1º de mayo de 2019: La clase obrera necesita un partido revolucionario

En el anterior LCO planteábamos que, en el plano internacional, la clase trabajadora está empezando a salir de su letargo. A las movilizaciones con un carácter más popular como la de los chalecos amarillos en Francia, lo mismo que en Sudán y en Túnez, y recientemente en Argelia, se le sumaba una serie de paros generales, donde la clase obrera aparecía como protagonista, en Hungría, India y Bangladesh. También el importante proceso que surgió por la base en las maquiladoras del estado de Matamoros en México. Pero, ese proceso a nivel mundial, ya hace unas semanas ha entrado en un reflujo. De cualquier manera, a pesar de este impasse, la crisis económica, sigue empujando a que se agudicen las contradicciones y por lo tanto a que siga en aumento la lucha de clases. 

Sin embargo, parafraseando a Trotsky, “sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera”. Por eso es que insistimos con esta discusión que es central: la construcción de un partido revolucionario.  

El 1 de mayo una jornada internacional

Cada año cada vez que se acerca esta fecha se producen manifestaciones en casi todos los países del mundo, recordando la lucha que llevaron adelante los trabajadores de EE UU y Europa a fines del siglo XIX.  Reivindicaciones, que hoy pleno siglo XXI, siguen siendo muy actuales: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas para dedicarle a la politización y al esparcimiento en general. Fue la Segunda Internacional, estando en vida Federico Engels, en un Congreso celebrado en París en 1889, que estableció el 1º de mayo en recordatorio de los Mártires de Chicago. Activistas que fueron ejecutados por el gobierno yanky de la época, por participar en el proceso de huelgas iniciadas el 1 de mayo de 1886, que tuvo el punto más alto, el 4 de mayo, en la famosa Revuelta de Haymarket. Luego este proceso se extendió también a Europa. 

Esta jornada que se hace en simultaneo en muchísimos países, puede verse plasmado en la realidad lo que decimos siempre los marxistas, que la clase obrera es una clase internacional. Eso significa que objetivamente no tiene fronteras nacionales. Los estado-nación, representan los intereses de cada burguesía nativa, las cuales han inventado una nacionalidad -expresada en un ejército, un himno, una bandera, etc.- y una frontera que es la demarcación en la cual pueden extraer sus propias ganancias. 

A la vez nos hacen creer, a través de todo el aparato ideológico –escuela, medios de comunicación, etc.- que los obreros de otros países son una cosa completamente diferente a nosotros, hasta cuando necesitan ir a la guerra a defender sus propios intereses, nos meten en la cabeza que los trabajadores que están del otro lado de la trinchera son nuestros enemigos. En síntesis, mantenernos divididos para someternos a sus intereses. 

Pero no todas las burguesías son iguales. La de los países semicoloniales, como las de América Latina, están subordinadas al imperialismo y son sus socias menores. Es decir, en los países como los nuestros la mayor parte de las ganancias que se obtienen de la explotación de la clase trabajadora se las llevan las burguesías de los países centrales. Por ejemplo, en Argentina de las 100 principales que más facturan, solo dos son de capital nacional, el resto son empresas de capital imperialista.  

Desde la misma época que se produjeron las huelgas por el primero de mayo, el capitalismo empezó a cambiar su carácter, transformándose en imperialista. Esta época de decadencia del capitalismo, llevó a dos guerras en las cuales se disputaron quién iba a ser el dominante. Fue la segunda guerra mundial, que estableció un claro dominante, es decir el imperialismo yanky. 

Pero esa “hegemonía” –ya sea desde el punto de vista económico como militar- que se mantuvo hasta entrado el nuevo milenio, pasando por varias crisis, la fue perdiendo a manos de otros países imperialistas, como Alemania (y la Unión Europea de conjunto) y otras potencias regionales como China y Rusia. 

La profundidad de la crisis económica del 2008/9, parece no tener fondo. Destruir a la competencia está en la génesis del sistema capitalista, en un marco donde las ganancias son cada vez más estrechas, los tambores de una nueva guerra mundial suenan cada vez más fuertes, es por eso que se avizora un nuevo reparto del mundo por parte de las potencias imperialistas. 

El reformismo y el centrismo

Los reformistas, ya sean las variantes europeas, Syriza en Grecia y Podemos en España, como las de los países de América Latina –Chavismo, Kirchnerismo, Lulismo- demostraron en los hechos, no solo sus limitaciones, sino que prepararon el surgimiento de los nuevos gobiernos de “derecha” o “neoliberales”.

El chavismo y el kirchnerismo, dos movimientos políticos que ascendieron al poder a consecuencia de la crisis económica y política provocada por la ofensiva “neoliberal” de los ‘ 80-90, y el consecuente ascenso de las luchas obreras y populares, pudieron hacer algunas concesiones a las masas populares para contenerlas y reencauzar esas luchas en los marcos del régimen democrático-burgués, mientras los precios de las materias primas les dieron un margen de maniobra, mientras las patronales locales y las empresas imperialistas también podían aumentar sus ganancias. 

Cuando el “viento de cola” terminó, y la crisis capitalista internacional empezó a golpear más duramente también a los países “emergentes”, los gobiernos “populares” empezaron a aplicar el mismo libreto que cualquier otro gobierno burgués “normal”, rebajando los salarios por medio de la inflación, y aplicando las políticas que demandan las grandes patronales, aunque a medias, tratando de encubrirlas con su discurso populista. Basta ver la impresionante crisis social que hay hoy en día en Venezuela, con altísimos niveles de inflación, escasez absoluta de alimentos y los recientes apagones energéticos, en eso terminó el socialismo del siglo XX de Chávez Maduro y Cía. Ahora lo vemos a Kiciloff diciendo que no queda otra que pagar la deuda externa que contrajo el macrismo, o Alicia Kirchner aplicando a raja tabla el plan del FMI en Santa Cruz y donde no le ha temblado el pulso para reprimir a los docentes y estatales. Recientemente bajaron la candidatura a gobernador en Córdoba para darle los votos al mismo Schiaretti, que hace 4 años atrás era, según ellos mismos, uno de los principales responsables del triunfo arrasador de Macri. 

En Europa, pasó lo mismo con Syriza y Podemos. El primero es un frente electoral de partidos pequeñoburgueses conciliadores, que llegó al gobierno enarbolando la bandera del “antiajuste” y sucumbió sin pena ni gloria ante las primeras presiones del imperialismo europeo. El segundo, directamente antes de acceder al poder, ya rebajó sus objetivos, al de un difuso “gobierno de progreso”, directamente ahora han hecho frente en un gobierno de coalición con el PSOE.  

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La campaña electoral del centrismo trotskista en general y del Frente de Izquierda en particular es vergonzante. Con tal de sacar más votos para mantener sus diputados han lavado todo el programa revolucionario. En su propaganda ni siquiera se menciona la necesidad de un gobierno de los trabajadores. Los “spots” que circulan por las redes sociales, donde aparecen hablando sus candidatos, parecen más estrellas de “pop” que militantes trotskistas. 

En vez de plantear un programa que nos prepare para enfrentar lo que se viene, tienen un discurso cada vez más lavado, cada vez más adaptado al régimen capitalista, la independencia de clase que expresaban en su momento, ahora hay que buscarla con lupa. Llamaron a votar al PT en Brasil, plantean la Asamblea Constituyente como salida, es decir, más régimen burgués, cuando la democracia burguesa está podrida hasta los tuétanos, y van a las elecciones haciéndonos creer que teniendo un diputado más vamos a resolver el problema de los trabajadores. No plantean nada que vaya seriamente contra el capitalismo. 

Ahora en Santa Fe le mendigan los votos al reformismo de Del Frade y Ciudad Futura. Es tan vergonzante esta campaña que recortaron el mismo video donde criticaban a los candidatos del PS y el PJ en el que aparecía Monteverde de Ciudad Futura. ¿Cómo pretenden ganar la confianza de la vanguardia obrera, si un mes después que se delimitaban de los reformistas, se arrastran pidiéndoles los votos? 

Un partido de trabajadores para preparar la revolución

Desde el Manifiesto Comunista de 1848 hasta 1917 pasaron 69 años en los que el socialismo científico (el marxismo) luchando por fusionarse con el movimiento obrero revolucionario, organizó tres partidos internacionales, y demostró que la clase obrera dirigida por su partido revolucionario puede tomar el poder e instaurar su propio Estado, el que transformó a Rusia de ser el país más atrasado de Europa a la segunda potencia mundial, apoyándose en la propiedad socializada y planificada de la economía.

La crisis del capitalismo y la onda expansiva de la Revolución Rusa provocaron revoluciones en varios países de Europa, la más importante en Alemania. Pero la madurez de los factores objetivos no se correspondió con el desarrollo de los factores subjetivos. La inmadurez del carácter revolucionario de los partidos que venían de romper con la II Internacional provocó duras derrotas y el aislamiento internacional de la URSS.

Una economía obrera aislada, en un mundo dominado por el capitalismo, podía sostenerse un tiempo y avanzar hasta un punto, pero luego inevitablemente debía caer, como ya lo había predicho Lenin. O como precisó Trotsky, primero degeneraría, burocratizándose, para luego caer ante la contrarrevolución burguesa. Si no hubiera sido así, en lugar de conmemorar el 1° de mayo, la clase obrera mundial estaría festejando el 7 de noviembre, el aniversario de la Revolución Rusa.

Pero el bolchevismo revolucionario degeneró en stalinismo y se transformó en el agente contrarrevolucionario al servicio de las burguesías y el imperialismo más importante al interior de la clase obrera.

La burguesía, aun contando con su poder económico y el poder militar de las FFAA y de seguridad de sus estados, no podría mantener su dominación si no fuera por sus agentes políticos y burocráticos que predican la conciliación de clases, y que le prestan grandes servicios al interior de la clase obrera, frenando o llevando a la derrota sus luchas.

Las condiciones objetivas para la revolución socialista están más que maduras en dos sentidos: Por un lado, los progresos de la ciencia y de la técnica permitirían un gran avance de la humanidad si los medios de producción fueran liberados de la propiedad privada capitalista, a través de la planificación de la economía, que sólo se puede implementar en un Estado Obrero.  Por otro, la profundización de la crisis del sistema burgués inevitablemente provocará estallidos revolucionarios.

El gran problema que tenemos que resolver es el de la inmadurez o inexistencia del Partido Revolucionario. No han faltado luchas de distinta magnitud y algunas de carácter revolucionario en la que multitudinarias masas populares han dado sobradas muestras de combatividad, hasta entregar sus propias vidas. Pero los partidos y movimientos burgueses o pequeñoburgueses conciliadores que los dirigieron los llevaron a la derrota. 

Podemos ayudar a preparar las luchas, pero no podemos “crearlas”. El comienzo de un nuevo ascenso revolucionario es un proceso relativamente objetivo, que no depende de nuestra voluntad. Lo que sí depende –hasta cierto punto- en gran medida de nosotros, de la vanguardia de la clase obrera, es la construcción de un Partido Revolucionario, que es una tarea tan enorme como decisiva, porque si ese proceso de luchas no es fecundado por un programa y una estrategia marxista revolucionaria, en un período de grave crisis capitalista como el actual, termina inevitablemente en derrota.  

Como cualquier obrero sabe, para construir es fundamental hacer bien los cimientos. Esto significa en relación a la construcción de un Partido, comprender la experiencia histórica e interpretar correctamente, según el marxismo, los problemas actuales que se nos presentan. No se trata de crecer en cantidad al costo de diluir nuestro programa, ni de la unidad por la unidad misma, para aumentar la fuerza, porque esto sólo se lograría cuando los que se unen –teniendo unidad de principios y de métodos- empujan en la misma dirección.

La situación actual a nivel internacional y en nuestro país atraviesa una situación reaccionaria, pero tenemos por delante una perspectiva de “furiosos remolinos” de la lucha de clases, porque la crisis capitalista, que se arrastra en el estancamiento de la economía mundial, ahora está oscilando alrededor de un nuevo próximo desbarranque. En función de esta perspectiva es que estamos formando los militantes y los cuadros, el núcleo de un Partido Revolucionario.

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