El Papa también “arma”

En el último mes se sucedieron los viajes al Vaticano de políticos, funcionarios y burócratas sindicales. El 16/9 el Papa recibió una delegación de la CGT, integrada por todas sus alas internas. No es ningún secreto la estrecha relación que mantiene la burocracia sindical con la Iglesia católica, a través de la Pastoral Social. Este ministerio de la iglesia, registra a través de los curas instalados en las barriadas obreras y populares de las grandes ciudades el estado de ánimo de sus habitantes, y en función de su análisis articula políticas junto con sus aliados de la militancia política y social. A la CGT le sirve como termómetro para tener un panorama más completo de lo que pasa en el ámbito laboral de las fábricas empresas y establecimientos. En ellos la burocracia cumple la función de contener las luchas verdaderas, a la vez que cuando necesita negociar con el gobierno el mantenimiento de sus prebendas, puede llegar a abrir las válvulas de la movilización parcial y controlada de sus bases sindicalizadas. En otras palabras: La Iglesia y su mandamás, el Papa orientan la acción de la CGT.

Pero no solo “aconsejan” a la burocracia sindical sino también a la burocracia de los “movimientos sociales”, que también actúan como factor de contención en “el territorio”, como llaman ellos a los mencionados barrios. Los movimientos sociales que funcionan bajo la sotana de la iglesia son principalmente los llamados “Cayetanos”, porque son los que organizan -en conjunto con los curas- las marchas semi-sociales y semi-religiosas en el día del “santo del pan y del trabajo”: El Movimiento Evita, la Corriente Clasista y Combativa, Barrios de Pie y Libres del Sur, el Frente Darío Santillán, unificados en la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), que tiene como nuevo dirigente a Alejandro Gramajo, quien reemplazó a Esteban “Gringo” Castro  como secretario general.

El Papa también se reunió con Juan Grabois. Todos conocen la estrecha relación de Grabois con el Papa, del cual se dice “amigo personal”. Pero pocos saben que Grabois es también un “funcionario” de El Vaticano, que fue asesor del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, que luego se transformó en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Es decir, Grabois tiene una relación orgánica con la Iglesia y su Estado quienes actúan para la salvaguarda de los intereses del capitalismo imperialista en general.

Con Grabois, el Papa “arma” adentro del peronismo, intentando ocupar una franja de su ala izquierda. En las pasadas elecciones Grabois participó en la interna en oposición a Sergio Massa, recogiendo la votación de los sectores de la militancia juvenil descontenta con el candidato designado por CFK. Pero, luego, sin sacar los pies del plato, Grabois lo llamó votar. Por eso CFK lo dejó correr a Grabois en la interna, porque al fin y al cabo sirvió para “contener” electoralmente a los descontentos.

La Iglesia se sabe es una institución plenamente integrada al Estado burgués. Históricamente, como institución siempre estuvo del lado del poder de turno. Fue la cobertura religiosa de todas las guerras de conquista de los reyes medievales y de los conquistadores de América. Durante las crisis capitalistas juega un rol muy importante: predicando la paz, tratando de amortiguar la lucha de clases, llamando a la conciliación y al pacifismo, sostiene el orden capitalista vigente. Pero para poder hacer eso, debe tener una base social. Esta base la consigue por medios religiosos, a través de la captación de fieles a sus iglesias. Pero cuando la situación social se agrava y la crisis se profundiza, no alcanza solamente con la predica religiosa. Por eso la Iglesia católica ha creado ramas como la Pastoral Social para dirigir las organizaciones y los aparatos burocráticos que actúan en el terreno sindical y social. Preventivamente se ubican en el frente político y social de oposición que puede tener lugar un ascenso de la lucha de clases, ganado autoridad entre sus bases, para cuando el ascenso se desencadene poder reencausarlo por las vías institucionales, para moderarlo, para impedir que se desarrolle una revolución. Así juega la Iglesia. Parece que ayuda a los trabajadores y a los pobres, pero está para seguir manteniéndolos esclavizados al régimen capitalista explotador. Religiosamente promete que de ellos será el reino de los cielos, siempre y cuando bajen la cabeza y acepten las penurias en la vida terrenal. Grabois, como hace la iglesia, dedica su militancia a los “excluidos”. Se propone mejorar sus condiciones de vida, pero sin que se plantee ninguna opción para salir de la indigencia. Ni siquiera plantea la promesa reformista del ascenso social, sino que se trata de un reformismo de la supervivencia. En ese sentido es el complemento ideal para las actuales condiciones de decadencia del orden burgués internacional, que va arrojando cada vez más trabajadores a la desocupación. Cual es la respuesta de Grabois para esta situación: que los desocupados se inventen sus propios trabajos. Un retorno a la economía de subsistencia precapitalista. En Bolivia, García Linera, le puso el nombre de la economía social del Buen Vivir. También se le podría llamar “pobres pero acostumbrados”. Milei dice, manera más brutal y abierta: que los pobres y desocupados se las arreglen como puedan. Grabois, con ayuda de la Iglesia, los organiza para pedir una ayudita del Estado para subsistir.

El Papa también “arma” con Kicillof y los empresarios y para ello impulsa una “mesa de diálogo” en la provincia de Buenos Aires, entre el Estado provincial, los empresarios y la burocracia de la CGT. En la medida que la crisis se desarrolle y la situación social se vaya calentando, esa alianza de conciliación de clases dará sus frutos como los dio el bloque de la UIA-Alfonsín-Duhalde y el MTA dirigido por Moyano, en el llamado “Grupo Productivo” en el 2001, operando en la crisis del gobierno de De La Rúa. Cuando el levantamiento popular gritaba espontáneamente “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, esa alianza de clases social y política, apoyada por la Iglesia que armó las “mesas de crisis” entre el Estado y las organizaciones de desocupados, logró reconducir el movimiento que cuestionaba al régimen, nuevamente al cauce electoral dentro de las instituciones. Esto lo pudo hacer, no sin crisis y sobresaltos, porque a pesar de la potencia de las movilizaciones de los trabajadores pobres y desocupados, a las que se sumaron las protestas de la clase media, ese movimiento de masas no tuvo un partido revolucionario que lo dirigiera.

La iglesia, vieja zorra con siglos de experiencia, viendo la fragilidad del apoyo popular que todavía conserva Milei, pero que entró en persistente declinación, ya se perfila para actuar nuevamente como gran malla de contención social, “armando” politica, social e institucionalmente con parte de los mismos sectores que protagonizaron el 2001.

La consigna de la clase trabajadora debe ser la independencia de clase. Nada de conciliación con nuestros explotadores ni con sus representantes políticos sindicales o religiosos. Agrupaciones clasistas en las fábricas y establecimientos, coordinación con la organización independiente de los barrios obreros y populares, y fundamentalmente la centralización en la organización de un partido de trabajadores para terminar con la explotación y la crisis del capitalismo expropiando a la burguesía, organizando una economía planificada en función de las necesidades obreras y populares y empezando el camino hacia el socialismo, para conquistar en la Tierra, lo que nos prometen dar en los cielos.

4/10/24

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