Elecciones en Perú: Pedro Castillo, se muestra como el gobernante adecuado para el gran capital

El 6 de junio se realizaron las elecciones de segunda vuelta en el Perú. Pedro Castillo (Perú Libre) triunfó por apenas 40 mil votos sobre la candidata Keiko Fujimori (Fuerza Popular). Pasados ya un mes, la hija del ex presidente Fujimori no asimila su tercera derrota consecutiva y denuncia un supuesto fraude. Sin embargo, nadie se lo reconoce, el portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Ned Price, consideró que las elecciones presidenciales de Perú “fueron justas” y calificó el proceso electoral como «un modelo de democracia en la región». Tampoco la Unión Europea, que consideró “el proceso electoral del 6 de junio ha sido libre y democrático”. Ni la misma OEA dirigida por el “liberal” Almagro, último refugio al que acudieron los partidarios de Keiko para no avalar los resultados, donde fueron completamente ninguneados. Sin dudas la declaración del representante del imperialismo yanky, y de Biden, es un apoyo contundente a Pedro Castillo que cierra todas las amenazas de golpe con las que quieren azuzar los partidarios de Fuerza Popular.

Formalmente, la justicia electoral tenía hasta el 28 de junio para que resuelva quien resultará ganador, pero a pesar de los corcoveos de Fuerza Popular -y a no ser que suceda algo extraordinario- Castillo será el nuevo presidente de Perú.

Las elecciones

Al principio de la segunda vuelta para el imperialismo y el gran capital, Castillo era un candidato ignoto, una especie de outsider que se coló en las contradicciones de un régimen político peruano que arrastra una crisis institucional de mucho arraigo, ¡4 presidentes en menos de 2 años! En la primera vuelta un 45% del electorado no votó por ninguno de ¡los 18 candidatos presidenciales! Siendo el porcentaje de votos en blanco y nulos de 18,7 %, es decir, mayor que el obtenido por el mismo Castillo quien fuera el ganador con el 18,5%.  La demostración de una gran desconfianza de las masas en las instituciones del régimen y en los partidos políticos.  

Sin embargo, ya en la segunda vuelta, la elección se polarizó y la mayor parte del electorado fue a votar por uno u otro candidato. El voto a Castillo fue fuerte en los barrios pobres de Lima, en el campesinado peruano que vive en las sierras y montañas del interior y en las comunidades indígenas. A la hija del ex presidente, la votaron las clases medias urbanas y obviamente, la burguesía. Si bien arrastraba una gran desconfianza por estar vinculada a varios casos de corrupción, los medios de comunicación y todo el establishment, la salieron a bancar por el miedo a un supuesto candidato chavista, “terruco”* y “comunista”.

Como dijimos en https://causa-obrera.org/2020/11/17/peru-otro-estallido-popular-en-america-latina/, la situación política de Perú hace bastante que viene cruzada de una profunda inestabilidad política marcada por partidos, que más se parecen a bandas que asaltan el estado para quedarse con la mayor parte del botín de la corrupción, que no es exclusiva de los políticos, sino que es promovida por las grandes empresas capitalistas. La corrupción es inherente a la burguesía desde su mismo nacimiento. Los saqueos de la colonización y todos los posteriores en la época del imperialismo capitalista y la corrupción, van acompañados de la muerte para los pueblos oprimidos y despojados, y para los trabajadores explotados cada vez más hasta el límite de la supervivencia.

Estas elecciones fueron llamadas para frenar las movilizaciones que se expresaron en noviembre del año pasado, las cuales voltearon a Manuel Merino. En esa oportunidad, la burguesía y los partidos de la izquierda reformista representados en primera vuelta por la candidata del “Grupo de Puebla” Verónika Mendoza junto a la burocracia sindical CGTP -de corte stalinista- desviaron el proceso de movilización allanando el terreno para las elecciones del 11 de abril, muy similar a lo que sucedió en Chile, con las últimas elecciones a Constituyentes.

Además, estas elecciones se dieron en la fase más aguda de crisis por la Pandemia. El ministerio de Sanidad peruano había reconocido unos días antes de la segunda vuelta que habían muerto más de 180.764 personas de un total de 32 millones de habitantes, es decir, 500 muertos por 100.000 habitantes haciendo que Perú sea el país con la mayor tasa de mortalidad en el mundo. Una catástrofe mundial, potenciada por casos de corrupción similar al “vacunatorio VIP” de Argentina, y, por otro lado, cuando el mismo gobierno había tenido que reconocer 2 veces y media más de muertos por COVID que los declarados. 

Pero como sabemos la pandemia desnuda otros problemas estructurales de los países, principalmente de los semicoloniales, y Perú, no es la excepción. Alrededor del 70% de los trabajadores está en el sector informal, lo que supone una de las tasas más altas de América Latina, significando que muchos tienen que elegir entre salir a trabajar o no tener plata para sobrevivir, es más, según una encuesta del gobierno en 2020, un 40% de los hogares en Perú no tienen heladeras o elementos para refrigerar alimentos, lo cual obliga a tener que salir sí o sí a buscar el alimento diario. Y pensar que Perú -junto a Chile- fueron el ejemplo a imitar que nos quisieron vender los charlatanes liberales estilo Espert y Milei, así como también el macrismo.

Castillo se pone el traje de presidente

Conforme fueron pasando las semanas luego de la primera vuelta, el candidato de Perú Libre fue “atemperando su discurso” de plantear un “gobierno del pueblo” que impulse la recuperación de la “soberanía económica” negociando con las transnacionales y erradicar el “modelo” neoliberal vigente, por uno donde dice respetar la propiedad privada y no tocar los intereses de las grandes compañías capitalistas extranjeras y nacionales que expolian las riquezas de Perú. Fueron las palabras de Castillo: “Respetar la propiedad” y sus “inversiones”, convocar a los “empresarios patriotas”, “respetar el Estado” y “sus instituciones”, “respetar la Constitución”, “respetar la libertad de prensa”, “respetar a las Fuerzas Armadas y fortalecer la Policía Nacional”, “respetar los tratados internacionales”,  https://luchamarxista.blogspot.com. Castillo también planteó sus posiciones en contra del aborto y la diversidad sexual, así como se consideró un ferviente devoto católico.

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Castillo fue moderando su discurso y acercando posiciones cada vez más hacia el grupo de Puebla, en Perú su representante es Veronika Mendoza (también candidata a presidente en primera vuelta) quién había llamado a votar en su momento por el economista, empresario y banquero Pedro Pablo Kuczynski del partido centro derechista, Peruanos por el Cambio. El grupo de Puebla tiene como figuras principales a Alberto Fernández y a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) presidente de México (aunque últimamente parece tomar cierta distancia), es decir, que está más que claro que no va a tocar ninguno de los intereses de las grandes capitalistas. 

Castillo si bien no es reconocido por el gran capital en su capacidad para actuar en la contención para que la bronca popular no se transforme en movilización, parece ser el interlocutor más adecuado para el imperialismo que busca bajar la temperatura social en la región ya que no quiere saber nada con que se siga sumando inestabilidad política a la región.   Si bien no conoce al “muñeco”, si sabe quiénes son sus “titiriteros”. Tiene entre sus filas, a Pedro Francke, un economista “heterodoxo” de orientación política liberal, es parte del partido de Veronika Mendoza, Nuevo Perú, es decir, que puede agradar perfectamente al gran capital.  Otro personaje, a quien si puede despertar cierta desconfianza es Vladimir Cerrón, quien controla el aparato partidario, médico formado en Cuba, siempre mostró cercanía con Nicolás Maduro. Fue gobernador de la provincia de Junín y estuvo procesado por casos de corrupción.

No hay margen para los gobiernos “populistas”

Durante los primeros años del siglo XXI, los nacionalismos burgueses que gobernaron en varios países de América Latina; el Chavismo en Venezuela, Lulismo en Brasil, Masismo de Evo en Bolivia y el Kirchnerismo en Argentina, aprovechando el “viento de cola” de los altos precios de los commodities, por las altas tasas de expansión en China -y otros países del sudeste asiático-, se produjo un crecimiento económico que tuvo su finalización con la crisis mundial del 2008. Es decir, unos pocos años, donde las grandes empresas “la levantaron en pala” y lo que se “derramó” fueron algunas pocas migajas. Hay que aclarar que ese crecimiento económico no fue solo de los países con gobiernos “populistas” sino también de aquellos países que mantuvieron gobiernos “liberales” como Perú y Chile, aprovechando sus respectivas ventajas competitivas, en este caso, minerales y petróleo. Luego de eso vinieron 11 años de estancamiento económico, con un breve intervalo -a partir de que los estados de los países centrales rescataron los bancos colocando varios billones de dólares- pero que nunca alcanzó para salir de la crisis.

Esos gobiernos “populistas” tuvieron como política cobrar un mayor porcentaje de renta extraordinaria de la tierra y por más que algunos tuvieron un discurso más a la izquierda, no fueron capaces de tocar los intereses del gran capital nacional e imperialista, ni hablar de la expropiación. Ni siquiera cuando la curva de crecimiento tomó un camino descendente y tenían un gran apoyo social, como el famoso 54% de CFK, avanzaron contra el capital, todo lo contrario.

Si hace 10 o 15 años no lo hicieron, ahora, con la crisis mundial profundizada por la Pandemia menos que menos. O sea que Castillo, puede llegar a surfear la crisis, es muy probable que intente cobrar unos soles más de renta a las grandes mineras, quienes hasta tal vez, lo paguen con cierto agrado, ya que Castillo tiene la venia de Biden, con tal de bajar la temperatura de la crisis social y política en la región. Habrá que ver si las masas populares mantienen el estado de movilización al ver que tienen un gobierno al que consideran como propio.

Por eso dentro del capitalismo no hay “mal menor”, porque todo el capitalismo está en crisis, en descomposición, a tal punto que prepara nuevas guerras de alcance internacional de cuyas consecuencias no estamos exentos. Cada gobierno, o “neoliberal” o “populista”, nos hunde un poco más en la miseria. Solo una revolución socialista que imponga un gobierno de los trabajadores y expropie al gran capital, planifique la economía y abra paso a la lucha por el socialismo en América Latina y el mundo, puede terminar con la explotación, la miseria y todas las lacras que trae el capitalismo. 

*terruco le dicen en Perú a los terroristas de Sendero Luminoso.

Remo Dicasap 4/7/21

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