Lawfare: El PTS da más pasos hacia el campo burgués “progresista”

Ante el fallo que condenó a Lázaro Báez a 12 años de prisión el PTS escribe en la página de LID una nota titulada “Lucha contra la corrupción sí, casta judicial y persecución política no”. En el título ya está explicita la concesión política a CFK, de que hay en realidad una persecución política por medios judiciales, de la cuál CFK sería víctima.

El relato kirchnerista tiene una amplia gama de argumentos, pero todos apuntan en la misma dirección. El kirchnerismo y su gobierno del Frente de Todos (FdeT), encabezado por Alberto Fernández y Cristina Fernández (F & F) con el apoyo de Massa, quiere hacerle creer a los trabajadores que ellos son un gobierno “nacional y popular”, mientras que la oposición de Juntos por el Cambio (JxC) son los agentes del FMI y del imperialismo norteamericano.

Como toda mentira tiene que tener algo de verdad para que sea creíble. Es verdad que el gobierno de Macri fue apoyado por Donald Trump influyendo en el FMI para que le dieran un crédito muy amplio, de 53 mil millones de dólares, de los cuales terminó desembolsando 47 mil millones. El gobierno de Trump contaba con Macri como aliado para presionar al gobierno de Venezuela, y en general, como punto de apoyo para su política hacia la región.

Sobre esta verdad, el kirchnerismo quiere ubicarse como el “payador perseguido” por la justicia parcial adicta a JxC y que practica la “lawfare”, es decir la persecución política por medio de causas judiciales falsas.

El problema de este relato está en la palabra “falsas”. Dado que se han visto videos con personas allegadas al kirchnerismo contando millones de pesos de “plata negra”, que José López fue escrachado reboleando bolsas llenas de plata hacia el interior de un convento, que la hija de CFK tenía 4 millones de dólares en su caja de seguridad, que CFK misma tiene un patrimonio declarado de 3,7 millones, más $ 74 millones donados a sus hijos en 2016, y todo esto sin contar las inversiones que podría tener en las islas Seychelles donde recaló en uno de sus viajes el avión contratado por la presidencia, o las cuentas suizas de Lázaro Báez, etc., etc., se podría decir que hay bastantes razones que justifican la investigación judicial.

José López in fraganti

Obviamente que Macri y su club de burgueses amigos no tienen nada de limpios y castos, sino que por el contrario también tienen algunas causas y podrían tener más.

Pero que Macri y los burgueses que apoyan e integran JxC sean corruptos no implica que CFK y su banda K no lo sean también.

La democracia capitalista es una ficción. Sea cual fueran las promesas electorales, una vez en el poder, los partidos y políticos burgueses no gobiernan en función de los intereses de la mayoría de los trabajadores y el pueblo que los votó, sino que se reúnen con los grandes empresarios y representantes del imperialismo, y allí en esas mesas chicas se cocina la política gubernamental. A través de los poderes del Estado se ejercen las presiones para que el rumbo de la política y la economía respete los intereses de los grupos económicos y las potencias imperialistas más fuertes. Sea con el Frente de Todos o con Juntos x el Cambio, con Macri o con F & F, los gobiernos y el Estado responde a los intereses generales de la gran burguesía y el imperialismo. La “democracia” no es sino la máscara que encubre la dictadura del capital.

Pero la burguesía y el imperialismo no son homogéneos, están divididos por sus intereses económicos, y a veces, sobre todo en los períodos de crisis como el actual, luchan entre sí por el reparto de las ganancias que surgen de la explotación de la clase trabajadora. Los intereses de las fracciones burguesas en lucha se reflejan en las camarillas que arman los políticos que controlan alguna porción del poder: intendentes, gobernadores, legisladores, y también jueces y fiscales.  

La “justicia” o sea el Poder Judicial es uno de los poderes del Estado burgués. Y generalmente es funcional al gobierno de turno. Pero como responde a los intereses de la burguesía y el imperialismo, en función de esos intereses, puede actuar como un aparato de coacción contra algún gobierno. Sin embargo, eso no significa que el gobierno afectado por las causas judiciales sea un gobierno “nacional y popular”, sino un gobierno que responde a otros sectores burgueses e imperialistas, con menos peso específico en determinado momento. Durante su gobierno, CFK tuvo una muy buena relación con Obama. Pero cuando el poder en EE-UU pasó a manos de Trump, la balanza del imperialismo yanki se inclinó para el lado de Macri.

La política del gobierno se orienta –puja interna mediante- hacia una reforma judicial que permita cambiar la relación de fuerzas interna en la justicia, para que el gobierno pueda tener una mayoría de jueces favorables. La designación de Martín Soria como nuevo ministro de justicia va en ese sentido. El objetivo es que los K y en particular CFK, puedan zafar de sus causas, y que en cambio los jueces persigan a Macri y sus Cardenal Newman boys. Es una lucha de camarillas capitalistas, en donde los trabajadores perdemos de un lado y de otro. Porque cuando CFK era presidente, perseguía judicialmente al activismo obrero, como por ejemplo la junta interna del Htal Garrahan, los trabajadores de Las Heras (Santa Cruz) y tantos otros, con miles de causas judiciales.

La tan mentada persecución judicial evidentemente no ha dado muchos frutos hasta ahora, porque CFK está libre y es vicepresidente de la nación. Pero las balas pican cerca. Como la misma nota lo dice, los jueces que condenaron a Báez por haber lavado alrededor de 55 millones de dólares provenientes de la corrupción.

La nota de la redacción de LID, en la misma bajada del título caracteriza este fallo como “un triunfo del lawfare”, con lo cual induce a creer que Lázaro Báez también es un perseguido político, o una simple víctima inocente de la persecución contra CFK.

“…en el fallo que se conoció ayer hubo diferencias entre los jueces del Tribunal acerca del origen de los fondos. La jueza Gabriela López Iñiguez, en disidencia con Néstor Costabel y Adriana Palliotti, consideró que la fuente del dinero lavado era la cometida por Báez contra el fisco y no los sobreprecios de la obra pública.

Los fundamentos del fallo no se conocen por el momento. Allí deberían estar explicadas las decisiones del tribunal. Sin embargo, el fallo dividido ya adelanta un elemento: no está categóricamente probado el origen del dinero que Báez lavó y fugó”.

En cambio, Leandro el hijo de Báez, apuntó directamente contra CFK: «en el delito precedente está ella», afirmó.

En su encendida defensa del kirchnerismo, LID dice:

Hay que recordar que Báez construyó una enorme fortuna en pocas décadas. Cercano desde siempre a Néstor y Cristina Kirchner, en algunos años se convirtió en un importante empresario de la construcción que terminó ligado a múltiples acuerdos por la obra pública con el Estado nacional y el Gobierno santacruceño.

Los negociados con la obra pública son una constante en la política nacional desde hace décadas. La llamada «patria contratista» existe y existió bajo todos los Gobiernos, más allá del signo político. En el listado de apellidos patronales se pueden marcar algunos como Calcaterra, Macri, Bulgheroni y hasta Rocca, entre muchos otros. Todos impunes.

Es decir, con el criterio del “todos roban” pero quedan impunes, se trata de impugnar el fallo judicial y atribuirlo al “lawfare” de la cual aparece como víctima principal CFK. Pero lo más interesante surge de leer cuál es, para el PTS, la causa de ese ensañamiento contra la jefa del kirchnerismo.

“Detrás del festejo de la derecha se esconde una operación política similar a la que hemos visto muchas veces en América Latina, donde el Poder Judicial actúa como puntal de un ataque a las libertades democráticas que consiste en la persecución y eventual proscripción de las figuras políticas que no se subordinan completamente a los intereses del gran capital. El ejemplo de Brasil -donde está quedando al desnudo la enorme operación montada con el Lava Jato- muestra ese rol con claridad”.

Acá ya hay una confesión explícita de que el PTS considera al kirchnerismo un “mal menor” un movimiento que “no se subordina completamente a los intereses del gran capital”.

Esta posición fue criticada en una nota de PO (por Roberto Gellert). En su defensa el PTS critica “la forma de citar”. Con ello quiere decir que tergiversan la cita que reproducimos arriba quitando la palabra “completamente” para atribuirles una posición que no tienen. Y luego explican el sentido de esa caracterización:

Hace a la explicación de la tensión que existe entre las fracciones más concentradas de la clase dominante y el kirchnerismo como corriente política. El gran empresariado no lo considera su personal político directo. No porque los doce años de esos gobiernos hayan significado un desafío al poder capitalista, sino porque -expresando las tensiones sociales que recorrían el país tras la crítica situación del 2001- esa fuerza se vio forzada a una demagogia constante hacia las grandes masas, cimentada -en parte- a base de un relato contra “las corporaciones”. La emergencia y construcción de Cambiemos fue la vía por la que el poder económico buscó forjar ese personal político directo”.

Un gobierno que duró 12 años, cumpliendo tres mandatos, que les garantizó grandes ganancias a todos los sectores de la gran patronal. En sus discursos Cristina les recordaba que bajo su gobierno “la levantaban con pala”. Hasta la crisis mundial de 2007-8 la relación del gobierno con Clarín y la burguesía agropecuaria era muy buena. Fue la refracción local de la crisis mundial la que desencadenó el conflicto con el “campo”. Para mantener los subsidios a sectores de la industria y achicar el déficit fiscal, el kirchnerismo quiso aumentar las retenciones. Recién ahí empezaron las contradicciones de sectores de la patronal con el kirchnerismo. No es que la patronal no lo considera su gobierno, sino que había sido el gobierno apropiado para un período económico favorable, con viento de cola, y ahora, en el marco de una situación económica que se iba deteriorando cada vez más, la burguesía pretendía un gobierno que no vacilara para imponer el necesario (desde el punto de vista burgués) ajuste y las reformas contra los trabajadores para mantener sus ganancias. De allí que, para satisfacer los requerimientos de la burguesía y el imperialismo, el kirchnerismo propusiera como candidato al “neoliberal” (al decir de Hebe de Bonafini) Scioli para competir con Macri.

Pero a Macri le pasó lo mismo que a Dilma Rousseff, no tuvo la suficiente fuerza para implementar la política que le reclamaba la gran patronal, y por eso ésta se sintió “defraudada” con su gobierno tibio. Solo que a diferencia de Dilma que pagó sus vacilaciones con un impeachment, Macri contó con el apoyo de Trump y el préstamo del FMI, lo que le ayudó a terminar su mandato.

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Y por eso ahora para dar certeza de que es capaz de ajustar lo que haga falta, CFK lo puso de presidente a Alberto Fernández, que fue lobista del campo, Clarín y otras corporaciones. Alianza de todos bendecida por el Papa Francisco y el imperialismo globalista europeo. Las maniobras de CFK y el kirchnerismo no van contra la burguesía. Son para asegurarse una cuota de poder que les permita mantener la impunidad y su lugar en el aparato del Estado del que se alimentan.

Eduardo castilla defiende la posición del PTS diciendo que la crítica de Gellert se basa en una tergiversación de sus posiciones. Por el contrario, a nosotros nos parece que en esta nota emerge con claridad la verdadera caracterización que tiene el PTS del kirchnerismo.

Ya antes, en el documento para su Conferencia el PTS había planteado que, para la gran burguesía, el Frente de Todos no es su gobierno.

Pero para confirmar que no se trata de “la forma de citar” y redondear la verdadera posición del PTS, recordemos que el MRT, grupo “hermano” del PTS en Brasil, llamó a votar por el candidato del PT Fernando Haddad en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, con el argumento de que Bolsonaro era fascista. Sin embargo, una vez que pasaron las elecciones y cuando ya no tenía sentido exagerar, bajaron un par de cambios cambiando la caracterización del gobierno a “pre-bonapartista”.

Ni la FT-CI ni ninguna de sus “secciones” critico la posición del MRT, por lo tanto, es obvio que la comparten. La política de la FT-PTS cada vez se parece más a la del tero: mientras por un lado votan por Haddad y amortiguan las críticas a los gobiernos de Evo Morales y Maduro para no hacerle el juego a la derecha “golpista”, por otro escriben notas contra el voto por el mal menor.

El argumento de fondo que sustenta estas capitulaciones es que hay una ofensiva de la derecha llámese “golpista” “fascista” o “ultrarreaccionaria”. En ese marco habría gobiernos y partidos que ofrecen resistencia a esa ofensiva, y que por lo tanto serían un mal menor.

Veamos sino, por ejemplo, en Bolivia Pan y Rosas, colateral feminista del PTS boliviano-Lorci marchó con una bandera que decía: “8M contra el avance de la ultra derecha”, cuando el MAS asumió el gobierno hace 4 meses y medio, luego de ganar las elecciones con el 54% de los votos. A pesar de ello el enemigo principal no es el gobierno de Arce sino la “ultraderecha”.

La vuelta a la teoría de los campos burgueses

Por ahora en Argentina, el PTS se limita a defender al kirchnerismo de “la persecución política” ejecutada por los jueces del “lawfer” y en relativizar las críticas a Gildo Insfrán para no “demonizar” al gobernador preferido de CFK y para no hacerle el juego a la derecha.

La política del PTS es constituir un frente democrático de hecho contra la “ultraderecha”.

Con esta línea el PTS está cayendo por la pendiente de la “teoría” revisionista de los campos burgueses. Esta teoría no es nada nueva. Tiene sus raíces en el menchevismo y el stalinismo, como explicó Moreno:

“En conclusión, vemos un hilo conductor perfectamente claro desde el “frente antizarista” de los mencheviques hasta las “contradicciones” de Mao: es la teoría de los campos burgueses progresivos. Esta teoría se justifica con la generalización abusiva de un hecho real: las diferencias entre los distintos sectores burgueses. Según Trotsky, en la clase burguesa siempre existen antagonismos mucho mayores que en el seno del proletariado. Es un hecho fácil de explicar: para el trabajador da lo mismo ser explotado por un patrón que por otro, sea éste “nacional” o “imperialista”, mientras que entre los distintos sectores burgueses existe una lucha constante y feroz por el reparto de la plusvalía nacional y mundial. En el plano político esta lucha se traduce en el choque de partidos, sindicatos burgueses, etc., que con frecuencia llegan al enfrentamiento físico: golpes de estado, guerras civiles, invasiones imperialistas, guerras interimperialistas. A veces, como en el caso de Mitterrand, el sector más “izquierdista” de la burguesía es el propio gobierno. En otros casos, el sector más “derechista” instaura un gobierno fascista o bonapartista y puede tener al resto de la burguesía en su contra. De este hecho real, el revisionismo deduce que el partido del proletariado debe formar parte del campo “progresivo” o “democrático”, o el “antiimperialista” en el caso de los países semicoloniales. Para esta teoría y política, da lo mismo que el campo “progresivo” esté en el poder o en la oposición.

Contra esta teoría de la colaboración de clases, el marxismo levanta su concepción clásica, de la sociedad dividida en clases y de la necesidad de desarrollar la lucha entre las mismas hasta la conquista del poder por el proletariado. Esto no significa que el marxismo ignore la existencia de roces entre los distintos sectores de la burguesía, y si esos roces llegan al choque físico, el partido debe formular una política acorde a las circunstancias. Pero eso significa que se deben aprovechar esos choques, jamás apoyar políticamente a un frente de colaboración de clases que pueda surgir de los mismos. Cualquiera sea la situación de la lucha de clases, el objetivo inmediato de los marxistas revolucionarios no cambia: es la revolución proletaria y la conquista del poder. Esta última es la diferencia fundamental entre revisionistas y marxistas, la que sintetiza a todas.

Stalin ocultó su política de alianza de clases durante la guerra civil española, tras el siguiente argumento: “primero derrotar a Franco, luego lucharemos por el socialismo”. Lo mismo dijo para justificar la alianza con el imperialismo anglo-norteamericano durante la guerra mundial: “lo primero es derrotar a Hitler”.

Mao lo expresó en términos filosóficos: primero liquidar la contradicción principal —China frente a Japón— y luego la contradicción entre las clases volverá a ser la principal.

En otras palabras, la revolución debe pasar por dos etapas. En la primera, el campo progresivo debe derrotar al reaccionario; en ésta se aplica la política de la colaboración de clases. En la segunda etapa, relegada a un futuro indeterminado, estará planteada la lucha por el socialismo.”

(Nahuel Moreno, “Revisionistas y marxistas: síntesis de las diferencias”, La traición de la OCI)

Aquí Moreno todavía defiende la posición trotskista frente al oportunismo político y al revisionismo teórico del lambertismo. Pero luego a su vez cayó en el revisionismo de la teoría de la revolución permanente con su formulación de la “revolución democrática”, que terminó de producir el desbarranque del MAS, luego de su adaptación al régimen parlamentario burgués.

Significativamente el PTS que, unos años después de romper con el MAS, hizo una crítica al revisionismo de Moreno y a su teoría de la revolución democrática, hoy acompaña esta línea de adaptación al campo burgués progresivo, con un programa democrático burgués radical. Al uso indiscriminado de la Asamblea Constituyente como consigna para todo tiempo y lugar, adquiriendo en la práctica el status de estrategia, se agrega ahora, por ejemplo, la consigna de la “anulación de las patentes”, formulada por Del Caño en el Parlamento como un pedido que debía hacer el gobierno de los Fernández ante la OMS. Tan adaptado al régimen es ese planteo que hasta los directores de la OMS tomaron la consigna del PTS que surgió de los Médicos Sin Fronteras.

Y lo mismo ocurre con el programa que propone el PTS (y otros miembros del FIT-u) para reformar la justicia:

“La única garantía para ir a fondo contra la corrupción y hacer justicia sobre quienes se aprovechan de los recursos públicos para fines privados, es pelear por la generalización de los juicios por jurados, la elección popular de jueces y fiscales, terminar con sus privilegios, disolver todos los órganos de espionaje político y derogar la legislación reaccionaria utilizada para criminalizar al pueblo trabajador”.

Eso sí, levantan este programa mínimo reformista… “en la perspectiva de terminar con esta Justicia de clase y el sistema que la sostiene”. Una perspectiva que, sin conexión programática, es nada más que una abstracción, una expresión de deseos para un futuro indeterminado.

Con esta última frase, utilizada para darse un barniz revolucionario, en realidad confirman el carácter reformista de este programa, ya que se trata de un programa dentro del marco del Estado burgués. ¿En qué puede beneficiar a los trabajadores la elección popular de jueces y fiscales en el marco actual? ¿No serían elegidos los candidatos del FdeT y de JxC? Y los jurados populares ¿no serían puestos a dedo por las camarillas burguesas de turno?

El aparato judicial, como parte del Estado burgués se mueve por los mismos intereses de clase. No sólo no hay castigo para los corruptos, los narcotraficantes, los tratantes de mujeres y niños, los femicidas y los violadores. Si no que son parte del aparato de corrupción que sostiene y encubre a “la política” y la policía que se financian y enriquecen de la recaudación proveniente del delito.

Ya pasaron algunos años desde que desapareció del programa de esta izquierda adaptada al régimen las consignas que surgen del programa revolucionario: sólo puede haber una justicia obrera y popular bajo un Gobierno de Trabajadores y un Estado Obrero.

AB 16/3/21

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