Otro repugnante crimen de la policía yanki contra un hombre negro desató una ola de revueltas populares en varias ciudades norteamericanas. Pero el repudio y las manifestaciones, se extendió a varios países.
George Floyd fue detenido por la policía, tras una denuncia, que lo acusaba de pagar en un almacén de comidas con 20 U$D falsos. La detención quedó grabada en un video, en donde se ve cuando lo esposan, sin que Floyd ofrezca resistencia. Sin embargo, estando con las manos esposadas a su espalda, un policía lo arrojó contra el suelo y apretó con una pierna su cuello, mientras que con su otra pierna le apretaba el tórax, en tanto dos policías más lo retenían contra el piso.
“No puedo respirar”, repitió una y otra vez Eric Garner, un hombre negro de 43 años, asmático, mientras un oficial de policía blanco en Nueva York, identificado como Daniel Pantaleo, le hacía una llave al cuello hasta que muere de asfixia el 17 de julio de 2014, durante la presidencia de Obama. También fueron las últimas palabras de George Floyd, que antes de morir, y con el último hilo de voz, alcanzó a clamar por su difunta madre: “¡Mamá! ¡Mamá!”. Su muerte por asfixia, tanto por la pierna que apretaba su cuello como por la presión de la otra que impedía la acción mecánica de los pulmones, fue premeditada. El policía, cargado evidentemente de odio racista, abusando de su poder, asesinó a George Floyd, por ser negro, pero también por ser pobre. Porque si Floyd hubiera sido un negro con plata, seguramente desde el almacén de comidas lo hubieran llamado por teléfono a su casa y le hubiera dicho: “Señor, debe haber habido un error, sus 20 dólares eran falsos, pero no se moleste, ya lo solucionaremos.”
La difusión del video en donde se aprecia claramente la crueldad asesina del policía Derek Chauvin, con la complicidad de los demás policías rápidamente difundida, hizo estallar la indignación de miles de personas que, desconociendo las advertencias del poder político, ocuparon las calles y prendieron fuego a vehículos policiales y posteriormente hicieron arder la estación de policía de Mineápolis, en un maravilloso espectáculo de reivindicación popular, de expresión de la ira y el odio que la clase trabajadora y los pobres van acumulando año tras año ante tanta injusticia y violencia clasista que proviene de las clases poseedoras y de su feroz y sangriento aparato represivo. La acción también derivó en saqueos, con los que el gobierno y Trump (como siempre) quiso descalificar las protestas. Finalmente responsabilizó a un grupo anarquista antirracista y antifascista llamado Antifaz, que tiene adherentes en varios países, acusándolo de terrorista, como argumento para justificar el despliegue de la Guardia Nacional e inclusive con la amenaza de habilitar la intervención del ejército.
Rápidamente las protestas se extendieron a otras ciudades; el odio se transformó en revuelta en varias de ellas, con explosiones de la justa violencia de los oprimidos contra los opresores y explotadores. La movilización llegó hasta la Casa Blanca, en donde se produjeron algunos enfrentamientos con la policía.
Ni libertad ni “sueño americano”
La extensión de las protestas y la participación en ellas no solo de jóvenes afroamericanos, sino de muchos latinos y de jóvenes blancos, refleja que no es sólo el racismo lo que moviliza a la juventud trabajadora. La desocupación ha llegado a una profundidad nunca vista desde 1930. Y el coronavirus se ensaña con los pobres, que viven hacinados en edificios decadentes, y mueren por decenas de miles. En esas movilizaciones y revueltas hay una unidad de clase que en la juventud trabajadora tiende a superar las barreras raciales.
Las manifestaciones fueron duramente reprimidas. No solo actuó la policía, sino probablemente también hubo ataques de elementos para policiales fascistas. Un hombre fue asesinado a tiros durante la segunda noche de protestas en Minneapolis y un joven murió baleado en Detroit. Mientras que, en Louisville, estado de Kentucky, un hombre murió asesinado por balas policiales durante una manifestación. Louisville era también la ciudad de Breonna Taylor, asesinada por disparos policiales en marzo pasado. También falleció Sarah Grossman por un ataque de asma tras ser reprimida con gases lacrimógenos disparados por la policía de Columbus, Ohio, el 30 de mayo.
Además de gases lacrimógenos, la policía reprimió también con bombas aturdidoras, gas pimienta, balas de goma, apaleando e inclusive atropellando con autos policiales a los manifestantes, como han mostrado algunos videos, lo que dejó algunos heridos graves. Más de 11,000 personas fueron arrestadas en el transcurso de las protestas, lo mismo en ciudades donde gobiernan republicanos como demócratas.
La brutalidad política con la que Trump se enfrenta a las movilizaciones expresa, por un lado, que el accionar de la policía cuenta con su consentimiento, tal como aquí en la Argentina cuando el gobierno de Macri-Bulrrich quería imponer la “doctrina Chocobar”, para autorizar a la policía a disparar primero a matar, y preguntar después. Algo con lo cual el ministro de seguridad Berni del gobernador kirchnerista Kicillof y (antes de la propia presidenta CFK), está plenamente de acuerdo. Es lo mismo que se practica desde hace tiempo en los barrios obreros y pobres del conurbano bonaerense y de muchas provincias también con gobiernos peronistas. Lo que se llama “gatillo fácil” contra los “morochos” que son los “negros” y pobres de nuestro país. Con ellos, la cana tiene un enfrentamiento particular porque no pueden disciplinar a “los pibes”, y nunca jamás le van a tener respeto, porque los pibes proles de los barrios pobres saben mejor que nadie la clase de calaña que son los “ratis” (la policía).
Como respuesta a la brutalidad policial, al racismo, y a la creciente angustia por una crisis económica y social que se profundiza, el domingo hubo manifestaciones importantes en muchas ciudades: Londres, Roma, Berlín, Viena, Madrid, Barcelona, París, Londres, Copenhague, Bruselas, Varsovia, y otras. Más de 12.000 personas protestaron frente al Parlamento noruego en Oslo el viernes. También se produjeron protestas en San Pablo y otras ciudades de Brasil, Australia, India, Pakistán, Túnez y México. Y decenas de miles protestaron en Nueva Zelanda la semana pasada.
En EEUU además de las enardecidas protestas que se sucedieron todos los días desde el asesinato de Floyd, también este pasado domingo hubo manifestaciones muy numerosas. En Houston, unas 60.000 personas acompañaron a la familia de George Floyd en una marcha que terminó frente al Ayuntamiento.
En la ciudad de Nueva York, miles marcharon a través del puente de Manhattan para unirse con otro grupo de manifestantes, pero la policía les bloqueó el paso. En Los Ángeles y Hollywood (California), más de 20.000 manifestantes marcharon custodiados de cerca por las tropas de la Guardia Nacional fuertemente armadas. También en Seattle y Washington DC, las manifestaciones fueron masivas.
Además de las declaraciones de repudio de varios sindicatos, hay que destacar que cuatro seccionales del sindicato de portuarios (ILWU) y una seccional del sindicato de camioneros, anunciaron que pararían algunas horas en solidaridad con los manifestantes y en coincidencia con el funeral de George Floyd en la ciudad de Houston.”
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El lunes 1 de junio, soldados del ejército, efectivos de la Guardia Nacional y una imponente masa de agentes del Servicio Secreto, la Guardia Forestal, el FBI y hasta la Agencia Antidroga, en gran despliegue, despejaron de manifestantes las calles aledañas a la Casa Blanca para que Trump encabezando una comitiva de varios ministros, incluido el de Defensa, y el Jefe del Estado Mayor Conjunto, Mike Milley se acercaron a la iglesia de San Juan en donde levantó una Biblia para simbolizar con actos sus palabras, acerca de que es el presidente de la ley y el orden. Y con la Biblia trata de captar al electorado blanco, sino amortiguar las tensiones con la mayoría de los negros que en un 78 % son cristianos protestantes. Por eso también Trump declaró que ningún otro presidente salvo Abraham Lincoln hizo tanto por los negros.
Los demócratas obviamente aprovecharon la ocasión para criticar en todos los tonos al gobierno de Trump. Pero eso no puede hacer olvidar que bajo los dos mandatos del “primer presidente negro” en EEUU, los asesinatos racistas nunca se detuvieron. La respuesta que dio Obama en 2015, fue que para combatir la «creciente desconfianza» de las comunidades y especialmente de las minorías raciales hacia las policías locales se invertirían 75 millones para que unos 50.000 agentes más lleven cámaras incorporadas a su uniforme o su cuerpo, con el fin de grabar su “interacción” con civiles.
Por un partido de trabajadores que agrupe a la clase obrera junto a los jóvenes negros y latinos
El asesinato de Floyd no fue un hecho aislado. El año pasado, 1099 personas fueron asesinadas por la policía en Estados Unidos, muchísimos de los cuales eran negros. Videos publicados este lunes 8/6 muestran cómo un policía del estado de Nueva Jersey disparó y mató a Maurice Gordon, tras detenerlo por exceso de velocidad, dos días antes de la muerte de George Floyd en Mineápolis. Los asesinatos y abusos contra jóvenes negros y pobres no son errores ni excesos policiales. Y si bien está claro que Trump alienta al supremacismo racista blanco y da vía libre al accionar policial brutal sin restricciones, el “gatillo fácil” en EEUU (al igual que en Argentina), es una política consciente y permanente de la burguesía y sus representantes políticos, tanto de demócratas como republicanos, que en períodos de crisis fortalecen el aparato represivo interno y refuerzan el control sobre el pueblo pobre y oprimido, para prevenir y reprimir las acciones del movimiento de masas ante la creciente desigualdad social y el aumento de la pobreza.
La estrategia reformista y pacifista del movimiento negro por los derechos civiles encabezado por Martin Luther King en la pasada década del ‘60 -en la que parecen referenciarse el movimiento Black Lives Matter- consiguió derechos democráticos formales importantes, porque en el marco del boom económico de postguerra, la burguesía yanky podía para hacer esas concesiones e integrar hasta cierto punto a una parte de la población marginada racialmente. Ahora el reforzamiento del aparato represivo está dirigido contra los pobres en general, aunque se ensañe particularmente con los negros y los inmigrantes latinos; pero la fuerza represiva del Estado está lista para ser utilizada principalmente contra las luchas de la clase trabajadora.
La burguesía yanky, a través de las bravuconadas de Donald Trump ha expresado que quiere recuperar su dominio exclusivo del mercado mundial, y en aras de ello no vacilará en atacar y masacrar millones de personas en cualquier país que haga falta, como tantas veces lo ha hecho. Pero ahora no se trata sólo de invadir los países incluidos en su lista de los ejes del mal. Como hemos explicado en otros artículos, la burguesía imperialista se prepara para una nueva guerra mundial, reforzando su armamento nuclear, porque el capitalismo se entierra en una crisis sin salida, que las potencias imperialistas sólo pueden resolver disputando la supremacía por medios militares.
Desde hace tiempo se prepara también para una “guerra interna” porque es consciente de que la crisis económica agitará la lucha de clases. Para dividir a la clase trabajadora, la burguesía mantiene y alimenta los prejuicios racistas. Sostiene las bandas armadas de los supremacistas blancos como núcleos de las bandas fascistas que serán arrojadas contra el conjunto de los trabajadores cuando sea necesario. La lucha de clases en EEUU no será nada pacífica. La juventud y los trabajadores negros y latinos, que en este momento están en la mira de la represión policial, deberán desde ya preparar la organización de sus propias autodefensas, empezando en los barrios en los que estén más concentrados. Sin embargo, como demuestra la experiencia de las Panteras Negras, la autodefensa en sí misma no lleva a ningún lado si no es parte de una estrategia que unifique a la clase trabajadora y a los jóvenes oprimidos en una lucha por el poder.
Por eso que, para ir a fondo contra el racismo, hay que ir contra el Estado dominado por la burguesía y su sistema de explotación, que es el que genera la desigualdad social, la pobreza, la opresión y la guerra.
Esto implica que los trabajadores deben romper definitivamente con los partidos de la burguesía, demócratas y republicanos y organizarse en su propio partido, independiente de todos los sectores burgueses, que sea capaz de agrupar y convocar a todos los sectores explotados y oprimidos.
Un partido de trabajadores podrá hermanar a los obreros de distintas razas porque tendrán la perspectiva política unificada que da su pertenencia a una misma clase social, para imponer por medios revolucionarios un gobierno obrero y del pueblo pobre y oprimido, que luche por el socialismo. Sólo de esa manera se podrán eliminar las desigualdades sociales que impone la burguesía yanqui y se sentarán las bases para erradicar el racismo y todas sus lacras, pasando de la “igualdad” formal, es decir “en los papeles”, a la igualdad real, material, bajo el socialismo.
Cuando la clase obrera norteamericana, se levante junto a los jóvenes negros, al proletariado inmigrante y a todos los pobres y oprimidos por la burguesía yanki, hará temblar hasta sus cimientos al imperialismo capitalista. Y si un partido marxista revolucionario logra dirigir sus luchas hasta la toma del poder, no sólo se terminará con el racismo y la pobreza, sino que determinará el futuro para la humanidad entera, mucho más en esos momentos, porque sólo la revolución socialista puede evitar una tercera guerra mundial.
AB, 10/6/20