Ostentosa subordinación al imperialismo yanki (editorial LCO N°38)

Según el dicho popular «por la plata baila el mono». En Argentina, hoy como cada vez que hay una crisis profunda, la fauna completa de la burguesía local y sus representantes políticos (Cambiemos, FR-PJ-UC, etc.) bailan al ritmo del capital imperialista. La orquesta que marca el (ritmo) la dirige Cristine Lagarde, directora del FMI, organismo de gerenciamiento y control del capital financiero imperialista. 

El primer violín, Mauricio Macri, ejecuta obedientemente la partitura de ajuste fiscal, despidos y desocupación en aumento, rebaja salarial y flexibilización laboral. Y, por si alguno se queja de las consecuencias de esta opereta, fortalece el aparato represivo, reforzando a las Fuerzas de Seguridad (Gendarmería, Prefectura, Policías, etc.) con la entrada en escena de las Fuerzas Armadas. En principio, sería la continuidad de la política kirchnerista de relevar gendarmes por soldados en la frontera (Escudo Norte, Fortín I y II), pero el decreto presidencial abre la puerta legal para que las FFAA intervengan en la represión interior (Decreto 683). La orientación política del “plan” del gobierno es clara: explotación creciente para generar condiciones favorables para aumentar las ganancias capitalistas, y preparación del aparato represivo, para actuar cuando el nivel de miseria se haga intolerable y desate la lucha de los trabajadores y el pueblo.

Pero no son sólo Macri y su coalición gobernante (PRO-UCR-CC) los únicos que tocan al compás de Madame Lagarde. Los gobernadores, oficialistas y opositores, ya están negociando lo que será el acta de acuerdo del ajuste: el Presupuesto para 2019. Como pasó con la reforma previsional, los diputados y senadores “responsables” del PJ sellarán, cual escribanía, el pacto anti-popular.

Todos se han alineado con el capital imperialista y hacen fila para entrevistarse con Lagarde, como si fuera un virrey que viene a tomar posesión de sus dominios. 

Mientras tanto, para la tribuna, le mandan una carta al FMI, alertando por las «consecuencias sociales y políticas» del programa exigido por dicho organismo. Pero esto, que pretenden mostrarlo como un «rechazo al FMI» no es otra cosa que la negociación, es decir, la aceptación del FMI como director de la política económica del país. Hasta la CGT y las CTA se sentaron a negociar los términos. ¿Acaso piensan que van a convencer al capital financiero internacional hablándole del hambre del pueblo trabajador? Si ese es justamente el pilar del plan: que los trabajadores y el pueblo paguen, con su «sacrificio» los costos de la crisis económica.

No. Lo que pretenden los burócratas del triunvirato cegetista, los Moyano, los kirchneristas y los agentes del Papa, es que el ajuste toque lo menos posible a los sectores patronales «nacionales y PyMes» cuyos intereses representan. No es el hambre del pueblo lo que les preocupa, sino la posibilidad de que se desate la lucha obrera y popular contra los responsables del hambre, como pasa en Haití, Nicaragua, Jordania, Irak e Irán. Lo que quieren negociar es que recibirán a cambio de sus servicios prestados, en la contención de la movilización y como tapón político contra la organización independiente de los trabajadores y el pueblo.  

Aunque pueda haber algunos codazos en la disputa de los intereses sectoriales, todos los sectores económicos y políticos se han alineado a la política imperialista como limaduras de metal al imán. La reunión de los ministros de finanzas del G20, y la próxima reunión del G20 en nuestro país con la participación de Donald Trump, implica un respaldo político al gobierno de Macri, al que piensan utilizar como un alfil importante para la política imperialista en Latinoamérica. La subordinación del plan de “reestructuración de las FFAA” y la habilitación para la instalación de bases militares del comando sur norteamericano, implica la coronación de un salto en el sometimiento al imperialismo yanki. Pero en esta línea están todos los sectores políticos, incluyendo al PJ y al kirchnerismo y las organizaciones sociales controladas por el Papa, que avalan la estabilidad del régimen, y que hacen críticas sin sacar los pies del plato, esperando capitalizar en las elecciones del 2019.

Dicen que “La Patria está en peligro” y se nos presentan como sus patriotas defensores. Pero por mucho que hablen de la Patria, todos se terminan alineando a las directivas del imperialismo. ¿Es que son simplemente traidores? ¿O es debido a un mal congénito de la especie humana? El marxismo nos da otra explicación. Son representantes de la “burguesía nacional”. Pero la burguesía criolla entró tarde al reparto del mercado mundial, por lo que apenas asomó su nariz de país independiente se tuvo que subordinar a los que ya en ese momento controlaban el mundo. Débil en capital, la burguesía pasó de ser súbdito del rey de España, a subordinados del capital comercial inglés, y después del empréstito de la Baring Brothers (1824), directamente al capital financiero inglés. Es decir, Argentina desde sus inicios como nación formalmente soberana, fue una semicolonia inglesa.

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Fue esa debilidad de capital, propia de la burguesía semicolonial, la que hizo que Perón, representando siempre sus intereses, tuviera una política en 1944, y otra en 1952. En sus primeros años tuvo una política para fortalecer la burguesía industrial, aprovechando que, por las consecuencias de la guerra mundial, el capital financiero inglés retiraba la presión sobre sus semicolonias, para concentrarse en la reconstrucción de su país en la postguerra. Momentáneamente, Argentina había quedado con un amplio margen de independencia. El imperialismo yanki, que había salido ampliamente beneficiado de la II Guerra, pugnaba por ocupar ese vacío de dominio imperial cedido por Inglaterra en América Latina. Perón resistió la presión yanki. En la campaña presidencial de 1946 su lema fue Braden (embajador yanki en Argentina) o Perón. La burguesía nacional se expandió en el mercado interno a partir de la sustitución de importaciones, y de los subsidios que les garantizaba el Estado, gracias a las enormes entradas de divisas generadas por los altos precios de las exportaciones agropecuarias durante la guerra. Pero a los 6 años de gobierno, en el segundo mandato de Perón, las necesidades de la burguesía nacional ya eran otras. Había que modernizar el capital productivo, la maquinaria obsoleta, desgastada físicamente y atrasada tecnológicamente, y para ello había que recurrir a los países imperialistas que las producían y a su financiación, ambos controladas por EE-UU. La infraestructura del país estaba en un estado deplorable, había cortes de luz todos los días, los ferrocarriles eran una calamidad. Por otra parte, el agro norteamericano suplía con tecnología las ventajas de la fertilidad natural de “nuestra” pampa húmeda, agravando la decadencia de la producción agropecuaria al bajar los precios de las exportaciones por su competencia. Así es que la misma burguesía nacional fue la que decidió poner proa a los brazos del nuevo imperialismo dominante, y Perón que era su representante político, empezó a girar también hacia EE-UU. En 1950 se concertó un préstamo de 125 millones de dólares con el Eximbank, y la visita de Milton Eisenhower (hermano del presidente de EE-UU) fue recibida con todos los honores. La sanción de la Ley de Inversiones Extranjeras, en agosto de 1953, abrió las puertas al ingreso del capital extranjero, es decir, al capital yanki, y comenzaron las negociaciones que concluyeron en mayo del 1955 con la firma del contrato de “La California” con la Standar Oil (en cuyo directorio figuraba el mismísimo Spruille Braden), para la explotación del petróleo en el sur. Al igual que ahora con el contrato (con cláusulas secretas) que firmó Cristina con la Exxon en Vaca Muerta. 

Y ya en 1973-75, Perón de vuelta en el país al servicio de la unidad de la burguesía contra la emergencia de los trabajadores desde el Cordobazo, y el peronismo que dejó Perón, fueron dóciles vasallos del imperialismo dominante, es decir de EE-UU, hasta el punto que dejaron libre el terreno para el golpe de estado militar que fue parte del plan imperialista para toda la región.  

En conclusión: en la Patria no hay un solo interés homogéneo, porque en la Patria no somos todos iguales. En la Patria hay dos clases fundamentales y antagónicas: hay argentinos que son chupasangres que viven y amasan su capital explotando el trabajo del obrero. Y estamos los trabajadores, la clase obrera y el pueblo explotado y oprimido que nuestro único “capital” es nuestra fuerza de trabajo. La burguesía “nacional” no sufre por la bandera celeste y blanca que ella misma creó para marcar los límites de su mercado interno. Su bandera es la misma que la del capitalismo mundial, el verde color dólar.

Si los trabajadores tuviéramos conciencia de que somos parte de una misma clase que en todo el mundo es explotada y oprimida por la clase capitalista y el imperialismo, nos sentiríamos hermanos de lucha y de intereses históricos y levantaríamos la bandera roja de la sangre obrera, derramada en miles de luchas, para oponerla a la bandera verde dólar del capital. La burguesía nacional y sus representantes políticos y sindicales tratan de engañarnos. Nos hablan de la Patria y se enfundan en la bandera celeste y blanca, para llevarnos de las narices detrás de los intereses de la burguesía nacional, para usarnos de columna vertebral que sostenga sus negociaciones miserables con el capital imperialista. Pero parafraseando a don Atahualpa, los beneficios son para ellos, y la miseria para nosotros, los trabajadores.

Así que, lo primero y principal que está en peligro es la clase trabajadora y el pueblo pobre, que somos los que estamos bajo el látigo del capital y la amenaza represiva tanto del capital imperialista como de sus socios menores de la burguesía nacional disfrazada de celeste y blanco. Lo que está en peligro también es, no sólo que se queden con el fruto de nuestro trabajo, sino que lo fuguen al exterior en forma de fuga de capitales, de pago de la deuda externa, de liquidación de divisas en el exterior, que nos paguen con espejitos de colores el petróleo y el gas de Vaca Muerta, el litio de Jujuy, el oro de la cordillera, etc., etc. Pero no hay ningún sector de la burguesía nacional dispuesta a defender esa “Patria”. Al contrario, son socios menores del saqueo imperialista. 

Es por eso que la tarea más importante que tiene la vanguardia obrera es organizarse en un Partido de Trabajadores, para luchar por instaurar un Gobierno de los Trabajadores que expropie a la burguesía, tanto a la burguesía imperialista como a la gran burguesía nacional. Ese partido será también una gran herramienta para impulsar y organizar las luchas parciales contra los despidos, por el salario, contra el ajuste en salud y educación, y para echar a la burocracia de los sindicatos, no como intento impotente de reformar al capitalismo, sino como preparación de la lucha revolucionaria por el poder. El PCO levanta un programa y principios, una bandera en la lucha para construir ese partido. 

   3/8/18

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