Desde el 18 de abril, se vienen produciendo en al menos 60 universidades de EEUU, una oleada de protestas casi sin precedentes, han sido tan masivas que muchos las comparan con las realizadas durante la guerra de Vietnam desde fines de los 60 hasta principio de los 70.
Los estudiantes y profesores repudian el genocidio que está haciendo el gobierno sionista de Benjamin Netanyahu contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza, en la que al menos 35.000 personas han muerto, en su mayoría mujeres y niños, según datos de la ONU. Al mismo tiempo reclaman que las universidades dejen de realizar investigaciones científicas, que luego son utilizadas por las empresas contratistas de defensa, como por ejemplo Lockheed Martin y General Dynamics, quienes fabrican armas utilizadas por Israel, o de Caterpillar, cuyas excavadoras han sido utilizadas para demoler infraestructuras palestinas en Cisjordania y por el ejército de ocupación sionista durante la invasión terrestre en Gaza.
Estas protestas se han mantenido durante varias semanas, lo cual expresa una gran determinación por parte de los jóvenes estudiantes, ya que vienen resistiendo una fuerte represión, donde más 2.000 han sido detenidos. También muchos han sido expulsados de las universidades y otros, deben pagar grandes multas por ser, según el gobierno imperialista, “instigadores” al desorden. Además resistieron la represión paraestatal, como por ejemplo en la universidad de Austin, Texas, donde se han tenido que enfrentar con bandas fascistas vinculadas a grupos sionistas.
El supuesto país de la “libertades”, entre ellas la de expresión, demuestra que, como cualquier otro país capitalista, las clases trabajadoras somos libres de decir lo que queramos siempre y cuando la expresión no incluya críticas o malestar hacia sus políticas capitalistas o, en este caso imperialistas.
Del proceso de movilización se destacan algunas cuestiones políticas muy interesantes. Las movilizaciones no han podido ser canalizadas, al menos por ahora, como ha sucedido en otras ocasiones, por el Partido Demócrata, como sucedió el BLM (Black Live Matter), el movimiento por el derecho de las mujeres y disidencias sexuales, o por las reciente lucha de los obreros automotrices donde hasta el mismo Biden en acuerdo con la burocracia sindical, llegó a participar de algunos mítines de obreros. Es más ni siquiera el ala izquierda del Partido Demócrata, encabezada por Bernie Sanders ha tenido un posicionamiento claro contra la masacre pergeñada por el Estado de Israel.
Las fotos de las acampadas de los estudiantes, recorrieron las redes sociales, sorteando la censura de los medios masivos de comunicación, que responden abiertamente al régimen imperialista yanky, garante del Estado Sionista. Así fue que las protestas pudieron extenderse, prácticamente a todos los campus universitarios de Europa. Prácticamente no hay país, de Europa Occidental, donde no haya habido movilizaciones estudiantiles en contra del genocidio palestino.
La generación de la crisis capitalista “sin salida”
La gran parte de los jóvenes estudiantes, son “hijos” de la crisis “sin salida” del capitalismo, que se inició allá por el 2008. Es decir que su vida ha transcurrido, en un sistema capitalista que no genera perspectivas a futuro. Al revés de sus padres que sí pudieron gozar más claramente de los beneficios del Estado de Bienestar, para ellos, a la vuelta de la esquina, los espera, la pauperización, la proletarización. Ese es el principal problema para la clase media, saber que no va a poder progresar individualmente, y esa es la situación que en este caso la está empujando hacia la izquierda”. Tal vez por eso los jóvenes se movilizan, no solo ante la injusticia, contra la masacre de los sionistas a los palestinos, sino también que se sienten igual de acorralados y sin salida.
En ese sentido tenían un punto en común con clase media de fines de los 60. Es que luego de los 25 años “dorados” de posguerra, el capitalismo empezaba, nuevamente, a mostrar signos de agotamiento, y la clase media empezaba a sentir como el Estado de Bienestar empezaba a acabarse. Fue la gran crisis de principios de los años 70, la cual dio paso a una nueva etapa de mayor explotación de la clase trabajadora, denominada del capitalismo “neoliberal”.
Ese proceso fue el que permitió que la clase media girara hacia posiciones más de izquierda y se movilizara por ejemplo contra la guerra de Vietnam o que protagonizaba el Mayo francés del 68. En América Latina coincidió con varias luchas obreras y estudiantiles, y en Argentina, fue cuando se produjeron todos los “azos”, como Cordobazo o el Rosariazo, donde los estudiantes y obreros luchaban codo a codo contra los capitalistas.
La diferencia era que el proceso de movilización se daba en un marco político diferente, se venía de varios procesos de expropiaciones como la revolución china o cubana y toda una serie de luchas anticoloniales de los pueblos oprimidos de Asia y África, era una juventud estudiantil en la cual despuntaba una vanguardia mucho más politizada. El marxismo si bien, a través de otras variantes no trotskistas, pasaba a ser una referencia para un “público” de clase media mucho más amplio, y que se amalgamaba con la lucha de la clase obrera.
Así como la clase obrera y sectores estudiantiles encabezaban luchas importantes en aquellos años, hoy también, al calor de la agudización de la crisis capitalista, la clase obrera yanky, viene apareciendo, dando algunas duras luchas reivindicativas, como por ejemplo, los obreros de las automotrices, los trabajadores vinculados a la industria del cine, los gastronómicos y de empresas hoteleras. Expresión de esto es el aumento del nivel de sindicalización, que no se veía desde la década del 40 del siglo XX.
Lo interesante del proceso en EEUU es que empiezan a darse vasos comunicantes entre los estudiantes y obreros, como se pudo ver en la manifestación del 1 de mayo en Los Ángeles donde algunos sindicatos participaron con banderas contra el “genocida Joe”. Es decir, que el proceso de movilización a favor de la causa palestina, ha llegado a sectores de la clase trabajadora.
También en Argentina se evidencio el poder de movilización de la juventud universitaria cuando el 23 de abril -junto a muchos trabajadores docentes y no docentes- llenó las calles en defensa de la educación pública. Aquí también el conflicto se da en un escenario más amplio de crisis general del sistema capitalista, y puede confluir en la lucha conjunta entre la juventud estudiantil y el movimiento obrero. Posibilidad por el momento obstaculizada con éxito por la burocracia sindical y las autoridades universitarias.
El capitalismo en su agonía, nos está llevando a la barbarie, ya sea de las consecuencias del calentamiento global con aumento de las sequías e inundaciones como estamos viendo en el estado de Río Grande, Brasil, así como también, tal vez más terrible, a la desaparición física de buena parte de la humanidad, producto de la guerra mundial en ciernes.
Las nuevas generaciones de jóvenes, que avizoran ese futuro, están poniéndose a la vanguardia de la lucha no solo reivindicativa, sino política, todavía con un programa indefinido, pero que en este caso es objetivamente antiimperialista. También destaca el carácter internacional de la lucha que expresa el despertar de la juventud ante la crisis capitalista mundial que nos conduce en el corto plazo a la III guerra mundial. Los partidos socialdemócratas y reformistas no pueden darle un canal organizativo, ni siquiera sus alas de izquierda, al menos por ahora. Por eso es muy probable que empiecen a surgir nuevas corrientes políticas a la izquierda, que busquen en el marxismo una herramienta para organizar partidos revolucionarios, aunque será un proceso lento y tortuoso en el marco de la ausencia de una referencia política consolidada con cuadros interviniendo en los procesos de lucha.
Mariano López, 19/5/24