El asesinato de Nahel Merzouk, un joven de 17 años por parte de la policía desató una furiosa ola de protestas, principalmente en la ciudad de Nanterre -una de las llamadas “cités”, barrio pobre de los suburbios (banlieues) de París- donde vivía Nahel. El joven francés fue baleado por negarse a obedecer un control de tránsito. La policía lo asesinó a quemarropa, algo que desató una furia generalizada en las principales ciudades de Francia. Y aunque han disminuido en intensidad, tras ocho días las protestas continúan.
Nahel que tenía ascendencia argelina y marroquí trabajaba como repartidor, no era un “delincuente reincidente” como lo quieren presentar los agitadores fascistas en las redes, y aunque lo hubiera sido eso tampoco justifica su asesinato “a sangre fría”. Tampoco se trató de un hecho aislado ya que el año pasado hubo 13 asesinatos en controles de tránsito, similares a este. Es tan alevosa la actuación criminal de la policía que hasta la Oficina del Alto Comisionado para los derechos humanos de la ONU (la defensa verbal de los DDHH le sirve a esta institución imperialista para “lavarse la cara”), tuvo que reaccionar haciendo un llamado “para que el país aborde seriamente los problemas profundos del racismo” en sus fuerzas represivas. Pero esta represión asesina no es una excepción francesa, es la misma que asesinó a George Floyd y tantos otros jóvenes negros o latinos en EE-UU; es la misma represión que ejecutan los carabineros chilenos con amparo legal del gobierno de Boric, y el mismo “gatillo fácil” que ocurre frecuentemente en los barrios pobres de Argentina. No es solo racismo. Es una violencia de clase ejercida por el aparato estatal, para someter a la juventud que se rebela contra las miserables condiciones de vida en las que no encuentran ninguna expectativa para su futuro.
No es la primera vez que ocurre. También hubo un “estallido” en 2005, con 19 días de protesta, cuando la noche del 27 de octubre de ese año, en Clichy-sous-bois, al este de París, tres jóvenes se escondieron en un transformador eléctrico ante la persecución de la policía. Dos de ellos Zyed Benna y Bouna Traoré murieron electrocutados, y el tercero sobrevivió a graves quemaduras tras permanecer en el hospital en estado muy grave. También hubo protestas y grandes movilizaciones en 2016 por el asesinato de Adama Traoré, por el cual al aproximarse un nuevo aniversario se realizará este sábado 8 de julio una 8va marcha reclamando justicia.
Ahora las revueltas comenzaron el 27 de junio, al difundirse por las redes sociales el asesinato de Nahel. Se sucedieron los incendios de vehículos y edificios, con algunas escenas dantescas impresionantes que se fueron extendiendo con el transcurrir de las noches a Marsella -en donde un grupo de unos 30 jóvenes asaltó a una armería-, en Lyon, en Toulouse y en muchas de las principales ciudades. El 29 de junio una marcha encabezada por la madre de Nahel fue reprimida con gases por la policía.
Los jóvenes se enardecieron contra los símbolos del poder estatal, de la represión y de los ricachones blancos. Fueron atacadas instituciones bancarias, alcaldías y comisarías, la bolsa de comercio, tiendas lujosas, lugares de comidas rápidas con precios que les son inaccesibles, incluso fue atacado el domicilio del alcalde de L’Haÿ-les-Roses, localidad de las afueras de París. Las protestas en Francia tuvieron repercusión en Bruselas (Bélgica) y en Lausana, Suiza.
Desde el martes, se detuvo a 3.486 personas, se incendiaron 12.202 vehículos, se dañaron 1.105 edificios y 209 puestos de policía o gendarmería, según el último parte oficial. El ministro del Interior de Macron es Gérald Darmanin -simpatizante de la organización Actión Française que se define como «monárquica, nacionalista y soberanista»-, desplegó 45 mil efectivos de la policía “antidisturbios” para enfrentar las protestas en más de 50 ciudades. Según el informe del ministerio, un gran porcentaje de los detenidos que salieron a protestar a la calle en estos días son menores de edad. El promedio de edad de los manifestantes tiene 17 años al igual que tenía Nahel. Son los jóvenes de los barrios populares, que forman parte de los sectores más precarios de la clase obrera, excluidos del mundo del trabajo formal. Nahel, que abandonó un curso de electricista para trabajar como repartidor y que tenía como “ambición” ser mecánico, era uno de ellos.
La izquierda reformista y los dirigentes sindicales han brillado por su ausencia y no han actuado contra la represión en los barrios populares de los últimos días que se cobró la vida de Mohamed, otro repartidor de 27 años, en Marsella. En una actitud vergonzosa pero que no sorprende, la burocracia sindical no llamó a movilizar contra este asesinato, reafirmando que son un importante soporte del estado racista y represor, que además contienen en su seno a sindicatos de policía como si estos elementos del aparato de represión del Estado fueran trabajadores (1).
En cambio, izquierda “institucional” (así se la llama en Francia) participó el pasado lunes 3 de julio, de las manifestaciones frente a los municipios que convocó la Asociación de Alcaldes de Francia -encabezada por la derecha-, tras el ataque a la vivienda del alcalde de Häy-les-Roses, para condenar las revueltas. No solo el PS y el PC, sino también La Francia Insumisa (LFI de Mélenchon), y Europa Ecología Los Verdes (EELV), los que juntos integran NUPES (Nueva Unión Popular Ecológica y Social) acudieron prestamente al llamado de la derecha para respaldar el orden burgués (republicano) cuestionado.
Esta es la tercera acción de masas que se produce durante el gobierno de Macron: a fines de 2018 se produjo el movimiento de los chalecos amarillos; y a principios de este año las huelgas y manifestaciones contra la reforma jubilatoria que, finalmente impuesta por decreto, gracias a la colaboración con el gobierno de la burocracia sindical que paralizó la lucha cuando debía haber avanzado a una huelga general indeterminada.
Las acciones de protesta le han costado mil millones de euros a la burguesía imperialista francesa y su “república”, aunque la vida de Nahel no tiene precio, así le han hecho pagar su asesinato.
Nosotros apoyamos la violencia de los explotados y los oprimidos. Los partidos burgueses “republicanos” cínicamente dicen lamentar “la muerte” (no quieren hablar de asesinato) de Nahel, pero luego ponen el acento en condenar la violencia de los oprimidos, dicen que así no hay que manifestar, que las manifestaciones para “reclamar” deben ser pacíficas. Quieren trabajadores y jóvenes pobres dóciles, que protesten, pero sin sacar los pies del plato del sistema. Y, sobre todo, lo importante para cambiar las cosas -dicen- es votar, como si esto hubiera servido para algo en los 70 años de opresión colonial y semicolonial sobre los argelinos y otros inmigrantes que por generaciones se vieron obligados a buscar una vida mejor en la metrópoli que les es permanentemente negada. Los inmigrantes, como mano de obra barata, en trabajos precarios, le sirven a la burguesía para aumentar sus ganancias. Durante las crisis las campañas racistas son utilizadas para dividir a los trabajadores y fomentar el fascismo en las clases medias en crisis.
El centro derecha y los reformistas dicen que esta violencia le hace el juego a la extrema derecha. Que ésta va ganando el debate de las ideas. Como si se pudiera convencer a los fascistas con una discusión de ideas, cuando ¡¡¡sus ideas consisten en que la solución a los problemas económicos pasa por aplastarle la cabeza a los trabajadores e inmigrantes pobres!!!
Por otra parte, resulta de una impertinencia pedantesca la posición de algunas organizaciones que se reivindican trotskistas, como la del CCRI (*), agrupamiento internacional formado por RCIT y Convergencia Socialista (de combate). En su declaración dice que quieren que la rebelión de los jóvenes franceses “se convierta en una rebelión consciente”. La rebelión es tan consciente como puede serlo sin una dirección revolucionaria. Es bien consciente contra la opresión y el racismo, lo que no tiene es una organización centralizada, ni un programa y una estrategia orientada a liquidar las razones de fondo que están en la estructura capitalista imperialista del régimen social de la república francesa. Para que la rebelión sea consciente este agrupamiento trotskista dice que hay que “dotarlas” de un programa y propone “la incorporación al movimiento de otros sectores obreros y populares que coincidan, por ejemplo, en la exigencia de desarmar a la policía para que ya no puedan matar gente a voluntad”. ¿Desarmar a la policía? Es la vieja versión revisionista con reminiscencias del programa de democratización de las fuerzas armadas morenista. ¿Y quién va a desarmar a la policía? ¿el Estado imperialista francés? ¿será a través de alguna ley en el Parlamento? Estos pretendientes a dirigentes revolucionarios de la rebelión, no lo explican.
Nosotros pensamos que lo que está planteado ahora organizar comités de acción de jóvenes trabajadores y grupos de autodefensa no solo para enfrentar la violencia policial, sino también para aplastar los núcleos de bandas fascistas que han surgido. Y que estos comités deberían tener una política para empalmar con la clase trabajadora formalmente ocupada, apoyando sus reivindicaciones y denunciando a la podrida burocracia sindical. Buscando afanosamente la unidad de acción y el frente único.
En cambio, la CCRI cree que esos “comités de barrio o asambleas populares … deben discutir la mejor manera de resistir el acoso policial y cómo evitar daños innecesarios a la comunidad durante los disturbios”.
Estos “trotskistas” ya han olvidado a Marx cuando recomendaba a los comunistas:
“Es cosa fuera de duda que en los futuros sangrientos conflictos, como en todos los anteriores, los trabajadores, por su valor, resolución y espíritu de sacrificio, formarán la fuerza principal en la conquista de la victoria. … Los trabajadores, sobre todo durante el conflicto e inmediatamente después, deben tratar, en cuanto sea posible, de contrarrestar todas las contemporizaciones y sedantes burgueses, obligando a los demócratas a llevar a la práctica sus terroríficas frases actuales. Deben actuar de tal manera que la excitación revolucionaria no desaparezca inmediatamente después de la victoria. Por el contrario, han de intentar mantenerla tanto como sea posible.
Lejos de oponerse a los llamados excesos, deben emprenderse actos de odio ejemplar contra edificios individuales o públicos a los cuales acompaña odiosa memoria, sacrificándolos a la venganza popular; tales actos, no sólo deben ser tolerados, sino que ha de tomarse su dirección.” (Carlos Marx, Circular del Comité Central a la Liga Comunista, marzo de 1850).
5/7/23
1) Para que tengan presentes también algunas organizaciones centristas que, aunque se reivindican trotskistas, pero que han liquidado el contenido revolucionario de su programa, pretendiendo organizar sindicatos policiales, les recordamos “lo principal”:
“En todas las repúblicas burguesas, incluso en las más democráticas, la policía es (junto con el ejército permanente) el principal instrumento de opresión de las masas… Como la policía está separada del pueblo y forma una casta profesional aparte reclutada por elementos “amaestrados” en el empleo de la fuerza contra las capas pobres de la población y que (sin hablar de los ingresos de “impecable” origen) disfrutan de un salario bastante crecido y de los privilegios del “poder”, es inevitable que en todas las repúblicas gobernadas por la burguesía sea el instrumento más leal de esta. Conservando la policía jamás podrá implantarse una reforma seria ni radical en favor de las masas trabajadoras. (Lenin, Se olvidaron de lo principal, mayo de 1917).
*) CCRI: Corriente Comunista Revolucionaria Internacional