22 DE ABRIL: DÍA DE LA TIERRA. COVID Y CAMBIO CLIMÁTICO

El primer Día de la Tierra tuvo lugar en 1970, cuando 20 millones de personas en Estados Unidos salieron a las calles a protestar por lo que consideraban una crisis ambiental: derrames de petróleo, el smog y la contaminación de los ríos. Fue una movilización muy grande que obligó a los gobiernos a tomar medidas concretas, incluso a aprobar algunas leyes y organismos dedicados al medio ambiente.

Han pasado 51 años de esas jornadas, y en este tiempo un montón de otras importantes luchas contra la contaminación. Por eso una conclusión que se cae por su peso es que “las leyes”, bajo el capitalismo, no sirven para defender el medioambiente. Como mucho, quizás en algún momento frenan a alguna empresa por un período. Pero está claro que al capitalismo no le importa el medio ambiente, y por sus propias contradicciones año a año, década a década, nos va dejando un mundo en peores condiciones. La única forma de frenar esta destrucción es terminando con este sistema económico, con pequeñas reformas no alcanza.

Es la clase burguesa al mando del capitalismo, la que va acomodando leyes, gobiernos, jueces, para beneficiarse a costas de destruir cada día que pasa el planeta. Es por eso que ni los mismos gobiernos que aprueban leyes o realizan acuerdos, como el de París, pactos o Cumbres climáticas para la protección del planeta, hacen cumplir a quienes son los mayores responsables de la destrucción de nuestros ecosistemas, es decir, empresarios dueños de grandes multinacionales contaminantes que lucran a costa de la destrucción de nuestro planeta y su biodiversidad. Algunos de los ejemplos que más se han escuchado en los medios son las megaminerías como las que quieren extraer oro en Chubut o en Catamarca o el de los grandes negocios inmobiliarios que quedan luego de los grandes incendios, como ocurrieron en la Patagonia, Córdoba o en las Islas entrerrianas.

Esta fecha hoy tiene un peso distinto, debido a que hace ya más de un año que tuvimos que adaptarnos como pudimos a las nuevas medidas impuestas contra el coronavirus, virus que se propagó justamente por la feroz destrucción de la naturaleza. En todo este tiempo vimos saturarse en varios países el sistema de salud, caer la economía con destrucción de puestos de trabajo y flexibilización laboral, también a los laboratorios privados especulando para aumentar sus ganancias con las vacunas, sin importar cuántos muertos tengan que poner las familias trabajadoras por no poder realizar correctamente el aislamiento, porque si no se trabaja muchas veces no se come.

Pero… ¿Cómo se originó el coronavirus?

Al principio de esta pandemia se escucharon varias teorías sobre los orígenes de este virus. Algunos planteaban que fue creado intencionalmente como parte del enfrentamiento entre EEUU y China, o que fue parte de una conspiración para reducir a la población mundial o para cambiar los hábitos de la gente, mantenernos encerrados y sin contacto con otros y así poder tener un “mejor control” global. 

Todas estas “teorías” en realidad lo que hacen es desviar la atención del verdadero problema, que hace años que se viene estudiando y denunciando. Y esto es la relación que hay entre la destrucción de los ecosistemas y la propagación de virus que afectan y causan la muerte de muchas personas. Es decir, la pandemia que hoy vivimos es producto de la destrucción que genera el modo de producción capitalista sobre la biodiversidad del Planeta Tierra. 

Ya desde el 2016, la propia ONU levantaba las alarmas sobre el aumento de las epidemias zoonóticas. Específicamente, señaló que 75% de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son de origen animal y que dichas afecciones están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas. En simples palabras, la diversidad de animales y plantas funciona como un escudo protector y muchas especies actúan como huéspedes de virus que ni siquiera conocemos aún. Como efecto de la gran contaminación de los últimos años, esta diversidad se ve afectada y los ecosistemas destruidos, esto produce que los virus “salten” al ser humano. 

CAPITALISMO Y DESTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA

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Tenemos que tener en cuenta la deforestación, la instalación de monocultivos, las quemas intencionales, el tráfico de animales silvestres, la mega minería. Todos estos factores ejercen una presión insostenible en los hábitos de los animales y su medio ambiente. 

La destrucción de los ecosistemas genera lo que se llaman “saltos zoonóticos”, que son virus que van de los animales a los humanos.  Las especies silvestres no están enfermas de los virus que portan, evolucionaron por miles de años junto a ellos. Los que son nuevos virus para nosotros, no lo son para la naturaleza.

En todo el mundo hay saltos zoonóticos que no siempre alcanzan el nivel que tiene el Covid-19, ya sea porque la enfermedad logra contenerse o porque no se dan las condiciones para que se propague. Algunos ejemplos de estas enfermedades son el Ébola (surgido en Liberia y Sierra Leona) la Gripe A H1N1, gripe porcina, gripe aviar, síndrome respiratorio agudo grave (SARS), síndrome respiratorio de oriente medio (MERS). Seguramente en algún momento escucharon hablar de alguna, la diferencia es que éstas han podido ir controlándose.

Todos estos virus se produjeron por el uso irresponsable y desmedido de los recursos naturales por parte de grandes empresas capitalistas. Las actividades económicas sin ningún tipo de control han resultado en alteraciones importantes en el medio ambiente. Al cambiar el uso del suelo para la agricultura, la tala o las industrias y sus infraestructuras y desechos, se ha invadido el hábitat de los animales y como consecuencia el traspaso de virus de animales a humanos es más directo. Los ecosistemas deberían funcionar como hábitat de diversas especies que ayudan a regular las enfermedades. Cuanto más biodiverso es un ecosistema, más difícil es que un virus se propague rápidamente. Pero para el capitalismo, las ganancias son más importantes y es por eso que arrasa irracionalmente todo a su paso.

No hay que olvidar que no son todos los seres humanos quienes producen estos terribles efectos sobre la Tierra. Los que lo hacen son quienes necesitan utilizar formas productivas cada vez más nocivas para seguir llenándose los bolsillos, es decir los empresarios dueños de grandes fábricas o industrias, los terratenientes, dueños de grandes parcelas de monocultivo, ellos son quienes se ven favorecidos y quienes no miden cuán destructivos son los métodos que utilizan. Actualmente se estima que alrededor de 100 empresas son las responsables del 71 % de las emisiones globales de GEI (gases de efecto invernadero) siendo este tipo de emisiones las causantes del calentamiento global, convirtiéndose así en las mayores responsables de la actual catástrofe climática y ambiental.

A estos empresarios les permiten sus avances depredatorios todos los gobiernos. Sus partidos políticos, como el peronismo-kirchnerismo o el pro macrista han “entregado” parte de la Cordillera a empresas como la Barrick Gold (una minera extranjera que se encargó de contaminar buena parte de los Andes para extraer oro y otros minerales) o los campos a la Monsanto (dueña de los agrotóxicos como el Glifosato), o utilizar el método del fracking en Vaca Muerta en la Patagonia a compañías extranjeras para extraer combustible fósil. Todos ellos permitieron y permiten la contaminación a gran escala, fomentando un modelo económico que poco beneficia a los trabajadores. 

Aunque nos hablen de una nueva normalidad y nos quieran convencer de que cambiando pequeños hábitos individuales podremos solucionar los efectos del cambio climático, esto no alcanza, lo cierto es que para terminar con la destrucción de los ecosistemas y todo lo que eso puede desencadenar, es necesario cambiar el modo de producción capitalista. Es su irracionalidad buscando aumentar las ganancias la que lleva a esta destrucción, aunque cueste la vida de millones de personas. 

Distinto sería, si los trabajadores, entre ellos su juventud, que no nos beneficiamos a costa de la muerte de la biodiversidad de los ecosistemas nos organizáramos en un partido revolucionario independiente. Para destruir el Estado burgués y reemplazarlo por un Estado obrero. Pero esto sólo va a ser posible a través de una revolución socialista, que nos permita formar un gobierno de trabajadores para tomar en nuestras manos la planificación de la economía y hacer un uso racional de los recursos naturales en beneficio de toda la humanidad y no del aumento de la riqueza de unos pocos.       

                                EQUIPO JUVENTUD PCO

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