Venezuela, entre la sartén y el fuego:

Maduro logra sostener con fraude electoral el control del régimen capitalista dictatorial, contra los candidatos agentes directos del imperialismo

Está claro que el régimen cívico-militar policial -tal como el mismo Maduro lo ha caracterizado- sobre el que se apoya su gobierno, entró en crisis política luego de constatar el resultado desfavorable en las elecciones de este 28/7. Sin dar a conocer el resultado exacto de las elecciones, con solo un dato general que lo daba ganador, Maduro organizó rápidamente para el día siguiente su “proclamación” como presidente, cargo que ocupa desde hace ya 11 años cuando sucedió en el poder al fallecido Hugo Chávez en el 2013. El hecho de que todavía no se hayan presentado oficialmente las actas que acrediten el resultado electoral, es un indicio claro del fraude cometido. No hay ninguna otra razón que lo justifique.

Milei se lanzó primero, para ser más “trumpista” que Trump, acusando a Maduro de dictador. Es algo muy conocido en política esto de “gritar en un lugar y poner los huevos en el otro”, como el tero. Emprender su cruzada contra la dictadura comunista venezolana le viene bien a Milei para ocultar sus simpatías con el régimen militar del 76 y el “ruido” que provocó la reciente visita de varios diputados libertarios a los presos condenados por crímenes de lesa humanidad, para llevarles la promesa de una pronta reivindicación, indulto o por lo menos prisión domiciliaria. Como la libertad de mercado se impone con represión y dictadura si fuera necesario, la vinculación ideológica de Milei es explícita, no solo por llevar como vicepresidenta a Villarruel, quien reivindica a Videla y Astiz, sino porque el propio Milei tenía como candidato “estrella” en Tucumán al hijo del general Bussi, el represor más importante de aquella provincia.

Las potencias imperialistas y sus lacayos semicoloniales como Milei, se hacen gárgaras democráticas, solo porque pretendían que las elecciones las ganara el candidato de María Corina Machado, que es algo así como la Victoria Villarruel de Venezuela. Es decir, un candidato directamente favorable a sus intereses. En cambio, nosotros luchamos por la defensa de las libertades democráticas porque en ese marco es mucho más facil la organización de los trabajadores para luchar contra los explotadores capitalistas en las fábricas y en el gobierno, y no porque pensemos que del Parlamento burgués o de las elecciones puede salir algo favorable para los trabajadores y el pueblo.

La maniobra fraudulenta concretada por el régimen gobernante de Venezuela, ha sido aprovechada por Milei para salir a vociferar -como es su costumbre- caracterizando a Maduro como comunista. Para Milei, todos los que no son ultraliberales como él, son comunistas o como mínimo socialistas. Así también motejó al kirchnerismo de socialista, a pesar de que “Cristina” se cansó de decir que ella es “burguesa” y que defiende al capitalismo. La realidad vale más que cualquier epíteto, y está muy claro que aun después de varios mandatos, vivimos en un país capitalista, en el cual, gracias al gobierno kirchneristas la burguesía “se la llevó con pala” (CFK dixit).  Pero en el caso de Venezuela, como el propio Chávez había caracterizado su proyecto político como el “socialismo del siglo XXI”, puede provocar confusión entre los trabajadores.  

La realidad es que bajo el gobierno de Chávez Venezuela siguió siendo tan capitalista como era antes, y con Maduro también lo es. Venezuela no tiene nada de socialista ni de comunista.

Como escribieron hace unos años los compañeros del CSR-ETO: “Es que el gobierno del PSUV no es antiimperialista. Ni ahora con Maduro-Cabello, ni lo fue antes durante el mandato de Chávez. Los fogosos discursos contra el imperialismo, nunca impidieron que la mayoría de las exportaciones petroleras de Venezuela fuera a EE-UU, ni la retórica contra el mismísimo «diablo» impidió concretar negocios petroleros formando compañías mixtas entre las grandes petroleras yankis y el Estado venezolano. Justamente por no haber traspasado el marco estructural del capitalismo semicolonial, es que la crisis internacional recae sobra la clase trabajadora y el pueblo pobre, mientras la boliburguesía sigue ganando con la especulación y el acaparamiento, y los burócratas gubernamentales y de las FFAA engordan sus bolsillos por medio de la corrupción” (6/9/17).

Venezuela venía de un gran levantamiento obrero y popular en febrero de 1989 (El Caracazo), que fue sofocado con una feroz represión por parte del ejército del gobierno de Carlos Andrés Pérez, y que dejó dos mil muertos. La inestabilidad política y la crisis del régimen llevó a que en el año 1992 el coronel Chávez ensayara un golpe de Estado, que fracasó y fue preso. Indultado en 1994 se dedicó a organizar un movimiento político para participar en las elecciones, con el cual ganó en 1998 y asumió como presidente al año siguiente. El gobierno de Chávez fue netamente capitalista, pero siguiendo la lógica del nacionalismo burgués posterior a la caída de la URSS, es decir, caracterizada por el fortalecimiento del imperialismo yanki, no se propuso realizar grandes expropiaciones, sino que, aprovechando los altos precios internacionales del petróleo, pudo ganar apoyo popular a partir de la distribución entre los sectores más pobres de un pequeño porcentaje de la renta petrolera. La gran empresa petrolera PDVSA ya era una empresa estatal desde 1975. El hecho de que la distribución de la renta se hiciera según la conveniencia del Estado controlado por el chavismo para formar una “boli-burguesía” adicta al régimen, en lugar de que esa renta se distribuyera según las reglas del mercado capitalista, provocaron roces con la gran burguesía venezolana y con el imperialismo yanki que quería controlar directamente la segunda gran reserva petrolera mundial. Chávez se salvó de un golpe de Estado preparado por Fedecámaras (organización de la gran burguesía) y el imperialismo en el 2002, gracias a la movilización de la clase trabajadora y del pueblo pobre en varias ciudades y en los barrios cercanos a Caracas, principalmente de El Petare. Durante la década restante de su mandato, la economía venezolana no hizo más que declinar a pesar de que subieron los precios del petróleo y su producción. Su sucesor, Maduro, llevó la economía a la hiperinflación, al desabastecimiento de los productos de consumo elementales para una familia, al desabastecimiento de combustibles debido a la corrupción y desinversión en las refinerías de PDVSA, y en consecuencia a los apagones energéticos recurrentes. Lo que hay en Venezuela es una gran crisis capitalista y ni Chávez ni Maduro tienen nada que ver ni con la clase trabajadora ni con el comunismo.

Un Estado Obrero en transición hacia el socialismo solo es posible con los trabajadores tomando el poder del Estado con sus organizaciones de clase. Expropiando a la burguesía y al imperialismo y cambiando radicalmente la economía. Al revés de lo quiere Milei, una economía que se rija por las leyes ciegas del mercado, una economía obrera y en transición al socialismo se basa en la planificación económica a partir de controlar los medios de producción que antes estaban en manos de los capitalistas y ahora estarán en manos de los trabajadores. La crisis que estamos atravesando en este momento en la Argentina, no es consecuencia del socialismo, sino que es típicamente capitalista, tal como fueron todas las crisis anteriores. Para no ir más lejos podemos mencionar las crisis de los 80-82 bajo la dictadura militar. La crisis del 86-89 con los radicales de Alfonsín que derivó en hiperinflación. Y la crisis del 2001 con el gobierno de De la Rúa, pero preparada por la hiper-desocupación que se fue gestando en el gobierno de Menem.

Durante esta crisis, el gobierno de Milei le da carta blanca a las patronales para que despidan e incluso quiere abaratarle el costo de la indemnización. Plantea una reforma laboral para aumentar la explotación de los trabajadores, que si fuera por el gobierno trabajaríamos hasta los 75 años, a merced de la dictadura del capital que los empresarios ejercen en sus fábricas y empresas, con jornadas de 12 hs y con sueldos miserables. En un Estado Obrero en transición al socialismo nada de eso podría ocurrir. El trabajo se distribuiría entre todos los que están en condiciones de trabajar, y se podría reducir la jornada laboral, cobrando un salario que como mínimo cubra la canasta familiar total ($1.400.000). En cambio, en la Argentina gobernada por el mercado el salario minimo será en este mes de agosto de $ 262.432,93. Es decir, 200 u$d.

En un Estado Obrero y para avanzar hacia el socialismo, en lugar de que los empresarios la “levanten con pala”, y fuguen al exterior los dólares, dejando cada vez deudas mayores, se ahorraría un excedente de la producción social que, luego de cubrirse todas las necesidades de los trabajadores (salud, vivienda, educación, etc.), iria a un fondo para invertir en la producción para desarrollar los sectores productivos en función del plan elaborado por los propios trabajadores. En lugar del protocolo represivo de la Bullrich o la Guardia Nacional Bolivariana, los colectivos motorizados fascistas y las FFAA de Maduro, el Estado obrero garantizaría una amplia democracia para la gran mayoría de trabajadores y una organización de milicias obreras se ocuparía de reprimir a los elementos burgueses e imperialistas contrarrevolucionarios que se levanten en armas contra el poder de los trabajadores. Limpiarían definitivamente al pais del narcotráfico y la delincuencia que asola los barrios obreros y populares. El control de las asambleas de base, haría muy dificil la burocratización de los delegados que se encargan de las funciones del Estado. Estos serían además revocables y cobrarían el sueldo promedio de un trabajador especializado.

Para evitar la burocratización -como ocurrió en la URSS- y alcanzar el socialismo, hace falta que la revolución obrera conquiste el poder para los trabajadores en los principales países desarrollados. Así como ningún país capitalista puede progresar aislado, tampoco los Estados Obreros pueden avanzar al socialismo, si la revolución solo triunfa en los países más pobres y atrasados de la tierra como era Rusia en el siglo pasado.

Tras la caída de los regímenes stalinistas burocratizados, el imperialismo impulsó una campaña de propaganda, diciendo que el socialismo fracasó. Frecuentemente se escucha a los periodistas sirvientes del capitalismo preguntar a candidatos de izquierda “¿y en qué lugar existe algo como lo que Uds proponen?”. La mayoría del pueblo no conoce que el capitalismo no existe desde siempre, y que no se impuso de una sola vez, sino que la lucha de la burguesía contra la nobleza feudal -con sus períodos de treguas y acuerdos- duró alrededor de -por lo menos- 200 años, si empezamos a contar desde la revolución inglesa de Cromwell de 1650. Pero, además, el capitalismo no durará para siempre, como quieren creer los burgueses. El régimen capitalista está históricamente condicionado por sus propias contradicciones internas, como lo estuvieron los regímenes de explotación que lo precedieron: el esclavismo y el feudalismo. En este momento, la crisis del capitalismo no encuentra salida por medios económicos “normales” y está arrastrando a la humanidad a una nueva guerra mundial. Si en el curso de la lucha contra la guerra los trabajadores no logramos organizar nuestro partido revolucionario internacional para conquistar el poder y construir el socialismo, nos espera un futuro de barbarie, que es el único lugar al que nos puede llevar la prolongación de la existencia del capitalismo, en la época de su decadencia imperialista.

PCO-La Causa Obrera (Argentina), 4/8/24

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