El 29 y 30 pasado se realizó en España una reunión cumbre de la OTAN. Aprobaron un documento llamado Nuevo Concepto Estratégico, en donde se establecen las “hipótesis de conflicto”. Con un giro de 180 grados respecto del anterior documento votado en Lisboa hace 12 años, en el que Rusia era considerada un socio estratégico, ahora pasó a ser la principal amenaza a la seguridad de los países aliados en la OTAN.
EE-UU anunció un aumento de sus tropas en Europa, las que llegarían a 100 mil, especialmente en los países del este, con un nuevo cuartel general permanente para su V Cuerpo del Ejército en Polonia, y el despliegue de 3000 soldados en Rumania. Ya el 10 de abril, a los 40 días de iniciada la invasión rusa a Ucrania, el Viceprimer ministro polaco, Jaroslav Kczynski, en declaraciones a la prensa alemana afirmó que “Varsovia está abierta al despliegue en su territorio de armas nucleares si es necesario”. La OTAN también resolvió elevar de ahora al 2024, de 40 mil a 300 mil – casi 8 veces más – el número de efectivos disponibles de respuesta rápida.
Dado que, tras negociar el veto que imponía Turquía, Finlandia y Suecia fueron invitados a ingresar a la OTAN, Biden anunció que enviará refuerzos a los países bálticos particularmente a Lituania, adonde Alemania también mandará tropas. Algunos países pretendiendo demostrar que ya pusieron “toda la carne en el asador” respecto a Rusia, y otros quizás aumentando la presión para negociar, los miembros de la OTAN también expresaron la voluntad de desarrollar su asociación con Bosnia-Herzegovina, Georgia y Ucrania, aunque no de manera inmediata.
Tras advertir que “La guerra no terminará con una victoria de Rusia sobre Ucrania”, Biden anunció un nuevo paquete de ayuda militar de 800 millones de dólares para Ucrania, que incluye sistemas de defensa aérea y armas ofensivas.
El documento de la OTAN también ubica a China como un “desafío” estratégico al orden mundial y un factor que “erosiona las democracias”. Y plantea su preocupación por la alianza entre Rusia y China la que, según la OTAN, está orientada a socavar el orden internacional basado en “reglas, valores e intereses occidentales”. Ubica al Indo-Pacífico, como una región en la que se desarrollan acontecimientos que “pueden afectar directamente a la seguridad euroatlántica” y denuncia la «ambición» china, los intereses opacos de los dirigentes en Beijing, y señala que «las operaciones híbridas y cibernéticas maliciosas de la República Popular China y su retórica de confrontación y desinformación tienen como objetivo a los aliados y dañan la seguridad de la alianza» y provoca «intimidación a sus vecinos, incluido Taiwán».
En la Cumbre estuvieron presentes Japón, Australia, Corea del Sur y Nueva Zelanda, para dar testimonio de su compromiso en los preparativos de guerra contra China. Y para “engrasar” económicamente la disputa por capturar aliados que hagan de soporte en la guerra, días atrás los líderes del G7 acordaron un programa de inversiones en infraestructuras por 600 mil millones de dólares, cuyo objetivo declarado es competirle a China y evitar que los países de ingresos bajos y medios caigan -según el imperialismo yanki- en la «trampa de la deuda» y bajo la dependencia de Beijing, disfrazada a través de «la nueva ruta de la seda».
La novedad en el documento es la incorporación de Oriente Medio, el Norte de África y el Sahel como regiones con “potencial desestabilizador”, advirtiendo que la OTAN podría actuar contra “conflictos, fragilidad e inestabilidad en África y Oriente Próximo -que- afectan directamente a nuestra seguridad y la de nuestros socios”.
¿Será ese el bocado que EE-UU le reserva a Francia, Alemania, Italia y España a cambio de no dividir el frente imperialista en una guerra contra China?
El documento dedica un especial reconocimiento a la Unión Europea, que parece redactado por EE-UU y el ala europea proyanqui, como un tiro por elevación a las aspiraciones de Alemania y Francia a la autonomía: dice que es un “socio único y esencial para la OTAN”, reconoce “el valor y la fortaleza de una defensa europea más fuerte y capaz” y aplaude las iniciativas destinadas a “incrementar los gastos de defensa” y desarrollar las “capacidades militares” de Europa, siempre que se “eviten duplicidades innecesarias”.
Es que, aunque por el momento no tengan más alternativa que seguir subidas al tren que tiene a EE-UU como locomotora, no parece que Alemania, Francia e Italia estén dispuestas a soportar las graves dificultades económicas que introduce en Europa Occidental una prolongación de años en la guerra de Ucrania. Recientemente viajaron los respectivos jefes ejecutivos de esos países, Macron, Scholz y Draghi (más el presidente de Rumania Klaus Iohannis) para discutir directamente con Zelenski un plan para terminar la guerra a corto plazo, o por lo menos llegar a un alto el fuego prolongado.
Por ejemplo, tras declarar a Rusia la principal amenaza, en el documento aparece el agregado mencionando que esta caracterización no cambiará hasta que Moscú no cese “en su agresiva conducta y cumpla plenamente con la legalidad internacional”.
Por otra parte, desde el punto de vista estructural esos países centrales de la “vieja Europa”, tienen sus nexos económicos principalmente establecidos con Rusia y China. La guerra que quieren EE-UU y el Reino Unido, contra China y Rusia, en la cual actuarían Alemania y Francia-Italia quedarían subordinadas al eje imperialista anglosajón, no parece ser conveniente a los intereses de las potencias europeas.
Fuera del lenguaje, cada vez menos diplomático de la OTAN, que ya se ubica como una alianza global, el general Patrick Sanders, jefe del Estado Mayor del Reino Unido, advirtió a sus soldados que son «la generación que debe preparar al Ejército para volver a luchar en Europa» contra Rusia en una potencial tercera guerra mundial y caracterizaba que se está viviendo “el momento 1937”, refiriéndose a los dos años anteriores a la segunda guerra mundial. Las declaraciones de Sanders no son descolgadas. El secretario de Defensa británico, Ben Wallace, dijo que el Reino Unido debe continuar aumentando la inversión en defensa para enfrentar las amenazas no solo de Rusia, sino también de China y otros países.
Mientras que la ministra británica de Exteriores, Liz Truss, volvió a comparar a Ucrania y Taiwán y pidió aumentar la capacidad defensiva de la isla.
China hace rato que está avisando que hay líneas rojas respecto a Taiwán. China aumenta sus capacidades navales y misilísticas construyendo bases en islotes en el mar del Sur de China, preparándose para ser a corto plazo el enemigo número uno de la OTAN. La guerra mundial parece cada vez más cerca e inevitable. Sólo los partidos del FIT-u, ya preparando su interna electoral -especialmente el PTS- parecen no darse cuenta.
Antonio Bórmida; 2/7/22