El verso de la dolarización
Uno sino el principal caballito de batalla electoral de Milei, es su planteo de dolarizar la economía, con la cual “terminaría con la inflación”. Obviamente, la sola mención a poner fin a la inflación, atrae la atención de muchos jóvenes trabajadores.
“Haciendo un análisis detallado de la propuesta, Milei precisó en primer lugar que “la dolarización no es libre, sino que está enmarcada en una serie de reformas estructurales de primera generación (una reforma del Estado, flexibilización del mercado laboral y apertura de la economía), y una reforma monetaria financiera”. (LN, 28 de marzo de 2022).
Veamos que significa esto:
*Flexibilización del mercado laboral significa reducir las indemnizaciones por despido o directamente que sea el propio trabajador que con parte de su sueldo financie un fondo desempleo, es decir que pague su propia indemnización y su seguro temporal de desempleo. El argumento para justificar tamaño retroceso para los trabajadores es que así habrá más empleo. Pero no es verdad. Lo que habrá será más facilidad para el patrón para contratar y despedir cuando quiera, aumentando con la amenaza del “despido fácil” la presión sobre el trabajador para explotarlo más.
*Apertura económica significa bajar la protección de la industria nacional, lo cual se conseguiría automáticamente con la “dolarización”. Algo similar a lo ocurrido en la dictadura con Martínez de Hoz o con la convertibilidad de Menem-Cavallo. Esa apertura económica, al haber paridad cambiaria, hace que un producto importado de un país desarrollado tecnológicamente, con mayor productividad de la industria, o producido con trabajadores que ganan miseria, ingrese al mercado nacional más barato, provocando la quiebra de muchas industrias que no podrían competir, aumentando espantosamente la desocupación como ocurrió tanto bajo la dictadura militar, como con Menem-Cavallo-De la Rúa.
*Reforma del Estado significa despidos de empleados públicos, recortes en todo tipo de ayudas o planes sociales. Hay trabajadores que como consecuencia de la propaganda desarrollada en los medios de difusión (que son empresas capitalistas), creen que la razón de sus males, de que ganan poco o no tienen un buen empleo, es culpa de “los vagos” que trabajan en el Estado o de los “planeros” que viven cobrando planes sin trabajar. Pero la cuestión es que el empleo estatal encubre la desocupación, sobre todo en las provincias más pobres. Sea con un magro sueldo del Estado o con las ayudas sociales de los planes, el gobierno no se interesa por los pobres, sino que se interesa por las necesidades de la gran burguesía, ya que, si el Estado no hiciera nada, las masas de pobres desocupados protagonizarían levantamientos populares que pondrían en riesgo el regimen burgués. Por otra parte, no es “culpa” de los trabajadores estatales o de los “planeros” o de la gran masa de “cuentapropistas” que la rebuscan día por día sin un empleo estable, que no haya más fuentes de trabajo para que se puedan ocupar en la producción. Es “culpa” de los grandes capitalistas que invierten sus ganancias -hechas con el trabajo ajeno-, en fondos de inversión o en bonos del tesoro norteamericano o las colocan a interés en paraísos fiscales. Y son esos mismos grandes capitalistas los que manejan el gobierno. Por esos todos los candidatos van a exponer frente a ellos sus propuestas en el Foro de Llao Llao, adonde van los empresarios a escucharlos entre comidas y bebidas finas.
Hasta ahí, a los empresarios les brillaban los ojitos y se les caía la baba. Pero cuando Milei empezó a explicar como haría la dolarización los semblantes bronceados de los magnates capitalistas aflojaron las sonrisas y empezaron a transformarse en gestos de preocupación.
Es que todos los que entienden algo saben o se dan cuenta, que para dolarizar la economía tendría que haber previamente una devaluación inmensa, que llevaría la inflación a la estratósfera dejando los salarios de los trabajadores y los ingresos de los cuentapropistas en el sótano. Cualquier patrón sabe que eso significa graves conflictos sociales. Aunque Aníbal Fernández lo diga con fines electorales, un panorama de graves enfrentamientos es inevitable con esa política. Por eso, algo similar solo se pudo imponer con la durísima represión durante la dictadura militar, o combinando la catástrofe que significaba la hiperinflación (anterior a la convertibilidad) con las esperanzas que generaba Menem entre los trabajadores.
Ahora para dolarizar como quiere Milei la hiperinflación debería producirse por “motus” propio de su gobierno. Es decir, una hiper-devaluación es la condición previa a la dolarización. Y Milei no es Menem.
Sorpresa y media
Para los que ya llevamos algunos años de militancia no deja de sorprender el crecimiento de la intención de voto por Milei. Es verdad que en el Frente de Todos y en Juntos por el Cambio están agrupados los políticos que nos han gobernado 10 años, y el resultado es este que vemos y sufrimos en carne propia.
Pero está claro que la historia para un sector de la juventud trabajadora se reduce a esta última década, y no sabe que lo que propone Milei es el mismo plan que quiso aplicar Martínez de Hoz durante la dictadura militar. Para imponer ese plan liberal y pro capitalista y pro imperialista, la dictadura impuso la represión a sangre y fuego contra la clase trabajadora en su conjunto y desapareció y asesinó a delegados y activistas honestos que luchaban por las reivindicaciones de sus compañeros.
Esa caricaturizada bronca de Milei contra la casta política no es igual a la que sentimos los trabajadores, es igual a la que sentían los militares, que despreciaban a los políticos por no ser capaces de imponer a fondo su política antiobrera.
Ninguna política capitalista puede beneficiar a los trabajadores. Ni las de los que proponen la “intervención del Estado” para mantener una beneficencia social que les garantice votos cautivos, ni la política de los liberales que quieren dejar a los trabajadores a merced de las patronales a punta de fusil de la gendarmería o si hiciera falta del ejército.
No son los pobres los que “viven del Estado”, sino todos los políticos y sus representados, los empresarios capitalistas, por muy liberales que sean. Son los empresarios los que se llevan además de las ganancias por lo que produce el trabajador, los beneficios otorgados por el Estado en forma de subsidios y exenciones de impuestos y aranceles de todo tipo. Los enemigos de la clase trabajadora no son los pobres como nos quieren hacer creer Milei y otra gente de su misma calaña en el FdT y en JxC. Nuestros enemigos son los patrones, empresarios, capitalistas, burgueses, banqueros, terratenientes, etc. Ellos son la clase dominante y los que nos vienen hundiendo en la miseria y robándole el futuro a la juventud. El capital que ellos acumulan es el trabajo nuestro que no nos pagan. Para derribar a esa clase pudiente que vive entre lujos, sin haber trabajado en su vida, gracias a nuestro esfuerzo, es que tenemos que organizar un Partido de Trabajadores revolucionario, y establecer nuestro propio gobierno de la clase que trabaja y produce.
21/4/23