En las últimas semanas, se han producido enfrentamientos entre las tropas del ejército regular ucraniano y las de las milicias de las “autoproclamadas” Repúblicas Populares de Donetsk (RPD) y Luhansk (RPL). Al mismo tiempo, Rusia ha movilizado miles de soldados en la frontera oriental con Ucrania, y otros miles en Crimea, península anexada (previo plebiscito) en el 2014.
Desde enero, en una escalada bélica, que no cesa, 28 soldados ucranianos y de las milicias separatistas perdieron la vida, mientras que a lo largo del 2020 el número de muertos en los enfrentamientos fue de 50. Cuando estamos terminando esta nota, la situación política continúa recalentándose, ya que EEUU impuso nuevas sanciones económicas a Rusia, cuyo gobierno respondió expulsando varios diplomáticos estadounidenses.
Tanto Ucrania como Rusia, cuyo apoyo es fundamental para las Repúblicas Populares, consideran que se ha llegado a un punto que no tiene vuelta atrás, y se acusan mutuamente del aumento de la tensión y de romper el último pacto de alto el fuego logrado en julio del año pasado. Pero, así como Rusia apoya militarmente a las repúblicas populares, la OTAN -EEUU y Reino Unido- vienen apoyando con todo tipo de asistencia al gobierno ucraniano de Volodymir Zelensky.
Putin ya dijo que no está dispuesto a aceptar que Ucrania ingrese a la OTAN como miembro pleno. En este punto se concentra el enfrentamiento. Por su parte, el imperialismo yanky, que acusa a Rusia de incrementar las tensiones, continúa cínicamente con su ofensiva, firmando con Ucrania un acuerdo denominado “Asociación de Oportunidades Mejoradas”, donde “aumenta significativamente la interoperabilidad entre las fuerzas armadas ucranianas y el sector de defensa como tal, con el sector de defensa de la OTAN” (1). Este acuerdo implica un mayor equipamiento militar (y de asesores) para el ejército ucraniano, que se manifiesta en una mejor preparación en comparación a cuando se produjeron los enfrentamientos del 2014, donde se vio derrotado militarmente por las milicias de las repúblicas del Donbás, las cuales tenían un gran apoyo de la población en su mayoría ruso-parlante.
El conflicto en la frontera de Ucrania y Rusia tiene sus propias particularidades, el nivel de aprobación de Zelensky es muy bajo, producto de que la Pandemia agudizó una situación económica que ya venía muy deteriorada. Pero a su vez esto podría potenciarse si se produce la puesta en funcionamiento del Nordstream 2, ya que perdería la entrada de miles de millones de dólares en concepto de “derecho de paso” por los viejos gasoductos de la época soviética, con el bypass que se realizaría a través del Mar Báltico.
Sin embargo, no se puede tomar lo que sucede en Ucrania como un problema meramente regional, sino como uno de los ejes de la política implementada por parte del sector de la burguesía imperialista que gobierna actualmente EE-UU, la cual va a seguir profundizando las contradicciones en la relación entre los Estados.
La crisis económica mundial, agravada por un año de Pandemia, (ver declaración 1º de Mayo) hace que quede menos margen para el reparto del mercado mundial entre las diferentes potencias imperialistas, y EEUU con la nueva administración de Biden que “reubica sus fichas”, está a la ofensiva, haciendo valer su poderío militar y económico que, aunque está en retroceso, sigue siendo el principal del mundo.
La ofensiva del imperialismo yanky
El gobierno de Biden, ha empezado su mandato a la ofensiva, como lo dicen sus propias palabras, para “recuperar el terreno perdido”. No solo aumentando la presión sobre China, sino que ahora también vuelve a retomar la ofensiva sobre Rusia, como en los últimos años del gobierno de Obama. En el caso de China, se trata de una continuidad con la política el gobierno de Trump, que había comenzado con Obama, cuando el departamento de defensa de EE-UU cambió sus “hipótesis de conflicto”, hasta ese entonces centradas en contra del “terrorismo internacional”, ubicando ahora como enemigo principal a las “grandes potencias” mundiales. Pero a diferencia de Trump, Biden está ejerciendo esa presión en acuerdo con otras potencias. Contra Rusia se apoya en la “vieja OTAN”, y contra China en Asia en el QUAD, una especie de “OTAN del Pacífico”.
Esto significa un cambio de táctica. Si Trump buscaba imponer la hegemonía absoluta de EE-UU, bajo el lema “America First”, es decir, queriendo imponer a los antiguos aliados sus pretensiones por la fuerza, ahora los demócratas buscan el mismo objetivo, pero con el discurso del “Regreso de la Diplomacia”, lo que implica buscar alianzas con otras potencias imperialistas y regionales, para imponer sus condiciones.
Para el caso del Indo-pacífico la política de Estados Unidos parece centrarse en la creación del denominado grupo de Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD), formado por Japón, Estados Unidos, Australia e India. Este se trata de “un foro estratégico informal entre los cuatro países que se mantiene mediante cumbres semirregulares, intercambios de información y ejercicios militares entre los países miembros”. (2) y (3)
Sí bien las tensiones se mantienen en varias zonas del sudeste asiático, en estas semanas pudo observarse en el estrecho de Formosa -que separa China de Taiwan- ejercicios militares con decenas de buques y aviones de última generación por parte del gobierno de Xi Xinping, que muestra sus músculos luego de que a comienzos de año se realizaran los ejercicios conjuntos del QUAD, y de que posteriormente EEUU y Reino Unido amenazaron con reconocer a Taiwan como estado independiente. Fue en ese mismo sentido provocador, la invitación a la líder de Taiwan a la asunción presidencial de Biden.
En el caso de Asia Oriental parece haber más deseos de subordinarse por parte de las potencias que conforman el QUAD a los yankys, que lo que sucede con la vieja OTAN en Europa. Para ser más precisos, nos referimos a Alemania y Francia, quienes formalmente integran la OTAN, pero ven con recelo la nueva política de Biden.
Durante el gobierno de Trump y a medida que se aceleraba la crisis económica, el imperialismo yanky fue perdiendo influencia con sus antiguos aliados europeos, haciendo que estos avanzaran en acuerdos con Putin y Xi Xiping.
Pero ese alejamiento del imperialismo yanky, no tuvo que ver solo con la rudeza con la que Trump pretendía imponer sus decisiones. Hay otros intereses como queda reflejado en el acuerdo comercial que Merkel firmó con China, justo cuando la presidencia rotativa alemana de la Unión Europea alcanzaba su fin y al mismo momento que ya se sabía el resultado de las elecciones en EEUU. Fue por eso que el mismo Jake Sullivan -vocero de Biden- había dicho a los alemanes que “esperaran para llevar adelante ese acuerdo”. Sin embargo, el ala del imperialismo alemán, representada por Merkel, hizo caso omiso a esa advertencia. Es que para Alemania el mercado chino se ha hecho atractivo, debido a la alta demanda de una clase media creciente y a la posibilidad de recortes en el mercado europeo producto de la Pandemia.
Pero donde más se centran las contradicciones de EE-UU con Alemania y Francia, es en cuanto al gasoducto Nordstream 2. La fracción gobernante del imperialismo yanky quiere evitar a toda costa que se refuercen los lazos económicos entre Alemania y Rusia, para que ello no derive en posteriores alianzas políticas y militares. Esta presión introduce factores de crisis al interior de la burguesía alemana, un sector de la cual mantiene fuertes lazos económicos con Rusia, a partir de la restauración capitalista en el Este europeo. (4)
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Para EE-UU es estratégico quebrar la relación de Rusia con Alemania (y Francia). Es en este marco que hay que entender el conflicto en el Donbás y Crimea, una ofensiva contra Rusia, pero que realidad es un tiro por elevación a sus competidores imperialistas europeos. En todos los medios de comunicación resonaron las palabras de Biden apenas asumido, cuando llamó “asesino” a Vladimir Putin, y que haría pagar a Rusia su intervención en las elecciones presidenciales de 2016 (ahora también lo acusa de intervenir en las elecciones de 2020).
Jake Sullivan: “la política exterior es política interior y viceversa”
A medida que pasan los meses, el nuevo gobierno demócrata, demuestra que no tenía ninguna intención de frenar la ofensiva que Trump desplegaba contra los otros imperialismos y potencias rivales. Atrás quedaron las loas de todos los reformistas y hasta de una parte de la izquierda que se reivindica trotskista en Argentina (PTS, nuevo-Mas) festejando el triunfo de Biden, e incluso agitando para que en EE-UU el pueblo se movilizara para que no se detuviera el conteo de los votos pedido en algunos estados por Trump. Tal como hacía en los ‘40 el stalinismo, que decía que había un imperialismo democrático y un imperialismo fascista, también los centristas disfrazados de trotskistas, inducen a creer que dentro mismo de EE-UU se habría producido una división en la burguesía imperialista entre un sector fascista representado por Trump y un sector democrático o “progresista”, representada por Biden.
Es que EEUU, si bien está atravesando una crisis económica sin precedentes, sigue siendo la principal potencia militar y económica del mundo; como dijo el vocero de la nueva administración Jake Sullivan “la política exterior es política interior y viceversa” (6). Eso significa que, solo puede resolver sus contradicciones internas saliendo a la ofensiva, haciendo pesar su principal hándicap: el poderío militar.
Parafraseando a Trotsky -en el artículo “Nacionalismo y la Economía”-, si con Trump el imperialismo yanky “como un tigre hambriento se replegó en su cubil nacional, preparándose para dar nuevos saltos”, hay que ver si ahora con Biden no estamos viendo al tigre en el aire, abalanzándose contra su presa.
(1)https://www.nato.int/cps/en/natohq/opinions_183016.htm
(3) “En su primer cambio de política exterior tras la salida de la Unión Europea (UE), Reino Unido anunció su intención de convertirse en un actor en Asia. Así mismo, calificó a Rusia como a su “amenaza más grave”, mostrando un paralelismo con la percepción de amenaza de Estados Unidos. Por último, declaró que aumentará su arsenal nuclear a un total de 260 ojivas, con el objetivo de incrementar su disuasión ante Rusia y China.”
(4)El Consejero delegado de la Empresa Nordstream 2 es Mattias Warnig, antiguo integrante de la vieja policía secreta de Alemania del Este –la Stasi- con estrechos vínculos con Putin a través de la KGB.
(5)El conflicto con Turquía surge del apoyo de EEUU al intento de golpe contra Erdogan en el 2016.
(6) https://www.youtube.com/watch?v=N4zdcUo0j8A El proyecto Biden – Estados Unidos y las relaciones internacionales | DW Documental.
Remo Dicasap
22/04/21