Este 24 de marzo: Luchemos contra el ajuste del gobierno-JxC-FMI y los preparativos de una guerra mundial

El golpe del 76 y el ajuste

El golpe de Estado fue un golpe contrarrevolucionario, para quebrar la resistencia de la clase obrera e imponerle un plan de superexplotación al servicio de las grandes patronales y el imperialismo. El trasfondo económico del golpe del 76 fue la crisis económica internacional que estalló en el 74, cuando el capitalismo a nivel mundial entró en crisis luego de los 20 años de crecimiento económico del boom de posguerra. Ahora cuando llevamos casi 15 años de crisis mundial que no encuentra salida, se le vuelve a plantear a la burguesía la necesidad de imponer un “ajuste”, es decir, aumentar la explotación de la clase trabajadora para sostener sus negocios. Por eso, a pesar de que Argentina tiene sus propias características de país semicolonial, no se puede aislar el acuerdo con el imperialismo, sin ubicarlo en el marco de la crisis mundial que comenzó en 2008.

Este pacto con el FMI es el compromiso de todas las camarillas políticas patronales para aplicar un programa de ajuste fiscal, tarifazos, miseria salarial y jubilatoria, flexibilización laboral, aumento de la edad jubilatoria. Como en el juego del gran bonete todos los políticos patronales responsabilizan al oponente por la deuda, el ajuste y la represión. El Congreso Nacional es la gran carpa de este circo donde el FMI administra la boletería. En la Cámara de diputados se formó un bloque del macrismo y oficialismo “albertista” que aprobó el acuerdo. Mientras el kirchnerismo, con la tranquilidad de que no peligraba la aprobación del pacto, hace que se opone y con la mirada puesta en las elecciones del año próximo, se despega políticamente de las consecuencias del ajuste. Cristina y Máximo Kirchner actúan para la tribuna mientras se cuidan de “no poner palos en la rueda” al acuerdo.

Así como hizo la burguesía y el imperialismo hace 46 años para imponer sus planes de superexplotación, si no le da resultado el canal de contención que pueda ofrecer el kirchnerismo, hoy no le va a temblar el pulso, si es que tiene que recurrir a una mayor represión cuando la clase trabajadora y el pueblo pobre se decidan a resistirlo masivamente.

La vuelta de Perón en 1973, que de la mano del Gran Acuerdo Nacional con la UCR y las FFAA (Lanusse) tenía como objetivo frenar el ascenso de la lucha obrera y popular iniciado en el Cordobazo. Las luchas de la clase obrera fueron desviadas hacia el apoyo al principal dirigente burgués, y luego amortiguadas, pero no derrotadas. Y tras la muerte de Perón, esas luchas alcanzaron su máxima expresión en la huelga general de junio del 75 contra el plan del ministro de economía Celestino Rodrigo y el gobierno de Isabel y López Rega. Fue esa huelga general, que había surgido por la base, a través de las coordinadoras fabriles de zona Norte, Sur y Oeste del Gran Buenos Aires, la que provocó la caída de López Rega y puso en crisis al gobierno peronista.

En esos años, igual que hoy fue fundamental, para garantizar la ofensiva capitalista, el papel de la burocracia sindical peronista, tanto antes del golpe con la participación en las bandas fascistas de la Triple A, como después entregando compañeros activistas a los grupos de tareas del ejército y la marina. Ahora son los gordos de Daer que defienden el acuerdo antiobrero con más entusiasmo que los propios empresarios, el moyanismo hace la plancha y la Corriente Federal-CTA cacarean, pero no impulsan ninguna lucha seria contra el ataque del gobierno y el FMI.  Se cuidan de no “hacer olas” que pongan en peligro el acuerdo y el régimen político que lo sostiene, y del cual son parte todas las bandas de la burocracia sindical. En aquellos años, los niveles de pobreza eran mucho menores que los actuales; la mayor parte de la clase obrera, estaba organizada en sindicatos. Hoy en día con altísimos niveles de pobreza, aproximadamente cercanos a 50% de la población, buena parte está desocupada, aunque continúa organizada, pero en movimientos sociales. Si en el 2001, los trabajadores desocupados fueron la vanguardia para tirar al gobierno de la Alianza, hoy en día están dirigidos por una burocracia que también cumple un papel fundamental en el acuerdo social.

 

Por eso los trabajadores y sectores populares debemos salir de la pasividad, no esperar que las actuales direcciones políticas y sindicales impulsen la pelea. Los compañeros más conscientes de esta situación debemos agruparnos y buscar la coordinación y la unidad entre los sectores de la clase trabajadora y el pueblo dispuestos a enfrentar la aplicación del plan de ajuste.  Las movilizaciones que han sido convocadas hasta ahora, contra esta ofensiva patronal del gobierno y la oposición macrista, tuvieron una relativamente importante adhesión. Sin embargo, las movilizaciones de presión al Congreso tienen un límite insalvable. La izquierda centrista del FITU podrá estar satisfecha con la notoriedad de sus “parlamentarios”, pero eso no sale del marco del circo de la “democracia” capitalista.

Con Ucrania como prologo, el capitalismo imperialista nos lleva a una nueva guerra mundial

Acercándose un nuevo 24 de marzo, estamos viviendo uno de los periodos más turbulentos y críticos de la historia. El mundo, dominado por el gran capital financiero (mega-bancos, grandes monopolios capitalistas), se recalienta en una carrera armamentística de las grandes potencias imperialistas que se preparan para llevar a la humanidad a una nueva carnicería mundial, preparándose militarmente para repartirse el mercado mundial a bombazos, peor que las guerras mundiales del siglo pasado teniendo en cuenta la capacidad destructiva de las armas actuales. El imperialismo yanky, aunque en retroceso desde lo económico, sigue siendo el hegemónico y, haciendo valer su poderío militar, mientras apunta los cañones hacia China, presiona en varios lugares del globo, provocando guerras como la actual invasión reaccionaria de Rusia a Ucrania.

Los medios de propaganda proimperialista nos bombardean con una campaña histérica mostrando a Putin como el nuevo Hitler, pero Rusia no es más que una potencia regional, aunque con un gran poderío militar heredado de la ex URSS. Putin tampoco es un aliado de los “pueblos pobres de mundo”, como quiere hacernos creer el kirchnerismo. Todo lo contrario, actúa en las ex repúblicas soviéticas como si fuera su patio trasero, sino miremos como recientemente como han sofocado el levantamiento obrero y popular en Kazajstán. Putin invade Ucrania porque el gobierno reaccionario de Zelensky estaba por ingresar a la OTAN, con lo cual los EE-UU tendrían una pieza clave para amenazar militarmente a Rusia. El gobierno de Ucrania no es una víctima involuntaria de atropello militar de Rusia, sino un jugador voluntario al servicio de los intereses imperialistas. Además, desde el 2014 sostiene ataques militares contra la población de las repúblicas separatistas de Donestk y Lugansk. Pero Rusia protege su seguridad a la manera imperialista: a costa de la sangre de los conscriptos rusos, le hará pagar al pueblo ucraniano con víctimas civiles y militares las consecuencias de la política reaccionaria de su gobierno. Por eso, sin ninguna duda, esta guerra es reaccionaria en ambos bandos. Los trabajadores ucranianos y rusos se deben unir como clase por sobre las fronteras de los estados nacionales, y luchar para transformar la guerra reaccionaria, en guerra civil revolucionaria contra sus propias burguesías.

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La única manera de parar la guerra mundial que se avecina es la revolución socialista

El capitalismo no puede ofrecer más que dos alternativas: la muerte lenta por miseria y destrucción del medio ambiente o la liquidación rápida de la guerra nuclear. No hay margen para salidas intermedias, reformistas. En la Argentina la única forma de que la crisis no sea descargada sobre nuestras espaldas, es si la lucha contra el régimen del FMI concluye con la conquista del poder por parte de los trabajadores.

Por eso en este 24 de marzo queremos plantear dos cuestiones fundamentales: una, que el régimen capitalista se sostiene, en última instancia, sobre el pilar del aparato represivo, de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Seguridad (policía, gendarmería, prefectura). El envoltorio democrático se cae en la medida que la movilización obrera y popular alcanza niveles que cuestionan la dominación de la clase capitalista. Por eso los golpes de estado, los estados de sitio y otros mecanismos de represión, no son cosas de «otra época» supuestamente superada. Chile, Ecuador, Bolivia y Colombia, por poner algunos ejemplos regionales mostraron como responde el Estado capitalista a las rebeliones y levantamientos populares. Es necesario que la vanguardia obrera y popular tenga presente esta realidad. La juventud proletaria de Chile y otros países ya ha mostrado el ejemplo de la «primera línea» como autodefensa. No hay nada más criminal en esta época que el pacifismo y legalismo, cuya expresión política es la Asamblea Constituyente que levanta como consigna en cada levantamiento o rebelión obrera y popular el centrismo trotskista. De la misma manera que la guerra mundial solo podrá ser evitada si la clase trabajadora, sobre todo de las potencias imperialistas que se arman para la carnicería, derriban del poder a sus propios regímenes capitalistas. Ante la miseria creciente, la destrucción del planeta por contaminación o guerra mundial solo queda una salida: la revolución socialista internacional.

Pero la otra cuestión fundamental es que no puede haber revolución socialista sin partido revolucionario. Eso explica porque en el gran ascenso de la primera mitad de la década del 70´, al no haber habido un partido obrero revolucionario, implantado en las masas trabajadoras, que tuviera la estrategia de luchar por la revolución socialista, la clase obrera no pudo continuar con la ofensiva hasta llegar a la toma del poder. La crisis del gobierno peronista y del régimen burgués, al no tener fuerza para frenar las luchas de la clase obrera, abrió paso a la dictadura que ahogó en sangre buena parte de esa vanguardia que había surgido en el Cordobazo. Fue un alto precio que pagó la clase trabajadora y su vanguardia, por no haber alcanzado a tiempo a comprender el programa revolucionario y la necesidad de construir su partido. La proximidad de una conflagración mundial hace más urgente todavía la construcción de una internacional socialista y revolucionaria.  

Así es que apoyamos todas las demandas democráticas y antimperialistas como:

*Ningún milico o responsable de la represión libre

*Desprocesamiento y libertad de todos los luchadores obreros y populares.

Contra el acuerdo del gobierno y la oposición con el FMI

*Abajo el capitalismo imperialista que nos lleva al holocausto de una guerra nuclear

*Por un Partido de Trabajadores Revolucionario para luchar por la Revolución Socialista internacional.

19-3-22

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