Esta fue la expresión “tuiteada” por Cristina Fernández de Kirchner, al conocerse la publicación en la revista científica The Lancet un informe que indicaba que la vacuna rusa Sputnik V es segura y tiene una eficacia mayor al 90%.
El gobierno y sobre todo el kirchnerismo al que se le atribuye el acuerdo con Putin, sacan pecho tras haber sudado la gota gorda por las dudas que rodeaban a la seguridad sanitaria de esta vacuna, la única a la que, hasta este momento, ha podido acceder el gobierno de los Fernández.
Sin embargo, que ahora se puede certificar, en función de los datos aportados por sus fabricantes, la seguridad de la vacuna, indica que hasta este momento se jugaba con la salud de la población. A tal punto que cuando se aseguraba que la vacuna iba a ser aplicada a los mayores de 60 años, fue el propio Putin que declaró que no se había colocado la vacuna porque no estaba probada su seguridad para esa franja etaria de la población, la que esta expuesta a los mayores riesgos.
El ministro de salud G.G. García, que autorizó de urgencia, con la simple “recomendación del ANMAT, una vacuna sin sostén de información pública, es decir, como si te vendieran un remedio sin prospecto, todavía con olor a miedo en sus calzoncillos, declaró que “siempre se tuvo tranquilidad” sobre la Sputnik V. Y aunque el kirchnerismo –que es más audaz para la mentira- ahora se pretenda sacar pecho y decir “vieron, teníamos razón” lo cierto es que más bien la expresión de la vice-presidente parece un suspiro de alivio, que le permite recuperar una parte de la intención de voto que fue perdiendo el gobierno al anunciar como seguras la vacuna y los plazos de vacunación que han tenido que ir desmintiendo y postergando, a tal punto que hasta ahora sólo han garantizado 820 mil vacunas para 410 mil trabajadores del sistema sanitario de la primera línea de lucha contra el virus, que todavía no pudo ser vacunado en su totalidad.
Al día de hoy no hay ninguna otra provisión de vacuna, ni la Sputnik, ni ninguna otra asegurada.
Esta situación se da en el marco de que el gobierno al bajar la curva de contagios a partir de octubre empezó a abrir más actividades económicas sobre todo bajo la presión de la burguesía vinculada al turismo y al comercio, dando como resultado un nuevo ascenso de la curva.
Si bien este ascenso parece que se ha amesetado, la realidad es que incluso según declaraciones del viceministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Nicolás Kreplak, una “segunda ola” de coronavirus en el invierno será “de una enorme magnitud”. Se espera que la curva de contagios vuelva a subir cuando empiece el otoño, pero entonces ya partiría del nivel muy alto actual, sin vacuna asegurada a la vista.
Por lo que se sabe, Alberto Fernández acaba de rechazar las condiciones del gobierno de China, que sólo estaría dispuesto a vender a la Argentina si compra un mínimo de 30 millones de dosis. Pero sobre todo porque el precio de la vacuna china de Sinopharm sería muy caro. Ese precio sería de u$s 40 (no sabemos si por cada dosis o por las dos), el doble del valor de la vacuna rusa Sputnik V. Sin embargo, el gobierno acaba de pagarle al FMI el primer vencimiento de 315 millones de dólares, por los intereses que debe abonar este año, en total 14.850 millones de dólares. ¿Cuantas vacunas se pueden comprar con esa plata? Los 30 millones de vacunas a 40 dólares c/u son 1.200 millones.
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El cinismo del discurso del gobierno argentino, supuestamente “popular” o “progresista”, de los Fernández es característico de esa corriente política y similares en el continente: cuando comenzó la pandemia decían que lo más importante era la vida de las personas, pero levantaron la cuarentena aun cuando ascendía la curva de contagios para no afectar las ganancias de los empresarios. Los Fernández llevan a la práctica el consejo que “Alberto” dice haber recibido de Macri: “Que mueran los que tengan que morir”. Así que, en relación a la política para encarar la pandemia, finalmente no hay diferencias cualitativas entre el gobierno peronista o el de Trump o el de Bolsonaro. Sólo en su capacidad de demagogia.
Inclusive la cantidad de muertos proporcional a la población es similar en ambos países.
En Argentina el gobierno de Fernández abandonó hace rato la cuarentena para reducir el gasto público, a pesar de que el riesgo al contagio y a la muerte siguieron siendo altos. Los argumentos oficiales tratan de ubicar la responsabilidad por fuera de los gobiernos. Que la población está saturada de la cuarentena, que la economía no aguanta, que muchas personas necesitan trabajar para ganarse el pan del día porque no tienen ningún sueldo subsidio o seguro, como si estas faltas fueran obra de la naturaleza o la casualidad o responsabilidad del pueblo.
Ya no puede seguir culpando a “la gente” que no se cuida, o a los jóvenes que hacen fiestas clandestinas, cuando se ven los transportes abarrotados de trabajadores en las horas pico, porque están abiertas todas las actividades económicas.
Por otra parte, cuando se menciona la cantidad ascendente de pobres y desocupados, o la caída del poder adquisitivo del salario porque la burocracia peronista negocia paritarias por debajo de la inflación, le echan la culpa a la pandemia. Es decir, LA PANDEMIA tiene un efecto socialmente selectivo: AFECTA A LOS TRABAJADORES que cada vez el salario o la changa nos alcanza para comprar menos, pero NO AFECTA A LAS PATRONALES que siguen subiendo los precios, sin que el gobierno haga nada, como si fuera un fenómeno de la naturaleza. ¿La pandemia hace bajar los salarios y subir la inflación? No eso es producto de otro virus que se llama gobierno patronal, al servicio de los empresarios capitalistas. Contra este virus la clase trabajadora tiene una sola vacuna que es muy muy efectiva. Se llama Revolución Socialista. Sólo falta que los trabajadores la descubran.
AB, 7/2/21