Los tres meses del gobierno de Milei parecen caóticos y contradictorios. Pero hay un hilo que une todos los episodios y evita la ruptura a pesar de las tensiones: el acuerdo de todo el régimen político-institucional capitalista de Argentina alrededor de un programa de ataque a las condiciones de vida de la clase trabajadora y de las masas populares en general.
Dentro de ese acuerdo básico general, el caos y las contradicciones tienen varias causas, pero dos son las fundamentales: primero, los intereses de los sectores capitalistas no son homogéneos y, aunque todos acuerden en descargar la crisis económica sobre el pueblo trabajador, las variantes del “plan económico” pueden beneficiar a algunos sectores burgueses y perjudicar a otros. En segundo lugar, lo que determina el resultado de todos estos factores es la respuesta del movimiento obrero y popular que, aunque sea el único factor ausente o débil por ahora, no deja de influir en la situación política aunque sea como fantasma, como posibilidad temida por los capitalistas y su “casta política”.
Entre el “Pacto de mayo” y las derrotas parlamentarias del gobierno navega la disputa entre camarillas del régimen político patronal. Pero de fondo lo que avanza es un ajuste antipopular inédito por su profundidad y velocidad. Milei y Caputo fanfarronean con un “superávit fiscal” a costa de licuar las jubilaciones, sueldos y presupuesto de salud y educación, cortar de cuajo toda transferencia a provincias, patear para adelante subsidios a la energía (CAMESA), etc. El “remedio” utilizado por el gobierno para bajar la inflación es bajar a tal punto los salarios y reprimir todo lo que han podido las importaciones, provocando en consecuencia una caída de la actividad económica que ya estaría en alrededor del 8%, es decir, la depresión se acerca a los niveles catastróficos del 2002 o del 2020 durante la pandemia, cuando la caída del PBI fue del 11% y 9% respectivamente. A la catástrofe de la caída del poder adquisitivo de los sueldos se suma entonces una oleada de despidos y suspensiones que solo ha mostrado la “puntita”, porque muchos empresarios creen en el pronóstico del gobierno de que la crisis tendría forma de “V” con una gran caída ahora y una rápida recuperación en el segundo semestre. Sin embargo, hay otros tantos economistas que piensan que una recuperación solo se producirá a más largo plazo -sobre fin de año, o después-, lo cual -en caso de que esa fuera la situación- agravaría la ola de despidos de junio en adelante. Y a todo esto se suma ahora los tarifazos en luz, gas, agua y de los “servicios” de la clase media (salud y educación privada). Sobre llovido, mojado.
Como dijimos, una de las causas de que el régimen político luzca permanentemente al borde de la ruptura es la disputa de intereses capitalistas en pugna. El gobierno de Milei defiende a rajatabla los intereses de lo más concentrado de la burguesía argentina y, sobre todo, del capital financiero imperialista. Estos intereses chocan no solo con los de la clase trabajadora sino también con los de otros capitalistas menos competitivos y ligados a un mercado interno secado de pesos. La diferencia de poder económico entre Black Rock y las Pymes es abismal, pero su representación política dentro del régimen (por ejemplo, en el Parlamento) es menos desigual. Esto es una fuente importante de tensiones como las que vemos actualmente.
La otra causa, más profunda, de crisis políticas es la relación de fuerzas entre las clases. Entre la burguesía, su Estado y la clase trabajadora. Esta relación de fuerzas no se mide como una magnitud física. Es dinámica. Es decir que, aunque la ofensiva capitalista este avanzando sin oposición fuerte por parte del pueblo trabajador, la situación puede dar un giro brusco, detonando “inesperadamente” un levantamiento obrero y popular. Esto es lo que temen los cuadros capitalistas más experimentados, desde el FMI hasta los jueces de la corte o Pichetto. Apoyan al “loquito” mesiánico de Milei como quien sostiene el saco del que se agarra a trompadas en la calle. Y festejan sus piñas bien colocadas a los trabajadores. Pero temen la reacción del oponente porque conocen la fuerza de sus puños.
Sin embargo, la historia del movimiento obrero, nacional e internacional, demuestra que las peores derrotas son las que se imponen cuando los trabajadores rehuimos el combate, cedemos nuestras posiciones materiales y políticas sin luchar. Milei puede consolidarse o no como instrumento político de los capitalistas, pero está logrando imponer nuevos niveles de miseria y descomposición social. No es un loquito suelto, es el instrumento de los capitalistas para aumentar sus ganancias a costa de profundizar la explotación sobre la clase trabajadora. Pero tampoco es la única herramienta con que cuentan los empresarios. Tienen una caja de herramientas variadas. Senadores y diputados, gobernadores e intendentes, jueces, obispos (y actualmente hasta un Papa), burócratas sindicales. Ese es el verdadero “nido de ratas”, todo el régimen político que pretende emprolijar a Milei solo para ayudarlo a derrotar a la clase trabajadora con mayor “sustentabilidad”.
Por eso la “estrategia” de la CGT y las CTAs de frenar la ofensiva apelando a las instituciones de esa “nido de ratas”, como los tribunales o el Congreso, es una encerrona, una trampa que prepara conscientemente la derrota. No hay ningún sector de los capitalistas y sus partidos políticos que esté en contra de imponer este salto en la explotación de la fuerza de trabajo. Se pelean por sus mezquinos intereses sectoriales, por el alineamiento con tal o cual potencia extranjera, pero todos impulsan con entusiasmo la reforma laboral, impuesta con desocupación creciente y miseria salarial. Mientras el PRO cogobierna, la UCR y el bloque de Pichetto ya tienen la manito lista para votar la reforma laboral y jubilatoria, y el peronismo, desde Daer hasta Massa y Cristina Kirchner, le tiran centros a Milei para que imponga su plan. Por lo menos en la parte que afecta a la clase trabajadora, a cambio de mantener las prebendas y privilegios que los afecte a ellos, burócratas sindicales, empresarios PyMes y dirigentes al borde del calabozo.
Con esto no estamos diciendo que los trabajadores no podemos, o debemos, aprovechar las contradicciones y disputas por arriba que obstaculicen la aplicación o consolidación de la ofensiva del gobierno como agente de la burguesía. Si los dirigentes sindicales están a la defensiva porque el gobierno pretende quitarles algún negociado o porque ven peligrar su ubicación dentro del régimen político ante los intentos de prohibir la huelga o los cortes de ruta, es posible que se den las condiciones -aunque parciales y momentáneas- para la unidad de acción contra la ofensiva del Estado patronal. Nadie que pretenda dirigir la lucha de los trabajadores puede desdeñar la importancia de estas disputas en el frente enemigo. Pero lo que los trabajadores debemos comprender es que no hay ningún factor que reemplace la fuerza organizada y combativa de la clase trabajadora a la hora de defender sus intereses, inmediatos e históricos. Esperar que el Congreso o la Corte Suprema frenen el ataque del gobierno es creer en los reyes magos. Es harto evidente, por ejemplo, que en el terreno de la reforma laboral la Corte Suprema le ha pasado la pelota a un Congreso que, como dijimos, está listo para aprobarla. Incluso ha trascendido que los mismos bloques “opositores” están pidiendo a Milei que incluya la el capítulo de la reforma laboral del DNU en la nueva versión de la ley “ómnibus”.
Según declaraciones de Pablo Moyano dijo que, un día de estos se iban a juntar a ver si hacían un paro. Los trabajadores tenemos que organizarnos nosotros mismos. Estos paros de la CGT, además de servir de presión para negociar con el gobierno sus intereses particulares, buscan descomprimir la bronca de la base, para mantener la expectativa y evitar que los trabajadores salgan a luchar por su cuenta. No podemos esperar nada ni de la burocracia ni del kirchnerismo o de ningún sector o institución capitalista. Tenemos que empezar por agruparnos los que estemos de acuerdo en luchar por nuestras reivindicaciones manteniendo la independencia de cualquier sector patronal y de la burocracia sindical de todos los colores. Solo con esa organización en agrupaciones clasistas, estaremos en condiciones de impulsar las asambleas que den lugar a las luchas de todos o de la mayoría de una estructura laboral, en el momento en que nuestros compañeros ya no estén dispuestos a tolerar más explotación, miseria y despidos.
Turco Morales 27/3/24