Inseguridad y armamento

Rosario ocupó durante varias semanas el centro de la atención política nacional con repercusiones internacionales, a partir de las amenazas recibidas en un supermercado perteneciente a los suegros de Messi.

Mientras los asesinatos entre bandas ocurrían a diario y batían los récords en la ciudad, a nadie parecía importarle mucho. Luego vinieron los “daños colaterales” de muertos o heridos que “no tenían nada que ver” pero quedaron involuntariamente en la línea de fuego. La violencia siguió escalando, con mayor impacto social cuando los narcos empezaron a enviarse mensajes a través de balaceras a edificios estatales (judiciales, penitenciarios). Pero dio un salto cuando se utilizó a un joven ajeno a esos enfrentamientos para enviarlo como “carta” o “sobre” portador de los mensajes narcos. Lorenzo Altamirano (Jimi) fue “levantado” en un auto por varios sujetos y asesinado en el Parque de la Independencia.

Y luego el vaso rebalsó con el triste y desgraciado asesinato de Máximo Jeréz de 11 años, que estaba en la calle jugando junto a sus primos, dos nenes de 13 y una nena de 2, quienes resultaron heridos, en el barrio Toba “Los Pumitas”.

Vecinos del barrio Los Pumitas volteando bunker de narcos

Las balaceras continuaron en varios centros de Salud: en el Santa Teresita que funciona en el Distrito Sudoeste, en el Nº28 Sargento Cabral del barrio Puente Gallego, y con un episodio de violencia armada en el centro Salvador Massa. También sufrieron amenazas varias escuelas, inclusive una de ellas fue directamente ametrallada fuera del horario escolar. A tal punto llegó esta ola de ataques y amenazas que obligó a los dirigentes de Amsafe a salir de su letargo declarativo y convocar a una “desobligación” para realizar una movilización.

Pero, como sabemos, a los políticos solo les interesan los votos y en particular cuando se acercan las elecciones. La muerte de inocentes solo les importa si como consecuencia pierden votos. Por eso fueron las amenazas a familiares de Messi lo que les movió el avispero. Tras los cruces entre Perotti, Javkin y el inefable Aníbal Fernández, el gobierno nacional resolvió enviar más gendarmes y fuerzas militares de la rama de ingenieros.

En Rosario hay alrededor de 4000 policías, pero como es sabido los jefes y oficiales son “socios del delito” del que “recaudan” dinero de “sobresueldo” para comisarios y oficiales, para financiar la política y “adornar” a jueces y fiscales.

Los gendarmes son una fuerza que fue preparada desde hace años no para combatir al narcotráfico sino para reprimir a los trabajadores y al pueblo. Los militares del batallón de ingenieros, supuestamente tienen como misión “abrir” y urbanizar barrios. Pero son militares y si fuera necesario también intervendrán en la represión.

Cabe aclarar, además, que los últimos ataques y amenazas a las escuelas se produjeron en barrios que supuestamente están custodiados por la gendarmería. 

El ejemplo más categórico de dónde es que están las fuerzas que pueden terminar con el narco fue la acción de los familiares y vecinos del barrio Los Pumitas, que en pocas horas derribaron tres bunkers y dejaron a los narcos expuestos, obligándolos a retirarse.

Por supuesto que después recibieron amenazas y viven con miedo. Pero ese miedo ya existía antes por las acciones y la impunidad de los narcos.

Autodefensas contra la inseguridad

La mayoría de la población, y sobre todo en los barrios de clase media, cuando crece la ola delictiva reclaman para tener “más seguridad”, que haya más presencia policial custodiando las calles. Los dirigentes de Amsafe y Sadop también recalcan que esa es una función del Estado.

Pero ese es el Estado en la teoría de los manuales de educación cívica que enseñan en las escuelas y con la que se pretende ocultar el verdadero rol y carácter de clase del Estado

El Estado es el aparato de dominación de la clase capitalista, sobre el proletariado. La burguesía puede dominar mediante el engaño “democrático”, las elecciones, los partidos políticos burgueses y las leyes. O utilizando el aparato de represión, según las circunstancias. En situaciones relativamente normales, mantiene el “orden público”, es decir, reprime mediante la policía, sus grupos de “operaciones” especiales y las cárceles. En situaciones excepcionales, cuando las clases explotadas y oprimidas se levantan y ponen en cuestión o riesgo la dominación de la burguesía, el Estado actúa mediante su principal brazo armado, las Fuerzas Armadas. Este es el que garantiza en última instancia el mantenimiento del poder burgués, como lo hemos visto bajo la última dictadura a partir del golpe de 1976.

Cuando temen que su aparato militar sea insuficiente, o que las tropas de soldados cercanos al pueblo puedan vacilar, el Estado le abre paso al fascismo, cuyos grupos se van preparando y fortaleciendo en una situación de crisis.

En situaciones normales, la policía solo está para cuidar los bienes de la burguesía, los bancos, los barrios donde vive la clase media alta y la gran burguesía. Pero para lo que no está nunca disponible es para resguardar la seguridad de los trabajadores, los pobres o los sectores plebeyos de la clase media.

Lo que hace falta es la organización y el armamento

Por esa razón es que no debemos esperar nada del Estado, y frente a la inseguridad proveniente de los ataques o amenazas del lumpen, o de las bandas narcos, la única garantía estará en la organización de las autodefensas.

Claro está que la mayoría del pueblo en una situación normal esta acostumbrada a estar desarmada y le reconoce al Estado la autoridad para mantener el monopolio del armamento.

Sin embargo, la situación actual ya dista de ser normal e irá empeorando. Si no fuera por el control que tiene el aparato de la burocracia de los sindicatos, estos deberían ser un centro de organización y entrenamiento de esas autodefensas.

La organización debería ser tanto por barrio como por empresa. Tambien el entrenamiento sobre como actuar ante hechos de violencia en los barrios obreros y populares, podría estar organizado por los obreros de las fabricas y empresas cercanas, junto con los trabajadores que viven en esos barrios. Allí es en donde se deben formar los cuadros y constituir los núcleos de una milicia obrera. Esta formación serviría tanto contra la delincuencia como contra los narcos, como contra la represión estatal a las huelgas o manifestaciones de los trabajadores o de la población de los barrios.

Por ahora es tarea de la vanguardia y de los partidos que se consideran de la clase trabajadora y revolucionarios explicar pacientemente esta necesidad.

Sin embargo, los principales partidos de la izquierda que se reivindica trotskista, hacen lo contrario.

El FIT-u ni siquiera tiene en el programa sobre el que se apoya su alianza electoral un punto específico sobre qué hacer con las FFAA del régimen burgués o acerca de la necesidad de las autodefensas contra la represión.

Además, todos los partidos del Fit-u (PTS, PO, IS, MST) se han pronunciado en contra de los proyectos de ley que plantean la libertad de armamento y portación de armas. Argumentan que son proyectos de la derecha para armar a sectores reaccionarios de las clases medias y alentar la justicia “por mano propia” contra delincuentes “sociales”. Mientras Milei con ello gana apoyo entre los trabajadores, “la izquierda” se separa cada día más de las necesidades concretas de los trabajadores y de los barrios en los que estos viven. Con ello el FIT-u le hace verdaderamente el juego a la derecha. Explicar que la descomposición del capitalismo es el principal factor que incrementa de lúmpenes, no debiera servir para justificar la acción de estos contra los trabajadores que muchas veces termina con un laburante asesinado.

Los sectores reaccionarios ya están armados hasta las orejas. Las clases medias tienen la plata suficiente como para comprar armas de última generación. El Estado y la derecha están armados. El problema es que ¡los trabajadores NO!

Nosotros NO pensamos que el armamento generalizado de los trabajadores y de sus aliados populares vaya a venir de una ley que permita comprar de una en una las armas. Pero “la izquierda” con su posición fortalece la idea de que el Estado debe tener el monopolio de las armas y no da ninguna explicación para que los trabajadores entiendan la necesidad de que tambien deben armarse.

El colmo de esta política pacifista adaptada al régimen burgués ha sido que ninguno de los partidos pretendidamente trotskistas y revolucionarios de la clase obrera, explicó ni siquiera en Perú la necesidad del armamento en una situación prerrevolucionaria con grandes y permanentes huelgas y movilizaciones duramente reprimidas con munición letal tanto por la policía como por el ejército.

Trabajadores del FFCC Sarmiento dirigidos por el “pollo” Sobrero (Izq. Soc.)

Aquí vemos al centrismo en acción: Asi educa izquierda socialista a los trabajadores. “Bajen las armas”, le dicen al aparato represivo, acá “solo hay trabajadores”. Pero si, justamente, el Estado burgués arma a las fuerzas represivas para atacar a los trabajadores cuando no aceptan cumplir sus órdenes. ¿Acaso no lo hemos visto muchas veces? Y que significa “solo hay trabajadores” ¿Qué los trabajadores nunca podrán ser un peligro para el aparato represivo y el Estado patronal? Pacifismo y confianza en que los aparatos represivos pueden “razonar” o sensibilizarse advirtiendo que enfrente “solo hay trabajadores”. Esa es la educación que les imparte Izquierda Socialista. Nada de piquete de autodefensa. Nada de decir “vamos a organizarnos, porque estos nos vienen a romper la cabeza” … son el brazo armado de nuestro enemigo de clase, ellos no tendrán piedad con nosotros ni escucharán ningún argumento. Si somos pocos y la relación de fuerzas no nos permite enfrentarlos con posibilidades de ganar, buscaremos otras tácticas, pero debemos tener muy claro a que nos enfrentamos.

Estos partidos que estafan a los trabajadores diciendo que son leninistas y trotskistas han olvidado las enseñanzas más elementales del marxismo:

“Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases — ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado –, la clase opresora está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino también la milicia actual — incluso en las repúblicas burguesas más democráticas, como, por ejemplo, en Suiza –, representan el armamento de la burguesía contra el proletariado. Esta es una verdad tan elemental, que apenas si hay necesidad de detenerse especialmente en ella. Bastará recordar el empleo del ejército contra los huelguistas en todos los países capitalistas.

El armamento de la burguesía contra el proletariado es uno de los hechos más considerables, fundamentales e importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante semejante hecho se propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen la «reivindicación» del «desarme»! Esto equivale a renunciar por completo al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de toda idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para vencer, expropiar y desarmar a la burguesía. Esta es la única táctica posible para una clase revolucionaria, táctica que se desprende de todo el desarrollo objetivo del militarismo capitalista, y que es prescrita por este desarrollo. Sólo después de haber desarmado a la burguesía podrá el proletariado, sin traicionar su misión histórica universal, convertir en chatarra toda clase de armas en general, y así lo hará indudablemente el proletariado, pero sólo entonces; de ningún modo antes”. (Lenin, El programa militar de la revolución proletaria).

Felice Orsini, 19/4/23

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