En el último mes, Irán ha sido parte de la convulsionada situación que se vive en el Medio Oriente. En las recientes elecciones presidenciales realizadas el pasado 18 de junio Ebrahim Raisi, se impuso a otros tres candidatos, en unos comicios que fueron catalogados por los opositores como “fraudulentos”, motivo por el cual se dio una de las participaciones electorales más bajas (48.78% contra 73% en el 2017). Lo que denuncian es que varios de los aspirantes no pudieron presentarse a los comicios debido a que sus postulaciones no fueron aprobadas por el “Consejo de Guardianes”, un organismo integrado por 12 teólogos y juristas que están facultados para aprobar o vetar a los candidatos. La mayoría de los que fueron aprobados en los comicios respondían a una línea conservadora, incluido Ebrahim Raisi. Este personaje fue el jefe del poder judicial hasta antes de ser electo presidente y cuenta con un amplio prontuario en materia de violación a los derechos humanos, entre ellos, el de haber pertenecido al llamado “comité de la muerte” que clandestinamente ejecutó a unos 5000 presos políticos opositores al régimen en el año 1988, en su mayoría simpatizantes o pertenecientes a la organización de los “muyahidines del pueblo”.
En este marco comenzaron las huelgas y movilizaciones que han transcurrido en el último mes en contra del gobierno.
Dos días antes de las elecciones comenzaron las movilizaciones multitudinarias que durante 6 días ininterrumpidos agitaron varias ciudades de la provincia petrolera de Juzestán (al suroeste de Irán, limitando con Irak al oeste y al sur con el Golfo Pérsico). La represión con el uso de armas letales y munición ilegal por parte de la policía, y los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad dejó un saldo de varios muertos y al menos 102 detenidos. El desencadenante de la revuelta, fue la falta de agua. La peor sequía en 50 años que azota a la región provocó la bajante de los ríos Tigris y Eufrates y dejó a cerca de 5 millones de personas sin acceso al agua potable, ni para el riego o el ganado, así como con prolongados cortes de electricidad. Sin embargo, las consignas contra el gobierno que van desde “Abajo la república islámica” a “Muerte a Ali Jamenei (actual Ayatolá)”, indican que, si bien la falta recurrente de agua que se repite todos los veranos, agravada por la sequía, ha sido el factor detonante, este ocurre sobre la base de una crisis económica mundial, que en Irán se profundiza.
En marzo la moneda iraní sufrió una devaluación, lo cual produjo un aumento de la inflación por encima del 50%. A su vez esta situación se ve agravada por un nuevo rebrote de contagios de Covid-19, que la semana pasada, el 4 de agosto, llegó a casi 40,000 casos nuevos.
Paralelamente, y como consecuencia de la crisis económica mencionada anteriormente, se produjo al día siguiente de las elecciones una gran huelga de más de 60.000 trabajadores petroleros, la mayor acción de este tipo desde la huelga general de 1978-79, para reclamar mejoras salariales y contratos fijos. La huelga tuvo su origen en Asaluyeh (una ciudad portuaria al sur de Irán, Provincia de Bushehr) el principal centro de producción de gas de Irán en el Golfo, pero rápidamente se extendió al resto del país. Esta huelga es una continuación de las protestas de los petroleros realizadas durante el mes de agosto del año 2020, donde participaron unos 10.000 trabajadores. La industria petrolera en Irán está dominada por la National Iranian Oil Company (una empresa estatal), pero en los últimos años ha realizado una serie de subcontratos que empeoran los salarios y las condiciones de trabajo de los obreros, a la vez que permite el ingreso de empresas privadas al negocio petrolero, muchas de ellas propiedad de funcionarios estatales y sus parientes o controladas por ellos. Las exigencias de los huelguistas encabezados por el Comité de Huelga de los Trabajadores, que se creó durante la acción, son básicas: que el salario no puede ser menor a 12 millones de tomanes –equivale a 120 millones de riales- (unos 491 dólares), piden la terminación de los contratos basura (vale aclarar que estos trabajadores realizan su labor bajo una modalidad de contratos basura de corto plazo, cobrando salarios que son la mitad o la tercera parte de un trabajador efectivo) y el derecho a formar sindicatos independientes; actualmente estos trabajadores tienen que trasladarse y vivir en condiciones paupérrimas en las instalaciones petroleras cobrando unos 200 dólares por mes. La huelga, que como ya dijimos, inició el día siguiente de la asunción del nuevo presidente iraní (el 19 de junio) alcanzó por lo menos un mes de duración.
“Arde” el golfo
Uno de los objetivos del nuevo gobierno de iraní es reflotar el acuerdo nuclear con EEUU. Sin embargo, la disposición a alcanzar un nuevo acuerdo que había mostrado en principio Biden, parece ahora estar siendo comprometida y las negociaciones que se realizan en Viena se encuentran estancadas.
Los países europeos firmantes del acuerdo nuclear del 2015, basándose en un informe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), denuncian que Irán está produciendo uranio enriquecido en niveles de 20% (cualquier nivel por encima de eso es considerado altamente enriquecido y tiene principalmente utilización militar), según el gobierno iraní, para uso en la medicina.
Obviamente esto tiene que ver con las declaraciones del líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, quien había asegurado que la experiencia del gobierno iraní actual demuestra que «confiar en Occidente no funciona». Ante esta situación el portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Ned Price señaló que “Es inquietante que Irán haya escogido una escalada” y que “Continuamos llamando a Irán a poner fin a sus provocaciones”. Por su parte, el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken aseguró (29/7/21) que las discusiones sobre el programa nuclear de Irán «no pueden continuar indefinidamente», pero que Washington está «completamente» dispuesto «a volver a Viena para continuar las negociaciones». Pero a los pocos días, tras un ataque al buque petrolero israelí, atribuido a Irán, los yankis cambiaron radicalmente su discurso, aparentemente negociador, por otro abiertamente belicista, en boca del mismo Blinken, quien dijo el 2/8: «Tras la revisión de la información disponible, estamos convencidos de que Irán llevó a cabo este ataque». «Estamos trabajando con nuestros socios para considerar nuestros próximos pasos y realizando consultas con los gobiernos dentro y fuera de la región sobre una respuesta adecuada», agregó Blinken.
Como si el hecho de la carrera nuclear que se acelera no fuera suficiente, en el transcurso del año ya se han dado enfrentamientos entre Irán e Israel que aumenta aún más la amenaza de guerra en Medio Oriente. En abril de este año el ministro de relaciones internacionales de Irán, Mohammed Javad Zarif, acusó a Israel de cometer un ataque a una planta nuclear subterránea de enriquecimiento de uranio, y agregó que se “vengarían”. Tres meses después de este incidente, pasa a ser Israel el que denuncia a Irán de haber efectuado un ataque con drones frente a las costas de Omán al buque petrolero Mercer Street de propiedad japonesa, pero administrado por la empresa Zodiac Maritime, propiedad del multimillonario israelí Eyal Ofer. Además de Israel, Estados Unidos y Gran Bretaña responsabilizan a Irán por el ataque. Por supuesto que Irán rechaza las acusaciones. Pero en declaraciones realizadas a la prensa el 5/8 el ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, respondió a la pregunta en cuanto a si Israel estaba preparado para atacar a Irán con un rotundo «sí». “Estamos en un punto en el que necesitamos emprender acciones militares contra Irán. El mundo necesita tomar medidas contra Irán ahora «.
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En el sudeste asiático se agitan las aguas
No hay que olvidar que China es el principal cliente del petróleo iraní. Que del otro lado de la frontera este de Irán, tras la retirada de las tropas de EEUU, los talibanes han lanzado una ofensiva arrasadora destinada a tomar el poder, y en una semana tomaron el control de 10 de las 34 capitales provinciales afganas incluyendo –según las últimas noticias- la ciudad de Kandahar, la segunda más grande y principal centro de comercio de Afganistán. Mientras Rusia termina los ejercicios militares con la India y empieza la fase activa de los ejercicios militares de Rusia, Tayikistán y Uzbekistán cerca de Afganistán.
Por otro lado, no está menos caliente la zona del este y el sudeste asiático. En el este, Corea del Norte amenaza la seguridad de Corea del Sur que se dispone a realizar ejercicios militares conjuntos con EEUU.
Autoridades chinas criticaron duramente la decisión del Departamento de Estado de haber aprobado la venta de armamento a Taiwán con un valor estimado en 750 millones de dólares, diciendo que «envía señales erróneas a las fuerzas separatistas de la ‘independencia de Taiwán’ y pone en grave peligro las relaciones entre China y EEUU, así como la paz y estabilidad en el estrecho de Taiwán».
Mientras sube el tono de las declaraciones chinas, alegando su soberanía sobre Taiwan y del Mar del Sur de China, el portaviones británico HMS Queen Elizabeth transita por el estrecho de Malaca, flanqueado por sus buques de guerra, y Alemania envía un buque a la misma zona por primera vez en 20 años para dar una clara señal de que no acepta los reclamos territoriales chinos, según dicen desde Berlín.
Es evidente que el actual estado de crisis del capitalismo empuja cada vez más hacia una salida militar, hacia una guerra generalizada, mundial, que puede comenzar por cualquiera de los frentes de conflicto, tanto por Medio Oriente como por Taiwán o el Mar del Sur de China, sin descartar otras posibilidades, ya que desde Ucrania y la frontera rusa, pasando por el Medio Oriente y el sudeste asiático, es un “reguero de pólvora” y solo falta que alguien encienda la mecha.
Iván y Antonio
12/8/21