Una vez más quieren cargar contra los derechos de los trabajadores con el proyecto de ley presentado por Martín Lousteau del bloque de Cambiemos, para la creación de un «fondo de cese laboral». Este proyecto es la reincidencia de un aspecto central del proyecto que el macrismo estaba negociando con la CGT en 2017 pero que tuvo que cajonear ante las combativas jornadas de diciembre de aquel año.
Este proyecto de ley tiene como objetivo flexibilizar aún más las condiciones laborales, ya que contempla eliminar el viejo sistema de indemnizaciones por un sistema nuevo en el que, con un fondo centralizado “solidario”, las patronales puedan recurrir al mismo al momento de despedir a los trabajadores sin tener que poner el capital para afrontar ese despido. Pero ese no es el único objetivo, el fondo tiene que ser “solvente”. ¿Qué significa eso? Que la burguesía a través del estado capitalista puede recurrir a este fondo para financiarse haciendo inversiones en sus propias empresas para que el capital no se “devalúe”, un mecanismo ruin de los empresarios para aprovechar, directa o indirectamente, el dinero de los trabajadores. Para colmo la justificación para este proyecto es que el empleo formal en la Argentina no crece desde hace años. ¡Y vaya sorpresa la solución es atacar a los trabajadores! Como ya nos tiene acostumbrados la burguesía, cuando la economía capitalista entra en reflujo y crisis, los ataques se dirigen hacia la clase obrera.
Ahora bien, ¿qué rol juega el oficialismo? Si bien el Frente de Todos rechaza de palabra esta ley en particular el proceso de flexibilización laboral ya comenzó hace años y continúa en el gobierno de Alberto Fernández. Con la excusa de la pandemia y en complicidad con la burocracia sindical, le concedió a la burguesía exenciones a las cargas patronales, pagos del 75% del salario para personal con licencia médica, se congelaron paritarias y el salario es de los más bajos de la región en los últimos años. El salario mínimo se encuentra en 247usd (unos $44.000) al momento de escribir esta nota y la canasta básica (la llamada línea de pobreza) se encuentra en $68.359. A esto hay que sumar el creciente número de contratos basura, o por monotributo, una práctica mezquina que aplicaron tanto durante el gobierno de Macri como el ahora gobierno “popular” de Alberto Fernández. Sin importar la perorata que haga ahora el oficialismo queriendo disfrazarse de popular, queda más que clara la política en contra de los trabajadores que llevó a cabo el gobierno peronista desde un comienzo, es el lobo que se quiere poner la piel de cordero.
Veamos el ejemplo más reciente. El SMATA negocia la flexibilizacion en TOYOTA, entregando el franco durante el fin de semana, una conquista histórica del movimiento obrero que se remonta al Cordobazo. Este ejemplo se puede sumar a la lista que ya venía engrosándose con los acuerdos flexibilizadores como Petroleros y ATILRA (lecheros). Ese camino, el de la reforma laboral por sectores, es el que vienen transitando los capitalistas y su Estado (administrado por peronistas o macristas), con la complicidad de la burocracia sindical, siempre en el sentido flexibilizador. También han avanzado un buen tranco en la modalidad de trabajo monotributista, fraude laboral que encubre una relación de dependencia detrás del chamuyo del “emprendedurismo”. Esto liquida, en los hechos, conquistas como las vacaciones pagas o el aguinaldo y afecta centralmente a la juventud trabajadora. Los contratos basura y la tercerizacion ya viene ganando terreno desde la década menemista y fue mantenido por el kirchnerismo a sangre y fuego (recordar que el asesinato de Mariano Ferreyra a manos de la patota kirchnerista de la UF fue para defender la tercerización en el ferrocarril). Todos estos avances muestran una “Política de Estado”, es decir, una política que desnuda el carácter de clase del Estado con independencia del partido o coalición política patronal que este de turno en el gobierno. Y este camino recorrido por los capitalistas contra la clase trabajadora no es suficiente para su sed de ganancias, los empresarios mantienen su “huelga de inversiones” extorsionando para imponer nuevos niveles de explotación. Avanzan como pueden, mientras preparan el terreno para meter una reforma laboral integral, y más profunda, cuando la relación de fuerzas se lo permita.
Y esa relación de fuerzas la construyen, no esperan que caiga del cielo. La construyen con la propaganda machacona que en este momento es casi unánime. Están instalando la idea de que no se generan puestos de trabajo por la «rigidez» de la legislación laboral actual. Y, como siempre, buscan dividir a la clase trabajadora con el argumento de que esa supuesta «rigidez» es un «privilegio» del sector ocupado en blanco que perjudica a todo el resto de los trabajadores en negro o bajo el fraude del monotributo. Los capitalistas ya han avanzado un tranco en esta división cuando logran extender entre los trabajadores ocupados el resentimiento contra los desocupados que reciben asistencia estatal, tildándolos de «planeros». Ahora buscan el resentimiento opuesto, desde las capas mas explotadas hacia los trabajadores que tienen el «privilegio» de estar encuadrados en un convenio, con obra social. Es fundamental contraponer a esta ideología burguesa dentro del movimiento obrero y popular la necesidad de la unidad de la clase trabajadora, ocupada y desocupada, efectivos y contratados.
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Los capitalistas y sus voceros dirán que eso es imposible porque afectaría su rentabilidad. Es cierto, nuestras necesidades más vitales chocan contra este sistema organizado sobre la base de la propiedad privada de los medios de producción (fabricas, hipermercados, tierras, bancos, etc) y para el capital solo es «posible» lo que garantice sus ganancias. Nuestra respuesta, desde la clase trabajadora solo puede ser una: si el capitalismo no puede garantizar nuestras necesidades vitales hay que derribarlo, imponiendo un gobierno de los trabajadores que expropie a los capitalistas y planifique la economía en interés de la mayoría trabajadora de la sociedad.
Para eso debemos construir un partido político propio de los trabajadores, romper políticamente con todos los partidos patronales (peronistas-kirchneristas, macristas-radicales y la «nueva ola libertaria» de Espert y Milei). Un partido que impulse la unidad en la acción, actualmente defensiva, de la clase obrera, pero planteando abiertamente la necesidad objetiva de la revolución socialista, no el verso de ser «tercera fuerza» dentro del régimen patronal como propone el Frente de Izquierda (FIT-U).
Iván P
Turco Morales
Muy bueno acuerdo. Pero la salida creo , aunque es correctísima, deberíamos buscar consignas y propuestas más transicionales, por ejemplo, hay que plantear abiertamente la Revolución Socialista, aunque millones no sepan que es o como se hace, por eso plantear que tenemos que gobernar los trabajadores por medio de sus organizaciones junto a los compañeros desocupados, organizarnos para eso y en esa línea el planteo de la construcción del partido para poder realizarlo.
Es sólo una opinión.
Abrazos.