Una vez más el acuerdo paritario entre la burocracia de la UOM y las patronales generó una sensación de bronca e indignación entre los compañeros metalúrgicos. Como nos cuentan a La Causa Obrera, muchos empezaron a hacerse chistes, como una manera de burlarse del acuerdo “¡Ni para la sidra de fin de año!”, “¡Con eso me compro un tremendo sándwich en enero! Los metalúrgicos preferimos reírnos de nuestra miseria, impotencia, cuando vemos que la burocracia y la patronal se burlan de nosotros y le sacan el pan de la mesa a nuestra familia. Es que el arreglo fue en tres aumentos del 5%, en enero, febrero y marzo, una miseria que deja muy por debajo de la canasta familiar hoy valuada en aproximadamente $120.000, al 95% de los compañeros de la UOM. Si hacemos un retroactivo desde el 2015 a esta parte se perdió un 35% de poder adquisitivo en el salario de un trabajador metalúrgico.
Este arreglo va en sintonía con la política de ajuste que la patronal necesita, el efecto rebote de la economía ya va llegando a su fin, el Indicador Mensual de Actividad económica (IMA), marcó que la economía se incrementó solo un 0,3% respecto a julio, y el Indec verificó que la industria decayó un -0,6% en agosto, es decir se empieza a marcar un amesetamiento, que las patronales, para seguir manteniendo los niveles de ganancia, lo trasladan en el aumento de los ritmos de explotación y/o bajar los salarios, así como también en los precios de los productos que luego consumimos los trabajadores, especialmente los alimentos.
Muchos compañeros empiezan a darse cuenta que después de las elecciones del 14 de noviembre se viene un plan de ajuste y de flexibilización laboral, no solo pretendido por la oposición macrista y de los liberales, sino por el propio gobierno peronista, fueron en ese sentido las palabras del mismo Alberto Fernández que dijo que “la doble indemnización y la prohibición de los despidos no van a ser para siempre”.
Una flexibilización laboral que estuvo profundizada por la Pandemia, donde no solo tuvimos que soportar los contagios (y también las muertes) sin los más mínimos elementos de bioseguridad, sino que se ampliaron los ritmos de laburo, así como el trabajo en negro y los contratos basura.
Ahora se viene diciembre, y con él, el ya clásico aumento de precios de fin de año, pero Caló y su banda nos manda a pasar unas fiestas con un arreglo miserable. Sino trabajamos horas extras o fuera de casa muchas veces sin ver la luz del día, con el consiguiente desgaste físico, no podemos ni siquiera arrimarle al fin de mes.
Caló en un reportaje que le hicieron en Crónica dijo “que había que establecer reglas claras”, porque ellos firmaron un buen acuerdo, “pero si la inflación es del 4 % mensual mucho no se puede hacer…” todavía no entendemos como puede ser tan cínico y caradura, ¡la inflación es en promedio 3% mensual desde hace varios años! ¡¿Vos recién te diste cuenta Caló?!
Esas palabras fueron en el marco de las movilizaciones por el 17 de octubre, es decir, el día de la lealtad a Perón. Todavía reivindican a un militar que cuando fue el golpe de 1955 y hubo que defender las conquistas que había obtenido la clase trabajadora huyó despavorido diciendo que no quería derramar sangre, como si durante los años de la Libertadora no se hubieran asesinado militantes, por ejemplo, los recordados fusilamientos de José León Suarez en el 1957.
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En estos momentos estamos atravesando otra crisis económica mundial, pero más profunda que la del 69/73, y el capital se dispone a explotar aún más a los trabajadores, es más, hasta amenazan con un enfrentamiento militar entre las potencias lo cual llevaría a un desastre mundial sin precedentes. Ante esto hemos visto en los años recientes, grandes movilizaciones y duros enfrentamientos de jóvenes -que jamás tuvieron un trabajo en blanco- con las fuerzas de represión en Chile, Colombia, Ecuador, así como también en Nicaragua o Bolivia, pero esa abnegación de los jóvenes trabajadores tiene un límite, porque los trabajadores ocupados que son los que en última instancia mueven la economía, han permanecido en un lugar secundario.
Sabemos que estamos lejos todavía del nivel de organización de la clase trabajadora de los años 70, pero como todo problema, para resolverlo, hay que dar un primer paso, es decir, hay que organizarse. La situación que se viene va a ser muy dura y sino luchamos por nosotros, que sea por nuestros hijos, nietos, por las futuras generaciones. Entendemos que haya compañeros que se enojen con Caló y se indignen ante la situación que se vive, eso es bueno, pero esa indignación hay que ponerla en acción, no se puede vivir lamentándose y seguir la vida como ganado que va directo al matadero.
Tenemos que sacarnos de encima a estos burócratas, no hay dudas, pero para eso hay que organizarse y no con cualquier tipo de organización, sino con una que pelee por una dirección clasista en la UOM (y en todos los sindicatos). El principio de esta pelea comienza por organizarse de manera clandestina y pelear por tener delegados o una comisión interna combativa, la cual, resuelva todo en asamblea y lleve adelante el mandato dictado en la misma. Pero que además intente coordinar con otros trabajadores que estén luchando. Y también que tenga independencia política de los partidos y dirigentes patronales en todas sus variables tanto Peronistas, kirchneristas, Radicales, Socialistas (de Lifchitz y Bonfatti), etc. Ante eso es fundamental que tenga como estrategia un gobierno de los trabajadores que expropie a los capitalistas y planifique la economía.
El activismo de los años 70, tenía otra organización, sin dudas, pero tampoco hacemos una panacea de esos años, porque a pesar de ese nivel de organización no se pudo detener el golpe militar de 1976, y eso fue porque la clase trabajadora no había podido construir su propio partido revolucionario que luche por el poder, por eso es fundamental construir nuestra propia herramienta política, un partido de trabajadores revolucionario.
Nico y Remo