El mismo guiso recalentado, pero más picante

Alberto Fernández y sus ministros -con Guzmán a la cabeza- se pasean por los programas de televisión y los escenarios con el relato de que su gobierno ha logrado recuperar el crecimiento económico. Burda mentira. Lo que ocurrió en realidad es que -como en todos los países- cuando se levantaron las restricciones por la pandemia, la economía volvió a funcionar a pleno y hubo un rebote, es decir, una recuperación de la caída, pero no un crecimiento. Encima ese rebote ya se aplanó y -más allá del arrastre estadístico- la economía está estancada y con pronóstico recesivo para el segundo semestre.

Fuera de la ficción que emana de la casa Rosada, en la realidad, nadie tiene dudas de que la situación económica y, por lo tanto, la calidad de vida de los millones de trabajadores empeora al ritmo de una inflación acelerada y una desocupación disfrazada por el INDEC a través de contabilizar programas de asistencia social como empleos. 

Alberto Fernández se aferra al salvavidas de plomo de Martin Guzmán, que tiene el apoyo del imperialismo y ha atado su destino al plan de ajuste del FMI. Tan es así que el propio ministro Guzmán ha reconocido abiertamente que el acuerdo de fines de marzo con Georgieva no es una imposición, de la cual podrían intentar zafar en cuanto la “relación de fuerza” se lo permita, sino que es SU plan, el plan del gobierno. 

Esto no es extraño. Alberto Fernández representa -como siempre- a los grandes consorcios capitalistas que producen en el país, con los que se reúne frecuentemente y son su fuente principal de apoyo político. Y el FMI  representa los intereses de las grandes potencias mundiales, principalmente EEUU, y la oligarquía financiera internacional. Por eso la política de ajuste, no es solo una condición impuesta “desde afuera” por el FMI, sino que también es el reclamo de los propios grandes capitalistas argentinos para mantener o acrecentar sus ganancias, al costo de hundir aún más en la miseria al pueblo trabajador. 

El gobierno es como un barco escorado a causa del “fuego amigo” post derrota electoral, que aunque muy averiado tiene que llegar a puerto, con por lo menos una parte de la misión que le encargan la burguesía y el imperialismo, realizada. 

Camas separadas

Cristina Fernández y la Cámpora se despegan de un gobierno cada vez más odiado por el pueblo. Esta maniobra política de lavarse las manos responde a dos grandes razones. La primera es que ya están pensando en las elecciones del año próximo y saben que Alberto Fernández a lo sumo puede aspirar a terminar su mandato, pero ni de casualidad a la reelección. En segundo lugar, el kirchnerismo representa más directamente al sector de los empresarios “pymes”, que no llegan ni de lejos al nivel de productividad necesario para competir en el mercado mundial. Este sector de los capitalistas, que se sostiene a caballo de subsidios, y condiciones de trabajo negreras, ve en el “Estado”, tan alabado por el kirchnerismo, su tabla de salvación. A mantener el apoyo de ese sector burgués va dirigida toda la propaganda K de “distribución de la riqueza”: aumentar las retenciones al “campo” para mantener los subsidios a las pymes.  

Pero a nadie le interesa lo que nos pase a los trabajadores y el pueblo. Mientras Alberto toca la guitarra a sus adeptos del Movimiento Evita, CFK hace mutis por el foro para no quedar pegada al desgaste del gobierno nacional. No quiere cargar con los costos políticos de la impopularidad del gobierno, pero tampoco rompe ni impulsa la lucha para forzar ninguna corrección del rumbo. Es que para eso lo eligió a Alberto Fernández, para que haga el trabajo sucio, así como en el 2015 había elegido al “neoliberal” Scioli. Como abiertamente defensora del capitalismo, CFK sabe perfectamente que, en este marco de crisis mundial, agravado en el plano nacional por las características particulares del país, no hay mucho margen de maniobra.  Aunque trata de actuar según el guion que le corresponde para mantener sus bases de apoyo político, sabe que en este marco de aguda crisis se va a imponer el programa del capital local más fuerte y el imperialismo. Entre otras cosas, es por eso que nunca se opuso a un acuerdo con el FMI. Incluso ha reivindicado su condición de “pagadora serial”. Solo se diferenció por algunas condiciones del acuerdo negociado por Guzmán. El mismo Guzmán ahora objeto de los dardos de “Cristina”, fue elegido o aceptado por “ella” para las negociaciones con el FMI dadas las credenciales que portaba de ser un discípulo de Stiglitz, el premio Nobel “heterodoxo” en el que se referenciaban los K.  

La burocracia sindical sostiene al gobierno

La CGT de los gordos y moyanistas amagó con hacer una marcha cuidándose de no apuntar contra el gobierno que aplica el ajuste. Pensaban manifestar «contra la inflación», responsabilizando a los empresarios “formadores de precios”. Pensaban movilizar a sus bases haciendo varias “paradas” en las puertas de algunas de las empresas más importantes, sobre todo del sector alimenticio.  Sin embargo, hasta esta payasada inofensiva para el gobierno, que solo estaba destinada a simular que la CGT “algo hace”, les pareció mucho, demasiada combatividad, y ya la están levantando con la excusa de viajes al exterior de dirigentes como Martínez o Moyano. 

En realidad, lo que pasa es que saben que la situación de muchos trabajadores es angustiante. Y todavía no hemos tocado fondo. Como dijimos arriba, lo que el gobierno llamaba crecimiento fue un simple rebote post-pandemia, que ya se frenó entrará forzosamente en un declive recesivo. Las condiciones económicas se agravan. La inflación estimada ya ronda el 75 % anual y no se puede descartar que ocurra un salto devaluatorio en los próximos meses.

Por lo tanto, ante tanta sequía, sacaron la conclusión de que no era conveniente ni siquiera convocar esa movilización pedorra, ya que la cosa no está ni para prender un fósforo.

La CTA-A, por su parte, hizo el 24 un paro intrascendente contra “la visita” del FMI y una movilización con muy pocos trabajadores de los sindicatos afiliados, que solo se notó por la participación de varias organizaciones de desocupados. Marchar contra la visita del FMI es otra forma descarada, por omisión, de apoyar al gobierno.  Otro “acting” tratando de salvar la ropa sin ni siquiera rozar la estabilidad del gobierno.

Todos estos burócratas son los principales garantes de la “gobernabilidad”. Lo bancaron a Macri, y no hicieron olas, llamando a los trabajadores a la calma a esperar el cambio de gobierno, diciendo que “hay 2019”. Después, hasta los que la van de sindicalistas autónomos e independientes, como Yofra, por ejemplo, de la Federación de Aceiteros, llamaron a votar por el dúo Los Fernández, Alberto y Cristina. Ahora se hacen los distraídos. Hay que marchar contra la inflación o contra el FMI, por la soberanía nacional o contra los empresarios, contra cualquier cosa menos contra el gobierno del Frente de Todos, donde cada uno de ellos ha puesto alguna ficha. Son traidores de los trabajadores, agentes de las patronales y sus gobiernos. Cuando los trabajadores no aguanten más esta situación y se levanten, también van a ajustar cuenta con estas lacras.

Preparando platos más picantes

Mientras Alberto y Cristina emulan a Los Pimpinela, y el pueblo trabajador sufre cada día más, la oposición liberal de Juntos por el Cambio y su “hijo” extremista Milei, desarrollan una campaña ferozmente reaccionaria contra cualquier derecho adquirido por la clase trabajadora y otros sectores oprimidos. 

Dada la inesperada popularidad ganada en pocos meses por la esperpéntica caricatura de nazi-fascista con peinado batido, el propio Macri se anima a radicalizar hacia a la derecha su discurso político, tanteando las condiciones para volver a ser candidato, y planteando que cuando vuelvan al gobierno “el cambio” va a ir en serio.

Desde varios canales de TV se despliega una intensa campaña contra las organizaciones “piqueteras”, contra los desocupados, lanzando con ferocidad y abiertamente acusaciones de que son vagos que no quieren trabajar; que hay laburo, pero los piqueteros prefieren vivir de los planes; que los dirigentes son políticos que los llevan obligados; induciendo sospechas sobre porque van en micros (¿?); o porque van organizados (¿?); o por qué las mujeres van con los hijos (¿?). Y sobre todo cuando cortan las calles del centro, en la 9 de julio, por ejemplo, truenan de odio contra los que cortan las calles y privan a los “esforzados” porteños que “van a trabajar” de “su derecho” a transitar, sin molestarse en pensar por los derechos de esos pobres y de sus hijos a comer.

Preparan el terreno para una profunda ofensiva antiobrera y antipopular con apoyo social en la clase media y algunos jóvenes de la clase trabajadora que se comen el discurso “antisistema” de la derecha liberal. Para esto se sirven de la desesperante situación actual, de la complicidad de todas las alas de la burocracia con el gobierno, y de la impotencia de los partidos del FIT-U con su propaganda tibia, que no termina de sacar los pies del plato del régimen burgués, por lo cual ni juntos ni separados logran ser un polo de atracción política entre los trabajadores más conscientes. 

Los trabajadores debemos levantar la guardia y prepararnos para luchar

Los trabajadores debemos levantar la cabeza y al mirar hacia adelante comprenderemos que no hay nada bueno que esperar. Las cosas van a ir de mal en peor. Debemos sacudirnos la pasividad y organizarnos para enfrentar el ataque si no queremos sufrir niveles cada vez mayores de miseria y descomposición social (inseguridad, alcoholismo y drogadicción en la juventud, violencia machista, etc.). Para eso debemos romper con todos los partidos patronales, sean de JxC, liberfachos o peronistas y kirchneristas. Empezando por combatir a la burocracia que dirige los sindicatos y movimientos sociales. Burocracia que, en su mayoría aplastante, milita en alguno de los sectores internos del Frente de Todos. 

La resistencia a la aplicación del acuerdo hambreador no puede limitarse a defender un status quo ya desastroso. Es necesario levantar un programa propio de la clase trabajadora que plantee contra la desocupación la lucha por el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados hasta alcanzar la plena ocupación; en lugar de las paritarias en las que nuestro sueldo pierde con la inflación hay que luchar para que el sueldo mínimo sea igual al costo de la canasta familiar total, y que se indexe automáticamente con la inflación real, cuyo índice sea determinado con la participación de representantes de los trabajadores. Para conquistar estas reivindicaciones de importancia vital, y que son las únicas que nos pueden dar la base para una vida digna, los trabajadores debemos ser conscientes que expropiarle a los capitalistas la propiedad de los medios de producción, comenzando por el más productivo en la Argentina: las grandes propiedades de tierra de la pampa húmeda y el complejo agroindustrial y alimenticio. Las grandes y medianas empresas industriales, de energía, sean nacionales o extranjeras, los bancos, las cadenas de distribución comercial, los transportes, etc. Esto solo puede ser impuesto por el derrocamiento del régimen capitalista y la instauración de un gobierno de los trabajadores por medio de la revolución socialista. Todo esto que parece muy difícil y distante empieza con un primer paso: hay que organizarse para construir un partido revolucionario. Nosotros desde La Causa Obrera te llamamos a que te unas a nosotros en esta lucha. 

Turco Morales y Pedro Quartucci 

27/5/22

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