TROTSKY, EL PTS Y LA DEMOCRACIA BURGUESA

La crisis política en Brasil y el “impeachment” contra Dilma Rousseff ha motivado una intensa discusión entre corrientes que se reivindican trotskistas. En particular,  nuestra crítica al PTS estuvo centrada en la caracterización del impeachment como un “golpe de estado” institucional y en la validez política para la situación brasileña de la consigna de Asamblea Constituyente (en adelante AC).

Pero la Fracción Trotskista (FT, corriente internacional dirigida por el PTS) no levantó solo para Brasil la consigna de Asamblea Constituyente, sino que casi al mismo tiempo (durante 2015) planteó esa consigna también para México, Venezuela, y en Tucumán (Argentina). Si bien no es novedad la utilización por parte de la FT de la consigna de AC para todo tiempo y lugar (Argentina 2001, Perú 2003, Bolivia 2004, Brasil 2005, México 2006, Chile 2011, Túnez, Egipto y Libia, Siria, España, entre 2011 y 2013, y quizás algún otro país que se nos escapa), y tampoco es nueva nuestra crítica, la publicación paralelamente de un artículo en la revista Estrategia Internacional 29 titulado “Gramsci, Trotsky y la democracia capitalista”, permite cotejar la elaboración teórica del PTS con su práctica política.

A primera vista resulta extraño que un partido que ha hecho una crítica a la teoría de la revolución democrática de Moreno, tenga como un eje programático para todo tiempo y lugar la consigna por excelencia de la revolución democrática, la Asamblea Constituyente.

 El PTS parte de una caracterización muy similar a la de Moreno en los ’80 para coincidir acerca de la importancia fundamental de las consignas democráticas y la AC en particular. Al igual que Moreno, el PTS intenta darle un marco teórico a la utilización de las consignas democráticas, para lo cual ensaya hacer una síntesis de las posiciones de Gramsci y Trotsky.

¿Que decía Moreno en  1980?: 

“Las consignas y tareas democráticas adquieren cada vez mayor importancia debido a las tendencias más profundas, tanto del imperialismo como de los monopolios y la burocracia. Todos ellos tienen una tendencia permanente a los estados totalitarios.

(…) La influencia estatal de los monopolios en los países capitalistas e imperialistas, así como la identificación del estado con la burocracia en los estados obreros burocratizados, lleva al totalitarismo. Por eso las grandes consignas y tareas democráticas para todo el pueblo se actualizan cada vez más.

(…) De ahí la enorme importancia que ha adquirido la consigna de Asamblea Constituyente o variantes parecidas en casi todos los países del mundo.” (1)

¿Qué dice ahora el PTS?: 

<<Durante las últimas décadas del siglo XX, la democracia capitalista como régimen político y como ideología se extendió más que nunca. El fascismo y el stalinismo fueron pilares fundamentales para que pudiera recrearse, y en particular este último al obturar la idea de una democracia superior al parlamentarismo burgués: la democracia soviética, la democracia obrera.

Actualmente, a más de un lustro de iniciada la crisis capitalista internacional, ante los ojos de millones se muestra, por sobre las formas parlamentarias, la imposición despótica por parte de los gobiernos de diferente signo de los intereses del capital. Las formas bonapartistas, escudadas detrás de los discursos “securitarios”, intentan cerrar esta brecha con mayores dosis de autoritarismo directamente proporcionales a los golpes de la crisis en cada país. Sin embargo, la creencia en la democracia capitalista como expresión de la soberanía popular sigue presentándose ante las grandes mayorías como un máximo insípido de libertad al que se puede aspirar. De allí el gran hándicap para la hegemonía burguesa en estos tiempos crecientemente tormentosos.>> (2)

Podríamos hacer varios comentarios a estos párrafos, pero acá lo que nos interesa es comparar la posición de Moreno con la del PTS. ¡Asombrosa coincidencia! Tanto Moreno como el PTS concluyen que, ante la tendencia general en todo el mundo a que el imperialismo imponga gobiernos “totalitarios”, “formas bonapartistas”, y “mayores dosis de autoritarismo”, las ilusiones democráticas de las masas y la debilidad del partido revolucionario, las consignas democrático-formales y en particular las “radicales” como la Asamblea Constituyente adquieren una importancia fundamental. 

De ahí que el artículo de Albamonte y Maiello (3) esté destinado a “Pensar la revolución en las estructuras socio-políticas de tipo “occidentales” y regímenes democrático-burgueses. Se trata de una cuestión estratégica fundamental en el escenario actual, luego de décadas de expansión de las ilusiones en la democracia burguesa. Para ello abordaremos una serie de problemas programáticos, tácticos y estratégicos y su articulación con la lucha por el gobierno obrero. En particular el papel de las consignas democrático-formales, o más precisamente, las democrático-radicales, como Asamblea Constituyente, abolición de la figura presidencial y unificación de los poderes legislativo y ejecutivo en una cámara única, revocabilidad de los mandatos, la abolición de los privilegios a los funcionarios, entre otras.” (4)

 Lo que motiva a los dirigentes del PTS a desarrollar estas elaboraciones teóricas acerca de las consignas democráticas, en especial la AC, sería en particular “el ascenso de las formaciones de derecha” en Europa y “la crisis de los llamados <“gobiernos posneoliberales” que golpea de lleno al chavismo en Venezuela, pero también en el Cono Sur a algunos de los regímenes democrático-burgueses que más se han asentado en las últimas tres décadas, como el chileno y el brasilero, a cuya cabeza se encuentran respectivamente los gobiernos de la Nueva Mayoría –a la cual se incorporó el Partido Comunista– y del Partido de Trabajadores. En la Argentina, recientemente el kirchnerismo ha sido desplazado electoralmente por la nueva derecha empresarial de Mauricio Macri.”> (5)

Que se tome el avance de la derecha como elemento central para justificar la importancia de las consignas democráticas también nos llama la atención, porque el PTS –como decimos más arriba- levantó la consigna de AC para varios países latinoamericanos, cuando la situación no era de avance de la reacción, ni de imposición de gobiernos bonapartistas, sino justamente la contraria, cuando avanzaba la movilización de masas de manera tan significativa que creaba situaciones prerrevolucionarias poniendo en crisis las instituciones del régimen burgués, como en Argentina del 2001, Bolivia 2003-2006, y luego en situaciones de relativa normalidad y estabilidad de los regímenes  “que más se han asentado en las últimas tres décadas, como el chileno y el brasilero”.

Es decir, en la práctica la consigna de AC fue utilizada por PTS en situaciones tan variadas de la lucha de clases, como en el avance prerrevolucionario de las masas, en la estabilidad de una situación no revolucionaria, y en la ofensiva reaccionaria de la burguesía cuando impone regímenes bonapartistas “despóticas” y “autoritarias”. Y en países tan disímiles como Bolivia una semicolonia con 20 años de régimen democrático burgués, España un país imperialista con una monarquía constitucional, o Egipto que venía de ser gobernado por la dictadura de Mubarak durante 40 años.

Entonces, el fundamento principal en el que se basa la utilización de las consignas democráticas y en particular la AC es que “Durante las últimas décadas del siglo XX, la democracia capitalista como régimen político y como ideología se extendió más que nunca” y que el stalinismo “obturó” “la idea de una democracia superior al parlamentarismo burgués: la democracia soviética, la democracia obrera”. 

Volvemos entonces al fundamento que originalmente habían planteado los dirigentes de la LOR-CI  (6) para justificar el empleo de la consigna de AC para Bolivia: El atraso político de las masas, las ilusiones democráticas.

Pero reconocer abiertamente que este es el verdadero fundamento para generalizar la AC para todo tiempo y lugar, le crea un problema grave, difícil de explicar, a los dirigentes del PTS. Para superar el atraso del factor subjetivo en relación a la madurez de los factores objetivos, Trotsky y la IV Internacional formularon el Programa de Transición, que busca tender un puente entre la conciencia actual de las masas y el programa de la revolución socialista. Pero el Programa de Transición, que aplicado a una situación política determinada se transforma en un programa de acción, en un sistema de consignas articuladas, no se puede reducir a la utilización de la consigna de AC, de forma que prácticamente adquiere el valor de consigna estratégica, para todo tiempo y lugar, tal como llegó a ser en el viejo MAS de Moreno. 

La utilización de la AC por parte del PTS resulta más bien de una adaptación al atraso político y a las ilusiones democráticas.

Las operaciones teóricas de los centristas para justificar políticas oportunistas necesitan cubrirse de un barniz revolucionario. No debemos olvidar que tras una fraseología revolucionaria (7), Moreno se fue deslizando en el curso de muy pocos años a la teoría menchevique-stalinista de la revolución democrática, la cual terminó de consolidarse teóricamente en el ’84, cuando las ilusiones democráticas de los trabajadores y el pueblo en Argentina estaban en pleno apogeo. Por eso, a priori, que el PTS hable de la articulación de las consignas democráticas “con la lucha por el gobierno obrero”, no ofrece ninguna garantía.

El programa de transición -escrito en 1938 con el fascismo consolidado en Europa- no le atribuye a las consignas democráticas, ni a la consigna de AC en particular, ninguna virtud especial. No descarta las consignas democráticas, pero inclusive para los países fascistas destaca el carácter “incidental y episódico” (8) de las consignas democráticas.  En cambio, si algo destaca es la importancia de las consignas democrático-estructurales en los países atrasados (coloniales o semicoloniales), como la revolución agraria y la independencia nacional. De la AC dice que puede ser importante para países como China e India. Es decir, en el Programa de Transición, Trotsky limita la utilización de la consigna AC a países que nunca pasaron por un período parlamentario (como fue en Rusia, o en España) o en los que por haber una dictadura (China) o una ocupación militar colonial (India), está planteado para el comienzo de la movilización de las masas en la lucha por la república democrática. Trotsky nunca levantó para regímenes democrático burgueses en general, ni para luchar contra regímenes bonapartistas en los países imperialistas, la consigna de AC.

Cuando planteamos esto, los defensores de la AC para todo tiempo y lugar contestan haciendo referencia al Programa de Acción para Francia (9), lo cual además abre un margen para la utilización de la consigna de AC para los países imperialistas en general, como se desprende del argumento principal del atraso político de las masas, y las ilusiones democráticas, así como de las referencias a la crítica de la “democracia” en Inglaterra Francia y Alemania.

<<Sobre la base de este tipo de caracterizaciones en las que ambos coincidían (Gramsci y Trotsky –nota nuestra-), Trotsky profundizará los desarrollos de la III Internacional en cuanto a la valoración programática y articulación estratégica de las consignas democrático-radicales. Tanto en el caso de Gran Bretaña, como en Francia y Alemania.

….

La novedad que introduce Trotsky es la articulación de estos mismos temas como consignas democrático radicales dentro de un programa transicional en la lucha (bajo la democracia burguesa) por un gobierno obrero (dictadura del proletariado). La formulación más ilustrativa se encuentra claramente en “Un programa de acción para Francia” escrito en 1934, como propuesta para ser tomada por el recientemente planteado Frente Único Obrero entre el Partido Comunista y la SFIO (socialistas).

El diálogo de Trotsky es el siguiente. “Somos, pues, firmes partidarios del estado obrero-campesino, que arrancará el poder a los explotadores. Nuestro primordial objetivo es el de ganar para este programa a la mayoría de nuestros aliados de la clase obrera. Entre tanto, y mientras la mayoría de la clase obrera siga apoyándose en las bases de la democracia burguesa, estamos dispuestos a defender tal programa de los violentos ataques de la burguesía bonapartista y fascista. Sin embargo, pedimos a nuestros hermanos de clase que adhieren al socialismo ‘democrático’, que sean fieles a sus ideas: que no se inspiren en las ideas y los métodos de la Tercera República sino en los de la Convención de 1793”.

Nótese que el fundador del Ejército Rojo parte de constatar los diferentes objetivos entre los comunistas y los trabajadores socialdemócratas, para luego señalar que los revolucionarios están dispuestos a levantar un programa transicional que incluya la defensa de la democracia burguesa contra los ataques de la burguesía en pos del Frente Único. A renglón seguido contrapone los métodos revolucionarios a los parlamentarios para llevarlo adelante, y como continuidad de aquel diálogo, no hace referencia a la Comuna de París de 1871 sino a la revolución burguesa, a la de la Convención jacobina de 1793.

Luego transcribe con leves modificaciones (adaptaciones) el programa de la Comuna de París tal como lo había sintetizado Marx en los manifiestos de la Asociación Internacional de los Trabajadores: “¡Abajo el Senado, elegido por voto limitado, y que transforma el poder del sufragio universal en mera ilusión! ¡Abajo la presidencia de la República, que sirve como oculto punto de concentración para las fuerzas del militarismo y la reacción! Una asamblea única debe combinar los poderes legislativo y ejecutivo. Sus miembros serían elegidos por dos años, mediante sufragio universal de todos los mayores de dieciocho años, sin discriminaciones de sexo o de nacionalidad. Los diputados serían electos sobre la base de las asambleas locales, constantemente revocables por sus constituyentes y recibirían el salario de un obrero especializado”.

Trotsky reafirma el planteo señalando que “una democracia más generosa facilitaría la lucha por el poder obrero”. E incluso anticipa la táctica de “gobierno obrero” en su formulación original durante la primera etapa de la Revolución Rusa, al señalar que si la SFIO “llegara a ganar la confianza de la mayoría, estamos y estaremos siempre preparados para defender contra la burguesía a un gobierno de la SFIO”>> (10)

Cito extensamente, porque mientras que el PTS desprende del programa para Francia que la consigna de Asamblea única jugaba un gran papel, en realidad no ocupó ni un renglón en los escritos sobre la situación francesa agrupados en la recopilación ¿A dónde va Francia?

Los teóricos del PTS entienden que la clave de Trotsky está en la articulación de las consignas democráticas con la estrategia de los soviets y el poder obrero. También que la conciencia democrática de los obreros socialistas está determinada por el peligro del fascismo y el rechazo al stalinismo. Pero en el sistema de consignas articulado que Trotsky desarrolla en Francia el eje no está puesto en las consignas democráticas, sino en los piquetes de autodefensa como embriones de milicias obreras para combatir a las bandas fascistas, y en los comités de acción del frente único, en la agitación de un programa nacionalización del gran capital imperialista, pero sobre todo en la necesidad de que el Frente único se plantee la lucha por el poder (11). Es en ese marco y con ese eje que Trotsky dice que si al momento de tomar el poder la SFIO tiene mayoría defenderá su gobierno de la reacción, pero les plantea a los obreros socialistas que sean consecuentemente democráticos y luchen por una forma de estado similar a La Comuna.

Se puede leer todo el folleto escrito por Trotsky ¿Adónde va Francia? Y no se va a encontrar una sola referencia a la Asamblea Constituyente o Asamblea Nacional, o incluso a la Asamblea única. ¿No es raro? Si hubiera sido un eje para combatir el bonapartismo en Francia, ¿cómo puede ser que Trotsky no mencione ni una sola vez esta consigna a los largo de los 7 artículos escritos entre noviembre de 1934 y julio del 1936?

Los teóricos del PTS reconocen que en Francia Trotsky no está planteando una AC, sino una forma democrática de Estado del tipo de la Comuna de París, basada en la clase obrera y el campesinado pobre armado, sobre la cual debería apoyarse y ante la cual debería responder el gobierno obrero y campesino encabezado por la SFIO, gobierno que la Liga Comunista estaría dispuesta a defender contra los golpes de la reacción. Esa asamblea única es una forma de Estado a la vez legislativo y ejecutivo, mientras que la AC históricamente es una institución de la democracia burguesa exclusivamente legislativa. La función de la AC es establecer la Constitución de la república burguesa (“La ‘asamblea republicana’ es, obviamente, una institución del Estado burgués”), por eso Trotsky no la levanta para Francia. En cambio, como decía Lenin, la forma de Estado de la Comuna:  

<<«La Comuna — escribió Marx — debía ser, no una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo. . .»>>

<<«La antítesis directa del Imperio era la Comuna». «Era la forma definida» «de aquella república que no había de abolir tan sólo la forma monárquica de la dominación de clase, sino la dominación misma de clase. . .» ¿En qué había consistido, concretamente, esta forma «definida» de la república proletaria, socialista? ¿Cuál era el Estado que había comenzado a crear? «. . . El primer decreto de la Comuna fue . . . la supresión del ejército permanente para sustituirlo por el pueblo armado. . .» Esta reivindicación figura hoy en los programas de todos los partidos que deseen llamarse socialistas. ¡Pero lo que valen sus programas nos lo dice mejor que nada la conducta de nuestros socialrevolucionarios y mencheviques, que precisamente después de la revolución del 27 de febrero han renunciado de hecho a poner en práctica esta reivindicación! «. . . La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de París. Eran responsables y podían ser revocados en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. . . La policía, que hasta entonces había sido instrumento del gobierno central, fue despojada inmediatamente de todos sus atributos políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ésta y revocable en todo momento. . . Y lo mismo se hizo con los funcionarios de todas las demás ramas de la administración. . . Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los que desempeñaban cargos públicos lo hacían por el salario de un obrero. Todos los privilegios y los gastos de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron junto con éstos. . . Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, instrumentos de la fuerza material del antiguo gobierno, la Comuna se apresuró a destruir también la fuerza de opresión espiritual, el poder de los curas. .. Los funcionarios judiciales perdieron su aparente independencia. . . En el futuro debían ser elegidos públicamente, ser responsables y revocables. . .» Por tanto, la Comuna sustituye la máquina estatal destruida, aparentemente «sólo» por una democracia más completa: supresión del ejército permanente y completa elegibilidad y amovilidad de todos los funcionarios. Pero, en realidad, este «sólo» representa un cambio gigantesco de unas instituciones por otras de un tipo distinto por principio. Aquí estamos precisamente ante uno de esos casos de «transformación de la cantidad en calidad»: la democracia, llevada a la práctica del modo más completo y consecuente que puede concebirse, se convierte de democracia burguesa en democracia proletaria, de un Estado (fuerza especial para la represión de una determinada clase) en algo que ya no es un Estado propiamente dicho.>>

….

<<La completa elegibilidad y la amovibilidad en cualquier momento de todos los funcionarios sin excepción; la reducción de su sueldo a los límites del «salario corriente de un obrero»: estas medidas democráticas, sencillas y «evidentes por sí mismas», al mismo tiempo que unifican en absoluto los intereses de los obreros y de la mayoría de los campesinos, sirven de puente que conduce del capitalismo al socialismo. Estas medidas atañen a la reorganización del Estado, a la reorganización puramente política de la sociedad, pero es evidente que sólo adquieren su pleno sentido e importancia en conexión con la «expropiación de los expropiadores» ya en realización o en preparación, es decir, con la transformación de la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción en propiedad social. >> (12)

No estamos seguros de que los dirigentes del PTS entiendan esta diferencia, porque de su política práctica se deduce una posición que está emparentada, no con la de Trotsky, sino con la de Gramsci:

<<Gramsci no desarrollará el programa democrático radical como vimos que lo hacía Trotsky, sin embargo, le dará un gran peso alrededor de la consigna de Asamblea Constituyente. Gramsci consideraba que la consigna de Constituyente, a la que se oponían los sectores izquierdistas, había sido clave en el aislamiento del movimiento obrero que había permitido al fascismo ganarse a sectores de masas. Lo consideraba probablemente el error fundamental del comunismo en el período pre-fascista, y efectivamente no se trataba de una cuestión menor para la hegemonía del proletariado sobre los campesinos italianos, y los del Mezzogiorno en particular.>> (13)

Partiendo de la coincidencia en considerar el “gran peso” que adquiere en este período la consigna de AC, los teóricos del PTS pretenden superar los errores de Gramsci, pues advierten que: <<Por las grietas que en este aspecto (en la articulación de esta consigna democrática con los soviets –nota nuestra-) tenía el pensamiento de Gramsci se han colado una parte de las interpretaciones socialdemócratas de sus elaboraciones.>> (14)

Para superar los errores de Gramsci en su articulación de la AC con la estrategia soviética apelan a Trotsky, pero lo interpretan mal, ya que haciendo referencia a su posición en Francia dicen:

<<Su lógica estratégica era tan sencilla como precisa. La lucha por la constitución de organismos soviéticos es fundamental para la revolución, como órganos de la insurrección y como andamiaje de la dictadura del proletariado. Pero, ¿qué son los Soviets? Organismos de Frente Único de masas. ¿Cuál era la condición para poder constituir el Frente Único? La unidad de acción con la mayoría de los obreros que confiaban en la democracia burguesa y querían defenderla contra el avance del fascismo. ¿Qué les propone Trotsky? Defender la democracia burguesa contra los ataques de la propia burguesía, pero no con los métodos parlamentarios sino con los de la lucha de clases, no bajo las banderas del régimen decadente de la Tercera República sino bajo las de la democracia radical.>>  (15)

Pero esto no es así. Trotsky no plantea defender la democracia burguesa. Más adelante en el mismo artículo, los autores hacen referencia a la posición de Trotsky en Alemania citando partes de un fragmento (¿Qué defenderemos?) del artículo destinado a discutir con los obreros socialdemócratas, “El frente único defensivo”:

<<…Trotsky, al igual que vimos en el caso de Francia, liga el planteo de frente único defensivo al diálogo con las ilusiones en la democracia burguesa. Ante la hipotética pregunta de un trabajador: “¿Aceptáis vosotros, los comunistas, defender la Constitución de Weimar?” Nuevamente responde distinguiendo las instituciones dentro del régimen burgués. “La república –dice– tiene a su frente un presidente. ¿Aceptamos nosotros, los comunistas, defender a Hindenburg contra el fascismo? Pienso que esa necesidad deja de sentirse por sí misma, después de que Hindenburg haya llamado a los fascistas al poder. Luego viene el gobierno, presidido por Hitler. El gobierno no necesita ser defendido contra el fascismo. En tercer lugar, viene el parlamento. [ … ] puede decirse con certeza que si la composición del Reichstag demuestra ser hostil al gobierno; si Hitler piensa suprimir el Reichstag, y la socialdemocracia muestra determinación para luchar a favor del Reichstag, los comunistas ayudarán a la socialdemocracia con toda su fuerza”. Y luego continúa señalando que “hay cosas más valiosas” en referencia a los “elementos de democracia obrera” que señalábamos antes, y agrega: “La misión del fascismo no es tanto completar la destrucción de la democracia burguesa como aplastar los primeros esbozos de democracia proletaria”.

En el combate por la defensa de estas “fortalezas”, puntos de apoyo, de estos “primeros esbozos de democracia proletaria” contra el Estado burgués, e incluso del parlamento si es que hay una lucha seria, es que Trotsky opina que se puede “romper la cáscara de la democracia burguesa” y pueden surgir los soviets como base de un “estado de tipo especial”. Se trata de una visión dinámica donde la conciencia evoluciona ligada a la experiencia.>> (16)

Los autores omiten que en esta cita Trotsky no le hace ninguna concesión a las ilusiones democráticas de los obreros socialistas. Reconoce abiertamente que el objetivo de los comunistas no es defender la democracia, al contrario de lo que dicen más arriba los teóricos del PTS:

“Evidentemente, a nuestros ojos, el Reichstag (el Parlamento alemán) no es una conquista histórica capital que el proletariado deba defender contra los vándalos fascistas. Hay cosas más valiosas. Dentro del marco de la democracia burguesa y paralela a la incesante lucha contra ella, los elemen­tos de la democracia proletaria se han formado en el curso de muchas décadas: partidos políticos, prensa obrera, sindicato, comités de fábrica, clubs, cooperativas, sociedades deportivas, etc. La misión del fascismo no es tanto completar la destrucción de la democracia burguesa como aplas­tar los primeros esbozos de democracia proletaria. En cuanto a nuestra misión, consiste en situar esos elementos de democracia proletaria, ya creados, en la base del sistema soviético del Estado obrero. Para este fin, es necesario romper la cáscara de la democracia burguesa y liberar de ella el meollo de la democracia obrera. En eso reside la esencia de la revolu­ción proletaria. El fascismo amenaza el núcleo vital de la democracia obrera. Esto mismo dicta claramente el programa del frente único. Esta­mos dispuestos a defender vuestras imprentas y las nuestras, pero tam­bién el principio democrático de la libertad de prensa; vuestros locales y los nuestros, pero también el principio democrático de la libertad de reunión y asociación. Somos materialistas, y por eso no separamos el alma del cuerpo. En tanto no tengamos todavía la fuerza para establecer el sistema soviético, nos situamos en el terreno de la democracia burguesa. Pero, al mismo tiempo, no abrigamos ninguna ilusión. “ (17)

Es decir, Trotsky no plantea “defender la democracia burguesa con los métodos de la lucha de clases”, sino que dice que el programa del frente único está determinado por la defensa del “núcleo vital de la democracia obrera” amenazado por el fascismo. Al mismo tiempo plantea la defensa de los principios democráticos de la libertad de prensa, libertad de reunión y de asociación. Evidentemente, esto no es lo mismo que la defensa de las instituciones del Estado burgués incluyendo al Parlamento. Trotsky es muy cuidadoso en hacer ninguna concesión a las ilusiones democráticas de los obreros socialdemócratas, y por eso recalca que: 

“Somos materialistas, y por eso no separamos el alma del cuerpo. En tanto no tengamos todavía la fuerza para establecer el sistema soviético, nos situamos en el terreno de la democracia burguesa. Pero, al mismo tiempo, no abrigamos ninguna ilusión”. Y que “…si Hitler piensa suprimir el Reichstag, y la socialdemocracia muestra determinación para luchar a favor del Reichstag, los comunistas ayudarán a la socialdemocra­cia con toda su fuerza”. Porque “Nosotros, los comunistas, no podemos ni queremos establecer la dictadura del proletariado contra vosotros ni sin vosotros, obreros social­demócratas. Queremos llegar a esta dictadura junto con vosotros.”

Parece sutil, pero hay una gran diferencia. Nosotros los comunistas luchamos por establecer la dictadura del proletariado, no por la defensa de las instituciones estatales de la democracia burguesa, pero si la socialdemocracia muestra determinación para luchar a favor del Reichstag, los comunistas ayudarán a la socialdemocra­cia con toda su fuerza.

Es la gran diferencia entre combatir por el frente único contra las ilusiones democráticas de la clase obrera, y la capitulación al régimen y a los partidos progresistas en nombre de la lucha contra la “derecha”. Es la diferencia entre la posición del PTS-MRT y la nuestra en Brasil. 

¿Qué dijo el PTS-MRT? Llamó a: 

“rechazar el impeachment y organizar a los trabajadores y a la juventud en forma independiente para enfrentar los ajustes y ataques del gobierno del PT, luchando a través de una fuerte movilización popular para imponer una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, enfrentando a este régimen de 1988, que fue pactado con militares y torturadores de la dictadura, donde sea la población que decida los rumbos del país, imponiendo que todo político, juez y funcionario público de alto escalafón gane el salario de una docente, que todo político que no cumpla con el mandato popular sea inmediatamente revocado de cualquier cargo por la propia población, que no se pague la deuda pública para poder destinar esos fondos a la salud, y que los trabajadores reviertan todos los acuerdos económicos con el capital extranjero contra la población, como la entrega del Pre-sal, y que esto sea destinado enteramente a la educación. Esta ruptura con el imperialismo pasa también por la abolición del latifundio y la más amplia reforma agraria al servicio de los trabajadores del campo. Para que estas demandas sean llevadas adelante es necesaria la más fuerte movilización independiente, como hicieron los estudiantes secundarios de San Pablo, pero ahora en todo el país, para tomar en nuestras manos los grandes problemas y que la crisis no sea descargada sobre nuestras espaldas.” (Declaración del MRT, 4/3/16)”

EL PTS-MRT asume como su propio programa la defensa del Gobierno de Dilma Rousseff contra el impeachment. (Parafraseando a Trotsky decimos: los trabajadores no tenemos que defender al gobierno burgués que aplica un ajuste antiobrero y gobierna aliado al partido que promueve el impeachment.). EL PTS-MRT propone una lucha por la AC impuesta a través de una fuerte movilización popular borrando en la práctica lo que escriben los teóricos cuando citan a Trotsky sobre Inglaterra: “Y si el parlamento respondiese a esta reivindicación con un ‘no ha lugar’ [ … ] ¿tendría el proletariado el derecho de exigir por ejemplo mediante la huelga general a un parlamento usurpador derechos electorales democráticos?”. Y se olvidan de un problema central de la “articulación de las consignas”. Una AC impuesta por la movilización popular, es una AC convocada por el gobierno burgués en los marcos del régimen burgués. ¿Donde está la articulación con la estrategia soviética y el gobierno obrero?. ¿Donde están las consignas que tiendan a desarrollar soviets y al armamento obrero?¿Donde está en el programa que proponen para la AC “la supresión del ejército permanente para sustituirlo por el pueblo armado. . .» que como dijo Lenin “Esta reivindicación figura (o debería figurar) hoy en los programas de todos los partidos que deseen llamarse socialistas”, y que es la base “material” fundamental para que la cantidad democrática se transfome en calidad, en una transición al estado obrero? Como escribe Lenin: ¿En qué había consistido, concretamente, esta forma «definida» de la república proletaria, socialista? ¿Cuál era el Estado que había comenzado a crear? «. . . El primer decreto de la Comuna fue . . . la supresión del ejército permanente para sustituirlo por el pueblo armado. . .» ¿Dónde está la conexión con la «expropiación de los expropiadores», “con la transformación de la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción en propiedad social” sin la cual las medidas que atañen a la reorganización del Estado, a la reorganización puramente política de la sociedad no adquieren su pleno sentido e importancia?. No, no están. La articulación del PTS es solo en el papel. En la práctica la AC del PTS-MRT está absolutamente adaptada al régimen y no tiene nada que ver ni con Trotsky, ni con Lenin.

En cambio, para la situación en Brasil, el PCO dijo: 

“Debemos explicar a la clase trabajadora que no creemos que haya que defender a un gobierno burgués que aplica el mismo plan de ajuste antiobrero, tal como lo haría cualquier otro. Para nosotros lo que hay que defender son los puestos de trabajo contra los despidos y un salario que como mínimo cubra las necesidades de la canasta familiar para sostener una vida digna. Que la única forma de derrotar el ajuste -que para todos los sectores burgueses y el imperialismo debe ser aplicado de manera inevitable para atemperar la crisis general del capitalismo- es derrocando al régimen burgués e imponiendo un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre, que nacionalice la tierra y realice la reforma agraria y urbana, que expropie a la gran burguesía y al imperialismo instaurando un Estado Obrero que inicie la transición al socialismo.  

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Pero no hay otra forma de que los trabajadores lleguen a esta conclusión más que en base a su propia experiencia en la lucha. Para que esta se desarrolle, en la formulación de un programa de acción hay que tomar en cuenta su estado actual de conciencia.

En tanto una mayoría de la clase trabajadora mantenga todavía su confianza en el PT y desee defender el voto de las pasadas elecciones que llevó a Dilma al gobierno, les planteamos que le exijan a las direcciones sindicales que responden al PT, que sean consecuentes con sus declaraciones de que está en marcha un golpe institucional y convoquen a una huelga general –de verdad, por tiempo indeterminado- contra el “impeachment”, porque las movilizaciones aisladas hasta ahora convocadas son sólo maniobras para apoyar la política de Dilma y Lula de traficar votos en el parlamento, comprometiéndose cada vez más con los demás partidos patronales, y que ha fracasado rotundamente.  

Los trabajadores deben exigir que la convocatoria a la huelga general incluya un pliego de reivindicaciones obreras que responda a las necesidades más apremiantes de los trabajadores y las formas de organización democráticas que puedan abarcar a la mayoría de los trabajadores y las masas populares:

*Por un salario que cómo mínimo cubra la canasta familiar indexado según la inflación.

*Contra los despidos: reparto de las horas de trabajo y estatización de toda empresa que cierre o despida masivamente.

*Comités obreros y populares, en fábricas, barrios populares y en escuelas y universidades, para enfrentar el ajuste. 

*Piquetes de autodefensa para enfrentar la represión. 

*Congreso de delegados de base de la CUT, CSP-Conlutas, y la CTB (5), y  representantes de los comités obreros y populares, para preparar la huelga general y discutir un programa que de una salida obrera a la crisis.” (18)

Como ganar a los sectores de clase que pueden ser aliados

El bonapartismo surge a causa del derrumbe de la democracia burguesa ante los golpes de la crisis del sistema imperialista. El PTS imagina que para ganarse a la pequeño-burguesía frente al régimen bonapartista debe levantar consignas democráticas y para ello recurre a la consigna de AC. 

Trotsky diría que el PTS razona de manera semejante a Renaudel (neo-socialista) y Frossard (centrista de izquierda-socialista), ya que sin llegar a plantear formalmente la unidad con los “radicales”, el razonamiento es el mismo, en el sentido de que ante el derrumbe de la democracia burguesa responde con democracia: 

“Renaudel, Frossard  y sus semejantes se imaginan que la pequeña burguesía está apegada sobre todo a la democracia y que precisamente por eso es necesario unirse a los radicales. ¿Qué monstruosa aberración! La democracia no es más que una forma política. La pequeña burguesía no se preocupa por la cáscara de la nuez sino por su pepita. Busca salvarse de la miseria y la ruina. ¿Que la democracia se muestra impotente? ¡al diablo con la democracia! Así razona o siente cada pequeño burgués. En la indignación creciente de las capas inferiores de la pequeña burguesía contra sus propias capas superiores, “instruidas”, municipales, cantonales parlamentarias, se encuentra la principal fuente social y política del fascismo. A esto debe agregarse el odio de la juventud intelectual, aplastada por la crisis, hacia los abogados, los profesores, los diputados y los ministros advenedizos. Aquí también, en consecuencia, los intelectuales pequeño burgueses inferiores se rebelan contra los que están por encima de ellos.” (19)

El razonamiento del PTS parte de que como la conciencia de las masas está atrasada (no acepta la idea de una revolución) y tiene “ilusiones democráticas”, hay que plantear como consigna máxima, la máxima institución democrática a la que puede aspirar la pequeño-burguesía, la AC.

Bajo el subtitulo “¿Es verdad que la pequeña burguesía teme a la revolución?”, Trotsky explica cual es la sicología de este sector social, y que programa hay que levantar para ganarlo como aliado del proletariado:

<<Los cretinos parlamentarios, que creen ser conocedores del pueblo, gustan de repetir: “No hay que asustar a las clases medias con la revolución: aborrecen los extremos.” Bajo esta forma general, esta afirmación es absolutamente falsa. Naturalmente, el pequeño propietario tiende al orden, en tanto que sus negocios marchan bien y mientras tiene esperanzas de que marchen aun mejor. Pero, cuando ha perdido esa esperanza, es fácilmente atacado por la rabia y está dispuesto a abandonarse a las medidas más extremas. En caso contrario, cómo habría podido derrocar al Estado democrático y conducir al fascismo al poder en Italia y Alemania?  Los pequeño burgueses desesperados ven ante todo en el fascismo una fuerza combativa contra el gran capital, y creen que, a diferencia de los partidos obreros que trabajan solamente con la lengua, el fascismo utilizará los puños para imponer más “justicia”. A su manera, el campesino y el artesano son realistas: comprenden que no podrá prescindirse de los puños. Es falso, tres veces falso, afirmar que en la actualidad la pequeña burguesía no se dirige a los partidos obreros porque teme a las “medidas extremas”. Por el contrario: la capa inferior de la pequeña burguesía, sus grandes masas no ven en los partidos obreros más que máquinas parlamentarias, no creen en su fuerza, no los creen capaces de luchar, no creen que esta vez estén dispuestos a llevar la lucha hasta el final. Y si es así, ¿vale la pena reemplazar al radicalismo por sus colegas parlamentarios de izquierda? Así es cómo razona o siente el propietario semi-expropiado, arruinado e indignado. Sin la comprensión de esta psicología de los campesinos, artesanos, empleados, pequeños funcionarios, etc. —psicología que surge de la crisis social— es imposible elaborar una política justa.”

 <<Para atraer a su lado a la pequeña burguesía, el proletariado debe conquistar su confianza. Y, para ello, debe comenzar por tener él mismo confianza en sus propias fuerzas. Necesita tener un programa de acción claro y estar dispuesto a luchar por el poder por todos los medios posibles. Templado por su partido revolucionario para una lucha decisiva e implacable, el proletariado dice a los campesinos y a los pequeños burgueses de la ciudad:

“Lucho por el poder; he aquí mi programa; no emplearé la fuerza más que contra el gran capital y sus lacayos; pero con ustedes, trabajadores, quiero hacer una alianza sobre la base de un programa dado.” El campesino comprenderá semejante lenguaje. Hace falta, solamente, que tenga confianza en la capacidad del proletariado para tomar el poder. Para eso, es indispensable depurar el frente único de todo equívoco, de toda indecisión, de frases vacías; es indispensable comprender la situación y ponerse seriamente en la ruta de la lucha revolucionaria.>>

“La consigna de la defensa de las libertades democráticas —escribe Monmousseau (Cahiers du Bolchevisme, 10 de setiembre de 1934, página 1017)— se corresponde perfectamente con el espíritu del campesinado”. Esta frase notable demuestra que Monmousseau entiende tan poco de la cuestión campesina coma de la cuestión sindical. Los campesinos comienzan a dar la espalda a los partidos de “izquierda”, precisamente porque son incapaces de proponerle otra cosa que palabras en el aire sobre la “defensa de la democracia”. (20)

El programa de acción para Francia es el programa para el frente único de comunistas y socialistas. El eje de este programa eran los piquetes de autodefensa, los comités de lucha y un programa de transición que responda también a las necesidades progresivas de la pequeño-burguesía,  dirigiendo su ataque contra la propiedad de la gran burguesía. Pero sobre todo indicaba que había que plantear la lucha por el poder obrero-campesino.

El PTS, en la práctica, se olvida de “articular” esta parte. Nunca o casi nunca plantea que su programa es la lucha por un gobierno obrero y campesino-popular. Toma como propio el programa de la democracia burguesa radicalizada, la AC, aun cuando este programa no tenga ningún arraigo en las masas, como en Argentina en el 2001, cuando la pequeño-burguesía enfurecida golpeaba la puerta de los bancos que se habían quedado con sus ahorros y aplaudía las movilizaciones de los movimientos de desocupados, el PTS levantaba la consigna de la AC y tenía como eje de su intervención política las asambleas barriales de la clase media urbana, dándole la espalda al proletariado desocupado que se organizaba en la Asamblea Nacional de Trabajadores.

Trotsky y las consignas democráticas

Para Trotsky las consignas democráticas tenían su importancia. Sí, pero no una “importancia fundamental” como titula Moreno su tesis, y además como dice el mismo Programa de Transición, aun para los países fascistas, esta importancia era solo “incidental y episódica” (21). Evidentemente la concepción del PTS es opuesta a la de Trotsky ya que no pueden decir que utilizan la AC como una consigna incidental y episódica, cuando la levantan en una docena de países. 

Por otra parte, cuando Trotsky se refería a las consignas democráticas, no se limitaba solamente a la AC, sino que tenía en cuenta cuales consignas podían movilizar según la situación política: 

“Eso de ninguna manera significa que después de la caída del fascismo Alemania deberá pasar obligatoriamente por un largo proceso de parlamen­tarismo. El fascismo no erradicará la experiencia política pasada; menos aun cambiará la estructura social de la nación. Sería un gravísimo error creer que el proceso político alemán pasará por otra etapa prolongada de democracia. Pero, en el despertar revolucionario de las masas, las consignas democrá­ticas constituirán inevitablemente el primer capítulo. Aunque el proceso de la lucha no permita que se regenere el estado democrático ni por un solo día – lo que es muy posible -, ¡la lucha misma no puede evitar las consignas democráticas! Cualquier partido revolucionario que intente saltar esta etapa se romperá el cuello.

La movilización del proletariado contra el régimen fascista adquirirá un carácter cada vez más masivo en la medida que la pequeña burguesía se distancie del fascismo, aislando así a las cúpulas poseedoras y el aparato gubernamental. La tarea del partido proletario consistirá en utilizar el debilitamiento del yugo por parte de la reacción pequeñoburguesa para movilizar al proletariado con el fin de ganarse a los estratos inferiores de la pequeña burguesía.

¿Bajo qué consignas políticas se desarrollará esta lucha? La dictadura de Hitler surgió directamente de la constitución de Weimar. La pequeña burguesía, con sus propias manos, le dio a Hitler el mandato dictatorial. Si suponemos que el desarrollo de la crisis fascista será sumamente favorable y rápido, es posible que la consigna de convocatoria del Reichstag, con la participación de todos los partidos excluidos en este momento, unifique en cierto momento a los obreros y a los más amplios estratos pequeñoburgueses. Si la crisis tarda un poco más en estallar y el recuerdo del Reichstag tiene tiempo de desaparecer, es posible que la consigna de elecciones adquiera gran popu­laridad. Pero atarse a las consignas democráticas circunstanciales que nuestros aliados pequeñobur­gueses o los estratos atrasados del propio proletariado nos obliguen a levantar sería un doctrinarismo fatal.” (22)

……..

”¿Significa esto que los comunistas rechazamos de plano todas las consignas democráticas, todas las consignas transicionales o preparatorias, y levantamos únicamente la de dictadura proletaria? Sería hacer gala de un sectarismo estéril, doctrinario. En ningún mo­mento aceptamos que basta con un solo salto revolucio­nario para cubrir la distancia que separa el régimen fas­cista de la dictadura proletaria. Nosotros no negamos el período de transición y sus consignas transicionales, in­cluidas las democráticas. Pero es precisamente con la ayuda de estas consignas transicionales, que siempre constituyen el punto de partida del camino hacia la dictadura proletaria, que la vanguardia comunista deberá ganar al conjunto de la clase obrera y que ésta deberá unificar a su alrededor a todas las masas oprimidas de la nación. Y ni siquiera excluyo la posibilidad de una asamblea constituyente que, en ciertas circunstancias, podría ser impuesta por la marcha de los acontecimien­tos o, más precisamente, por el proceso del despertar revolucionario de las masas oprimidas. Es cierto que en una perspectiva histórica de muchos años el destino de Italia se reduce a la siguiente alternativa: fascismo o comunismo. Pero afirmar que esta alternativa ha pene­trado en la conciencia de las masas oprimidas de la nación es caer en la ilusión de que ya está resuelta la colosal tarea que se le plantea en toda su magnitud al débil Partido Comunista. Si, por ejemplo, estalla ya una crisis revolucionaria en los próximos meses (provocada por la crisis económica por un lado, y por la influencia revolucionaria proveniente de España por el otro), es seguro que las masas trabajadoras, tanto obreras como campesinas, unirán a sus reivindicaciones económicas las consignas democráticas (tales como libertad de reunión, de prensa, de organización sindical, de repre­sentación democrática en el parlamento y las municipa­lidades). ¿Significa esto que el Partido Comunista debe rechazar estas reivindicaciones? Todo lo contrario. De­berá combatir por ellas con la mayor audacia y resolución, porque no se puede imponer una dictadura prole­taria sobre las masas populares. Sólo se la puede reali­zar luchando – luchando hasta el fin – por todas las consignas transicionales, las reivindicaciones y las necesidades de las masas y a la cabeza de las masas.” (23)

De aquí se desprenden dos conclusiones: Trotsky no hacia un fetiche de una única consigna democrática como hace el PTS con la AC, a la que Trotsky no le da una importancia fundamental ni aun bajo el fascismo. Segundo, al pensar en la consigna que puede ayudar a movilizar en el “despertar revolucionario de las masas” no se ata a ningún esquema, sino que piensa cual puede ser la más adecuada a su nivel de conciencia y experiencia.

El giro del PTS hacia el campo burgués progresivo

El PTS busca aliados para resistir a la derecha, conquistar su hegemonía en la izquierda, al mismo tiempo que está empeñado en formar una nueva “opinión pública” en la vanguardia con su página web “La izquierda diario”. En su búsqueda de ganar influencia política en sectores cada vez más amplios que son la base social de movimiento políticos burgueses, empieza a perder resistencia a la presión de esa “opinión pública”, la de las fuerzas políticas burguesas. Particularmente ante el caracterizado avance de la derecha, el PTS tiende a diluirse políticamente en el campo burgués “progresivo”.

Descartamos por episódico el primer banquinazo del apoyo a Chávez en el referéndum revocatorio del 2004, del que (sin mediar autocrítica) pasó luego a criticar el voto a Evo Morales del PO en 2005, recuperando una posición principista de independencia de clase. Pero a la luz de la política actual del PTS-FT, no deja de ser un antecedente válido.

Porque ahora, tras el triunfo electoral de Macri y el impeachment contra Dilma en Brasil, el PTS-FT se orienta a conciliar con el “progresismo” burgués, en ambos países.

En Brasil, la caracterización del impeachment como golpe institucional, lo lleva a la cola de la dirección petista, mientras que la consigna de AC le permite mantener la relación con el estudiantado que habiendo luchado contra l apolítica del PT no tienen el menor interés en defender a Dilma.

Como dijo Trotsky: “…los nombres sirven en política para diferenciar no para echarlo todo en el mismo saco.”

Cuando el PTS habla de golpe que quiere decir? Si el golpe es institucional es un golpe entre sectores burgueses al interior de sus instituciones. Si ese golpe afecta la voluntad popular, expresada en la votación que eligió a Dilma para un segundo mandato (“un golpe contra el sufragio universal”), esa voluntad no se reflejó en la calle, por lo que en realidad el “golpe” institucional está expresando nuevas relaciones y reagrupamientos políticos al interior de la clase dominante, y un vuelco significativo en la voluntad de amplios sectores del pueblo que rompieron con el gobierno de Dilma, como consecuencia de la implementación de una política de ajuste, contraria a sus promesas electorales.

Dice el MRT:

“…el PSDB, DEM, entre otros… lo único que quieren es garantizar el juicio político para implementar un plan de ajustes aun más duro que el que está siendo implementado por el gobierno de Dilma. Un impeachment reaccionario como este no solo facilitará los ataques de la derecha sino que le seguirá un ataque frontal a la clase trabajadora y sus instrumentos de lucha, como a toda la izquierda, en la que el PT hace ya mucho tiempo no está incluido.” (Declaración del MRT, 4/3/16).

Pero, ¿Acaso el gobierno de Temer es un gobierno fascista que se apresta a ilegalizar los partidos obreros los sindicatos, a actuar contra la clase obrera con los métodos de la guerra civil?

Si ese fuera el caso la política sería el frente único y las milicias obreras, porque no se puede combatir al fascismo con una AC (24). Pero no, ese no es el caso. 

¿Para qué le ha servido al PTS-MRT la caracterización de “golpe” institucional? Para llamar a defender al gobierno de Dilma ubicándose en el campo del progresismo pro-PT como mal menor, contra el mal mayor de la derecha encarnado en Temer.

Otra cosa importante que plantea Trotsky es que mientras “Los socialdemócratas consideran que la constitución democrática está por encima de la lucha de clases. Para nosotros, la lucha de clases está por encima de la constitución democrática”. Pero el PTS puso la defensa del gobierno constitucional primero, al llamar contra el impeachment, por sobre la lucha contra el ajuste que implementaba el propio gobierno de Dilma que llamaban a defender.

“Si efectivamente la economía engendra la política, bien podría concluirse que lo que acaba de nacer en Brasil con el nuevo mandato de Dilma Rousseff sería una coalición no pactada entre el PT de Lula da Silva y su antigua oposición del PSDB de Fernando Henrique Cardoso. Las diferencias ideológicas que podrían esconderse detrás de esas siglas, una centro-izquierda o muy moderada socialdemocracia y una centro-derecha de estirpe liberal, se diluyen a favor de estos últimos en ese pacto no escrito.

La cuestión en el centro de este nuevo capítulo son los integrantes del gabinete que designó Rousseff para su segundo periodo. Y entre ellos la figura del ministro de Hacienda, el ortodoxo ex FMI Joaquim Levy. Este hombre ya fue parte de los elencos del PT durante la primera gestión de Lula da Silva, quien lo incorporó en 2003 como secretario del Tesoro. Una medida astuta del centrista sindicalista metalúrgico para dejar en claro que más allá de los discursos, su propuesta no iba en contra de los mercados. La estrategia le dio resultado y le permitió avanzar con su propio programa de contención social y la ampliación de la clase media con el aliciente de un crecimiento que llegó a picos de 7,5% por el impulso del viento mundial. Ahora la presidente sigue el mismo camino en la perspectiva de los mercados pero le agrega una dimensión mayor. Al convertir a Levy en ministro, no busca ya convencer de sus intenciones sino marcar cuáles son los objetivos nítidos de este mandato.

Versátil, el flamante funcionario, aparte de haber sido aquel escudo de Lula, fue antes funcionario del gobierno de Cardoso donde ocupó la secretaría adjunta de Política Económica. En esa función profundizó su relación con Arminio Fraga, entonces presidente del Banco Central y hasta hace poco el principal asesor del candidato opositor Aécio Neves quien casi expulsa al PT del poder. Rousseff lo derrotó por un estrecho margen en el ballotage de octubre último. Pero recordemos que la campaña fue un furioso cruce en el cual Dilma y su mentor Lula advirtieron, sobre todo en el noroeste pobre, que de ganar Neves aumentaría tasas e impuestos y recortaría los programas sociales incluidos los subsidios y el sistema de créditos. Por aquello del abismo cada vez más ancho que media entre palabras y hechos, apenas 72 horas después de su reelección la mandataria aumentó las tasas a 11,25% y el saliente ministro de Hacienda, Guido Mantega restringió el acceso al seguro de desempleo y endureció los requisitos para los beneficiados de la pensión por fallecimiento detrás de un ahorro de US$6.000 millones. (Marcelo Cantelmi, Brasil: ¿una «gran coalición» para la reforma que viene?, 2/1/15)

La argumentación principal del PTS-MTR para movilizar contra el impeachment es que de allí saldrá un gobierno que imponga un ajuste más duro. Por lo que, en los hechos, defiende al gobierno de Dilma como mal menor. 

El PTS-MRT podrá argumentar que en ningún momento llamaron a defender al gobierno de Dilma y el PT, que por el contrario lo denunciaron como ajustador, y que incluso plantearon que si continuaba por medios de arreglos superestructurales, con pactos con la derecha, necesariamente tendría una política de derecha (como si hasta ahora no la hubiera tenido). 

“El impeachment no será derrotado solo con actos, y si así ocurriera, lo que emerja será un gobierno de Lula y Dilma que promete otra agenda de ajustes, pero que igual atacará a los trabajadores, en medio de demagogia, alguna concesión minúscula a algunos movimientos sociales, pero ataques estructurales como una posible reforma previsional. Será un gobierno para recomponer una unidad con los empresarios dijo hoy Dilma, que llamó a un «pacto» si se llegara a evitar el impeachment, y no puede haber «pacto» con esta derecha sin un gobierno que siga atacando.” (Diana Assunção, “Es urgente un plan de luchas contra el impeachment, los ataques del PT y los despidos” LID, 15 de abril de 2016)

Pero esos mismos argumentos desnudan la verdadera política del PTS-MRT. Derrotar el impeachment por medio de la “movilización popular” es una política para obligar a Dilma y al PT -bajo la presión de las masas- a girar a la izquierda, adoptando la idea pequeñoburguesa del “gobierno en disputa”, como si el gobierno de Dilma-PT no fuera un gobierno burgués. 

Dado que el eje de su política es la derrota del impeachment y no la derrota del “ajuste”; dado que se propone como medio la “movilización popular”, en donde a lo sumo la clase obrera actúa disuelta en el pueblo, y no la huelga general, en la cual la clase obrera aparece en el centro político de la lucha; dado que no se propone un gobierno obrero, ni la organización de comités de lucha obreros, ni piquetes obreros de autodefensa;  a lo sumo alcanzar una AC, que en consecuencia, debería ser convocada por la propia Dilma; esta AC convocada por un gobierno burgués es la consigna que intermitentemente ha levantado la propia Dilma y el PT, y tiene el mismo contenido de maniobra para encontrarle una “salida a la crisis” favorable a Dilma y el PT, con la ilusión de que -de esta manera- no podría aplicar una política de ajuste. 

El desplazamiento del PTS al oportunismo también en Argentina

Así como en Brasil se ubica en el campo contra “el golpe” de la derecha, con la misma lógica, el PTS dio varios pasos para ubicarse en un frente antimacrista en Argentina.

El 8 de marzo, en la conmemoración del día internacional de la mujer trabajadora en Rosario pudimos comprobar cómo el PTS transcendía la unidad de acción para hacer un acto conjunto con el kirchnerismo, que pocas horas antes habían rechazado, prometiendo que jamás iban a enrollar sus banderas.  El 24 de marzo, según la denuncia del PO -que no fue respondida-, el PTS tuvo la política de hacer una marcha y acto conjunto con el kirchnerismo, minimizando la delimitación con esta corriente burguesa. La ruptura del acto del 1° de mayo, argumentando diferencias con los otros partidos del FIT en relación a Brasil, sólo se puede entender en el marco del giro del PTS a buscar “aliados” en el campo del progresismo burgués. El PTS ha buscado la unidad de acción con el Kirchnerismo. Pero no la ha encontrado en la lucha contra el ajuste y en apoyo a las luchas obreras y populares por las reivindicaciones del movimiento obrero, porque allí no está el kirchnerismo. La encontró en cambio en las manifestaciones de repudio a la visita de Macri a la facultad de Derecho en Rosario; o disolviéndose en el “ruidazo” contra el tarifazo, en el que fueron no solo a la cola del Kirchnerismo y la burocracia sindical pro-k, sino de las asociaciones empresarias de la pequeñas y medianas empresas (Apymes); en la votación del proyecto kirchnerista de consulta popular para pagarle menos a los buitres; con la participación en un acto del Kirchnerismo para defender a Milagro Sala; con la movilización de sus parlamentarios a la Plaza de Mayo para apoyar a Hebe de Bonafini, para que no sea llevada por la fuerza policial a declarar ante el juez por la causa de “Sueños Compartidos”. Es decir las únicas acciones en común no fueron acciones de “resistencia” obrera y popular contra la política del gobierno de Macri, sino que son parte de la próxima campaña electoral. Y en estas acciones el PTS va a la cola del Kirchnerismo, diluido, sin delimitación política clara.

Es difícil saber todavía si sólo se trata de acercarse para ganar a los “sectores que se ilusionaron con el kirchnerismo, sobre todo jóvenes, que empiezan a entrar en crisis ante la pasividad de sus dirigentes y la subordinación a las alas derechas del PJ” (25), o de una política formal orientada a buscar acuerdos de más largo plazo con sectores del Kirchnerismo, que hasta ahora no han encontrado. Pero, aunque fuera sólo el primer caso, el método de la capitulación política para acercarse a la base del kirchnerismo siembra “mojones” para una capitulación de mayor alcance, porque, esa política práctica está en oposición con lo que se escribe: 

“El apoyo al “mal menor” opera como un mecanismo al servicio de debilitar la resistencia a los ataques e impedir la emergencia de la clase obrera como un sujeto independiente y con su propio programa ante la crisis”. (Giro a la derecha y lucha de clases en Sudamérica, Daniel Matos y Eduardo Molina)

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