) y Victoria Donda (Libres del Sur) en nombre de la “sororidad” parlamentaria, es decir de la solidaridad de género por encima de las clases es realmente vergonzosa, para un partido que se reivindica clasista. Aunque después, ante las críticas el PO tuvo que criticar la nota que identificaba a una de sus principales dirigentes con el “feminismo transversal”, la capitulación oportunista plasmada en la foto vale más que mil palabras. 

En el PTS ya desde antes la marea violeta y ahora la marea verde también hacen su efecto, al punto que desde hace tiempo se consideran un “feminismo socialista”. Realmente una contradicción o más bien una capitulación, una adaptación. Es como si en Cataluña, hablaran de un “nacionalismo socialista”. El marxismo lucha por la liberación de la mujer de toda opresión, pero no es feminista, porque el feminismo es una corriente burguesa y pequeñoburguesa. El marxismo pretende organizar a las mujeres trabajadoras en un partido revolucionario, en unidad con los trabajadores varones, no en una colateral que tiene mucho más de feminista que socialista, porque sin revolución socialista no hay fin de la opresión. 

El oportunismo del PTS traspasa limites orillando el ridículo, al presentar a los diputados de Nicolás del Caño y González Seligra ataviados con sendos pañuelitos naranja en sus cuellos, en el “lanzamiento” de la campaña por la separación de la Iglesia y el Estado. Todas campañas democráticas con reivindicaciones que no atacan al régimen burgués, en la línea socialdemócrata de la “democracia avanzada”, de la lucha por la “ampliación de derechos” como si estuviéramos en la época reformista del capitalismo, y no en la de su declinación y agonía. Por este camino el PTS ya se parece mucho al viejo MAS.

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Decreto soviético sobre el aborto (18 de noviembre de 1920)

Comisariado del Pueblo de Salud: «Sobre la protección de la salud de las mujeres» (18 de noviembre de 1920)

Durante las últimas décadas, el número de mujeres que recurren a la interrupción artificial del embarazo ha crecido tanto en Occidente como en este país. La legislación de todos los países combate este mal mediante el castigo de la mujer que decide tener un aborto y del médico que lo practica. Sin arrojar resultados favorables, este método de lucha contra el aborto ha impulsado la práctica de abortos clandestinos y ha hecho de las mujeres víctimas de charlatanes mercenarios y a menudo ignorantes, que hacen una profesión de las operaciones secretas. Como resultado, hasta el 50 por ciento de estas mujeres desarrollan infecciones en el transcurso de la operación, y hasta el 4 por ciento de ellas mueren.

El gobierno obrero y campesino es consciente de este grave mal a la comunidad. Combate este mal por la propaganda contra los abortos entre las mujeres trabajadoras. Al trabajar por el socialismo, y la introducción de la protección de la maternidad y la infancia en gran escala, se siente seguro de lograr la desaparición gradual de este mal. Pero en la medida en que las supervivencias morales del pasado y las difíciles condiciones económicas de la actualidad todavía obligan a muchas mujeres a recurrir a esta operación, los comisariados del Pueblo de Salud y de Justicia, deseosos de proteger la salud de las mujeres, y teniendo en cuenta que el método de la represión en este campo ha fracasado por completo en lograr este objetivo, han decidido:

1) permitir que este tipo de operaciones se practique libremente y sin ningún cargo en los hospitales soviéticos, donde las condiciones necesarias para minimizar el daño de la operación estén aseguradas;

2) prohibir absolutamente a cualquiera que no sea un médico llevar a cabo esta operación;

3) cualquier enfermera o partera que fuera encontrada culpable de realizar una operación de este tipo será privada del derecho a la práctica y juzgada por un tribunal popular;

4) un doctor que lleve a cabo un aborto en su práctica privada con fines mercenarios será llamado a rendir cuentas ante un tribunal popular.

Comisario del Pueblo de Salud, N. Semashko.

Comisario del Pueblo de Justicia, Kurskii.

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Extracto de La mujer en el desarrollo social de Alexandra Kollontai:

  “Es tarea de la república soviética cuidar de que la fuerza de trabajo de la mujer no se desaproveche a causa de las tareas domésticas improductivas o de la atención a los hijos, sino que intervenga razonablemente en la producción de nuevas riquezas sociales. Además, la sociedad debe proteger los intereses y la salud de la mujer y de los niños pequeños porque sólo así podrá compaginar la mujer la vida profesional con la maternidad. Por eso se esfuerza nuestro Gobierno soviético en crear condiciones de vida para las mujeres tales que una mujer con un marido difícil no tenga que seguir viviendo con él, sencillamente porque no sabe dónde meterse con sus hijos. No queremos confiar a los filántropos que vayan en ayuda de esas mujeres -con su humillante beneficencia- cuando se hallen en necesidad. No, los propios compañeros de clase en la construcción del socialismo, los obreros y los campesinos se esfuerzan por aliviar a la mujer la carga de la maternidad. Las mujeres que realizan duros trabajos junto a su marido en la reconstrucción de nuestra economía exigen por eso con perfecto derecho de nuestra república de trabajadores que toda la colectividad se haga cargo de la responsabilidad cuando llega el momento en que las mujeres ofrecen un nuevo miembro a la sociedad. En el período actual de transición, la mujer se encuentra realmente en situación muy difícil, ya que sólo existen en la Rusia soviética 524 instalaciones de protección a la maternidad. Claro es que estas instalaciones no bastan en absoluto, pues se ha destruido el antiguo fundamento de la familia y el nuevo todavía se encuentra en fase de creación. Por eso el partido y el Gobierno soviético se deben ocupar especialmente y en extensión mucho más amplia que hasta ahora del problema de la maternidad. Una solución concreta de este problema beneficiará a nuestras mujeres, a nuestra producción y a toda la economía del pueblo. Al final de esta lección, todavía unas palabras sobre otra cuestión que se relaciona estrechamente con el problema de la maternidad. Me refiero ahora a la postura del Gobierno soviético frente al aborto. En nuestra república de trabajadores tenemos una disposición de 18 de noviembre de 1920 que legaliza la interrupción del embarazo. Es claro que hoy padecemos en Rusia más de falta que de exceso de mano de obra. Nuestro país no está densamente poblado, sino débilmente; y en estas circunstancias nos esforzamos por aprovechar todas las fuerzas de trabajo. ¿Y por qué podemos legalizar el aborto en esa situación? Porque el proletariado no soporta ninguna política de gazmoñería e hipocresía. Mientras no se hayan asegurado las condiciones de vida de las mujeres los abortos seguirán practicándose. Aquí no hablamos de las mujeres de las clases burguesas, que por lo general tienen otros motivos muy distintos para el aborto, como, por ejemplo, el deseo de prevenir una partición de la «herencia» o de llevar una vida placentera sin molestias evitando los sacrificios de la maternidad, conservar la figura o incluso el temor a perder durante unos meses la «temporada de diversiones», etc.

  Hoy se practica el aborto en todos los países y ninguna ley lo puede impedir con eficacia. Para la mujer siempre hay algún medio, pero esa «ayuda secreta» destruye la salud de nuestras mujeres y las convierte, al menos temporalmente, en una carga para el Estado de trabajadores y disminuye la reserva de fuerza de trabajo. Un aborto practicado por un cirujano en condiciones normales no supone en absoluto ningún peligro para la salud de la mujer y, además, luego, puede volver más rápidamente a la producción. El Gobierno soviético ha visto bien claro que los abortos no cesarán hasta que en Rusia no se cree una red ampliamente ramificada de instalaciones de protección a la madre y otras instituciones sociales. Pero también está convencido de que la maternidad «es un deber social». Ante estas perspectivas hemos legalizado el aborto en clínicas a las que no se les pueda objetar nada en el aspecto higiénico. Pero, por otro lado, es el mismo tiempo nuestra misión fortalecer el instinto maternal natural de la mujer por medio de instalaciones que protejan la maternidad y poniendo de acuerdo esa función de la maternidad con el trabajo femenino para la colectividad. Sólo así podemos conseguir que los abortos dejen de producirse. Hemos encontrado la respuesta a esta cuestión -que para las mujeres de todos los Estados burgueses está sin resolver-. En este período terrible de la posguerra luchan rabiosamente las mujeres de los países capitalistas contra su doble explotación: el trabajo asalariado al servicio del capital y la maternidad. Por el contrario, en nuestro Estado de trabajadores hemos abolido las costumbres de vida tradicionales que habían convertido a la mujer en una esclava. Sólo la colaboración de las mujeres en el Partido Comunista ruso ha hecho posible la creación de una vida nueva totalmente. Pero las cuestiones tan decisivas para la vida de las mujeres sólo se resolverán definitivamente cuando la mujer se integre completamente en nuestra economía popular. Por el contrario, en la sociedad capitalista no hay salida para ese dilema, pues el trabajo en el hogar cerrado unifamiliar complementa el sistema de economía capitalista.

La liberación de la mujer puede convertirse en realidad sólo después de una revolución radical de las normas tradicionales de comportamiento. Pero este proceso presupone un cambio profundo de la forma de producción; por consiguiente, la implantación de una economía comunista. Nosotras mismas somos testigos, hoy día, de este amplio proceso revolucionario de las normas de conducta. Por eso, también en nuestra rutina, la liberación de la mujer es parte integrante natural de nuestra vida”.

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