Donald Trump ha decidido entrar pateando todo. La segunda presidencia del magnate ya está siendo caracterizada como “recargada”. Es que, a diferencia del anterior mandato, Trump tiene encolumnado por completo al Partido Republicano y, más importante aún, parece haber logrado un reordenamiento, bajo su liderazgo, de las distintas facciones de la burguesía yanqui. En contraste con su antecesor, Joe Biden, Trump se posiciona como el líder fuerte de la mayor potencia imperialista. Los trabajadores de todo el mundo, no solo los estadounidenses, debemos analizar este giro en la situación internacional para estar preparados, conscientes de hacia dónde va el mundo y cuáles son las tareas políticas que, queramos o no, la realidad impone.
La ofensiva anti-inmigrantes y la división de la clase trabajadora
Desde el principio Trump eligió la política anti-inmigrantes para aglutinar a su base social y política agrupada en el movimiento fascista, el MAGA. Cabe aclarar que las deportaciones no son una novedad trumpista, ni siquiera en su cantidad. En esto hay continuidad con el gobierno demócrata de Biden. La novedad es la utilización política. Lo que los demócratas hacían de forma vergonzante, Trump lo sobreactúa, con alardes de mano dura incluida. Operativos deliberadamente humillantes, aviones, esposas, etc. El movimiento político de Trump, MAGA, se alimenta de racismo y xenofobia, corrompiendo a un sector importante de trabajadores blancos con prejuicios divisionistas dentro la propia clase obrera. La defensa de los inmigrantes contra esta ofensiva, lo mismo que de otros sectores oprimidos (negros, homosexuales, etc.) es innegociable si la clase trabajadora pretende frenar la ofensiva más importante contra los trabajadores que prepara Trump, liderando a la burguesía imperialista: un ataque profundo contra todos los derechos y organizaciones de la clase trabajadora. La “reindustrializacion” trumpista de EEUU no depende solo de los aranceles proteccionistas sino sobre una redoblada superexplotación laboral para convencer al capital que revierta la “relocalización” de la producción que buscaba niveles más altos de ganancias en el resto del mundo. Trump pretende ofrecer una “mano de obra barata” en los propios EEUU. La unidad obrera ser más que necesaria para enfrentarlo y la defensa de todos los sectores oprimidos la refuerza.
La “guerra” comercial como herramienta de negociación
Trump arrancó el 2025 decretando aranceles del 25% para las importaciones desde México y Canadá, países con los cuales tiene un tratado de libre comercio, el cual ya había sido renegociado en el anterior mandato trumpista. Sin embargo, a los pocos días quedó claro que era una amenaza para negociar con ambos países vecinos. La suspensión por un mes de la aplicación de los aranceles se presentó como un acuerdo alrededor del control fronterizo en materia de narcotráfico e inmigración. Lo más probable es que esos 30 días sirvan como plazo para volver a renegociar los términos del tratado de libre comercio vigente.
Pero Trump tiene amenazas de guerra comercial para todo el mundo. Por el momento la única medida concreta de aranceles, fuera de los vecinos norteamericanos, fue contra China, en ese caso de 10% sobre los ya existentes. Mientras que la amenaza a los europeos sólo fue declarativa por el momento. En consonancia China ya respondió con la misma moneda, aplicando aranceles selectivos contra EEUU, y Europa amenazó con hacer lo mismo en caso de que Trump pase de las palabras a los hechos.
La globalización está en terapia intensiva. La mayor potencia imperialista empuja al mundo a la guerra comercial provocando una aceleración de la crisis económica mundial.
Panamá y Groenlandia: controlando el patio
Pero Trump no solo ha golpeado la mesa con aranceles. La ofensiva yanqui tiene como un objetivo inmediato controlar el continente americano sin discusión. Groenlandia adquiere mayor relevancia estratégica a medida que el Océano Ártico se descongela, haciendo más importante la disputa por esas rutas marítimas por parte de Rusia y China. Dinamarca reclama sus “derechos” coloniales, e hizo amagues de apoyarse en la UE para “defender” su territorio de ultramar. Pero no fueron más que ladridos de chihuahua. Inmediatamente el gobierno danés salió a reconocer su falta de “capacidad para defender” Groenlandia y su disposición a que EEUU aumente su presencia militar allí.
Similar situación se da con el Canal de Panamá. La amenaza de intervención militar de Trump alcanzó para que el gobierno panameño renegara de su adhesión a la Ruta de la Seda china, no sin antes hacer también su actuada “defensa de la soberanía”. Esto es sólo un paso inicial de la ofensiva de EEUU contra la influencia china en todo el continente americano.
Los cañones apuntan contra China
Si bien Trump se presenta como líder fuerte de la mayor potencia imperialista, esta potencia no está en ascenso sino en declive relativo frente a las otras potencias. El mercado mundial se estrecha, sobran capitales monopolistas y, para colmo, una potencia nueva reclama su lugar. China quiere entrar a un ambiente sobrepoblado de capitales, como un subterráneo en hora pico. Y EEUU puede estar en declive, pero mantiene una superioridad militar y financiera que Trump está dispuesto a usar para recuperar el terreno perdido.
Resultan cómicos los “analistas” en todo el mundo divididos en dos corrientes. Por un lado, los que caracterizan a Trump como la “amenaza a la paz mundial” que según ellos era defendida por el gobierno demócrata de Biden y, por otro, los que pretenden vender a Trump como quien viene a terminar con todas las guerras a fuerza de hábiles negociaciones, y sobre todo a evitar la Tercera Guerra Mundial a la que -según palabras del propio Trump-, los empujaba Biden. La realidad es que Trump utilizará la amenaza de la fuerza económica y militar para obligar a todo el mundo a aceptar sus términos. Esto puede funcionar en varios frentes y ante gobiernos y países débiles. Incluso puede tener resultados temporales ante potencias europeas mediante una política que socave la UE y divida a las burguesías imperialistas del viejo continente. Pero no va a funcionar con China. Si desde el punto de vista económico se trata, ante anteriores sanciones aplicadas por el gobierno de Biden, China ya había cortado la exportación de “tierras raras” hacia EE-UU. Estos minerales son fundamentales para la elaboración de los microchips y en una amplia gama de productos tecnológicos. EE-UU acusó el golpe. Si Trump ha tenido que jugar la carta de Groenlandia, es también por la abundancia en su suelo de tierras raras. Ahora trata de condicionar la continuidad de la ayuda militar a Ucrania, exigiendo que el gobierno de Zelensky le provea a EE-UU las tierras raras a cambio.
Pero el golpe más duro propinado por China a EE-UU ha sido la aparición de la inteligencia artificial (IA) Deepseek en el mercado, que al ser igual de eficiente pero mucho más barata, provocó un derrumbe bursátil en los mercados de las tecnológicas. La principal damnificada fue Nvidia, que perdió u$s 600 mil millones (una cantidad mayor al PBI anual de Argentina) en un solo día.
Este acontecimiento del que todavía se habla, se produjo una semana después de la asunción de Trump y después de que éste anunciara con gran pompa la inversión de u$s 500 mil millones para darle impulso al desarrollo de la IA.
Esta cuestión es crítica, ya que la carrera por el desarrollo tecnológico es lo que puede determinar la relación de fuerzas entre las dos potencias principales que se disputan el mercado mundial.
La cuestión es que, si Trump sigue con su linea de subir las barreras arancelarias como castigo a China, y como presión a Europa, lo único que va a conseguir es agravar la crisis económica. Y por más que le pone trabas al acceso a la tecnología para obtener los microchips avanzados, China parece haber encontrado los medios para seguir en carrera.
Asi es que, por más que Trump se presente como el que viene a terminar con las guerras, lo cierto es que las negociaciones de paz con Putin, ante el hecho consumado de la derrota ucraniana, tienen como objetivo neutralizarlo, haciendo concesiones condicionadas a su neutralidad en caso de guerra entre EE-UU y sus aliados contra China. Los preparativos europeos para hacerse cargo de un posible enfrentamiento con Rusia y el anuncio reciente de que podría mantener el envío de armas a Ucrania, son por un lado expresiones de que la negociación no era tan facil. Y al mismo tiempo herramientas de presión, “el palo” de mantener la guerra, junto con la zanahoria de restablecer parcialmente la provisión de gas ruso a Europa y levantar sanciones económicas.
Lo que está claro es que un choque es inevitable. El tiempo corre a favor de China, como lo demostró la aparición de Deepseek, que como dijo Trump es un “llamado de atención” para EE-UU. Trump figurando como el líder fuerte de la mayor potencia militar no podrá eludir el enfrentamiento militar con China, más pronto que tarde durante su actual mandato. Y una guerra entre EE-UU y China es la Tercera Guerra Mundial.
Turco Morales, 5/2/25