Pasadas dos semanas de las elecciones, y tras la disputa sobre la interpretación del resultado de las mismas, se van acomodando las fichas en el tablero y todos se preparan para la verdadera batalla, la de clase. Lo que determina el actual período en la Argentina es de qué manera la clase dominante y su régimen estatal podrá imponer un duro ajuste a las masas sin despertar una resistencia que ponga en cuestión sus instituciones y su autoridad, como pasó en 2001 y más recientemente en otros países de la región y el mundo.
Lo que nadie puede obviar como una conclusión central de las elecciones de septiembre y noviembre es que el gobierno que tiene la responsabilidad de aplicar ese ajuste fondomonetarista, el gobierno de Alberto y Cristina Fernández, quedó muy debilitado, recibiendo el rechazo de millones de votantes que los habían apoyado en 2019, cuando se presentaron a elecciones con la promesa de recuperar lo perdido bajo el gobierno macrista. Esto no significó que el frente macrista-radical haya aumentado su base electoral en comparación con 2019. Y no se puede ignorar la alta abstención que refleja un creciente descontento o desilusión con el régimen político de conjunto.
En ese marco, todas las bandas políticas patronales del régimen en Argentina, lo que las “voces autorizadas” llaman la democracia, están jugando al gran bonete. La discusión no es acerca de la conveniencia o no de aplicar un brutal ajuste al pueblo trabajador, bajo el paraguas del ya casi oficializado acuerdo con el FMI. No hay ningún sector de los partidos del régimen que esté planteando romper con el FMI, lo cual refleja en el plano de la política la ausencia de cualquier sector empresarial que tenga algún plan o interés en ese sentido. Y no hay forma de disimular que el acuerdo con el FMI implica ajuste, rebaja salarial y de haberes jubilatorios vía la inflación, dejar correr los acuerdos flexibilizadores, como mínimo gremio por gremio como vienen haciendo, y habrá que ver que otras “perlitas”, antiobreras y antipopulares. Por eso, Cristina Kirchner y su corriente política no encuentran mejor argumento para justificar la “claudicación” (palabras de Alberto Fernández) ante el FMI, que enrostrarle la responsabilidad al macrismo.
No hay grieta a la hora de firmar el ajuste con el FMI
Todos están de acuerdo en firmar y aplicar el plan de ajuste y hambre. Pero nadie se quiere hacer cargo. El gran bonete pasa de cabeza en cabeza sin encontrar una cómoda posición en ninguna, porque nadie quiere pagar el costo político-electoral. Es lógico, los macristas-radicales esperan que el actual gobierno haga el trabajo sucio y se preparan con la expectativa de retomar el gobierno en 2023 con una parte considerable del ajuste ya aplicado. Está claro que Juntos representa fielmente y defiende abiertamente los intereses de los capitalistas, lo cual implica una aceptación a libro cerrado de cualquier acuerdo de ajuste con el FMI. De este mismo árbol crece rápidamente el libertarismo de Milei y Espert, corriéndolos por derecha hasta llegar al ridículo de acusar a la UCR de “socialista” y a Rodríguez Larreta de “comunista”.
Digamos que a los de Juntos y sus primos libertarios, esa banda de políticos rabiosamente antiobreros y antipopulares, el bonete ajustador les calza muy bien. Pero están especulando con la certeza de que la banda opuesta, el peronismo-kirchnerismo termine de mostrar en los hechos que su discurso anti-ajuste, no es más que eso: palabras vacías para la tribuna. Y tienen razón. En la alianza gobernante es donde más crudamente se tiran con el bonete. Cristina Kirchner es la que mejor domina el juego, aunque sabe que no es fácil despegarse del ajuste que ya aplica y profundizara el presidente que ella misma eligió como candidato en 2019. En fin, todos se hacen los giles pero se preparan para sellar, en el “honorable Congreso de la Nación”, el pacto de todas las alas y fracciones de la burguesía para atacar al pueblo trabajador y condenarnos a nuevos niveles de miseria salarial, flexibilización laboral, desocupación, hambre.
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Como refuerzo a este pacto por arriba del régimen político patronal, bajo la batuta del FMI, es que se realizó el congreso unificador de la CGT. Esto es, la unidad de todas las fracciones de la burocracia sindical, incluyendo a la CTA y los burócratas-funcionarios “piqueteros” del Movimiento Evita, la CTEP y la CCC. Si algún incauto piensa que esto tiene algo que ver con unificar las fuerzas obreras y populares para enfrentar al enemigo de clase, los capitalistas y su Estado, pronto se llevara una amarga sorpresa. Se unifican para mejor contener la resistencia de la clase trabajadora, ocupada y desocupada, contra el ataque fondomonetarista de SU gobierno, del gobierno que ellos defienden, apuntalan e integran.
Ninguna acción de defensa de los intereses obreros y populares saldrá de esta gente, por el contrario, la lucha será también contra ellos. Muchos trabajadores lo intuyen o lo viven en carne propia y por eso crece la bronca antiburocrática en el movimiento obrero, aun cuando no se haya transformado todavía en acción para sacarlos a patadas de sus sillones. Y solo de esa manera, sacando a patadas de nuestras organizaciones a todo dirigente comprometido con este gobierno patronal y ajustador es que podremos enfrentar la ofensiva contra nuestras condiciones de vida y de trabajo.
Prepararse para enfrentar la ofensiva del régimen del FMI
La alta abstención electoral de sectores de la clase trabajadora y el pueblo pobre refleja la experiencia hecha con este gobierno tras dos años de mandato. También el crecimiento del voto al Frente de Izquierda Unidad refleja ese fenómeno. Pero lo más importante es que esta desilusión con el peronismo y su gobierno se manifiesta justo cuando Alberto y Cristina, con el acuerdo de todo el arco político patronal, se preparan para recrudecer el ajuste que ya vienen aplicando como reconoció la propia CFK. Las promesas de “platita” no fueron más que eso, promesas. La “platita” se guarda y acumula para pagar a los usureros imperialistas, no para el pueblo trabajador. Las necesidades más elementales de las masas chocan con el pacto de ajuste del gobierno y la oposición bajo la batuta del FMI. No queda margen para variantes reformistas, para “capitalismo donde todos ganemos” y esas pavadas. O enfrentamos el plan de ajuste o nos hunden en niveles más profundos de miseria y descomposición social.
La situación internacional y nacional tienden a la agudización de la lucha de clases. En ese marco es que se hace impostergable preparar a la vanguardia de la clase trabajadora y la juventud para fuertes combates. Es necesario impulsar la lucha de todos los sectores de la clase trabajadora y el pueblo, así como la coordinación y unidad en la medida en que esta se generalice. Pero para enfrentar y derrotar la ofensiva de los capitalistas y su régimen es fundamental organizar a la vanguardia obrera y popular en un partido propio, de los trabajadores, con el objetivo estratégico de conquistar el gobierno de los trabajadores que expropie a los capitalistas.